En multimedia se encuentra Kendall: hermano mayor de Andrea.
Son exactamente las seis con cuarenta y cinco minutos, la hora en que mi madre, la Sra. Kathy Schmidt, prepara la cena y mi padre, el Sr. Kent Schmidt, llega de trabajar con un humor pesadísimo ¡Cómo siempre! El problema en mi familia no es el mal trato de mis padres entre ellos, sino el daño psicológico que le está provocando a mi hermano mayor, Kendall. Él, es el único chico con el que he convivido toda mi vida, el único "chico" que sabe mi vida completa, mis problemas, mis debilidades, qué cosas me hacen feliz, qué cosas me entristecen. Y así como él sabe mi vida en tres pasos, yo también lo conozco a la perfección.
Estarán pensando: ¿Cómo un chico de veinte años de edad y una chica de diecisiete años pueden llegarse a querer tanto aún siendo hermanos? Aunque ustedes no lo crean, los hermanos no siempre discuten, el hermano o la hermana son los únicos amigos que se quedarán siempre contigo, aunque vivan cerca o lejos. Kendall, en su vida, nunca ha tenido problemas en la escuela, me agrada su actitud, en especial cuando tiene que cuidar de Yuma, su pequeña cerdita. Le tiene mucho amor desde que era pequeña, es un chico de cuerpo delgado, pero de un gran corazón.
Kendall: ¿No quieres venir a cenar? —Dijo, acercándose a mí.
Andrea: No tengo ganas...
Kendall: ¿Por qué? ¿Qué tienes? —Preguntó seriamente.
Andrea: —Di un gran suspiro. —No quiero escuchar de nuevo los gritos que se dan mamá y papá. Tengo suficientes problemas como para tener más.
Kendall: Tú no te mates con eso, los padres siempre discutirán con la más mínima cosa del mundo. En poco tiempo estarán mejor. —El brazo de mi hermano rodeaba mi espalda.
Andrea: Pero por su culpa te están dañando, ¿Recuerdas cuando me gritaste de una manera que nadie podía entender? Esas palabras me dañaron por un largo tiempo.
Kendall: —Me abrazó con ambos brazos —Perdón si te hice daño, cuando uno se molesta lo que le resta es desquitarse con los demás, aunque sean seres queridos... ¡Te prometo que jamás lo volveré a hacer!
Andrea: ¿En serio lo cumplirás? —Lo miré a los ojos.
Kendall: "Si rompes una promesa, también rompes un corazón" —Se levantó del sillón con una sonrisa y caminó a la cocina.
Las palabras de mi hermano me llegaron al corazón, no pude resistirme a llorar de felicidad. Mientras secaba mis lágrimas con un papel hecho bola, alguien tocó el timbre de mi casa.
Para los británicos, el que alguien tocara el timbre de una casa a las siete en punto de la noche es muy extraño, sólo alguien de valor salía a éstas horas, cuando todo oscurecía y la neblina penetraba en lo más profundo de la cuidad. Decidí abrir la puerta, ¡Aun con los ojos rojos y mojados!
Al abrir la puerta gigante de madera chillona, no podía creer quien estaba ahí. Fue tan grata la sorpresa que toda mi familia dejó la cena a medio comer para saludar a ésta persona.