La Clínica

By marlysaba2

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Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 23

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By marlysaba2


Sonia, se despidió de Mónica y bajó del coche pasada la media noche. La tristeza que sentía se reflejaba en su rostro. Era consciente de que sería incapaz de pegar ojo, pero Fernando y Laura habían insistido en que se marchase del campamento a pesar de las instrucciones de Natalia.

La socióloga se había negado en un primer momento, deseaba por encima de todo no fallarle y una de las últimas indicaciones de la pediatra había sido que ella permaneciese allí, en el campamento. Pero, finalmente, se había dejado convencer y Mónica, la había acompañado. Primero a la clínica, donde encontraron a Claudia y Adela que se habían negado a marcharse a casa, dispuestas a pasar la noche con Natalia a pesar de que era Gimeno quien estaba de guardia. Ellas fueron quienes las habían puesto al corriente del estado y evolución de la pediatra. Luego, la había acompañado hasta su casa. La socióloga se detuvo un momento en el portal, viendo como Mónica desaparecía camino de nuevo del campamento y subió por las escaleras pensativa.

Al entrar y encender la luz dio un salto sobresaltada.

- ¡Dios mío! ¡Elton! ¡qué susto me has dado! – exclamó, con la mano puesta a la altura del corazón - ¿qué haces ahí sentado a oscuras?

- Te esperaba – le dijo apretando los labios en un gesto de disculpa.

- Te dije que no vendría.

- Pero... has venido – sonrió – quería saber cómo había ido todo y... si al final hubo mucho jaleo.

Sonia lo miró extrañada. Él se dio cuenta de su expresión y se apresuró a corregirse.

- En realidad... sé cómo ha ido, lo que a mí me interesa es cómo le ha ido a mi payita.

- Bien... me ha ido bien... - respondió con desgana - hemos realojado a todos los que no tienen derecho a vivienda... y... no ha habido más problemas – terminó de contarle escuetamente, no tenía ganas de hablar de aquello, solo podía pensar en Natalia.

- ¡Esa es mi niña! – exclamó besándola – ¿estás muy cansada? – le preguntó al verla tan distante, "si sabré yo lo que te pasa", no pudo evitar pensar - te he preparado algo de cenar. Ya sabes que no soy muy buen cocinero, pero...

- Gracias, cariño, pero... no tengo hambre.

- Uy... uy... y... esa carita ¿a qué viene?

- ¿En serio no te has enterado?

- ¿No me he enterado de qué? – preguntó con fingida inocencia cogiéndola de las manos y flexionando las rodillas dejó su cara a la altura de ella con una sonrisa.

- Han asaltado a Nat – dijo bajando los ojos, no quería que le viera las lágrimas que luego se enfadaba con ella por preocuparse siempre tanto por la pediatra.

- ¿Cómo que la han asaltado? – preguntó mostrando sorpresa y preocupación – pero... ¿está bien?

Sonia negó con la cabeza sin pronunciar palabra.

- Y... ¿tú cómo estás? – le preguntó levantándole la barbilla.

- Muerta de miedo por ella, no quiero ni imaginar que...

- No pienses en eso, mi niña – la abrazó – y... no tengas miedo, ¿por qué tienes tú miedo, eh? – le preguntó impostando un tono meloso.

- Le han dado una paliza que... - se le quebró la voz solo de pensar lo que le habían hecho.

- Pero, ¡qué me dices! ¿tan serio ha sido! te entendí que la habían asaltado... quiero decir... un robo... sin más – se explicó mostrando interés y preocupación.

- No – negó sin poder continuar.

- Pero... ¿se sabe quién ha sido el animal?

- No – repitió – y... yo tengo tanto miedo – sollozó abrazándose a él.

- Tranquila, mi niña, escúchame – volvió a levantarle la barbilla y a mirarla a los ojos - Todo va a ir bien ¿me oyes? – le dijo mientras pensaba "¿ve doctora! cumplo mis promesas, todas mis promesas... aquí estoy consolándola", sonrió.

- ¿De qué coño te ríes? – se separó de él bruscamente, sabía que él no soportaba que Natalia fuese tan importante para ella y a veces manifestaba lo celoso que se ponía del tiempo que le dedicaba a la pediatra... pero que disfrutase con aquello... - ¿te hace gracia o qué?

- ¡Claro que no! ¿cómo puedes pensar eso? – protestó mostrándose molesto – solo intentaba darte ánimos – se explicó con abatimiento - Anda, vamos, date una ducha que te caliento la cena.

- Te he dicho que no quiero cenar – respondió airada retirándose de él.

Elton oscureció la mirada, clavándola en su espalda y se mordió el labio inferior intentando controlar la oleada de ira que acababa de sentir, no soportaba que una mujer le hablase en aquel tono.

- ¿Qué te pasa conmigo? – le preguntó cogiéndola de un brazo, con brusquedad y girándola para encararla.

- Nada – respondió secamente mirando hacia la mano que la sujetaba – tengo ganas de estar sola. Creo... que es mejor que te marches.

- No – se negó aflojando – no voy a irme y dejarte así – le acarició la mejilla poniendo cara de pena - ¡payita! venga... que soy yo – le dijo meloso – sé lo que estás pensando y... te equivocas. Reconozco que tu doctora me saca de quicio cada vez que estropea nuestros planes, pero seguro que cuando la conozca me cae estupendamente y nos llevamos bien – continuó intentando congraciarse con ella – y... seguro que a estas horas ya le ha contado todo a la policía y cogen al que haya hecho esto. Verás como todo se arregla y pronto estamos los tres, aquí, cenando.

- No te enteras de nada. Nat está en coma. Han tenido que operarla.... – volvió a quebrársele la voz angustiada y él la abrazó de nuevo. Esta vez Sonia no lo rechazó – y...

- Bueno... bueno... verás cómo se pone bien.

Elton la condujo al sofá y la hizo sentarse. Se marchó y volvió con un vaso de agua, cuando Sonia se serenó él volvió al ataque. Necesitaba enterarse de todo para saber cómo actuar.

- Entonces... ¿la policía no tiene ni idea de quién...? – le preguntó.

- No – dijo con la vista puesta en sus manos, negando con la cabeza - Isabel ha estado en el campamento interrogando a algunos hombres, pero... no está segura de que sea alguien de allí.

- Y... ¿por qué piensa que sí podía serlo! ya... porque somos el culo del mundo y siempre...

- No empieces – lo cortó secamente - No tengo ganas de escuchar tu discurso victimista. Lo piensa porque se dejó allí el palo con el que la golpeó y, al parecer tiene una talla con sello propio. Isabel lo ha reconocido.

Elton cambió la mirada sin que ella lo percibiese. ¿Serían imbéciles! ¿cómo habían cometido ese fallo? Suspiró negando con la cabeza, tenía más trabajo del que pensaba. Y quizás tuviese que comenzar esa misma noche. Se levantó y cogió su teléfono.

- ¿Qué pasa? – le preguntó Sonia al ver su cara.

- Nada. Pensaba... que .... eso no es suficiente para encerrar a nadie – disimuló - ¿Tu doctora no se acuerda de nada? No ha dicho como eran, sus voces... algo.

- Te he dicho que está en coma – respondió distraída, mirándolo extrañada y él se dio cuenta de aquella mirada.

- Sí, pero no sé a lo mejor pudo decirle algo a Isabel antes de...

- ¿Por qué has hablado en plural? – le preguntó directamente.

- ¿Qué?

- Has dicho eran, ¿por qué? Isabel solo vio alejarse a un hombre, a nadie más, ¿por qué crees que era más de uno?

- Pues... no sé... por lógica, supongo – respondió esquivo, incómodo ante su gesto interrogador "Choni, Choni, no sigas por ahí", pensó – no sé... si Isabel lo vio marcharse en moto de allí, está claro que una sola moto no hace que se detenga un coche... por eso pensé que sería más de uno.

- Yo no te he dicho que se marchara en moto – dijo Sonia que mantenía aquel gesto de desconfianza y frunció el ceño. Elton sabía que había metido la pata y tenía que arreglarlo cuanto antes.

- No. Pero... en ese camino un coche no puede adelantar y .... Salvo que saliese de improviso...

- Tú sabes algo – le espetó sin dejarlo terminar.

- Pero... ¿yo qué voy a saber? – se defendió – solo especulaba... por dar opciones. ¿Por qué piensas eso? – preguntó acercándose de nuevo a ella, sin sentarse a su lado.

- Porque llevas razón en lo que dices, pero... - levantó la vista hacia él, no supo si fue su gesto, su mirada o la posición intimidante en pie frente a ella, pero la socióloga se tragó sus pensamientos "¿cómo sabe que Natalia estaba en el camino viejo! nunca va por ahí y ... por la carretera de siempre sí se pueden hacer adelantamientos. Además, ni siquiera Isabel sabe por qué Natalia cogió ese camino. Cree que la hicieron desviarse intencionadamente".

- Pero ¿qué? – preguntó hoscamente al ver que permanecía callada.

- Pero nada.... – respondió – la cabeza me va a estallar, no puedo imaginar cómo alguien... y no dejo de darle vueltas a todo... y...

- Tranquila – le dijo sentándose junto a ella – lo entiendo, sé que la quieres mucho.

- Sí – afirmó de nuevo con las lágrimas saltadas, estaba convencida de que él sabía algo y no le extrañaba si los rumores que corrían por el poblado eran ciertos.

- Entonces ¿en serio crees que pudo ser más de una persona! porque tendría sentido....

- ¿Ves! lo que yo te he dicho, más de uno, es pura lógica payita.

Sonia lo miró y guardó silencio, él intuyó que no lo creía y decidió defenderse.

- ¿Desconfías de mí? – le preguntó con seriedad. Sonia permaneció callada, pero lo desafió con la mirada.

- Pero, ¡payita! – protestó sin obtener respuesta, no estaba acostumbrado a verla así, le estaba resultando más difícil de lo que esperaba conseguir de ella lo que pretendía, si no fuera porque era su llave para llegar hasta aquella puta y que mantuviese la boca cerrada... ya hubiese acabado con esa situación, a él no lo habían educado para suplicarle a una mujer, suspiró y cambió de actitud – pero, chiquilla, recuerda que yo estaba allí y que me marché a mi entrevista... que por cierto, no has sido ni para preguntarme como me ha ido – le reprochó, mirándola con decepción.

- Lo siento, cariño, perdóname... - dijo al fin provocando alivio en el chico - no me he acordado... - se apresuró a responder con cara de culpabilidad.

- Lo entiendo - repitió con una sonrisa – te juro que yo no sé nada.

- Pero... si lo supieses... - dijo sospechando aún - tienes que contárselo a Isabel. Si quieres... yo te acompaño.

- Te he dicho que no sé nada – se levantó bruscamente no estaba dispuesto a seguir aguantando – además no pienso hablar con la policía.

- ¡Elton!

- No insistas – masculló entre dientes, apretando los puños, "lo siento, pero... hasta aquí hemos llegado", pensó.

- ¿A dónde vas?

- A la cocina – respondió con voz ronca.

- Es tu hermano ¿verdad? Lo estás encubriendo.

- ¿Mi hermano? – se giró interesado en aquel comentario, quizás no estaba todo perdido y en ese caso aún no tenía que terminar con ese "juego" – no sé de qué me hablas.

- De tu hermano, de Tomás... hay rumores de que era un gitano el que alentó la revuelta y que era hijo de tu padre.

- ¿Rumores?

- Bueno... en realidad Sacha, ¿sabes quién es? – él mintió negando con la cabeza "maldito hijo de puta, ya me encargaré yo de que cierres la boca", pensó – nos avisó de que habría problemas.

- ¿Tomás? – repitió "¡gracias payita!", pensó, acababa de darle una idea extraordinaria.

- Lo siento, no quería decírtelo, pero tarde o temprano, tu padre se va a enterar y tu mejor que nadie sabe lo que eso significa.

- Sí... - murmuró pensativo – tengo que irme payita – le dijo.

- Pero... ¿a estas horas?

- Si lo que dices es cierto.... no puedo dejar que mi padre se entere por alguien que no sea yo. Mi hermano es un "colgao", pero... es mi hermano y...

Sonia se levantó y se acercó a él.

- Me gustaría que te quedaras, ya tendrás tiempo mañana, quiero tumbarme contigo y que me abraces fuerte.

- ¿Ahora quieres que me quede?

- Sí.

Elton le cogió la cara y la besó.

- No puedo, payita. Mi padre ha tolerado que mi hermano trapichee con droga, que se le revele alguna vez, incluso que alce la voz en su presencia, pero... esto... Después de dar su palabra a la doctora, después de asegurarle que nadie le desobedecería...lo ha hecho faltar a su palabra y a la del consejo, ¡su propio hijo!... va a hacer que el peso de la ley caiga sobre él. Lo conozco y que sea su hijo no va a impedir que caiga sobre él Y... tengo que evitarlo.

- Tú no puedes hacer nada.

- Tengo que intentarlo. Entiéndeme, ahora, tú a mí – le pidió, pero Sonia no respondió – vamos a hacer una cosa. En cuanto termine, vuelvo, y se acabó el escondernos, mañana te acompaño a ver a tu doctora y pasado y al otro, y al otro también. ¿De acuerdo?

- Vale – dijo con tristeza y sin convencimiento.

- Ya sé que no es la idea que teníamos para que me conociera, y... que me voy a morir de nervios, pero... yo por mi payita hago cualquier cosa. No quiero que pases por esto sola. Quiero estar a tu lado y quiero que ella sepa que lo estoy – volvió a agacharse para quedar a su altura "¡ya lo creo que lo quiero!"– va a despertar ya verás, y cuando lo haga, tú y yo vamos a estar allí con ella – sonrió, "menuda sorpresita se va a llevar", pensó manteniendo aquella sonrisa.

- Anda ve y vuelve pronto – le dijo ahora sí también ella sonriendo.

- Buenas noches, niña.

- No tardes y... ten cuidado.

Lo despidió en la puerta y permaneció unos segundos apoyada en ella tras cerrarla. Elton estaba muy raro y había dicho cosas que... tenía que pensar, pero ahora no podía hacerlo con claridad. Necesitaba descansar, quizás todo fuesen imaginaciones suyas. Seguro que mañana vería todo de otra forma. ¡Nat! pensó de nuevo con las lágrimas saltadas, necesitaba tanto hablar con ella.



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La mañana siguiente Alba llegó al campamento antes de las ocho. Había sido incapaz de pegar ojo, esperando temerosa una llamada que no se produjo, eso era buena señal, se decía continuamente, para convencerse de que Natalia no había ido a peor, hasta que al fin, harta de dar vueltas en la cama, se decidió a levantarse y marcharse a trabajar, al menos allí estaría con los demás. Y quizás ellos supieran algo más. Aquella ausencia de noticias y aquella espera la estaba matando.

Esperaba encontrar mucho movimiento de gente en el campamento teniendo en cuenta que los barracones estaban llenos, pero se sorprendió al ver que todo permanecía en silencio, hasta tal punto que se sintió culpable por el ruido del motor de su moto.

Laura la vio llegar y salió a su encuentro corriendo.

- ¡Alba! – exclamó besándola - ¿ya estás aquí?

- Si – esbozó una sonrisa – veo que tú tampoco has dormido mucho – comentó observando las ojeras de su amiga.

- La verdad es que no – reconoció – esto ha estado muy tranquilo, pero hemos pasado toda la noche charlando y esperando noticias... ¿Cómo está! ¿has pasado por la clínica?

- No.

- Creía que lo harías... - dijo sorprendida.

- Sí, lo he pensado, pero... luego me he arrepentido.

- Y ¿se puede saber por qué?

- ¿Qué hago si me encuentro con su madre! no nos llevábamos muy bien que digamos y... ni siquiera sé, si sabe que yo... estoy aquí – confesó con tristeza – no creo que le haga mucha gracia verme.

- Mujer, trabajas aquí, tienes todo el derecho a ir y ver cómo sigue.

- ¿Vosotros no sabéis nada? – preguntó casi con desesperación.

- Anda, vamos para dentro, me he dejado a Fernando hablando con Claudia, a ver que nos dice él – intentó animarla, aunque sabía que Alba tenía razón y quizás no fuese muy buena idea que apareciese por allí estando la madre de Natalia en la clínica. Bastaba recordar cómo se había comportado la madre de Alba con Natalia y cabía suponer que al revés las aguas estarían igual de revueltas.

En el pabellón Fernando acababa de colgar el teléfono y Mónica lo miraba expectante.

- ¿Qué dice? – le apremió a contar las novedades. Fernando sonrió y aquella sonrisa alivió a las tres.

- De momento, está estable hemodinámicamente. Le mantienen la ventilación mecánica mediante sedación, dice Claudia que le va a repetir en un rato la tomografía y quiere hacerle también una resonancia, nos llamará cuando tenga los resultados, pero parece que todo va bien.

- ¡Joder! menos mal – exclamó Mónica – vaya nochecita hemos pasado todos.

- Entonces, ¿ha recuperado conciencia? – preguntó Laura.

- Dice Claudia que sí, pero que la van a mantener en coma barbitúrico. Aún es pronto – explicó – Alba, me han dicho que estabas con ella cuando entró en coma ¿no?

- Si – dijo con un hilo de voz temiendo algún reproche por su actuación.

- ¿Cómo estaba! ¿te dijo algo?

- No. Bueno... creo que le dolía la cabeza y parecía que le costaba trabajo hablar y mantener los ojos abiertos, pero... creí que era una conmoción, me dijeron que no era grave y... no entiendo cómo pudo pasar sin que...

- No te preocupes – esbozó una sonrisa de comprensión – tú no podías saberlo. Cruz se temía algo así. El hematoma era pequeño y en cualquier otra persona se podía haber reabsorbido sin más contratiempo, pero Nat toma anticoagulantes, y desde hace bastante ya – le explicó – eso en estos casos es un problema y un factor de riesgo. Por eso Claudia decidió intervenir inmediatamente y sellar el punto de sangrado antes de que fuera a más, por lo que parece ha acertado.

- Bueno... lo importante es que vaya recuperando consciencia ¿te ha dicho Claudia si le van a retirar la sedación pronto? – preguntó Laura.

- Dice que le va a ir haciendo pruebas periódicas. De momento solo las pupilas reaccionan a la luz, esperemos que siga avanzando, pero según la vea evolucionar... - se interrumpió pensativo – bueno, basta ya de hablar de Natalia. Si estuviera aquí ya nos estaría diciendo que a trabajar. Así es que en marcha. Yo os llamo si hay algún cambio y si no, a la hora de comer nos vemos aquí, ¿de acuerdo?

- ¿Y Sonia? – preguntó Laura.

- Llegará más tarde, iba a pasar antes por la clínica. Además, hoy no saldrá. Tiene que recoger a la familia de Natalia en la estación – les contó - Mónica, quédate conmigo. Laura y Alba saldréis juntas y seguiréis con las vacunaciones tal y como estaba previsto.

- ¿Cuándo llegan sus padres? – preguntó Alba.

- Creo que esta tarde, pero... no me hagas mucho caso – sonrió – ¡venga! ¡a trabajar!



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Elton cogió sus llaves y entró con sigilo en el piso de Sonia. Lo más seguro es que ya no estuviese en casa, pero no se fiaba de que fuera así, quizás había decidido no ir a trabajar. Entró en el dormitorio y comprobó que la socióloga no se encontraba allí. Sonrió. ¡Qué gran aliada estaba resultando ser!

Fue a la cocina y comenzó a prepararse un buen desayuno. Estaba hambriento. La noche había sido larga pero fructífera. Tenía que haber sido actor, estaba claro que tenía madera. Soltó una carcajada solo de recordar lo enfurecido que se había puesto su padre cuando él, completamente compungido, se había presentado de madrugada en la chabola y le había revelado el nombre del cabecilla de la revuelta. Volvió a soltar otra carcajada, "un poco más y al viejo le da un ataque", pensó. Luego se había ofrecido a reunir al consejo y a ayudar en todo lo posible para encontrar a su hermano. ¡Qué imbéciles eran todos! Todos menos aquel rumano, con ese debía tener cuidado, sobre todo, porque se pasaba el día entero revoloteando en el campamento. Pera ya tendría tiempo de encargarse de él. Conocía su punto débil.

¿Y su hermano! ese sí que se había alegrado de verlo, tanto, que le costó algo de trabajo invitarlo a aquel viaje. Al menos, no podrían decir de él que no era un hermano generoso. Soltó otra carcajada por la ironía que se le acababa de venir a la mente. ¡Pobre infeliz! su mejor viaje. Era cuestión de horas que diesen con él y entonces.... "muerto el perro se acabó la rabia", masculló.

Terminó de desayunar con tranquilidad. Iría a arreglarse. Tenía que estar impecable para pasar el día junto a su payita. Se excitaba solo de que le contase con detalle el estado de la puta esa, esperaba que no la palmase porque entonces no vería un duro, aquél tipo había sido muy claro, la quería para él. "Doctora, doctora", pensó en ella y volvió a sentir el nerviosismo previo al ataque, disfrutó imaginándose el momento de verla. Deseaba de forma ya imperiosa volver a mirar directamente a sus ojos castaños, leer de nuevo el pánico en ellos, buscar el momento de quedarse con ella, recrearse en su terror, beber de él, a veces, le parecía incluso olerlo. Entró en el baño y se apoyó en el lavabo.

El espejo le devolvió la mirada. Volvió a sonreír ante aquellos ojos, esos ojos que causaban asombro e infundían temor. Sí, estaba satisfecho de aquella mirada que había ensayado en tantas ocasiones. Pero, ahora, libre de espectadores, en soledad, podía ser el mismo y recrearse en ella, era la fría mirada de un hombre sin corazón, de un asesino.

Sonrió, pensativo, sí, iba a ser un gran día.



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Isabel paseaba nerviosa de un lado a otro en su despacho. Había llamado a la clínica en tres ocasiones desde que Natalia sufrió el asalto y en las tres le habían dicho lo mismo, aún tendría que esperar, en el caso de que todo fuese bien, más de dos días para que la pediatra pudiera decirle algo, si es que era capaz de hacerlo. Estaba claro que tenía pocas posibilidades de coger a su agresor, y menos después de comprobar que en el poblado todos guardaban un hermético mutismo. Nadie iba a delatar a nadie, lo que tuviesen que resolver lo resolverían entre ellos y eso era precisamente lo que debía evitar. Tenía una posibilidad y era hablar directamente con Sacha, pero no había podido localizarlo en su chabola y eso que había llegado allí antes de las seis de la mañana.

El interrogatorio de Salvador tampoco le había proporcionado ningún dato de interés. El hombre reconocía haber tallado aquel "arma", pero tallaba muchas por encargo casi todo el mundo en el poblado tenía alguna hecha por él. Isabel insistió y le pidió que si se enteraba de algo se lo hiciese saber, pero estaba segura de que no iba a conseguir nada. Solo cabía esperar que en el laboratorio encontrasen algo. Y allí estaba esperando aquella llamada que pudiera darle un poco de luz.

Su móvil comenzó a sonar y lo miró sorprendida.

- ¿Papá? – preguntó interesada en lo que pudiera querer de ella.

- Subinspectora – respondió en tono grave haciéndole ver inmediatamente que se trataba de una llamada de trabajo.

- ¿Qué ocurre, Comisario? – preguntó ahora preocupada. No era normal que la llamase él, el Comisario Principal, y no su propio Jefe.

- He visto en las noticias la batalla campal de ayer y que... Lacunza está entre los heridos, ¿es cierto?

- Claro que es cierto – respondió extrañada.

- Tengo que hablar con ella. ¿En qué hospital está?

- Está en su clínica, pero va a ser imposible que hables con ella, al menos de momento – le comunicó.

- Es muy urgente, ya se lo dije ayer, y no me valen excusas, esta misma tarde me paso a verla. Quiero que se lo comuniques.

- Comisario, no puede ser, no puede recibir visitas, está...

- Yo no soy una visita – la interrumpió con genio – además, esto le interesa a ella más que a mí – rugió de mal humor – no voy a consentir que me de largas, por mucho apellido Lacunza que tenga.

- Está en coma, papá – le comunicó afectada, haciendo caso omiso a la jerarquía.

- ¿Le he dicho yo que me tutee, subinspectora? – casi gritó sin mostrar la más mínima impresión por la noticia.

- No señor, le pido disculpas señor – respondió con desgana nunca había entendido esas tonterías. En público medio que podía hacerlo, pero por teléfono...

- Bien, no tenía idea de que fuera tan serio – dijo pensativo – avísame en cuanto pueda hablar con ella, le repito que es muy urgente.

- Puede decirme de qué se trata.

- No. No puedo. Pero, sería conveniente que se fuese buscando un buen abogado.

- ¿Un abogado! pero... ¿un abogado para qué?

- No voy a decir nada más. Antes de pasar al juez el expediente completo quiero verla a ella.

- ¿Quieres decir interrogarla?

- Quiero decir lo que he dicho. Buenos días subinspectora – dijo y colgó dejando a Isabel boquiabierta.



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A Alba la mañana se le hacía interminable. No podía dejar de pensar en Natalia. Laura intentaba sacarle conversaciones comentando los sucesos del día anterior. Contándole todos los rumores que corrían por el poblado, pero a Alba le daba exactamente igual que el culpable de la revuelta fuera un gitano o un payo, le daba igual que el Patriarca hubiera montado en cólera al enterarse que uno de sus hijos le había traicionado y le daba igual que todos anduviesen revolucionados buscando a los culpables. La primera de ellos Isabel, con la que se habían cruzado en un par de ocasiones y que corría de un lado a otro por el poblado, además las había obligado a salir con dos agentes que no se separaban de ellas.

- Alba ¿me estás escuchando? – le preguntó Laura al cabo de un minuto de monólogo mientras de dirigían de nuevo al campamento.

- La verdad es que no – reconoció mostrando cierto azoramiento.

- Ya... - sonrió levemente – la verdad es que te importa una mierda lo que te estoy contando ¿no?

- Pues sí – reconoció con sinceridad – ahora mismo lo único que me importa es...

- Nat – la interrumpió. La enfermera la miró circunspecta y asintió.

- ¿Tú crees que ... se pondrá bien?

- Alba... eres enfermera y... has visto casos como el suyo cientos de veces ¿me equivoco?

- No – musitó mirando hacia abajo.

- Entonces qué es lo que quieres que te diga... - suspiró – ¿qué si! ¿qué se saldrá adelante y se pondrá bien! pues... espero que sí, que salga bien de esta y que no tenga ninguna secuela, pero... ya conoces cómo va el tema.

- Si – caminaba con la vista puesta en el suelo, pensativa.

- Es buena señal que reaccione a la luz – intentó darle ánimos, comprensiva, suavizando el tono – vamos a ver qué tal ha pasado la mañana...

- Pero... yo he visto casos en los que parecía que todo iba bien y a las setenta y dos horas...

- Es que el tercer día es el peor – ratificó – eso siempre que llegue a las cuarenta y ocho horas y – miró el reloj – se van a cumplir las treinta horas, aproximadamente, si no me equivoco.

- ¿Qué me estás diciendo Laura? – la detuvo con el pánico reflejado en sus ojos.

- Nada, no te asustes – le sonrió – hablaba en general. Estás de los nervios ¿eh?

- ¿Cómo quieres que esté? – volvió a bajar la vista e iniciar la marcha de nuevo – discutí con ella.

- Bueno... sinceramente no creo que se acuerde... - dijo distraída viendo como Isabel llegaba hasta ellas corriendo.

- Laura – dijo la detective casi sin resuello - ¿has visto a Sacha por aquí?

- No. Hoy no – respondió y al ver el gesto de contrariedad de Isabel se preocupó - ¿ocurre algo?

- No. Creo que no. Quiero que me cuente personalmente lo que os dijo a vosotras.

- Pero ¿por qué?

- Elton ha dado orden de que busquen a Tomás, pero... por lo que me contasteis... no estoy segura de que fuese él quien instigo la revuelta, es más, estoy segura de que su padre no da crédito a esos comentarios.... Y me preocupa. Me temo que se va a liar gorda.

- ¿Quién es Tomás? – preguntó Alba.

- Uno de los hijos de Elton – dijo Isabel – perdonad di por hecho que lo conocíais.

- Pues... no – sonrió Laura.

- Es absurdo que le acusen a él. Ese chico cuando no está con el mono está colocado y no me lo veo levantando a nadie por ninguna causa.

- Entonces... quien crees que...

- Necesito que Sacha me describa al chico que alentó a los demás - dijo sin responder, claro que sospechaba de alguien, pero se guardaba sus sospechas hasta que no tuviese pruebas - ¿a Igor tampoco lo habéis visto?

- No.

- ¿Vais a comer ya?

- Sí vamos ya para el campamento – respondió Laura.

- Pues... os acompaño – dijo la detective iniciando la marcha - ¿sabéis algo nuevo de Nat?

- No, nada.

- No voy a parar hasta que encuentre a ese cabrón, sea quien sea y cuando lo haga... - guardó silencio y Alba la miró de reojo, tenía el ceño fruncido y los labios apretados. Nunca había visto a la detective así de alterada.

Las tres caminaron en silencio. Alba la comprendía. No podía imaginar lo que debía ser no solo estar preocupada por Natalia sino sentir que, siendo ella la encargada de su seguridad, había fallado. Y además, tener la responsabilidad de atrapar a su agresor.

- Isabel – le dijo de pronto – si... yo puedo ayudarte en algo...

- No, gracias, Alba – la miró sorprendida por su ofrecimiento – estas cosas tienen su proceso y no podéis hacer nada – les sonrió – salvo mantener los ojos y los oídos bien abiertos y si os enteráis de algo.... A mí no me van a contar nada, pero... quizás a vosotras sí. He visto como se os acercaban la gente.

- Sí, pero era para preguntar por Nat – dijo Laura – se ha corrido la voz...

- Hasta nos han dado algún que otro regalo para ella – sonrió Alba con tristeza.

- ¿Regalos! ¿qué tipos de regalos? – preguntó Isabel alerta.

- Pues... cuatro tonterías – respondió Laura extrañada por su reacción – un par de estampitas de vírgenes y santos, unas magdalenas....

- Ah, claro.... Entiendo... perdonad... es que... ya sospecho de todo...

- Por cierto ¿y Sonia? – dijo de pronto Alba –quizás ella si pueda ayudarte.

- He intentado hablar con ella, pero no consigo localizarla y Fernando me ha dicho que no vendrá en todo el día y... - se interrumpió al ver que unos metros más allá de la puerta de entrada al campamento dos chicos estaban discutiendo y uno de sus hombres intentaba mediar con la intención de que no fuese a más la disputa – disculpad, entrad sin mí que no me fío de estos novatos – les dijo.

- Bueno... - suspiró Laura viéndola alejarse. Le pasó a Alba el brazo por los hombros – vamos a ver qué tal sigue Nat.

Ambas entraron en el campamento y se dirigieron a toda prisa al comedor esperando que ya estuviesen allí sus compañeros. Mara, al verlas, corrió hacia ellas con una sonrisa. Su abuela estaba mejor y pronto se marcharían de nuevo a la chabola pero, mientras, ella estaba allí y era feliz. Podía pasar todo el día con María José, que le estaba enseñando a leer y escribir, sin necesidad de mentir a su abuela.

- ¡Hola! – las paró la niña.

- Hola Mara – le sonrió Laura, acariciándole el pelo y entrando.

- ¿Jugáis conmigo? – gritó la niña a sus espaldas.

- Ahora no podemos – le dijo Alba girándose hacia ella, deseosa de entrar y conocer noticias de la pediatra, pero la niña, con agilidad, se le coloco delante impidiéndole el paso y desesperándola al ver que Laura le hacía una mueca burlona y se perdía en el interior.

- Nat me dijo que me pasearía, pero no ha venido – le explicó con aire triste - ¿tú no quieres jugar? – le insistió a la enfermera.

- No puedo, cariño – Alba se agachó y quedó a su altura – pero te prometo que en cuanto tenga un rato jugamos juntas.

- Bueeeeeno – aceptó - ¿y... cuando viene Nat?

- Nat está malita – le dijo con un nudo en la garganta – pero cuando esté buena vendrá.

- ¿Y qué le pasa?

- Pues... - la enfermera dudó, no sabía cómo explicarle aquello, ni siquiera sabía si le estaba mintiendo y la pediatra nunca más volvería por allí – se dio un golpe y tiene que descansar hasta que se ponga buena.

- ¿Y le duele mucho?

- Cuando está despierta si, por eso tiene que dormir.

- ¿Entonces no le pegaron con un palo? – preguntó con inocencia. Alba abrió los ojos sorprendida.

- ¿Quién te ha dicho eso? – le preguntó con interés.

- Lo he oído.

- ¿Dónde lo has oído?

- Atrás, cuando estaba jugando – sonrió - ¿sabes que hay un escondite aquí en el que nadie te ve?

- ¿En serio! me tienes que enseñar cual es – le dijo sentándose en el escalón de entrada, ahora sí, interesada en la charla con la pequeña- ¿Y que más has oído?

- Que la puta chillaba como un cerdo – dijo con una sonrisa contenta de que la enfermera le prestara tanta atención, Alba sintió un nudo en la garganta solo de imaginar por lo que había pasado Nat - ¿qué es puta?

- Puta... - a ver cómo le explicaba eso a la niña y más conociendo que su madre lo había sido y que antes o después se iba a enterar, de hecho aún no sabía cómo esa niña, viviendo donde vivía, se mantenía tan ajena a todo lo que le rodeaba – puta es una mujer.

- ¡Ah! ¿cómo gachí?

- Claro, como gachí – sonrió aliviada por haber salido del paso – Mara ¿a quién le escuchaste decir eso?

- A ese – dijo señalando con el dedo hacia Salva que barría de hojarasca la zona más alejada del patio – es malo.

- No es malo – le sonrió.

- Si es malo, y Nat me dijo que no era su amigo, pero sí lo es, porque está aquí. Pero yo no me he acercado ¿eh?

- ¿A qué no te has acercado? – preguntó sin entender qué quería decirle

- A ese. Nat me dijo que no me acercara.

- Pero si lo has hecho ... ¿verdad bichito? – le dijo imitando el tono que había visto que Natalia solía ponerle.

- Si – respondió bajando los ojos – pero no se lo digas a Nat – le pidió preocupada – no quiero que se enfade.

- No se lo digo – le sonrió – será nuestro secreto. Pero tienes que hacerle caso a Nat, ¿de acuerdo?

- Si – sonrió melosa.

- Mara ¿qué más oíste?

- Nada. ¿Jugamos ahora?

- Ahora no puedo, pero.... luego te doy un paseo rápido en la moto ¿quieres?

- ¡Sí! – gritó ilusionada - ¡gracias! – saltó y le dio un beso en la mejilla – eres buena como Nat.

Alba sonrió enternecida y se le saltaron las lágrimas. Empezaba a comprender perfectamente los sentimientos de la pediatra hacia esa niña. Mara se alejó corriendo y gritando, "María José, María José.... Voy a montarme en la moto grande", Alba se levantó y entró en el comedor ansiosa por saber si había alguna novedad sobre la pediatra y pensando en que debía contarle a Isabel lo que acababa de decirle Mara.

Encontró a sus compañeros aún sin sentarse a la mesa. Laura y Mónica charlaban en un rincón y Fernando estaba ausente.

- Alba – la llamó Laura – ven. Estamos esperando que Fernando vuelva ha ido a llamar a Cruz.

- Pero... ¿no os han llamado para deciros nada?

- No – respondió Mónica – debe seguir igual.

- Claro... - murmuró la enfermera pensativa basculando de un pie al otro mostrando su nerviosismo.

- Tranquila, mujer – le dijo Mónica.

- Sí, eso es muy fácil decirlo - suspiró.

- Bueno... aquí todos estamos igual, no creas que eres a la única que le afecta esto – le respondió y Alba bajó la vista.

- Bueno, bueno, no vayáis a discutir vosotras ¿eh? que estamos todos un poco nerviosos – intervino Laura temiendo alguna reacción de Alba ante el tono de Mónica.

- No voy a discutir con nadie – dijo Alba con desgana girándose y dándoles la espalda – me voy – anunció - tengo que recoger una cosa en casa de mi madre.

- ¡Oye! no te enfades – saltó Mónica más suave – perdóname, que... me he pasado, yo también estoy nerviosa.

- No es por eso – se volvió – tengo que irme.

- Pero... ¿no esperas a ver que dice Fernando? – le preguntó Laura extrañada, sabía que llevaba toda la mañana deseando saber algo – mira aquí llega.

Alba se detuvo y aguardó las noticias. Las tres lo miraron y el médico llegó hasta ellas.

- No he podido hablar con ninguna – se explicó – por lo visto la están volviendo a examinar. Y Teresa no sabe nada más. Tendremos que seguir esperando.

- Bueno... pues... yo me voy ya – dijo Alba decepcionada.

- Pero... ¿a dónde vas! ¿no comes aquí? – preguntó Fernando.

- No – respondió - tengo que ir a casa, estaré de vuelta a las cuatro en punto – añadió creyendo que le reprochaba que abandonase el puesto de trabajo. Corrió hacia la puerta mirando el reloj, le iba a resultar algo complicado cumplir su palabra. Fernando la miró perplejo y se encogió de hombros, sentándose a la mesa con Mónica.

Laura corrió tras ella y la alcanzó en la escalinata.

- ¡Espera! ¿Vas a la clínica?- le preguntó directamente sujetándola por el brazo.

- Si – asintió Alba bajando la mirada al verse descubierta – pero... no se lo digas a los demás.

- Alba..., se van a enterar de todas formas, esta tarde vamos a ir todos.

- Lo sé.

- Y ¿por qué no te esperas, comes con nosotros y luego vamos?

- No puedo. No puedo estar aquí y...

- Pero ¿no comes?

- No tengo hambre.

- Pero... deberías comer algo.

- Tengo que verla, Laura – confesó angustiada - ¿me entiendes?

- Sí, te entiendo, pero ten cuidado con la moto.

- Lo tendré. Tranquila – le dijo con una sonrisa y corrió hacia el aparcamiento.

María José la observó en la distancia y respondió con la mano al saludo de la enfermera. Alba pensó que parecía diez años mayor que el día anterior. La veía más encorvada y lenta, quizás estaba abatida por lo de Natalia o no era capaz de acostumbrarse a estar allí. De pronto, los deseos de conocer la historia de aquella mujer volvieron a ella con fuerza. Arrancó y se dirigió a la puerta, pero antes sintió el impulso de detenerse frente a la anciana.

- Nat sigue igual – le informó conocedora de que se alegraría de tener noticias de ella.

- Gracias, Alba.

- Si... si hay algún cambio, yo se lo digo – se ofreció casi con timidez.

María José asintió apretando los labios en lo que intentaba ser un esbozo de sonrisa agradecida. Alba se puso el casco y salió, ante la atenta mirada de la anciana, que no pudo evitar recordar las palabras de Natalia "Alba me odia", sonrió levemente, con tristeza "¡qué equivocada estás, querida!", pensó, sentándose de nuevo en una de las sillas que habían colocado en la puerta del barracón.

Alba entró corriendo en la clínica, Teresa levantó la vista y le hizo una seña de que esperase un momento, estaba hablando por teléfono. Cuando colgó salió del mostrador y se fundió con ella en un abrazo.

- ¡Alba! ¿Cómo estás? – le preguntó al ver su intento de controlar las lágrimas ante aquella muestra de apoyo mutuo. Alba apretó los labios y encogió un hombro.

- ¿Cómo quieres que esté?

- Tú tampoco has podido dormir en toda la noche ¿verdad?

- No...

- ¿Subimos? Yo iba ahora para arriba – le dijo.

- ¿Antes de comer? – le preguntó con una media sonrisa de burla mientras esperaban el ascensor.

- Ay, hija, ¿quién piensa en comer con este panorama? – protestó molesta – aunque no lo creas yo quiero a Nat como si fuera uno de mis hijos – confesó afectada.

- Eh... tonta.... – le apretó el brazo – ya lo sé.

- Es que a veces parece que... como soy la tonta de Teresa... y que...

- ¡Eh! Vamos... - la abrazó de nuevo arrepentida de haber intentado bromear con ella, no le gustaba ver a la recepcionista así, Teresa siempre la animaba y le hacía ver que todo podía salir bien, pero si Teresa se hundía... - ¿no sabes nada?

- No, de verdad, ya se lo he dicho a Fernando. Si Cruz y Claudia no sueltan prenda y yo no sé si es porque no hay nada que decir o porque no quieren decir lo que me temo – lloriqueó.

- Vamos, Teresa, no pienses eso. Ellas nunca nos engañarían, mientras no haya noticias es que no ha empeorado y eso es bueno – intentó consolarla y convencerse a sí misma.

- Ay, pero es que yo tengo un "yoquesé" aquí cogido – le dijo apoyando la mano en el estómago mientras salían del ascensor.

- ¿Sabías que estaba aquí? – le preguntó Alba al ver a lo lejos a Vero sentada en una de las sillas, frente a la UCI, con los codos apoyados en las rodillas y las manos en ambas mejillas sujetándose la cabeza, pensativa.

- ¡No! ¡pobre! lo debe estar pasando fatal. Quiere mucho a Nat – bajó la voz en tono confidencial.

- Como todos, Teresa – saltó molesta, encaminándose hacia la psiquiatra.

- Hola – las saludó levantándose.

- ¿Siguen dentro? – preguntó Teresa.

- Sí, no creo que tarden ya – respondió la psiquiatra justo en el momento en que se abrían las puertas y Claudia y Cruz salían hablando entre ellas en voz baja.

Al verlas allí esperando, se acercaron.

- ¿Cómo está! ¿cómo está? – inquirió Teresa nerviosa agarrándose al brazo de Cruz.

- Vamos a ver – comenzó Claudia y las tres la miraron atentas, la neuróloga acostumbrada a dar aquellas noticias habló con calma – esta mañana Cruz y yo, tras comprobar que las pupilas reaccionaban a la luz, decidimos disminuir la dosis de medicación.

- ¿Y qué? – la interrumpió Vero, desesperada, sin poderse contener.

- Tranquila – dijo Claudia - presenta signos de leve mejoría, ha logrado abrir los ojos y mover espontáneamente los brazos.

- Pero... - dijo Alba con temor abriendo la boca por primera vez ante el tono en el que lo había dicho la neuróloga.

- Pero..., aunque evoluciona favorablemente, es muy pronto para lanzar las campanas al vuelo.

- Y, además – intervino Cruz – desde hace una hora, tiene unas décimas de fiebre.

- ¿Se sabe la causa? – preguntó Alba preocupada.

- De momento no – contestó - estamos repitiendo la analítica.

Teresa se echó a llorar entendiendo que Natalia no estaba mejor.

- Vamos, vamos Teresa – la consoló Cruz mirando las caras circunspectas de las otras dos – tenemos que ser optimistas. Estos contratiempos son normales y sabemos cómo controlarlos.

- Sí, Cruz tiene razón – intervino Claudia - de momento todo va bien. Esto va a ser muy lento. Tenéis que haceros a la idea. Lo importante es que no ha ido a peor.

- Entonces... ¿no va a despertar? – preguntó Teresa.

- Esto no es estar dormido y despertar, Teresa. Si todo va bien irá recobrando la consciencia poco a poco.

- ¡Ay! el disgusto que se va a llevar María – exclamó pensando en la madre de Natalia – ¡ella que pensaba que ya estaría despierta!

- Llega esta tarde ¿no? – preguntó Vero.

- Sí, hija, sí – respondió Teresa con cierto tono de reproche, enjugándose una lágrima, no entendía como no había hecho por llegar la noche pasada y eso que María se había desmedido en justificaciones, pero que quería, ella no lo entendía.

- Bueno... pues... yo tengo que irme – dijo Vero – en dos horas entro a grabar se justificó. Esta noche me llego.

- ¿No quieres pasar a verla? – le preguntó Claudia con una sonrisa.

- ¡Claro que quiero! – exclamó – no sabía que podía.

- Tú si – le sonrió – Natalia se alegraría de verte – comentó ante la cara de circunstancias de Alba que se sintió completamente fuera de lugar. Allí estaban las cuatro personas que habían estado junto a Natalia en sus peores momentos, Cruz abrazada a Teresa y Vero junto a Claudia.

- Gracias – respondió iniciando la marcha, de pronto se volvió mirando a Alba que se había quedado al margen - ¿vienes? – le preguntó afable – seguro que a Natalia también le gustaría que estuvieses ahí – le sonrió con tristeza. Alba se quedó tan perpleja que no respondió, jamás se hubiese esperado aquella invitación por parte de Vero, y menos después de lo mal que empezaron.

- Uy, perdona Alba – se disculpó Claudia - claro entra tú también, pero solo un momento, ¿de acuerdo?

- Yo también quiero entrar – protestó Teresa.

- Tú... no... tú me acompañas a tomarme un café que estoy muerta, y así comes algo – le dijo Cruz con autoridad, preocupada por ella - luego entramos nosotras – le sonrió tirando de ella hacia el ascensor conocedora del mal rato que estaba pasando la recepcionista y de la impresión que se iba a llevar al ver a Natalia, a la que ya se le iban notando todos los golpes que le habían dado. Tenía el tiempo de un café para prepararle el cuerpo.

Claudia abrió la marcha, se detuvo ante el policía que Isabel tenía apostado en la misma y dio los nombres de las dos, luego, traspasó la doble puerta. Tras ella, Alba penetró en la pequeña sala que daba acceso a los pasillos que conducían a la sala principal y a las habitaciones individuales. La enfermera, acostumbrada a todo aquello cogió mecánicamente una bata, unos patucos, una mascarilla y unos guantes. Vero permaneció parada, hasta que Claudia le dijo que hiciera lo propio. Toda aquella parafernalia la impresionó. Nunca había estado en una UCI y así se lo hizo saber a su amiga que le apretó el brazo en señal de comprensión.

- Vamos – les dijo cuando estaban ataviadas – es por aquí.

Las guio a través de una sala diáfana donde pudieron ver dos filas de camas enfrentadas y separadas por biombos, al fondo, junto a las ventanas un sofá, una mesa y varias sillas. Por la habitación pululaban varias enfermeras y Gimeno charlaba con una de ellas. Claudia levantó la mano y saludó indicando que iba para el fondo. Al final del pasillo y después de pasar por varios cuartos que permanecían con la puerta cerrada, llegaron hasta una de las habitaciones individuales.

- ¡Vaya lujo! – comentó Alba sin poderlo evitar.

- No te quejes. Nat exigió que tú también estuvieras en una de éstas – le comentó Claudia con una sonrisa, era evidente que la enfermera no se acordaba

– Nat quería que hubiese este tipo de habitaciones porque muchos pequeños se ponen muy nerviosos si están muchas horas sin ver a sus padres y era algo que siempre quiso cambiar, además... - se giró al escuchar unos pasos tras ellas.

- Cruz me ha dicho que estabais aquí – dijo Sonia bajando la voz, las había alcanzado antes de que entraran en la habitación.

- Hola – dijo Claudia abriéndoles la puerta – entrad – les franqueó la entrada.

Las tres avanzaron unos pasos y se quedaron paradas casi en la puerta, tanto que a Claudia le costó trabajo pasar y cerrarla. Una enfermera, sentada en los pies de la cama de Natalia, apuntaba algo en una tablilla.

- Toñi, ¿a ti te toca esta tarde? – le preguntó Claudia.

- Sí doctora – respondió – Lola ya me ha pasado todos los datos y han llamado del laboratorio, la analítica estará en media hora.

- Gracias – le sonrió – pero pasad, pasad – les indicó a las tres que no podían dejar de clavar sus ojos en la pediatra, sin atreverse a acercarse a la cama, impactadas por lo que veían.

Alba estaba muy acostumbrada a aquella imagen del paciente intubado, desnudo, cubierto con una sábana, los talones vendados, pero aún así sintió la misma impresión que Vero y Sonia. La joven no pudo evitar agarrar la mano de Alba que sorprendida la miró de reojo, le pareció más joven que en el campamento, observó sus enormes ojeras, la ligera hinchazón de sus párpados y como se mordía el labio inferior, afectada por aquella visión.

- ¡Dios! – exclamó la psiquiatra - está llena de moratones... - comentó mirando los brazos y los hombros desnudos de Natalia

- Sí, los que ves no son nada – les explicó Claudia levantando ligeramente la sábana por el costado izquierdo – estos son los que nos preocupan – les señaló.

- ¿Qué tipo de animal puede hacer esto? – murmuró Sonia con lágrimas en los ojos.

Ninguna respondió, todas tenían muy claro lo que pensaban al respecto. Alba no podía dejar de mirar a Natalia, no podía quitar la vista de sus ojos cerrados y mentalmente no podía dejar de repetir "ábrelos, vamos Nat, ábrelos, quiero verlos antes de irme, ¡ábrelos!".

- Teresa me dijo que la habías despertado ¿has vuelto a dormirla? – preguntó la socióloga tras unos segundos de silencio.

- No exactamente. Como ya os he dicho le hemos bajado la medicación, pero permanece sedada, y cada dos o tres horas le retiraré la sedación para comprobar su evolución.

- Pero ¿sigue en coma...? – volvió a preguntar Sonia.

- Su nivel de consciencia, ahora mismo es muy bajo. Ya os digo que ha abierto los ojos, pero aún no responde a ningún estímulo sonoro, a ninguna orden, su sensibilidad al dolor es muy baja, no tiene consciencia ni de quien es ni de donde está.

- No soporto verla así – reconoció la joven convirtiendo en palabras lo que pensaban tanto Vero como Alba – y... ¿no tiene nada más?

- Le hemos hecho todo tipo de pruebas y salvo las múltiples contusiones y una levísima lesión cervical que se curará sola, y que no dejará secuelas, no tiene nada que nos preocupe. Lo cierto es que ha tenido suerte, con la paliza que le han dado podía haber sido mucho peor.

- ¿Te parece poco? – saltó Alba compungida.

- No os preocupéis – respondió Claudia con calma, acostumbrada a las reacciones de los familiares y amigos, sabía que la impotencia y la desesperación llevaba en ocasiones a respuestas airadas – anda, salgamos, aquí no podéis hacer nada.

- Tiene calor – dijo Vero hablando por primera vez, se había acercado a la cama y rozaba con sus dedos la mejilla de Natalia – está sudando.

- Es la fiebre – explicó Claudia tomando la tablilla de la enfermera leyendo las últimas anotaciones – le tomamos la temperatura cada quince minutos – dijo frunciendo el ceño y apuntando algo – Toñi ... cambia ya a estos – le tendió la tabla y la enfermera se levantó dispuesta – vamos a salir – les indicó a las demás que, una a una, traspasaron la puerta, en sus caras se leía la preocupación, Alba sabía que algo no iba bien solo al ver los labios apretados de la neuróloga y su reacción al leer las anotaciones. A fin de cuentas, era la única de las tres que, realmente, había entendido todo lo que había visto allí dentro.

- ¿Le ha subido la fiebre? – le preguntó directamente a Claudia.

- Sí, un poco – respondió.

- ¿Y eso qué quiere decir? – preguntó Sonia.

- De momento nada preocupante. Le he cambiado los antibióticos y cuando tengamos los resultados de la analítica sabremos a qué atenernos.

- Pero... qué pasa si le sigue subiendo – insistió la socióloga que ajena a todo aquel mundillo estaba abrumada, y se sentía desconcertada y asustada no solo por ver a Natalia en aquel estado si no por todo lo que escuchaba.

- Tranquilízate Sonia, ya te he dicho que no hay porqué preocuparse. Son solo unas décimas – mintió y Alba supo darse cuenta de ello, pero guardó silencio, respetando esa decisión de Claudia, era cierto que no servía de nada perder los nervios y la joven debía coger el coche para ir al aeropuerto – y es muy normal que ocurra esto.

- ¿Cuándo despertará? – preguntó Vero – bueno... quiero decir que cuando...

- Sí, eso, ¿despertará hoy?

- Eso no podemos saberlo, pero... si le retirásemos la sedación posiblemente sí, tal y como ha ido avanzando a lo largo del día, pudiera ser que a última hora su nivel de consciencia haya mejorado – respondió – pero... no vamos a hacerlo. Solo se la retiraré para comprobar su estado y volveré a sedarla.

- ¿Por qué? – preguntó Sonia de nuevo.

- No es conveniente que se altere ni se ponga nerviosa.

- Pero... entonces ¡se va a poner bien! – dijo esperanzada e ilusionada la socióloga – ¿está fuera de peligro?

- No, Sonia, no lo está. Estamos hablando de una ligera mejoría, pero en unas horas podríamos estar hablando de todo lo contrario.

La respuesta dejó a las tres completamente chafadas. Alba estaba tan acostumbrada a todo aquello que no entendía de que se sorprendía pero lo cierto es que estaba desesperada, esa incertidumbre la estaba matando, y por mucho que todos los días se hubiese enfrentado a situaciones similares y por mucho que supiese que había que hacer y decir las cosas como Claudia había hecho, ella no podía evitar sentir lo diferente que era todo cuando se sufría en carne propia, cuando era la persona a la que amaba la que estaba allí postrada sin que se pudiese hacer más por ella, solo esperar a que los medicamentos hiciesen efecto, respondiese bien al tratamiento y su naturaleza le permitiese salir adelante. Enfermera milagro, pensó de nuevo, su mente voló a Jinja y al día en que salvaron a aquel niño de unos nueve años que llegó casi desahuciado, "has tenido que ser tú", le dijo Germán, "no podíamos hacer nada por él pero tú has estado a su lado hasta que has conseguido que reaccione", recordaba aún su respuesta, "no te equivoques yo solo quería que muriese en paz", "pues te has debido de equivocar de hechizo, brujilla, ya no tiene fiebre y está mejorando".

- Gracias Claudia por todo – dijo Vero abrazándose a ella, la neuróloga le acarició la mejilla. Alba volvió a la realidad con aquellas palabras de la psiquiatra, quería volver a entrar, quería tocar a Natalia y susurrarle al oído, pero... no podía, ¿cómo iba a justificar entrar de nuevo?

- Tranquila, Vero, de acuerdo, yo te llamo con cualquier cambio. Anda guapa, que vas a llegar tarde – le dijo cariñosa.

- ¿Cuándo puedo entrar de nuevo? – preguntó Alba alterada por sus pensamientos - ¡Necesito volver a... ¡ - bajó los ojos "¿qué estaba haciendo! no tenía ninguna excusa y lo que era peor, ningún derecho. Claudia la miró perpleja.

- Tengo entendido que esta tarde ibais a venir de nuevo, me refiero a Fernando, Mónica...

- Sí, si – la interrumpió Alba – pero yo... es que... - volvió a balbucear, ¿qué iba a decirle? ¿Que no quería coincidir con la familia de Natalia! no podía decir aquello y menos delante de Sonia – es que esta tarde... tengo cosas que hacer y... - intentó buscar una excusa que le hiciese a Claudia invitarla a volver a pasar, pero todo le sonaba absurdo.

- Bueno mujer... pues... si todo sigue igual.... ya la verás mañana – le respondió la neuróloga.

- Os dejo que tengo prisa – interrumpió Vero la conversación.

- Yo también me voy – dijo Alba mirando el reloj vencida, no se le ocurría nada convincente para entrar y no podía llegar tarde al campamento – gracias Claudia.

- De nada. Tened cuidado con la carretera – sonrió mirando a la enfermera, parecía nerviosa y distraída – Sonia, puedes venir un momento.

- También debería irme – le respondió – Rosario llega a las cuatro y ... no quiero...

- Es un minuto. Ven por favor.

La socióloga le hizo un gesto a Vero y Alba que se dirigieron al ascensor juntas. Ya en el interior ambas guardaban silencio, la enfermera permaneció con la sensación de que ocurría algo que no les había contado, eso sumado al hecho de que llamase a solas a Sonia la hizo preocuparse aún más. Miró a su acompañante que permanecía con la vista baja, contrastaba esa imagen con la de la chica jovial y casi alocada que conoció el día de la inauguración, definitivamente, estaba segura de que amaba a Natalia.

- Gracias – le dijo Alba de pronto. Vero levantó la vista y la miró.

- Gracias, porqué.

- Por acordarte de mí para entrar.

- No tiene importancia – apretó los labios y negó con la cabeza – solo pensaba en Natalia y en que para ella es importante que tú estés aquí.

- ¿Cómo sabes eso?

- Lo sé. Eso debería bastarte. No tendría que habértelo dicho, pero... – se detuvo un instante – solo pienso en ella y en que se recupere.

- Pues... gracias de nuevo – le sonrió cortada, no entendía a aquella chica, pero estaba claro que para ella la felicidad de Natalia estaba por encima de la suya propia y eso era algo que nunca hubiese dicho el día que la conoció. Aunque en la fiesta de Adela ya le había quedado claro.

Se despidieron y Alba montó en su moto con la cabeza puesta en Natalia y en la idea de que era importante para ella, si eso fuera cierto, si Natalia la necesitaba de verdad, sería capaz de dejar atrás toda su cobardía y estar a su lado le pesase a quien le pesase, pero... y si la psiquiatra se equivocaba y su apreciación era solo fruto de los celos que sentía por Natalia, porque estaba claro que la amaba y, por mucho que quisiese su felicidad, era inevitable sentir celos y sentir que ella era un intrusa. Suspiró y aceleró, a ese paso nunca llegaría al campamento.

En el pasillo de la UCI, Claudia sujetó por el brazo a Sonia y se dirigió a ella con franqueza.

- Sonia, tengo que hablar contigo.

- Sí, dime.

- No sé lo que significa y ni siquiera sé si lo que voy a decirte tiene algún sentido, pero...

- ¿Qué pasa?

- Ayer... estuve con Nat antes de que perdiera la consciencia, verás estaba aturdida y confusa, le pregunté en varias ocasiones si se acordaba de lo que le había ocurrido, pero no me respondía y...

- Claudia yo creo que eso debes hablarlo con Isabel, no conmigo – la interrumpió mirando el reloj nerviosa, conocía a María y sabía que se iba a enfadar si llegaba tarde.

- Espera, es que no sé cómo decirte esto... - hizo una pausa pensativa – Natalia insistía en preguntar por ti, parecía obsesionada con saber si estabas bien, quería que te dijese que tuvieses cuidado, no quería que te dejáramos sola y repetía continuamente "era él", "era él".

- ¿Quién?

- No lo sé, ya te digo que estaba confusa, hablaba a ratos y parecía tener la idea fija de que Alba y tú podíais estar en peligro.

- ¿Alba y yo! ¿los demás no?

- No. Solo repetía tu nombre y el de Alba, pero.... No sé si fueron apreciaciones mías, pero... cada vez que te mencionaba a ti parecía asustada, muy asustada.

- ¿Y con Alba no? - repitió.

- No, con Alba parecía... – se interrumpió – bueno no sé diferente – dijo sin revelar lo que creía, estaba segura de que Natalia estaba preocupada más porque Alba no estaba a su lado que por su integridad, pero eso no podía decírselo a la socióloga si traicionar a su amiga – en fin, que no sé si para ti todo esto significa algo, pero Natalia me hizo prometerle que hablaría contigo y que te diría que tuvieses cuidado.

- Pues si eso es todo... no tengo idea de lo que quería decir. Bueno, salvo que ayer por la mañana, ella y yo quedamos temprano y establecimos un plan de actuación para averiguar unas cosas sobre el Patriarca, quedé en hablar con un par de personas y estaba preocupada por si me pasaba algo con todo el jaleo de los derribos.

- Si... quizás fuera por eso – respondió pensativa – pero... también repetía "díselo, las llaves".

- ¿Las llaves! ¿qué llaves?

- No lo sé. No dijo nada más.

- Gracias Claudia – le respondió – ya me lo has dicho, quédate tranquila. De verdad que tengo que irme. Si se me ocurre algo ya te lo digo.

- Claro... - dijo cortada por la indiferencia de Sonia - os esperamos aquí – se despidió de ella y volvió a la UCI, ya debían estar los resultados de la analítica y cuanto antes supieran qué provocaba esa fiebre, más posibilidades tendría Natalia de salir adelante.



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Alba llegó al campamento cerca de las cuatro, dejó la moto en el aparcamiento y viendo que aún no estaban en el patio dispuestos para la salida, decidió buscar a Isabel en su despacho, conociéndola habría comido a toda prisa y ya estaría allí, necesitaba contarle su conversación con Mara. Se dirigió a los barracones y saludó a María José que seguía sentada donde la dejara. La anciana al verla se levantó y le llamó la atención. Alba se acercó a ella.

- ¿Cómo está? – preguntó sin más preámbulos, mostrando su preocupación por la pediatra.

- Prácticamente igual – respondió – disculpe, María José, pero tengo prisa, necesito hablar con Isabel antes de volver al trabajo.

- ¿Seguro que sigue igual?

- Si, seguro.

- Me estás engañando – dijo sin más.

- No, no la engaño. Hay que esperar.

- Entonces, si no está peor, ¿qué es lo te pasa? – le preguntó directamente, sin miedo a que Alba considerase que no era asunto suyo. La enfermera bajó la vista, ¿cómo era posible que aquella mujer sin conocerla pudiese leer tan bien en ella? Dudó un instante si sincerarse, pero no la conocía, pudiera ser que Nat confiase en ella, en sus consejos, pero...

- Sigo preocupada, eso es todo – se decidió a responder.

- No, no es eso, es algo más. ¿No está peor? – insistió convencida de que la mirada de tristeza y abatimiento de la enfermera debía ser por eso.

- Ya le he dicho que no – repitió ligeramente molesta - ha mejorado algo, pero ahora tiene fiebre y no saben el motivo, eso puede ser peligroso, pero de momento, no está peor.

- ¿Y tú! ¿cómo estás tú? – se interesó cada vez más segura de que Alba ocultaba algo que la inquietaba.

- Imagino que como usted, y como todos los que la ... apreciamos – respondió esquiva.

- ¿Apreciar? – esbozó una leve sonrisa – ve con ella.

- ¿Qué? – preguntó sin comprender qué quería decirle.

- Que te olvides del trabajo y de todos y vayas a su lado – especificó - es lo que deseas hacer, ¿me equivoco?

- Aunque fuera así, que no lo es- mintió cansada de que la anciana creyese que lo sabía todo sobre ella – no podría hacerlo.

- Allá tú, pero... ya te sientes culpable por no estar a su lado y si..., dios no lo quiera, le ocurre algo y no estás allí, te sentirás aún peor.

- ¿Y... si lo que hago, lo hago por ella? – saltó al fin, alterada por las palabras de María José - ¿por qué cree que ella quiere que yo esté allí! ¿sabe lo que me dijo ahí mismo, en el aparcamiento? – preguntó, hablando con precipitación y señalando hacia el lugar donde discutió con Natalia - ¿lo sabe! me dijo que me quitase de su camino, que no me necesita – reveló parte de sus temores, la anciana sonrió para sus adentros, ¡qué tiempo precioso perdían los jóvenes en disquisiciones que no llevaban a nada, creyendo que tendrían ocasión de hacerlo todo y qué equivocados estaban!

- ¿Y la creíste? – sonrió con calma sin prestar atención a su tono airado de reproche – me consta que no, tenía entendido que después de eso fuiste a buscarla y hablaste con ella – continuó – escucha a tu corazón y lucha porque ella escuche al suyo. Solo tú podrás lograrlo – le dijo dándose la vuelta y entrando en el barracón. Alba permaneció un instante allí parada sin saber qué hacer, ni qué pensar, era la segunda vez que María José hacía referencia a lo mismo.

- ¡Ya estás aquí! – escuchó a Laura a su espalda - ¿nos vamos? – le preguntó enarcando las cejas en gesto de interrogación al ver la cara de desconcierto de la enfermera.

- Si – dijo bajando los escalones sin recordar su intención de hablar con Isabel. Siempre que charlaba con la anciana se quedaba con la misma sensación de que sabía cosas de Natalia que no le decía abiertamente y ella estaba harta de insinuaciones y consejos.

- ¿Cómo la has visto? – le preguntó Laura cogiéndola del brazo.

- Está preocupada por Nat – respondió con aire ausente.

- María José ¡no! eso ya lo sé – sonrió – digo que cómo has visto a Nat - Alba negó con la cabeza y se le saltaron las lágrimas incapaz de responder - ¡venga tonta! – le dijo dándole un beso – vamos rápido que Fernando nos ha dicho que podemos irnos antes para que vayamos a la Clínica un rato, por cierto, que esta noche te toca pasarla aquí, me ha dicho que te lo diga.

- ¡No me jodas! ¿aquí? – repitió – Laura... yo...

- Ya sé, pero es lo que hay. Además, es con él. He intentado que sea conmigo pero... - se encogió de hombros en señal de que no había podido hacer más - No te preocupes que terminamos un par de chabolas cogemos la moto y nos vamos a verla.

- No es por eso, no quiero ir a la Clínica.

- Pero... yo creía que... ¿por qué no quieres? – le preguntó extrañada.

- No creo que María quiera verme allí y... a mí tampoco me apetece verla.

- ¿Ni por Nat! no me lo creo.

- Tú no sabes cómo es su madre y de su padre mejor ni te hablo.

- Me da igual como sea, la tuya tampoco fue muy agradable que digamos con Nat, pero ella estuvo allí aguantando el chaparrón, por lo menos hasta que supo cómo estabas.

- Ya lo sé, mi madre me lo ha contado. Pero es que yo...

- Tú vas a verla esta tarde y yo contigo y si no le gusta a su madre, que se aguante, eres compañera de trabajo ¿no! es normal que te intereses por ella.

- Sabes que eso no es así y que... son más cosas.

- Alba... no seas imbécil. Fernando ha hablado con Cruz y están preocupadas, tú misma has estado allí. ¿En serio no quieres ir?

- Sí, quiero – reconoció - ¡claro que quiero!

- Pues no se hable más. Si estoy yo delante no creo que te diga nada y si lo hace pues...

- ¿Pues qué? ¿me vas a defender? – sonrió bromeando agradeciéndole su apoyo.

- Pues no "tía", agua y ajo, es lo que toca – le sonrió maliciosa.





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