¡Ni lo sueñes!

By ChrisVelez_sexy

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Tn es una joven luchadora con un pasado duro, que a pesar de haber sufrido mucho tiene siempre una sonrisa en... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Epilogo

Prologo

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By ChrisVelez_sexy

Milán Hotel Boscolo Exedra

Chris: - Vamos, bella, vamos... que tengo prisa.

Christopher Velez, famoso y deseado delantero de futbol del Inter de Milán, mientras se tocaba su melena apuro a una joven que se repasaba los labios en el cuarto de baño.

Había sido una noche movidita. Tras la fiesta de cumpleaños de un compañero de equipo, él se había marchado con aquella morena a un hotel donde habían disfrutado durante horas de sexo. Pero ya había amanecido y Christopher quería regresar a su casa.

Chica: - ¿Tomamos un café?

Chris: - No, bella. Ya te he dicho que tengo prisa. Voy a llegar tarde.

Al escuchar aquello, la joven puso morritos pero él ni la miro: quería marcharse. Salieron de la habitación y se acabó totalmente la pasión. Ella lo miraba coqueta, deseosa de que le pidiera su teléfono, para volver a tener otro encuentro, pero al llegar a la puerta del hotel y ver que él no se lo pedía, decidió hacer algo. Con la mejor de sus sonrisas, saco una tarjeta del bolso.

Chica: - Toma, aquí tienes mi teléfono.

Christopher asintió y guardo la tarjeta en el bolsillo de su chaqueta.

Emocionada por haber conseguido aquello, pasó con provocación la lengua por sus labios recién pintados, y se dispuso a montarse en el biplaza. Entonces, él sentencio:

Chris: - Ciao!, ya te llamare.

Desconcertada, la joven lo miro. Quería acompañarlo fuera a donde fuese. Deseaba que la prensa los encontrara y acabara publicando alguna foto de ellos juntos. Pero al final, asintió, se dio la vuelta y se marchó. Al ver que se alejaba, Christopher sonrió, se subió en su coche y se alejó.

Al llegar a casa, saludo a su perra y se fue directo a la cama: estaba agotado. Durmió unas horas y cuando sonó el despertador, se levantó y, tras una ducha, se vistió y acudió a su cita; había quedado para comer.

El aparcacoches del restaurante lo recibió con una grata sonrisa. Christopher se hizo una foto con él y el muchacho se marchó feliz a estacionar el bonito biplaza. Por el camino, varias mujeres lo pararon para que les firmara unos autógrafos y él, con una seductora sonrisa, accedió. Ser el reconocidísimo jugador de futbol del Inter de Milán, el toro ecuatoriano, como lo llamaba la prensa, era lo que tenía: fama, dinero y, sobre todo, mujeres, todas las que quería, y más. Cuando acabo de atender a sus fans, entro en el restaurante y se encaminó hacia donde sabía que estaban esperándolo.

Chris: - ¡Hola, bella! –saludo a una preciosa mujer de larga melena y ojos felinos, besándola en el cuello.

Ella sonrió, era Bimba, una famosa top model italiana con la que se veía de vez en cuando. Diez minutos después, comían un exquisito plato mientras se devoraban con la mirada. Entre ellos el sexo era fabuloso, aunque esta vez se despidieron al acabar de comer, porque Christopher estaba cansado, así que quedaron en encontrarse la noche siguiente. Bimba, tras acariciar la apreciada cabellera del jugador, acepto encantada. Ni lo dudo.

Por la noche, ya en casa, sonó el móvil de Christopher. Al responder, sonrió al oír que se trataba de Francesca. Solo media hora más tarde, Francesca y él lo pasaban maravillosamente bien en la habitación del futbolista.

Dos días después, cuando Christopher conducía por la autopista A-9 de Milán junto a Alejandro Suarez, su compañero de equipo y mejor amigo, Jandro, para los amigos, pregunto:

Chris: - ¿De verdad que te fuiste con la otra sueca?

Ambos, dos ligones de primera, se habían fijado en dos jóvenes, a cual más atractiva, y decidieron darse uno de sus homenajes sexuales.

Jandro: - Si, colega. Confirmado. Esa mujer me miraba con ojos de deseo. Mamacita, la sueca fue dulce como un bomboncito; ¿qué tal la tuya?

Chris: - Bien... no estuvo mal –susurro con una media sonrisa, mientras se encogía de hombros.

Ambos rieron, chocando las manos y Jandro pregunto:

Jandro: - ¿Sabes cuando llega el nuevo entrenador?

Chris: - He oído que, como muy tarde, pasado mañana.

Jandro: - John Norton tiene fama de duro y algo cabroncete. Es más, en sus años de futbolista era conocido como Terminator. Por lo visto, no se le escapaba ni un balón en el campo de futbol ni una belleza fuera de él.

Christopher sonrió. La prensa, había conocido a John Norton cuando jugaba en la Liga española. En aquel tiempo Norton entrenaba al Valencia y sabia por otros jugadores que era un buen entrenador, aunque duro y exigente.

Jandro: - Ahora viene de entrenar a un equipo español, ¿verdad?

Chris: - Sí. Estuvo en Valencia y en el Atlético de Madrid. Y prepárate, que Terminator es muy disciplinado.

Jandro: - Mira, colega, eso al equipo le va a venir muy bien.

Cuando llegaron al estacionamiento del centro deportivo Ángelo Moratti, más conocido como La Pinetina, Christopher paró el coche, bajaron y se les unió un nuevo joven.

Jandro: - ¿Qué pasa, Luigi? Tienes mala cara.

Luigi: - He discutido con Juliana.

Todos rieron, y Christopher lo tomo del cuello y murmuro:

Chris: - ¿Cuantas veces te hemos dicho que no hay que echarse novia?

Luigi: - Muchas... demasiadas...

Entre risas entraron en el hotel que había dentro del centro deportivo. Tenían partido dos días después y estaban concentrando por orden del cuerpo técnico. Se sorprendieron al encontrarse con el nuevo entrenador: un hombre negro, de apariencia estricta y bastante alto. John Norton saludo uno por uno a cada jugador con gesto serio y los sorprendió al indicarles que quería que lo llamaran "Señor".

Tras dejar sus bolsas en las habitaciones, ponerse ropa deportiva y bajar al gimnasio, empezaron a entrenar bajo el ojo vigilador del nuevo entrenador. Christopher saco su iPad del bolsillo y se colocó los auriculares para escuchar música, se subió a la cinta y comenzó a correr. El deporte siempre le hacía bien.

Tres días después los jugadores estaban nerviosos. El partido contra el Génova había levantado demasiado revuelo en Italia. Ambos equipos querían ganar y sus tifosi animaban desde las gradas.

John Norton dio las órdenes precisas durante la charla técnica y sus jugadores salieron al campo. A los diez minutos del inicio del partido, el Génova metió un gol pero, por suerte para el Inter, Jandro respondió con un golazo tras un estupendo pase de Christopher.

En aquel instante, Christopher cayó al suelo e inmediatamente, supo que algo no iba bien. Aquel frenazo le provoco un alarido horroroso y cuando miro su pierna izquierda, la frustración fue aún más grande que el dolor.

Al segundo, el juego se detuvo y sus compañeros corrieron a interesarse por él, mientras se retorcía del dolor, tirado en el césped, maldiciendo una y otra vez.

Jandro: - Tranquilo, amigo... tranquilo –lo consolaba mientras hacía señas a los médicos del club para que entraran en el terreno de juego.

Christopher, con los ojos fuera de sus orbitas por el dolor y la rabia, grito:

Chris: - ¡Maldita sea!, ¡Mierda!

Al ver la gravedad del asunto, el equipo médico enseguida entro en el terreno de juego. Con cuidado, subieron a la camilla a un enfadadísimo Christopher y, tres minutos después, desaparecían por el túnel de vestuarios. Lo llevaron directamente al hospital. Aquello no pintaba nada bien.

John Norton estaba junto al jugador cuando le dieron el diagnostico.

Chris: - Fractura de tibia –repitió lo que el medico dijo.

Varios doctores, incluido el responsable médico del Milán, y también Norton, asintieron abrumados. Christopher, sudoroso y con gesto de sufrimiento, cerró los ojos y golpe con el puño la camilla. Instantes después, cuando el dolor le recorrió la pierna y lo hizo gritar, se arrepintió.

Claudio Barbado, el medico del Milán, que lo conocía muy bien, pidió al resto de los doctores que lo dejaran unos minutos a solas con el jugador y su entrenador.

Claudio: - Vamos a ver, Chris: lo que te ha ocurrido es una lesión fea y...

Chris: - Esto es una gran putada, Claudio, ¡una gran putada!

Claudio: - Lo es, no te lo voy a negar.

Chris: - Mierda... mierda... ¡mierda! ¿Por qué ahora?

Consciente de su angustia, Claudio tomo un taburete y se sentó junto a él tratando de calmarlo.

Claudio: - A esa pregunta no te puedo responder. Lo único que te puedo decir es que si queremos acortar al máximo los plazos de tu recuperación debemos operarte lo antes posible. Por suerte solo ha sido la tibia. Si hubiera sido también el peroné...

Chris: - Mierda... Mierda...

Claudio: - Tienes que relajarte. La tensión no te favorece en nada.

Acostado en la camilla, Christopher cerró los ojos de nuevo y lanzo una pregunta clave:

Chris: - ¿Cuánto tiempo estaré de baja?

Claudio: - No podemos precisarlo.

Chris: - ¿Cuánto? –pregunto furioso.

Claudio: - De cuatro a seis meses.

Chris: - Mierda... ¡Mierda!

Claudio: - Chris... escucha.

Chris: - ¡¿Seis meses?! ¿Voy a tardar medio año en recuperarme? ¡¿Taaanto?!

Claudio: - Intentaremos que sea menos. Lo siento, Chris, pero no te puedo decir otra cosa.

Horrorizado, el futbolista se tapó la cara con las manos. La furia que sentía le hacía querer golpear lo que fuera, pero entonces oyó decir a su entrenador con voz profunda:

John: - Hijo, debes ser paciente contigo mismo. Solo tu paciencia y tu lucha te harán ganar la batalla. Lo ocurrido es tremendamente desagradable para ti, pero también lo es para mí. Eres una de las piezas claves de mi equipo y te quiero al 100 lo antes posible. Me consta que eres un ganador y eso es lo marca la diferencia entre unos jugadores y otros. Así que no me decepciones, ¿entendido?

Claudio: - He programado la operación para mañana. Deberías llamar a tu familia para que no se asusten. Verán las noticias y...

Chris: - De acuerdo, los llamare.

Claudio: - Cuanto antes lo hagamos, antes podremos comenzar la rehabilitación

Christopher sabía que el doctor tenía razón: no había otra opción.

Aquella noche, desde el hospital, llamo a sus padres, que vivían en Madrid. Tuvo que soportar uno de los numeritos de su madre; después de un rato, por fin consiguió tranquilizarla y pudo colgar e intentar dormir. Lo necesitaba. Al día siguiente lo operaban.

Cuando despertó de la anestesia miro a su alrededor. En aquella impoluta habitación de hospital no había nadie. Veinte minutos después, Claudio, Jandro y el entrenador entraron a interesarse por su estado.

Jandro: - Hola, amigo, ¿todo bien?

Christopher levanto el pulgar, ya más tranquilo, y desvió la mirada hacia el resto de los presentes: el médico y el entrenador.

Claudio: - Todo ha salido bien, chico. Te hemos anclado a la tibia un clavo intramedular apoyado por seis tornillos. En unos días te daremos el alta y comenzaremos con la rehabilitación.

Lo que escuchaba sobre el clavo en su tibia sonaba espeluznante, pero demostró firmeza cuando su entrenador añadió:

John: - Fuera, Christopher. Demuéstrame lo fuerte que eres, ¿de acuerdo?

Chris: - Se lo prometo, señor –respondió él chocándole la mano, como gesto de compromiso.

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