Capitulo 3

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Los días iban pasando. Christopher mejoraba, pero la paciencia no era su principal virtud y desesperaba a todos los que estaban a su alrededor, a todos menos a Tn, por más que él se comportase sin ningún tipo de educación, como un cretino, de hecho, ella siempre sonreía, lo miraba sin ira y le daba respuestas ocurrentes y divertidas.

Eso lo desconcertaba cada día más: él no soportaría que nadie lo tratara como él trataba a Tn en ocasiones. Él no podría evitar explotar. Pero también se dio cuenta de que, si algún día ella no estaba esperándolo en la sala de rehabilitación, su enfado se acrecentaba más: ¿qué le ocurría? Aquella tocapelotas locuaz y de sonrisa perpetua se había convertido en un elemento que, había que reconocerlo, condicionaba su nivel de bienestar y su humor. Ella lo aplacaba y lo hacía muy bien.

Uno de aquellos días, Tn vio que su paciente se tocaba el hombro derecho al llegar.

Tn: - ¿Qué te ocurre?

Chris: - Me duele un poco el cuello –respondió moviendo la cabeza.

Tn: - Quítate la camiseta y acóstate sobre la camilla –le indico ella al tiempo que posaba las manos en el cuello del futbolista.

Al escucharla, él se burló.

Chris: - Vaya... esto se pone interesante.

Tn: - No te hagas ilusiones. Solo te voy a dar un masaje –le contesto con frialdad, mirándolo fijamente y sin perder su adorable sonrisa.

Veinte minutos después, Tn acerco la boca a la oreja de Christopher y susurro:

Tn: - Ya está. Ya puedes ponerte la camiseta.

Chris: - Vamos... un poquito más –le suplico él de modo infantil, medio adormilado.

Tn: - No.

Cuando tuvo claro que no la iba a convencer, el futbolista se sentó en la camilla y se puso la camiseta a regañadientes.

Chris: - Tienes unas manos maravillosas.

Tn: - Gracias, viniendo de ti esas palabras son un gran cumplido.

Chris: - Dicen que yo también doy masajes muy buenos –acoto sonriendo.

Tn: - ¡Que emoción!

Chris: - Cuando quieras te lo demuestro –la reto, al ver que ella no se lo tomaba en serio.

Tn: - ¡Ni lo sueñes!

Eso ya lo había oído antes de sus labios, cada vez que ella decía esa escueta frase lo hacia sonreír.

Chris: - Deberías darme un masaje en la espalda a diario –añadió incapaz de no responder.

Tn: - Lo siento, guapo, pero esto no volverá a repetirse. Y ahora vamos, que hay que trabajar con tu pierna –le soltó riéndose y apartándose de él.

Sin más, él obedeció y comenzaron la sesión de fisioterapia. Día a día, Christopher se percató de que distintos hombres acudían a buscarla a la puerta del hospital. Al verla, todos hacían lo mismo: la abrazaban, le daban un piquito en los labios y después se metían en su auto y se marchaban. Eso lo desconcertaba: nunca habría pensado que una mujer como aquella pudiera ser tan libertina.

Una mañana en la que había visto de nuevo a su entrenador despidiéndose de Tn en el estacionamiento, el aprovecho para interrogarla mientras estaban en la sala de rehabilitación, ella lo animaba a mover la pierna, pero él se paró en seco.

Chris: - ¿Te encuentras bien?

Tn: - Perfectamente.

Chris: - Pues no te veo buena cara, te encuentro pálida.

¡Ni lo sueñes! Where stories live. Discover now