La Clínica

By marlysaba2

102K 5K 2.7K

Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 14

717 37 9
By marlysaba2


Alba y Laura bajaron del taxi en la dirección que les habían indicado. Ambas habían ido juntas a arreglarse a casa de Alba, hartas de esperar a Natalia en la Clínica, la habían llamado, pero tenía el móvil apagado. Cruz y Claudia también se habían marchado sin poder hablar con ella. La neuróloga se había puesto algo nerviosa pensando en que podía haberle ocurrido alguna cosa, pero Alba la tranquilizó, informándoles que Natalia tenía que hablar con Isabel, que cuando ellas salieron aún estaba con ella y que Fernando también se había quedado allí esperándola. Al final, todas habían decidido marcharse, porque Adela las había convocado a las ocho y media y, aunque sabían que era algo informal, querían arreglarse.

- ¿Subimos? – preguntó Alba mirando la hora.

- Es un poco pronto, pero no creo que le importe ¿no?

Alba se encogió de hombros indicándole que no tenía ni idea. Se acercaron al portal y antes de que pudieran llamar al timbre un portero se acercó a ellas, indicándoles lo que debían hacer para acceder al ático, cuando estaban a punto de entrar, Teresa las alcanzó.

- ¡Esperadme! – corrió tras ellas – ¿llegamos tarde! ay, pero... ¿qué habéis traído! si a mí me ha dicho Adela que no trajésemos nada que ella se encargaba de todo.

- No sé, pero mujer, un detalle ¿no? – dijo Laura. Teresa apretó los labios y ladeó la cabeza.

- Yo creo que esto va a ser por todo lo alto, porque la he escuchado hablar por teléfono en un par de ocasiones y.... no digo nada, pero yo creo que ha encargado de todo. ¡Hasta camareros va a haber!

- ¿Pero no era algo informal?

- Hija – dijo con retintín – estas pijas llaman informal a otra cosa. Por lo visto quiere sorprender a Natalia le he escuchado decirle algo de eso a Cruz.

- ¿Sorprenderla con qué? – preguntó Alba entre molesta y curiosa, empezaba a cargarle esa forma de Adela de querer estar encima de Natalia todo el día.

- Ay, no sé, es una sorpresa, mujer – dijo mientras salían del ascensor, y llamaban al timbre.

Adela les abrió la puerta con una enorme sonrisa.

- Adelante – les dijo franqueándoles la entrada – estáis en vuestra casa - continuó con cortesía.

- ¿Somos las primeras? – preguntó Teresa un poco avergonzada de que fuera así.

- Me temo que sí – les dijo – pero pasad al salón, por aquí – les indicó – No os enseño el ático porque siempre me ha parecido absurdo ir diciéndole a todo el mundo lo que ya ve. Entrad vosotras por donde querías e ir viéndolo que yo voy a darle unas indicaciones a estos chicos. Los abrigos podéis dejarlos allí – les indicó con la mano un pequeño armario en la entrada – y ahora mismo vienen a traeros unas copas.

- Mujer, pero sin ti... - dijo Teresa con pudor.

- Sin mí, sin mí – insistió - Allí está el pasillo que va a los dormitorios y los baños, y aquí tenéis el acceso a las dos terrazas, por si a lo largo de la noche tenías que tomar el aire, que espero que sí – soltó una carcajada marchándose a la cocina – por cierto – gritó a lo lejos, si llaman ¿os importa abrir?

- Esta fiesta promete – rio Laura – viendo la enorme mesa corrida en la que ya estaban preparados todo tipo de entrantes fríos.

- ¡Y qué lo digas! – respondió Teresa - estoy deseando que llegue Natalia y ver cuál es esa famosa sorpresa.

- ¿Habéis visto esto! ¡qué pedazo de ático! – exclamó Laura – no quiero ni pensar lo que costará el alquiler.

- Por lo visto se lo ha buscado Nat – comentó Teresa en tono confidencial – venid, venid a la terraza. Quiero ver las vistas, ¡dicen que son impresionantes!

Una hora y media después todos los asistentes charlaban animadamente, Claudia se había acercado a Alba en un intento de saber qué tal le había ido a Natalia en el día, los demás, se habían distribuido en pequeños grupos, algunos en pie y, otros, acomodados en los sofás y sillas desperdigados por el amplio salón. Un par de camareros se preocupaban de que no faltase bebida, ni aperitivos, que iban colocando encima de la mesa corrida. Habían dispuesto una torre de platos y cada cual se servía en el suyo lo que le apetecía. Era cierto que resultaba una fiesta informal, en la que todos aparentaban estar divirtiéndose. La suave música de fondo no entorpecía la charla. Adela miró el reloj en un par de ocasiones, mientras cambiaba impresiones con Cruz y Jimeno, que no se le despegaba ni un instante, sobre las mejoras en uno de los respiradores que habían llegado esa misma mañana. Llamó a uno de los camareros y en un susurro le indicó que comenzase a preparar los platos calientes, ya eran las diez y, aunque había estado esperando por Natalia, finalmente, optó por no demorar más la decisión. Ya se las vería con ella ¡cómo había sido capaz de hacerle esto!

- Se puede saber por qué tienes esa cara de funeral – le preguntó Laura a Alba, en cuanto vio que Claudia la dejaba sola.

- ¿Yo! por nada.

- ¿Qué te ha dicho que te ha molestado?

- Nada, si Claudia siempre es muy agradable conmigo. Solo hemos hablado del trabajo.

- Y de Nat.

- Bueno, sí, también de Nat, pero solo del trabajo.

- Entonces, ¿qué te pasa?

- Nada. Estoy cansada. ¿No te aburre todo esto?

- No, la verdad es que me estoy divirtiendo. Y tú también te lo pasarías bien si dejases de mirar para la puerta cada diez segundos.

- Es que no entiendo por qué no ha venido Nat. Me dijo que iba a venir. Y me preguntaba si...

- Si qué.

- Pues que quizás se hizo más daño del que parecía en la caída.

- Mujer, no creo que sea eso. Nos habríamos enterado.

- Tienes razón – suspiró – vámonos con Teresa que la has dejado sola.

- No te preocupes por Teresa que se las apaña muy bien – dijo riendo – si es ella la que me ha echado a mí.

- ¿Y eso? – preguntó sorprendida.

- Dice que una buena anfitriona nunca deja a un invitado solo y que, Adela, en cuanto la vea sola, se le acercará y ¡zas! – bromeó – mañana sabremos hasta la talla de sus bragas.

- No hables así de Teresa – le dijo entre molesta y divertida.

- Alba, que Teresa es un encanto, pero cotilla no me negarás que es.

- Bueno, los demás tampoco es que nos quedemos atrás – sonrió.

- Tú ves, ahí tienes razón, ¿quieres otra cerveza?

- No. Me voy a pasar al vino, ¿has visto? debe costar un pastón.

- Me ha dicho Teresa que es el favorito de Nat, bueno era, porque por lo visto ya no lo prueba.

- Y ¿por qué no?

- Imagino que por sus problemas con el alcohol.

- Pero... ¿hasta ese punto...tuvo? - preguntó impresionada de que fuera así.

- Yo creo que sí. Javi ya me dijo algo de eso.

- La verdad es que recuerdo que el día de la inauguración me dijo que no bebía, pero yo creí que era porque tomaría alguna medicación.... Por eso de estar siempre sentada...

- Claro eso también debe ser.

En ese mismo instante llamaron al timbre y Adela que, efectivamente, se había acercado a Teresa, se apresuró a abrir esperanzada en que fuese la pediatra. Instantes después entraba en el salón llamando la atención de todos.

- Bueno, se ha hecho esperar, como marcan los cánones de la buena educación de una señorita de cuna..., – dijo con una sonrisa burlona abriendo la puerta para dejarla pasar - pero ya tenemos aquí a nuestra Jefa.

- No empieces – murmuró Natalia sonriendo y entrando. Adela siempre se burlaba de ella, le encantaba picarla y sabía perfectamente cómo hacerlo.

- ¡Ya era hora! – exclamaron algunas voces en tono de broma.

Alba se quedó mirándola sorprendida, no pudo evitar preocuparse al ver que había cambiado de silla y que llevaba la eléctrica, el brazo derecho lo llevaba en posición de cabestrillo con la mano metida entre dos botones de la chaqueta, el brazo izquierdo lo dejaba caer sobre el reposadero, accionando el sistema, e inclinaba ligeramente el cuerpo hacia el lado derecho, era el lado sobre el que cayó en el poblado. Estaba segura de que se había hecho daño al caer, solo cabía esa explicación porque Natalia ya le había confesado que no le gustaba esa silla. Pero la preocupación se le olvidó cuando tras ella entró una sonriente Verónica. Sintió una oleada de celos que la hizo enrojecer, resultaba que su tardanza se debía a que había estado con su psiquiatra, y recordó molesta todas las llamadas matutinas en las que la pediatra bajaba la voz para despedirse.

Adela cogió a Natalia y se la llevó con ella. Al pasar cerca de la enfermera, Natalia la buscó con la mirada y le lanzó una sonrisa, pero Alba hizo como que no la había visto, molesta aún por verla llegar con Vero. Al pasar junto a ella Alba oyó a Adela regañar a Natalia.

- Nena ¡qué sea la última vez que me haces esto! – se quejó con razón – al menos podías haberme llamado.

- Lo siento, se nos ha hecho algo tarde, pero no me eches la bronca que ya estoy aquí.

- ¿Qué quieres tomar? Mira que vino te he traído. ¿Recuerdas la "pea" que pillamos con este vino en...! ¿dónde fue! será posible que no me acuerde.

- ¿Cómo te vas a acordar? – rio – si tuve que llevarte a rastras, fue en el cumpleaños de Lita.

- ¡Es verdad! ¡qué tiempos! por cierto recuérdame que luego te enseñe una cosa – le dijo mientras se dirigían hacia el fondo de la habitación donde se encontraba Cruz, que seguía charlando con Jimeno.

Vero se acercó hacia la zona donde estaba Alba, en busca de Claudia. La enfermera cogió un plato, y disimulando, se alejó de Laura y se aproximó a ellas, aún más, aparentando buscar algo de picar. Necesitaba escuchar aquella conversación.

- ¿Dónde os habíais metido? – preguntó la neuróloga.

- Nat, que está fatal - le contó moviendo la cabeza de un lado a otro despertando el interés de Alba, que se había colocado detrás de Claudia - Me ha costado la misma vida traerla, ya no sabía qué hacer.

- Pero ¿por qué? – preguntó extrañada – esta tarde hablé con ella y estaba ilusionada con la fiesta.

- Y lo estaba, si yo también he hablado con ella varias veces – dijo bajando la voz al comprobar que la enfermera estaba en las inmediaciones - no sé qué le pasa. No sé si es porque se ha caído de la silla ...

- ¿Se ha caído! pero... ¿está bien? – preguntó preocupada, Alba agudizó el oído, pero entre la música y lo bajo que hablaba la psiquiatra solo conseguía escuchar alguna palabra suelta, sin embargo, a Claudia la oía perfectamente.

- Si, la muy burra se ha hecho polvo un costado, Fernando la hecho unas radiografías y no tiene nada roto, – le explicó – lo que te decía que no sé si es por eso o porque le ha pasado algo en el campamento, pero está rarísima... yo la veo hecha polvo.

- No exageres – dijo dándose la vuelta para mirar hacia ella, provocando que Alba tuviese que alejarse, disimulando - yo la veo un poco decaída, pero... ya verás como Adela sabe animarla.

- No exagero, me tiene preocupada, en serio te lo digo, Claudia, primero intenté convencerla de que se quedase en casa, descansando, y en sus trece que no, que no le podía hacer eso a Adela, que la fiesta era por la Clínica, que ella no podía faltar... y luego, ya que estábamos en el coche, se le metió en la cabeza que no venía, que yo tenía razón, que no hacía falta que estuviese ella, .... Total, que hemos estado dando vueltas a la manzana hasta que se ha decidido a subir. En fin, que está con la moral por los suelos, pero no he conseguido que me diga por qué, y a mí me da que le ha pasado algo en el trabajo.

- Pues Alba me ha dicho que el día ha ido muy bien.

- ¡Ah! entonces será otra cosa ... - dijo pensativa – pero, insisto en que creo que es por algo del trabajo.

- ¿No será porque se ha caído? Recuerda cómo se ponía.

- Sí, pero Nat ya tiene asumidas todas esas cosas. No creo que sea por eso.

- Si tú lo dices. ¿Y qué tiene? ¿alguna contractura?

- Según ella, "carne despegada" – sonrió viendo la cara que le ponía Claudia de dolor.

- Uf, ¡con lo que duele eso! Ya me había extrañado que trajese esa silla, se ha debido de dar un buen golpe.

- Por lo visto sí, no quería tomar nada, pero al final, el vendaje de Fernando no le ha bastado y se ha tomado un miolastán, con eso te digo todo.

- ¿Nat! pues... Vero... si se lo ha tomado, tenía ella razón y no debía haber venido.

- Deja, que la conozco. Te digo que es mejor que haya venido, si me conoceré yo sus dudas, necesita distraerse.

- ¿Le has contado lo tuyo?

- No.

- Deberías decírselo.

- Iba a hacerlo, pero... cuando he visto como estaba... no he querido preocuparla...

Laura se acercó a Alba asustándola.

- Deja de espiar que se te nota un montón – le susurró.

- Ay, Laura, qué susto me has dado – protestó enfadada por la interrupción.

- Yo no digo nada, pero te están mirando desde el fondo del salón y...

- ¿Quién? – preguntó molesta.

- Quien va a ser, la que no te quita ojo desde que llegaste.

- Si es que yo no sé a esa mujer que le ha dado, ¿por qué me mira tanto?

- Ni idea, acércate y se lo preguntas - bromeó

- Sí, claro, le digo, Adela, ¿se puede saber qué es lo que tanto te interesa de mí? – Laura soltó una carcajada y Alba la secundó – y, por supuesto, delante de Nat.

- No estaría mal – dijo aún riendo - ¿imaginas sus caras? Ven vamos a sentarnos allí – le dijo tirando de ella.

La enfermera se dejó arrastrar mirando hacia el fondo del salón donde Natalia y Adela estaban situadas junto a la mesa de las bebidas. Adela parecía estar contándole algo divertido a Natalia por los gestos que hacía, aunque la pediatra, más comedida, no parecía estar divirtiéndose tanto.

- Nat, ¿lo has visto! es un ático precioso – le repitió agachándose a besarla – muchas, muchísimas gracias.

- No me las des más, por favor – sonrió cansada, no debía haberse tomado el miolastán porque le estaba entrando un sueño atroz, qué irónico, todos los días intentando dormir y, precisamente hoy, que estaba en la fiesta, tenía ganas de meterse en la cama.

- ¿Me estás escuchando?

- Claro que si – mintió sin saber de qué le hablaba

- Pues dime cual prefieres.

- Eh.. – titubeó, no tenía ni idea de qué era aquello sobre lo que debía escoger.

- Siempre igual, Natita – protestó – parece mentira, ¡si te viera tu padre! este es más afrutado – le dijo cogiendo una copa – pero éste yo creo que te va más a ti – continuó cogiendo otra - tiene ese sabor a barrica que tanto te gusta.

- No... yo... no – se negó a coger la copa, pero Adela se la ofreció de nuevo – no, de verdad, es que... me dolía la cabeza y no quiero que...

- Tú lo que necesitas es relajarte un poco y dejar de pensar tanto ¿no te va a doler la cabeza? De hoy en adelante nada de quedarse a trabajar hasta las tantas, a las seis nos vamos tú y yo que me tienes que enseñar todo, y cuando digo todo ya sabes a lo que me refiero – bromeó.

- Adela... - protestó cabeceando en señal de reprobación – que ya no tenemos veinte años.

- ¿Y? ¡mejor! tengo que aprovechar estos meses que los niños se quedan en Pamplona con su padre, que luego... Anda, toma, huele – dijo acercándole la copa a la cara para que comprobara el aroma del vino – ya que no te dignas a probarlo con el dineral que me he gastado por ti – le dijo en tono de recriminación y un esbozo de sonrisa.

Cruz que las tenía al lado al verlas se lanzó hacia ella y le quitó la copa con genio.

- ¡Ni se te ocurra! – dijo en tono tan alto, recriminando a Natalia, que todos guardaron silencio, sin saber qué pasaba y miraron hacia ellas. Natalia le lanzó una mirada tan furibunda que Cruz se arrepintió en el mismo instante de su impulso.

- ¿Qué haces? – le dijo la pediatra en un murmullo con voz ronca.

- Ay, qué cosas tiene esta Cruz – saltó Adela con una sonrisa, poniéndole el brazo a la cardióloga por los hombros, dirigiéndose a todos – pues nada, mujer, que no se me ocurre, será posible, que ni en su casa la dejan fumar a una. Ya sabéis el que quiera fumar que se salga a la terraza – dijo en un intento de disimular que pocos creyeron porque a esas alturas los fumadores ya habían optado por salir, unos y, fumar dentro, otros – aprovecho este silencio para deciros que los platos calientes están saliendo y los van a ir poniendo en la mesa.

La tensión generada pareció difuminarse con aquellas palabras y todos volvieron a sus conversaciones no sin lanzar miradas furtivas a las tres protagonistas.

- Cruz... - empezó Natalia frunciendo el ceño, al ver que ya nadie les prestaba atención.

- Nat perdona – la interrumpió disculpándose – perdóname. No he debido...

- Pero ¿qué pasa? – preguntó Adela desconcertada.

- Voy al baño – dijo Natalia, aún malhumorada – que te lo cuente ella, total, antes o después te vas a enterar.... – terminó con gesto despectivo y tal mirada de decepción que Cruz se sintió acongojada.

- Nada, deformación profesional – se excusó Cruz observando cómo se marchaba enfadada – soy su médico y le dije que no debía beber y... me he pasado.

- Mujer una copita no le va a hacer daño, es vino y del bueno – sonrió – te voy a pasar un artículo de un colega para que veas lo beneficioso que es beber una copita de tinto al día.

- Si lo sé, yo misma lo hago – confesó pensando en Natalia, "lo malo no es una, lo malo es que detrás de una, vaya la botella entera", pensó recordando aquellos duros momentos. Natalia había conseguido mantenerse firme más de tres años y no estaba dispuesta a permitir que tirase todo ese esfuerzo por la borda.

La pediatra pasó cerca del grupo formado por Claudia, Laura, Teresa y Alba, sin mirarlas, la enfermera la observó, parecía cabizbaja, vio como Vero se acercaba a ella en un intento de decirle algo, pero el gesto de Natalia fue contundente, hasta en la distancia había quedado claro que quería que la dejasen en paz y la psiquiatra se quedó parada, sin decir nada, observando como Natalia desaparecía por el pasillo hacia el interior del piso. Vero, tras unos instantes de duda, la siguió. Pero segundos después volvía a aparecer y se ponía a charlar con Sonia. Alba no quitaba ojo a todos aquellos movimientos.

- ¿Qué es lo que habrá pasado? – susurró Teresa al oído de Alba, que se encogió de hombros.

- Yo qué sé, Teresa – respondió con genio, aparentemente molesta.

- Ay, hija, que solo era un comentario, por dios ¡cómo está el patio! – exclamó viendo como la enfermera se levantaba y se acercaba a la mesa para servirse algo.

Alba cogió un plato y permaneció junto a la mesa, desde que Natalia había llegado, no dejaba de darle vueltas a la forma de buscar una ocasión para acercarse a ella, pero no había forma, siempre tenía alguien a su alrededor. Todo el mundo estaba pendiente de la pediatra. Pensando en ello y, distraída mirando todas aquellas bandejas sin decidirse a servirse de ninguna, no reparó en que alguien se acercaba por detrás.

- Hola – le dijo.

- ¡Hola! – se giró sorprendida.

- ¿Qué? ¿es todo tan fino que no te gusta nada? – le preguntó irónica – si quieres le digo a Adela que te prepare algo sencillito....

- No hace falta y... me gusta todo – respondió seria, no le agradaba que Natalia se burlase de ella de esa forma, pero era mejor controlarse y no entrarle al trapo, porque quizás ahí estuviese su ocasión de abordarla – quería hablar contigo – le confesó – y... preguntarte algo.

- ¡Vaya! ¿qué pasa? – preguntó cambiando el gesto de burla por uno adusto, estaba harta de recriminaciones, se había acercado a ella con la idea de divertirse un rato, pero estaba claro que todos, excepto Adela, la buscaban para darle consejos, recriminarle algo o... - ya sé que tengo mala cara, que no debo beber, que os he hecho esperar y, que...

- Para, para, que yo solo quería preguntarte por tu moto.

- ¡Ah! – exclamó fuera de juego - ¿por mi moto?

- Pues... si... pero ya veo que no estás de muy buen humor y yo, para lo que quiero decirte, necesito que lo estés – sonrió – así es que ya te pregunto en otro momento – le dijo burlona terminando de llenar su plato – hasta luego – dijo dándole la espalda. Si la conocía bien, no tardaría ni un segundo en llamarla.

- ¡Alba! espera – le pidió, perdiéndose la sonrisa de triunfo de la enfermera - ¿qué pasa con mi moto?

- Pues... que se me había ocurrido, que ... como no la usas... que... si puedes alquilármela – soltó de sopetón tras balbucear dudando cómo proponérselo – solo para ir al trabajo, había pensado en un coche de segunda mano, pero... - se interrumpió al ver la cara de Natalia.

- No – respondió la pediatra – no te la alquilo.

- Eh... si ya sé que... perdona, ha sido una idea absurda – dijo enrojeciendo ante lo directo de su respuesta, no sabía cómo se le había pasado por la cabeza proponerle aquello, conociendo cómo había sido siempre Natalia para su moto.

- No... - sonrió al ver lo cortada que se había quedado y como comenzaba a servirse mecánicamente y nerviosa de todos los platos. Le encantaba ver como Alba mantenía ese halo de inocencia, no podía evitar volver a sentirse atraída por ella – Alba que no te....

- Vale, vale, no he dicho nada. Olvídalo – la cortó sin mirarla.

- Que no Alba, que no te la alquilo – le sonrió – te la regalo.

- ¿Cómo? – preguntó volviéndose hacia ella.

- Sí, que te la regalo, total, tenía que haberme deshecho de ella hace tiempo, pero... me daba ... no sé... pena ... y también pues – se calló pensando en que si Cruz tenía razón y alguna vez conseguía levantarse de esa silla le encantaría poder montar de nuevo.

- No, Nat, no puedo aceptarla – volvió a interrumpirla.

- Claro que puedes – le dijo – eso sí, con una condición.

- ¿Cuál?

- Que... un día... cumplas tu promesa y... me lleves de paquete.

- ¿Solo uno?

- Bueno... si sobrevivo y... no te importa cargar conmigo... alguno que otro más.

- Trato hecho – le dijo tendiéndole la mano. Natalia hizo un esfuerzo para estrechársela, disimulando el dolor que le provocó el movimiento. Alba no reparó en el leve gesto de su cara, eufórica por lo que le había dicho - ¿quieres comer algo?

- Pues la verdad es que no tengo hambre – confesó la pediatra.

- ¿Qué raro! ¡con lo tragona que eras! – le recordó – este mediodía apenas comiste, anda, prueba esto – le dijo ofreciéndole un poco de su plano, acercándole el tenedor a la boca, sin dejar de mirarla a los ojos – está riquísimo.

- Sí, sí que está bueno – admitió, devolviéndole la mirada y sintiendo un cosquilleo especial solo por el hecho de que le hubiese dado de comer, de pronto notó que se le abría el apetito  ¿puedes ayudarme?

- Claro, ¿qué quieres?

- ¿Me alcanzas un plato? – le pidió con una sonrisa sin dejar de mirarla. Sintiendo que todas las barreras que las separaban acababan de desaparecer. Alba, le sonrió también, Laura que las observaba de lejos, pensó que debía disimular mejor la cara de boba que estaba poniendo – a ver recomiéndame... ¿qué es....?

- Nat – llegó hasta ellas Sonia interrumpiéndolas, las había estado observando de lejos y no pudo contenerse por más tiempo – ¿puedo hablar contigo un momento?

- Claro, dime. Gracias, Alba – se dirigió a la enfermera que consciente de que estorbaba se alejó de ellas, volviendo junto a sus amigas. Antes de llegar, Teresa, que tampoco se había perdido detalle, se acercó al oído de Laura.

- ¡Veremos a ver estas dos por donde nos salen!

- ¿Qué dices, Teresa? – disimuló la joven.

- Nada. Cosas mías – respondió mirando a Alba con el ceño fruncido. La enfermera llegaba con una sonrisa que denotaba lo bien que había ido la conversación con la pediatra.

Sonia permanecía callada viendo como Alba se alejaba de ellas. Cuando consideró que estaba lo suficientemente apartada miró a Natalia con recriminación.

- ¿Y bien? – preguntó Natalia conocedora de por dónde iban a ir los tiros.

- ¿Qué haces? – le espetó de malos modos.

- Sonia... - le dijo con calma intentando que no siguiera con su protesta, pero la socióloga no estaba dispuesta a arredrarse.

- ¿Por qué la dejas que te dé de comer?

- Sonia..., ya hemos hablado de esto.

- Si, y no me trago que solo seáis amigas. Yo nunca he visto que Claudia te acerque nada con el tenedor.

- Eso es porque nunca has venido a cenar con nosotras – dijo en tono conciliador.

- No me gusta que hagas esas cosas delante de todos.

- Bueno, tranquila, no se volverá a repetir, ¿contenta?

- Humm – gruñó mohína, frunciendo el ceño.

- ¿Qué quieres que hiciera! no puedo estar cortándole la cara a cada instante.

- Pues es lo que deberías hacer. Está todo el día pendiente de ti y no me gusta.

- No digas tonterías Sonia. Solo intenta ser amable.

- No es eso.

- Mira..., Alba y yo, no... no acabamos bien – le confesó – yo... le hice mucho daño y ella... sin pretenderlo, a mí también. Y ahora...

- ¿Ahora qué! ¿queréis recuperar el tiempo perdido? Te recuerdo que estás casada y que Ana...

- No tienes que recordarme nada – la cortó con genio elevando la voz y provocando que, los más cercanos a ellas, las mirasen. Natalia se percató y bajó el tono – no he hecho nada malo, solo estaba charlando con ella y sé perfectamente que estoy casada, haz el favor de dejar de desconfiar de mí, ¿alguna vez te he dado motivo? – preguntó, la joven negó con la cabeza – entonces ¿por qué crees que ahora es diferente? Ya te lo dije el otro día, entre Alba y yo no hay nada – dijo con énfasis y cambiando el tono y casi en un susurro continuó - y nunca lo va a haber.

- Vale – aceptó mirándola sin mucho convencimiento, no podía evitar pensar que la expresión de tristeza de aquellos ojos cada vez que afirmaba que no había un futuro con la enfermera, desmentía todas las palabras que pudiera pronunciar. Sonia estaba convencida de que Natalia solo intentaba convencerse a sí misma.

- No seas tonta – le pidió cogiéndola de la mano. Sonia asintió – Para nosotras es difícil, entiéndenos – dijo suplicante – intentamos comportarnos con normalidad.

- Vale – suspiró – perdona.

- No te preocupes, por favor – insistió. Sonia la miró fijamente a los ojos y tras un par de segundos asintió.

- Me voy ya.

- ¿Por qué? Si aún queda lo mejor.

- Me están esperando.

- ¿Cómo que te están esperando! ¿quién te está esperando?

- Si – sonrió por primera vez desde que se acercara a ella - Quería contártelo, pero bueno... conocí a un chico y... llevamos unas semanas saliendo.

- ¡Vaya! ¿cómo no me habías dicho nada! ¡será posible! – la miró pensativa – la que no tenía tiempo para los hombres – bromeó - tienes que presentármelo.

- Claro, aún es pronto, pero... te lo presentaré.

- Eso espero. Tenemos que hablar tú y yo, ¿eh? – le dijo señalándola con el dedo.

Sonia sonrió pícaramente.

- ¡Adiós! – se despidió agachándose a besarla.

- Hasta mañana, cariño – le respondió Natalia cogiéndola de la mano – y ten cuidado.

- Siii, mamáaa – protestó burlona – despídeme de Adela – le pidió señalando hacia ella con los ojos. Natalia asintió sin decir nada, viéndola dirigirse a la puerta. Finalmente, dio media vuelta a la silla y permaneció un instante parada, mirando hacia abajo, pensativa.

Alba, que no le quitaba ojo se percató del cambio de humor de Natalia, parecía de nuevo cabizbaja. La vio soltar el plato, que ella le había servido, en la mesa, sin probar bocado. Cuando estaba a punto de acercarse de nuevo a ella, Natalia accionó la silla y se dirigió en busca de Adela, pero antes de llegar a su destino, Claudia la interceptó.

Mientras, en la calle, un joven miraba hacia arriba y observaba las luces encendidas de aquél ático. Le gustaría estar allí, pero sabía que no podía, que solo le quedaba esperar, y es lo que estaba haciendo desde hacía más de media hora, paseando calle arriba y calle abajo, fumando un cigarrillo tras otro. Estaba nervioso y la espera lo estaba poniendo aún más. ¡Deseaba tanto que todo saliese bien!

Cerca de él, en el interior de su vehículo, Isabel observaba cada movimiento que se producía en la calle. Aquél joven que paseaba arriba y abajo, la había puesto alerta. Era evidente que estaba nervioso y que esperaba a alguien. En un primer momento creyó que podía ser Carlos Rubio, tenía su misma complexión, pero luego, se percató de que este chico era más moreno, y el caso es que su cara le resultaba vagamente familiar, pero no sabía de qué podía conocerlo.

Carlos Rubio, se repitió, necesitaba dar con él. Necesitaba saber si se había equivocado y era el acosador de Natalia, el acosador y algo más. Josema había estado hablando con ella. La vigilancia de la casa de Natalia no había producido resultado alguno, tras una semana de turnos durante veinticuatro horas, nadie se había acercado a la vivienda. Eso la tenía más que mosqueada. Solo ella y Josema sabían que su padre había dado esa orden, o eso creía, porque aunque pondría la mano en el fuego por Josema, de su padre no estaba tan segura, ¿y se lo había dicho a alguien?.... pero lo único cierto es que no habían intentado hacer ninguna pintada más, y que su padre ya estaba barajando abandonar ese camino para dar con él. Y estaban aquellos chicos del poblado, era evidente que quien quiera que fuese les pagaba para hacer lo que hacían, pero ¿quién! ¿tenía algo que ver con el autor de las notas y las pintadas o con quienes luchaban por cerrar el proyecto de la Clínica? Sintió un escalofrío, no quería enfrentarse a él, pero no iba a tener más remedio. Cada vez estaba más segura de que las respuestas a la mayoría de sus interrogantes las tenía su padre.... La luz del portal se encendió y una chica salió a la calle, Isabel la reconoció al instante, era Sonia.

La joven cruzó con una carrera la carretera y se acercó a aquel joven, besándolo en los labios. Isabel no dejó de observarlos, sorprendida. No recordaba que Sonia tuviese pareja, ni que Natalia le hubiese contado nada al respecto, estaba empezando a cansarse de las trabas que continuamente le ponía la pediatra, le tenía dicho que debía informarla de todo ese tipo de novedades. Isabel, los observó pensativa, ¿de qué le sonaría aquel chico! ¿sería alguien de la Clínica?

Sonia se separó del joven y este le preguntó preocupado

- ¿Has hablado con ella?

- Lo he intentado, pero no he podido.

- Entonces, ¿no le has dicho nada?

- Solo que me esperaba alguien.

- ¿Y?

- Y se ha burlado un poco, y... me ha dicho que quiere conocerte para darte el visto bueno.

- ¿Te ha dicho eso? ¡Uy, qué mal me suena!

- Exactamente no así, pero, tranquilo, que te lo dará. Ya me encargaré yo de ello.

Se cogieron de la mano y se marcharon, calle abajo. Isabel los miró pensativa. Estaba claro que se le escapaban muchas posibilidades. A este paso no iba a ser capaz de frenar lo que se avecinaba, porque su instinto le decía que algo iba a pasar y muy pronto. Sintió miedo de no poder evitarlo.



----------



En el ático, Natalia iba en busca de Adela, cuando en su camino se cruzó Claudia que deseaba hablar con ella.

- Nat – la llamó antes de que pudiera dar con Adela. La pediatra giró la cabeza y el simple movimiento le provocó otro tirón en el costado - ¿estás bien? – le preguntó llegando hasta ella al ver el gesto de dolor.

- Si – dijo intentado no respirar.

- Debes tener cuidado, no veas como duele eso – le dijo compresiva – a mí una vez...

- ¿Qué querías? – le preguntó interrumpiéndola de mala gana esperando cualquier otra reprimenda.

- Pues... quería preguntarte una cosa – le dijo bajando la voz en tono confidencial sin hacer caso a los modos que había tenido con ella - pero... que si no quieres responder...

- ¿Qué es? – preguntó con cierta curiosidad.

- Verás... tu que conoces mejor a Adela – empezó mientras se agachaba a su lado y susurrando – a ver cómo te pregunto esto... tú...

- Claudiaaa – dijo impaciente – qué pasa con Adela.

- Venga, va – se lanzó - ¿tú crees que Jimeno es... su tipo?

Natalia lanzó tal carcajada, que se le saltaron las lágrimas del dolor que experimentó conteniéndose inmediatamente.

- ¡Ay! – exclamó – por favor, Claudia, no me hagas reír que no puedo. ¿Jimeno y Adela?

- Tampoco es tan raro... - protestó ligeramente molesta.

- No, si para raro Jimeno – bromeó – no, te digo yo que no. Si conocieras a sus ex, no me harías esas preguntas.

- Te conozco a ti.

- Y ¿qué me quieres decir? ¿Qué yo me parezco a Jimeno?

- No, eso no, claro... pero...

- No te estarás pillando por él.

- ¿Yo? ¿por Jimeno? ¡qué dices!

- Ya...

- Que no, que no – insistió ante la sonrisa burlona de la pediatra - Bueno pues... gracias.

- ¿Solo querías saber eso?

- Si, solo eso.

- Gracias a ti.

- A mi ¿por qué?

- Por alegrarme la noche – dijo aún riendo – pero no me vengas con muchas de estas que voy a tener que estar de baja un mes.

- ¿De baja tú? – dijo irónica – eso sí que me hace reír a mí. Oye, ya que estamos, ¿qué se trae Adela con Alba?

- ¿Cómo?

- Míralas llevan de charla un rato.

- No sé – dijo, pensativa, mirando hacia ellas – pero me entero en un segundo – afirmó enarcando las cejas y dirigiéndose hacia allí.

Momentos antes, cuando mejor se lo estaba pasando Alba, aún eufórica por su conversación con Natalia, la anfitriona se había acercado a la enfermera con la excusa de preguntarle si se divertía. Lo cierto era que desde que la viera hablar con Natalia, sus alarmas habían saltado y quería comprobar en primera persona, cómo era aquella chica y si se equivocaba.

- Hola... – le entró con una sonrisa, haciéndose la despistada - Alba, ¿no?

- Si – respondió extrañada de que se dignase a hablar con ella y preguntándose qué querría, porque estaba claro, que Adela era de las personas que siempre querían algo, ¡si ya le había contado Germán!

- Estás muy seria, mujer, ¿no te diviertes? – le preguntó aparentando preocupación, dejándola perpleja, "¿seria! pero si llevaba un rato sin parar de bromear con Laura y Teresa, definitivamente, esta mujer está fatal de la cabeza", pensó.

- Sí me divierto, solo... estoy un poco cansada – se justificó extrañada, pero dándole pie a que le dijese lo que quería.

- ¿Es muy duro el trabajo en el poblado?

- No mucho, en comparación con... – se detuvo pensando en que iba a meter la pata, si había algo que no le apetecía en absoluto era hablar con ella de Jinja y mucho menos de Germán, pero se dio cuenta de que ya era tarde – otros trabajos.

- Si, ya me ha contado Germán que eras su "enfermera milagro" – le sonrió afable.

Alba la miró sorprendida ¿Germán había hablado con Adela! pero si creía que no se podían ni ver, y encima le había contado lo de su apodo ¡ahora entendía por qué Natalia lo conocía! se sintió culpable por haber pensado mal de la pediatra y creer que había estado usando sus contactos para conocer su vida en Jinja. Todo era mucho más simple.

- ¿Germán? – preguntó disimulando.

- Si, mujer, ¿no lo sabías! soy Adela, la ex de tu Jefe – comentó con cierto tono de ironía que molestó a la enfermera. Adela esperó un instante a ver qué contestaba, pero Alba no dijo nada - te caigo mal ¿no es cierto?

- No te conozco.

- Pero has oído hablar de mí.

- La verdad es que poca cosa – mintió con aire despectivo.

- No creas todo lo que Germán cuenta de mi – le dijo de sopetón poniéndose seria, con un gesto que le recordó mucho a Natalia – todas las historias siempre tienen dos versiones. Pero eso tú ya lo sabes ¿no?

- No te equivoques, Germán nunca habla nada malo de ti – lo defendió con énfasis, descubriéndose, molesta y mosqueada al mismo tiempo por ese comentario, ¿estaba haciendo alusión a su relación con Natalia? – solo se queja de no poder ver a su hija todo lo que quisiera.

Adela recibió esa revelación frunciendo el ceño, visiblemente molesta, pero no dijo nada. Alba se percató de que era un tema que no le gustaba tratar y por un instante le pareció que aquella mujer engreída bajaba la guardia, dolida por su comentario.

- Adela... ¿qué quieres de mí? – le preguntó directa cansada de aquella charla que aparentemente no llevaba a ninguna parte.

- Nada. Nat habló de ti y...

- Espero que bien.

- Nat siempre habla bien – sonrió – y de quien le gusta... más – aventuró con la intención de observar la reacción de la enfermera que se puso como un tomate y bajó la vista, Adela, satisfecha por saber lo que pretendía, continuó - me dijo que trabajaríamos juntas y pensé en empezar a conocernos tú y yo, desde cero, sin prejuicios previos.

- No creo que eso sea posible – dijo con sinceridad.

- Podemos intentarlo – propuso. Alba se encogió de hombros sin responder. No le gustaba, era algo visceral y por mucho que se acercase a ella con ese aire de cordialidad, no podía evitar sentir que era un lobo con piel de cordero, y que ella era su presa.

- Voy al baño – dijo la enfermera con la intención de cortar aquella conversación.

- Alba... - la frenó con la mano sujetándola del brazo – yo nunca le he puesto una traba a Germán para ver a su hija.

- No es asunto mío – dijo secamente.

- No. No lo es, pero... - la miró y la enfermera tuvo la sensación de que aquellos ojos intentaban decirle algo que no comprendía – quiero que lo sepas.

- ¿Yo!

- Sí... Germán puede venir siempre que quiera o pueda, pero la niña no va a ir allí, como él pretende, no mientras yo tenga la custodia. Si, hablas con él, díselo.

Alba no respondió, no pensaba hablar con Germán del tema, pero tampoco pensaba hacérselo saber a Adela.

- Bueno, solo espero, que algún día, seamos amigas – le dijo aparentando sinceridad.

- Claro... - dijo encogiéndose de hombros incrédula "¿amiga de esta pija?", pensó la enfermera.

- Mi Nat siempre tuvo mucho ojo para eso, ... si tú eres su amiga, también lo serás mía – sonrió leyendo la desconfianza de la enfermera y con tal seguridad en sus palabras que provocó aún más desagrado en ella. Adela se alejó, sonriendo, dejándola boquiabierta.

"¿Mi Nat?", pensó celosa y cabreada, "ni en sueños, seré amiga tuya" murmuró dirigiéndose al baño. Natalia las había estado observando desde que Claudia se lo dijera, pero su primera intención de acercarse a ella se había esfumado cuando Teresa le salió al encuentro.

- ¡Nat!

- ¡Hola, Teresa! – saludó alegre de verla – no me hagas estas cosas que cualquier día te llevo por delante.

- Perdona hija, pero es que quería hablar contigo y no hay manera.

- ¿Por qué! ¿pasa algo? – preguntó preocupada.

- No. ¿Qué va a pasar! nada mujer. Que como has estado todo el día en el campamento y no nos hemos visto... pues... eso, que quería saber cómo te había ido.

- Ya... que has hablado con mi madre y quiere que le des el parte ¿no?

- Hija, dicho así... Está preocupada porque no los has llamado en todo el día y dice que no es normal.

- Se me ha pasado, pero mañana te prometo que la llamo. Y si tardo, le dices que me ha ido muy bien – respondió molesta, accionando la silla para marcharse.

- ¡Nat! espera.

- Dime, Teresa – dijo arrastrando las palabras.

- Entonces, ¿no es cierto eso que se dice por ahí?

- ¿Qué se dice?

- Que... te has caído de la silla.

- Sí, es verdad, me he caído – reconoció bajando la vista y pensando "Joder con Alba, no es que sea un secreto, pero tampoco hace falta ir pregonándolo" – pero... ya estoy acostumbrada. Alba le ha dado demasiada importancia.

- ¿Alba! no, si Alba no me ha contado nada.

- ¿No? – preguntó burlona creyendo que la encubría.

- No, Fernando llamó a Cruz, preocupado por tu medicación y eso, y Cruz me lo ha contado.

- Ya... no hacía falta llamar a nadie, también soy médico y sé lo que puedo y no tomar.

- Claro mujer, pero es normal que se preocupen.

- Pues... estoy bien Teresa, estoy acostumbrada a caerme, y no me ha pasado nada.

- Ya... por eso llevas toda la noche con la sonrisa en la boca y los ojos más tristes que te he visto en semanas.

- ¡Ya está bien! ¿qué pasa! ¿qué os habéis propuesto entre todos fastidiarme la noche o qué? Estoy harta de que estéis todo el santo día detrás mía. Dejadme respirar un poco – respondió airada – solo un poco, por favor, ¡dejadme en paz!

- Bueno, no te enfades, mujer, mira que tienes mal genio.

- Perdona, ya sé que la he pagado contigo, pero es que...

- No pasa nada, no tenía que haberte preguntado y ya está. Perdóname tú – le pidió poniendo cara de ruego y Natalia se ablandó lanzándole una sonrisa que Teresa aprovechó para seguir con el interrogatorio – por cierto y ¿con Alba que tal?

- ¿Qué pasa ahora con Alba? – volvió a molestarse.

- Nada, que la he visto muy contenta y quería saber si os ha ido bien.

- Ya te he dicho antes que sí.

- Y si os ha ido tan bien, y Alba está tan contenta, ¿tú por qué no lo estás! porque a mí no me engañas, a ti te pasa algo.

- No me pasa nada, Teresa.

- Ya te dije que no era buena idea que trabajases con ella...

- Teresa... por favor – pidió angustiada, no tenía bastante con Sonia que ahora también Teresa – si has terminado me voy que Adela ya me está haciendo señas.

- Sí, claro, vete, vete, no la hagas esperar – dijo con retintín que molestó aún más a Natalia.

Teresa permaneció allí observándola con la sensación de que la pediatra estaba a punto de derrumbarse, la burbuja que había construido a su alrededor, ya no la aislaba, ya no la protegía porque empezaba a tener una fisura y esa fisura tenía un nombre, Alba.

Su charla con Teresa la había dejado de peor humor que antes, estaba harta, ¡más que harta! si se le acercaba alguien más a cuestionar cualquier cosa de su vida iba a estallar. Además, al dolor del costado se le estaba sumando un incipiente dolor de cabeza. No soportaba por más tiempo aquella situación y, cansada, decidió buscar a Adela para decirle que se marchaba a casa.

- ¡Uy! pero ¡qué carita de Natalia me traes! – exclamó al verla llegar.

- Menos cachondeo, Adela – protestó mohína, esbozando una leve sonrisa al recordar que esa frase era de Germán, que siempre se metía con ella llamándola "carita de Natalia", cada vez que se enfadaba con él, que, por otra parte, era casi todos los días.

- A ver, ¿con qué problema te han ido ya? – preguntó y sin dejarla responder continuó – menos mal que ya me tienes aquí, de ahora en adelante se acabó eso de estar buscándote todo el día con historias. Verás como me ponga yo en jarras que pronto te enderezo yo a todos estos. ¿Te acuerdas cuando te quitaba los moscones de encima! pues igual – bromeó.

- Oye, que yo siempre me he bastado solita para quitarme los moscones – rio recordando algunas escenas - No te preocupes – sonrió – no es eso, es que estoy cansada y...

- Ah! no, no, de eso nada, que te veo venir, a casa no te vas todavía.

- Adela... - regruñó sin convicción.

- Que te he dicho que no – insistió con autoridad – ven que te voy a enseñar una cosa – le dijo haciéndole una mueca de complicidad y llevándosela al interior del piso.

Cuando regresaron Natalia hacía esfuerzos por no reír. Alba que las había observado sintió crecer su animadversión hacia aquella mujer. Impotente ante el ascendiente que parecía ejercer sobre Natalia, impotente ante ese mundo que la rodeaba y del que ella no sentía formar parte, viendo cómo la alejaban de ella, cómo se movían en dos mundos, cada una con su vida, sintiendo que no era nadie y deseando volver a ser alguien para ella.

Unos metros más allá, Claudia permanecía sentada en un sofá junto a Laura, la verdad es que se estaba divirtiendo, Jimeno se había acercado a ellas en un par de ocasiones, remoloneando con cualquier excusa, pero ella, aunque no sabía muy bien el porqué, le había dejado claro que no quería cuentas con él, y en el fondo empezó a sospechar que le molestaba verlo tan pendiente de Adela. Vero se acercó al grupo.

- Claudia, ¿puedo hablar contigo un segundo?

- Si – dijo levantándose - ¿qué pasa?

- Estoy preocupada por Nat – le confesó en un aparte.

- Quieres dejar ya de preocuparte por ella.

- No puedo.

- ¿Qué pasa ahora?

- Es una sensación, pero... me parece que va a tocar fondo y me da miedo.

- ¿A tocar fondo! ¿cuantas copas llevas?

- No estoy bebida – protestó – te hablo en serio.

- Yo la veo divirtiéndose ¿no será que le está prestando demasiada atención a Adela?

- No te equivoques. Me preocupa ella. ¿Tú no la ves como... acelerada?

- Pues no, antes parecía que se iba a dormir de un momento a otro, pero ahora yo la veo más bien a gusto.

- ¿Por qué no hablas con ella! yo lo he intentado, pero... me ha mandado a

- Paseo, a lo mismo que me va a mandar a mí, como vaya a calentarle la cabeza.

- O sea que...

- Q sea que mejor la dejamos en paz, déjala divertirse, aunque sea por una noche.

- Pues yo sigo teniendo una mala sensación. No sé. A lo mejor debería hablar con Alba, quizás ella sepa lo que le ha pasado hoy, porque esta mañana estaba muy bien, y durante toda esta semana hemos hablado a diario y a pesar de lo de Ana, y de empezar hoy de nuevo a trabajar con pacientes, estaba bien.

- Vero, por favor, deja de darle vueltas.

- Es que no puedo, de pronto... he visto la reacción de Cruz, y he atado cabos.

- ¿Qué quieres decir?

- No sé. Nat lleva tiempo mucho más reservada que antes. Tu misma lo has notado – Claudia asintió dándole la razón – se ha negado a seguir con la terapia....

- Pero si yo creía que tú y ella...

- No. Me busca para charlar, pero... no. Ya no soy su psiquiatra. Está irritable, tiene problemas de sueño y la veo triste, y hoy, aunque tú digas que no, hasta hundida y... Adela vuelve a su vida, recordándole los años de juventud, las juergas, los buenos tiempos... y no sé... será deformación profesional, pero si tuviera que hacer un diagnóstico diría que tiene todas las papeletas para recaer.

- ¿Quieres decir lo que creo? – Vero asintió – No, no estoy de acuerdo, Nat sabe muy bien dónde está el límite.

- Pero es que... lo que ha hecho Cruz...

- Se ha pasado, vale, pero ya está.

- No es solo eso. He visto la cara de Nat cuando iba al baño. Cruz no solo se ha pasado, si no que le ha manifestado que no confía en ella, y tú sabes, tan bien como yo, lo que Nat valora la opinión de Cruz, y lo que ha hecho es lo peor que se le puede hacer a una persona con este tipo de problema. Puede significar el detonante.

- No lo creo, en serio Vero, Nat no es tonta.

- No lo es, pero es débil, aunque se empeñe en no reconocerlo. Y... necesita sentir que confiamos en ella, necesita apoyarse en nosotras, aquí está sola y....

- No le des más vueltas.

- De acuerdo, de acuerdo, ojalá me equivoque. ¿No quieres intentarlo?

- ¿El qué?

- Hablar con ella.

- Mira que puedes llegar a ser pesada, muy bien lo intentaré. Pero seguro que en un minuto me tienes aquí con el rabo entre las piernas – bromeó pensando en el bufido que le iba a dar Natalia.

- ¡Gracias!

La neuróloga se marchó haciendo un ademán con la cabeza. Estaba segura de que Natalia se iba a molestar. Vero, se quedó sola y se volvió hacia Alba que estaba a su lado. Barajó la posibilidad de preguntarle sobre el día en el poblado y también necesitaba saber otra cosa, pero quizás no fuese el momento oportuno. Desde que Natalia le confesó que pegó a Alba, había intentado que le contase con detalle lo ocurrido pero la pediatra esquivaba el tema de tal forma que aún no había conseguido hacerse una idea clara de lo ocurrido. Deseaba preguntarle a la enfermera por su versión de lo sucedido aquella noche, pero no encontraba la forma de hacerlo y empezaba a sospechar que aquella versión era fundamental para lograr que Natalia saliese adelante.

Claudia se dirigió hacia el ángulo del salón en el que la pediatra, Jimeno y Adela estaban sentados. Se acercó a ella y a pesar de que la vio sonreír y bromear con Adela y Jimeno, tuvo la sensación de que no se estaba divirtiendo, en contra de lo que parecía en la distancia.

- Nat – le llamó la atención – ¿podemos hablar un minuto?

- Si – suspiró frunciendo el ceño, estaba empezando a cansarse de que todos quisieran hablar con ella para acabar recriminándole algo, y estaba segura de que Claudia no iba a ser menos, a pesar de que antes la hubiese hecho reír, porque la había visto hacía un momento charlando con Vero y sabía lo que eso podía implicar – dime.

- Ah, no, no – saltó Adela – ahora no te la llevas que mira lo que tengo preparado – dijo sacando un álbum de detrás de uno de los cojines del sofá.

- Pero.... – empezó a protestar Maca reconociéndolo al instante – Adela, por favor, no se te irá a ocurrir...

- ¡Claro que sí! – rio y cogiendo su copa tintineó en ella con el tenedor reclamando silencio – un momento por favor – pidió provocando que todos cortasen sus conversaciones - ¿a qué todos queréis ver a vuestra Jefa hace unos añitos? – preguntó y mirando a Natalia le guiñó el ojo – pocos ¿eh?

- Por favor Adela – volvió a pedir Natalia casi un susurro abochornada por lo que sabía que había en aquel álbum. Adela se levantó y se acercó a uno de los camareros.

- Id sacando la tarta y el champagne – le dijo en voz baja – venid, venid aquí, les indicó a los invitados – Nat no pongas esa cara, si estábamos guapísimas las dos.

- Si, guapísimas – se quejó.

Adela comenzó a sacar viejas fotos algunas de las cuales provocaron la hilaridad entre los presentes. Alba hubo de reconocer que cuando se ponía a hacer comentarios jocosos riéndose de ella misma podía llegar a tener su gracia, pero seguía sin convencerle su comportamiento afectado. Los camareros retiraron todas las bandejas de la mesa y comenzaron a servir un buffet de postres que hicieron las delicias entre los presentes. Por primera vez en la noche, la enfermera se sintió agradablemente sorprendida por aquellos dulces. Entre foto y foto, Adela miraba de reojo hacia la mesa y en un momento dado, interrumpió las bromas y se dirigió a Natalia.

- Ha llegado la hora de que tengas tu primera sorpresa – le dijo sonriente.

- Miedo me das – bromeó ligeramente nerviosa, con Adela se podía esperar cualquier cosa. Sabía que intentaba agasajarla, pero ella ya no era la de antes, ya no era esa joven que aparecía en aquellas fotografías, ni montaba a caballo, ni pertenecía al grupo de teatro, ni colgaba en su cuarto medallas de natación, ni...

- Mira ¿qué es esto? – dijo volviéndose y cogiendo un plato que le traía uno de los chicos, interrumpiendo sus pensamientos.

- ¡Adela! pero como... ¡espuma del mar! – exclamó Natalia.

- Solo para ti – se la ofreció.

- ¿Sabes cuantos años hace que no la pruebo?

- Me lo imagino – rio.

- Pero ¿dónde la has conseguido? – preguntó hundiendo la cuchara en aquel postre y saboreándolo con los ojos cerrados.

- La duda ofende, casera, casera, ¡te la he hecho yo! – sonrió satisfecha al ver la cara de placer de la pediatra.

- ¿Tú? – preguntó extrañada.

- La maternidad hija... - dijo con un guiño – además, que no has comido nada y necesitas tener algo en el estómago para hacer los honores a esto – dijo haciendo una seña a los camareros que llegaron con un carrito de bebidas lleno de copas vacías y otro con cubiteras - ¿qué me dices? – preguntó sonriendo sacando una de las botellas – tu champagne preferido, y ahora no me valen excusas, hay que brindar por tu proyecto, que ya es una realidad – dijo levantándose y repartiendo ella las copas a todos los invitados.

- Adela yo... - intentó protestar cuando le tendió la suya.

- Tú vas a brindar conmigo y no se hable más – dijo mirándola desafiante.

Jimeno se acercó al oído de Claudia y le dijo.

- ¡Perrier-Jounet! y cosecha Belle Epoque, ¡el mejor champang del mundo! – exclamó.

- ¿Tú como sabes eso? – le susurró.

- Yo soy un diamantito en bruto – bromeó haciéndole una mueca con la cara.

- ¿Un diamantito? Un carboncillo, más bien – se burló de él.

- Mil euros la botella – le dijo riendo.

- ¡Mil euros! – casi gritó Teresa que tenía la oreja puesta, estaba segura que entre aquellos dos había tomate, provocando que todos las mirasen. Adela se volvió hacia ellos incómoda por el comentario.

- No es el precio lo que importa – dijo llenando la copa de Natalia haciéndole un guiño de complicidad, ese champang tenía una historia para ellas dos y ambas lo sabían, con él brindaron la primera noche que pasaron juntas.

- Adela, no puedo...

- ¿Me lo vas a rechazar? – preguntó con tal decepción que Natalia no supo qué decir. Sabía lo que debía haberle costado, y allí había al menos doce botellas. Y también sabía que todo aquello lo hacía solo por ella, pero...

- No es eso, es que no puedo.

- ¡Claro que puedes! ¿verdad Cruz que una copita no le va a hacer daño? – preguntó dirigiéndose a la cardióloga, que las observaba inquieta, recordando la conversación que habían mantenido antes – díselo tú – pidió y sin esperar que lo hiciera. Adela levantó su copa, y comprobando que ya tenían todos la suya servida, brindó por la Clínica, por Natalia y por todos los presentes - Chin-chin – le dijo con una sonrisa a la pediatra chocando su copa – venga Nat, de un sorbo. Pero no me vayas a tirar la copa – bromeó.

La pediatra miró la copa, y la miró a ella, en décimas de segundo, vio como Teresa se acercaba a decirle algo a Claudia al oído, vio la cara de Cruz mirándola enfadada y diciéndole "no lo hagas", aunque esta vez no pronunció palabra, ni siquiera había respondido a la pregunta de Adela. Vero también la observaba sin hacer aspaviento alguno, pero creyó leer en sus ojos la reprobación. Los demás murmuraban entre sí, estaba segura que de ella. Buscó a Alba con la mirada, pero la enfermera parecía divertida charlando con Laura y Mónica.

- No, Nat – saltó Cruz sin poderse contener – no debes. Trae, dame la copa.

- Tiene razón, Nat – intervino Teresa.

- ¡Qué estamos de celebración! – exclamó Adela molesta por la forma que tenían de controlar a su amiga – dejadla que ya es mayorcita.

Natalia las miró, se sentía presionada por todos lados, notó como una oleada de ira la embargaba, ¿cómo se atrevían a dejarla en ridículo de aquella manera! Adela tenía razón, ella y solo ella era la dueña de sus actos. Deseó poder gritarles que la dejaran en paz, pero no podía, estaba delante de la mayoría de sus empleados, y aún así, quienes la conocían, no habían tenido escrúpulos en tratarla como lo que era, como lo que la consideraban, porque dijeran lo que dijeran, el estar sentada en aquella silla, provocaba que todos se consideran en el derecho de decidir por ella, de protegerla, y ella no podía evitar sentirse frustrada, por no poder gritarle a todos que ya estaba bien.

- Nat... no - insistió Cruz leyendo la duda en sus ojos.

Fueron aquellas palabras las que la decidieron. ¡Estaba harta! ¡muy harta de todos! Cerró los ojos y se bebió la copa de un sorbo.

- Bueno cual era esa sorpresa que tenías para mí – preguntó disfrutando aún de la sensación de aquellas burbujas recorriendo su garganta, sonriendo, clavando sus ojos en Adela, que solícita le rellenó la copa.

- Así me gusta, que te tienen "amuermá", ¿Dónde está mi Natita que me la han cambiao? – bromeó haciéndole una leve caricia en el pómulo – Tu sorpresa tendrá que esperar – le dijo sentándose a su lado y volviendo a pasar las hojas del album – quiero que veas esta foto – dijo riendo y provocando la risa también en la pediatra.

Cruz no dejaba de mirarlas, Natalia cada vez estaba más alegre. La cardióloga miró a Vero, angustiada, pero la psiquiatra negó con la cabeza. Cualquier cosa que le dijeran ahora sería contraproducente. Natalia volvió a apurar su copa y esta vez fue ella la que se la ofreció a Adela para que volviera a llenársela.

- Habla con Adela – se acercó Vero al oído de Cruz. Ésta asintió, quizás fuese la única forma de parar aquello.

Cruz se inclinó hacia Adela y le indicó que quería hablar con ella. Natalia se quedó sola, con su copa en la mano, y una sonrisa extraña, Teresa la observaba, decepcionada, Vero se dio la vuelta y se marchó al baño. Cruz se había puesto a hablar con Adela, después de que ésta atenuase las luces y cambiara el tipo de música incitando al baile. Los demás, ajenos a lo que sucedía, habían vuelto a hacer corrillos, unos charlaban, otros seguían probando los postres y ella se sentía flotando, tanto tiempo de abstinencia y la mezcla con la medicación estaba pasándole factura y, por muy bueno que fuese, aquellas copas se le habían subido a la cabeza con una rapidez extraordinaria. Volvió a sonreír pensando en ello.

- Nat ¿me das un cigarro? – le pidió Claudia, tras unos segundos de pensar en una excusa para acercarse a ella y pedirle que dejara de beber.

- Claro – dijo buscando en sus bolsillos sin conseguir encontrar el paquete – pues... no sé... donde lo he puesto – dijo mirándola ligeramente mareada. Claudia se agachó e intentó quitarle la copa, pero Natalia la cogió con rapidez - ¡No! – dijo desafiante.

- Vale, vale, ¿me das ese cigarro o no? – insistió.

- Pero ¿tú fumas? – le preguntó confusa, no recordaba que lo hiciera.

- ¿No sabes si fumo o no? – le preguntó con intención - ¿cuántas copas llevas?

"¿Cuántas copas! ¿copas?", se repitió. Natalia miró sus manos, desconcertada, miró la copa y levantó la vista hacia Claudia que permanecía frente a ella, expectante, sin decirle nada. Aquel silencio abatió a la pediatra más que cualquier palabra que pudiera haberle dicho su amiga. La neuróloga se preocupó al ver que una sombra oscurecía sus ojos, y recordó las palabras de Vero. De pronto, Natalia fue consciente de lo que acababa de hacer, volvió a mirar a su alrededor. La música, el murmullo de las voces, las risas, el calor que hacía allí dentro y aquellas miradas que la juzgaban... Empezó a encontrarse mal, estaba mareada, Claudia se percató de lo que le ocurría.

- ¿Estás bien? – preguntó mirándola a los ojos.

- Voy a tomar el aire – le dijo, colocando la copa en su mano derecha y accionando la silla con la izquierda. La neuróloga asintió, sin hacer comentario alguno, solo se retiró para dejarla pasar.

Natalia se acercó a la enorme cristalera, necesitaba salir, se estaba asfixiando allí dentro. Su mente no dejaba de darle vueltas a lo que había hecho, ¿cómo había sido capaz! en un momento había tirado por la borda el esfuerzo de tanto tiempo, había roto la promesa que le hiciera a su mujer, le había fallado a ella y se había fallado a sí misma, le costaba trabajo respirar, todo era una mierda. Alba la observaba en la distancia, mientras continuaba su charla con Laura.

- Ve tras ella – le susurró al oído.

- No – respondió con rapidez...

- Venga, no seas tonta – la empujó ligeramente instándola a moverse - ¡que esta vida es de los valientes! – exclamó en un intento de convencerla.

- No, Laura – la miró con tristeza ante aquel comentario – te equivocas, la vida es de los cobardes, es la muerte la que es de los valientes – dijo sin poder evitar que los recuerdos de Jinja acudieran a su mente.

- Joder, que frasecita, deja de beber que con esos ánimos vas a conseguir deprimirla más de lo que ya parece.

- ¿Tú también te has fijado? – le preguntó creyendo que lo que veía en Natalia eran solo imaginaciones suyas.

- Yo creo que todos. Si lleva toda la noche sin ganas de fiesta, si no es por el champang no se anima.

- Yo creo que hoy, en el campamento, he metido la pata.

- No seas paranoica y sal, habla con ella y alégrale la noche. Mañana solo se acordará de eso.

- Claro y ¿se puede saber cómo lo consigo?

- Seguro que tú sabes cómo, venga – volvió a empujarla – corre que se te van a adelantar – insistió echando un ojo hacia Adela y Verónica que mantenían una seria conversación, en la que ambas de soslayo miraban hacia la puerta de la terraza.





Continue Reading

You'll Also Like

139K 21.6K 47
« 🏁 °🥇 « .*🏎 ⊹✊🏻⭑ ° 🏎 𝙛1 𝙭 𝙘𝙖𝙥𝙧𝙞𝙥𝙚𝙧𝙨𝙨𝙤𝙣 ✨ 𝙚𝙣𝙚𝙢𝙞𝙚𝙨 𝙩𝙤 𝙡𝙤𝙫𝙚𝙧𝙨 𝙨𝙝𝙚'𝙨 𝙗𝙖𝙘𝙠 𝙖𝙣𝙙 𝙨𝙝𝙚...
1.7M 235K 58
El amor puede llegar de manera impredecible... Para aquel Omega que por mucho tiempo creyó que lo había encontrado, vendrá en su demandante e impone...
67.5K 5.6K 58
Los cantantes son tan reconocidos que sus fans harian lo que fuera con tal de conocerlos incluyendo faltar al trabajo para ir a verlos. Karime Pindte...
121K 6.5K 16
Lee Felix es un adolescente común de 18 años, apunto de acabar la preparatoria y obsesionado con los dulces. Un dia el y su mejor amigo llamado "Han...