La Clínica

By marlysaba2

94K 4.6K 2.7K

Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 7

849 37 3
By marlysaba2


En recepción, Teresa esperaba impaciente a la enfermera. Fernando se había marchado hacía un buen rato y no sabía qué era lo que estaba haciendo allí arriba con Natalia, empezó a ponerse nerviosa, imaginando todo tipo de escenas y ninguna buena. De pronto vio como Claudia, que también se había marchado volvía a entrar.

- ¿Se puede saber qué haces aquí de nuevo? – preguntó con curiosidad.

- Me he dejado unos papeles que quería revisar esta noche – mintió con descaro, en realidad había vuelto porque no estaba tranquila de dejar a Natalia sola y menos después de saber que Isabel no había dado señales de vida en toda la tarde.

- Desde luego que Nat no se podrá quejar, ¡echáis más horas que un reloj!

- ¡Mira la que fue a hablar! ¿Qué haces aquí todavía?

- Espero a Alba.

- ¿Aún está con Nat?

- Si, y va casi media hora – dijo bajando el tono.

- ¿Quieres que te la mande para abajo? – preguntó burlona dirigiéndose al ascensor.

- No, no hace falta – dijo saliendo de detrás del mostrador para acompañarla hasta el ascensor y no perder ni un segundo de charla. Estaba harta y aburrida de esperar. Además, empezaba a estar preocupada pensando en que Natalia bajase con Alba y descubriese que había invitado a cenar a la enfermera y a ella no. Sabía que a Alba le pasaba algo y quería averiguar qué era, pero estaba segura que con Natalia delante la enfermera nunca se sinceraría.

En ese momento Gimeno y Alba salieron del otro ascensor. El médico llevaba el brazo colocado encima de los hombros de la enfermera y ambos parecían muy divertidos. Al verlas a las dos observarlos con detenimiento retiró el brazo.

- Venía diciéndole aquí a Alba que se prepare una buena dosis de antiácido, si va a comerse tus callos – sonrió y poniendo aire de despistado, haciendo como que acababa de caer en la cuenta de que eso sonaba fatal continuó – bueno, tus callos no, mujer, que no quiero decir que tengas callos, con esos pies, ni que Alba se los vaya a comer, digo los callos de Manolo... bueno, los de Manolo tampoco, que pobre Manolo que no sé yo si tiene o no tiene callos... lo dicho el antiácido – recomendó alejándose meditabundo y rezongando con cara de asco.

- Pero ¡habrase visto este hombre! – exclamó Teresa sin saber si molestarse o echarse a reír.

Claudia y Alba soltaron una sonora carcajada.

- Se puede saber qué ha querido decir – insistió Teresa.

- Creo que Gimeno se ha imaginado comiéndose otros callos – explicó Claudia riendo aún.

- Dios mío qué cabeza tiene este hombre – respondió Teresa y ante la mueca de las otras dos se echó a reír con ellas.

Natalia salió del despacho y bajó en el ascensor, su cabeza no dejaba de dar vueltas a la nueva nota, ya no sentía miedo, era algo peor, era pánico a la convicción de que se trataba de alguien capaz de entrar en su despacho sin despertar sospechas, alguien con quien ella trataba todos los días, y en ese caso no podía tratarse del chico de esa mañana, tenía que ser alguien que... se abrió la puerta y allí estaban las tres tan divertidas que Natalia se sintió desplazada, habían bastado unas horas desde su regreso para que Teresa se olvidase de ella y solo pensase en Alba. Alba... Alba... ¿por qué la habría besado? Natalia salió del ascensor con un gesto de dolor al girar la rueda de la silla. Al verla Alba tuvo la tentación de ir a ayudarla, pero antes de que le diese tiempo a moverse Claudia se le adelantó.

- Mira qué eres burra Nat – le dijo airada aún con la sonrisa en los labios – ahora me dirás que no te duele, ¿verdad?

- No me duele – afirmó mintiendo de nuevo – solo me molesta un poco – aclaró mirándola mohína harta de que estuviese siempre reprendiéndola y, encima, delante de Alba - ¿qué me he perdido? – preguntó cambiando de cara y de tema viendo que aún reían.

- Nada, cosas de Gimeno – le explicó Claudia ignorando el gesto que le había hecho.

Teresa permaneció en silencio y miró a Natalia un poco avergonzada e incómoda, la pediatra se dio cuenta de ello y decidió ser un poco sarcástica.

- Me marcho que por hoy he tenido bastante – dijo mirando fijamente a Teresa y a Alba - ¡ah! ¡qué disfrutéis de esos callos!

- Nosotras también nos vamos ¿verdad Teresa? – respondió la enfermera ajena a la situación - ¿te vienes Claudia?

- No, yo subo – dijo la neuróloga, entrando en el ascensor con la esperanza de bajar antes de que Natalia se hubiese marchado, tenía que disimular después de haberle mentido a Teresa.

Natalia se giró a mirarla con el ceño fruncido. Estaba empezando a sospechar seriamente de ella y la verdad es que no entendía por qué. Claudia siempre había sido su apoyo, pensó en los primeros meses de invalidez y vio a Claudia a su lado, dándole ánimos, soportando su mal humor... llevaba todo el día tratándola mal, a ella y a Vero, estaba siendo injusta y lo sabía, pero... no podía evitarlo, necesitaba hablar con Isabel. Llegaron las tres al aparcamiento y antes de despedirse Teresa se sintió obligada a invitar a Natalia.

- Nat – le dijo Teresa – que si quieres puedes venirte con nosotras.

- ¡Claro! – dijo Alba ilusionada.

- No, gracias Teresa – recalcó Natalia para hacerla sentir culpable, en el fondo se estaba divirtiendo y decidió seguir metiéndole el dedo en la llaga – si eso, ya me traes las sobras.

- Nat, mujer... - protestó cada vez más abochornada.

- Que es broma Teresa – confesó – no seas tonta, estoy cansada, necesito una ducha y un buen masaje – sonrió en tono conciliador – pasadlo bien, mañana nos vemos, que me queda un ratito hasta casa.

- ¿Te llevamos? – preguntó Alba.

- No, gracias, me he traído el coche.

- ¡Ah! – dijo sorprendida – ¿tienes coche?

- ¿No me digas que no sabes que hay coches para gente "como yo"? – soltó haciendo hincapié en las dos últimas palabras y Teresa suspiró aliviada pensando en que ahora le tocaba el turno a Alba.

- ¡Claro que lo sé! – dijo poniéndose colorada.

- Si quieres mañana te doy una vuelta y te lo enseño – le dijo con su mejor cara, Teresa le hizo un gesto recriminatorio a espaldas de la enfermera, ¿a qué jugaba Natalia! la pediatra lo recogió y decidió parar – bueno... hasta mañana.

- Vale. Te tomo la palabra ¿eh? – le respondió Alba alzando la voz mientras veía como se alejaba.

Claudia subió al despacho todo lo rápido que pudo, cogió un expediente cualquiera y salió disparada con la esperanza de encontrar a Natalia aún en el aparcamiento. Sus esfuerzos se vieron recompensados y la pediatra aún se encontraba allí, a punto de montar en su coche. Por lo que veía, se había entretenido despidiéndose de Alba y Teresa. Claudia se acercó a Natalia corriendo.

- ¡Nat! – la llamó casi sin resuello. La pediatra se giró y torció el gesto al verla - ¡espera!

- ¿Qué quieres, Claudia? – preguntó con malos modos.

- Nat ¿qué te pasa?

- Estoy cansada.

- No. ¿Qué te pasa, de verdad! ¿qué te pasa a ti! ¿qué pasa en esa cabecita? – preguntó cariñosamente, demostrándole que la conocía y provocando en la pediatra que bajara la guardia con ella, como tantas veces en los últimos años.

- ¿Tú has entrado en mi despacho esta tarde?

- Claro, ¿ya no te acuerdas?

- Me refiero a cuando yo no estaba o cuando... me quedé dormida – dijo intentando adivinar la reacción de la neuróloga.

- ¿Te quedaste dormida? – preguntó con naturalidad.

- Si. Contéstame – la apremió nerviosa - ¿entraste?

- No, ¿por qué?

- ¿Por qué has ido tú al hospital a recogerme? – preguntó Natalia sin responder.

- Porque tenía que ir alguien – respondió adivinando parte de las preocupaciones de su amiga empezando a impacientarse - ¿preferirías que hubiese ido otra persona? – preguntó maliciosamente – Alba... por ejemplo.

- No digas tonterías.

- La que no deja de decir tonterías desde esta mañana eres tú.

- Claudia yo – estaba tan cansada de todo, tenía tantas ganas de sincerarse con alguien que no pudo evitarlo – yo estoy confundida, no sé ya en quien confiar, mi cabeza no para de darle vueltas a lo de esta mañana y... no sé. Isabel no cree que sea él, pero yo...

- ¿Tú que crees?

- Yo ya no sé qué creer – bajó la vista – Estaba esto en el suelo de mi despacho – dijo tendiéndole un papel, Claudia lo leyó ("vigilo tus sueños") y abrió desmesuradamente los ojos.

- Nat...

- Isabel no me coge el teléfono. Quiero darle las notas, saber qué opina.

- ¿Qué opinas tú? – volvió a preguntarle - Aparte de creer que sea yo, claro – bromeó intentando disimular la preocupación que sentía.

- No te rías de mí – dijo con seriedad.

- Perdona, sé que no estas para bromas, pero... si no eres fuerte, si no tienes claro quienes estamos contigo...

- Ya lo sé Claudia... pero... a veces, no es tan fácil.

- Mira. No tenía que decírtelo, pero voy a hacerlo, porque estoy viendo que te vas a volver loca.

- ¿El qué? – dijo separándose de ella - ¿qué es lo que tienes que decirme?

- Me lo contó Vero. Lo de las notas, me lo contó Vero.

- ¡Vero! Pero... - no daba crédito, ¿Vero! era imposible, si a ella tampoco le había dicho nada.

- Isabel está preocupada y frustrada por no conseguir pillar al que sea. Cada día le resulta más difícil protegerte. Sabe que te expones continuamente y que ella no cuenta con los medios suficientes para evitarlo – contó – pero sabe hacer muy bien su trabajo, a pesar de las trabas que le ponen.

- No entiendo nada.

- Vero se enteró por alguien de su programa. Y... aparte de decidir que seríamos tus sombras, fuimos a hablar con Isabel. Por supuesto ya lo sabía. Solo tomó nota del asunto, como si nada. Eso sí, nos dijo a las dos que estuviésemos alerta si veíamos rondarte a alguien.

- La prensa lo sabe... - murmuró pensativa - ¿por qué no lo han usado?

- Eso sí que yo no puedo contestarlo. Pero creo que Vero tuvo algo que ver y lleva todo el día intentando hablarte de ello. La llamé para decírselo, para decirle cómo estabas.

- Me va a estallar la cabeza – dijo masajeándose la sien, ¿por qué Isabel no le había dicho que Claudia y Vero no eran sospechosas? ¿por qué le dijo que metiese a todos en la lista! Claudia notó que sus ojeras habían ido aumentando a lo largo del día.

- ¿Estoy ya libre de sospecha? – preguntó sonriendo – o mi "amiga", no está aún segura – dijo recalcando la palabra "amiga" y dándole unas palmaditas en la espalda originando un sentimiento de vergüenza en Natalia que hizo un mohín de niña enfadada – Anda, vamos, que me debes una invitación... pero, en fin, seré buena y te invitaré yo a una cerveza bien fría, de esas que te gustan a ti, grandes y con la espumita...

- Calla, calla... - sonrió aceptando esa invitación con un suspiro – Claudia...

- ¿Qué?

- Gracias.

El coche de Teresa pasó junto a ellas, en el interior Alba las observó con envidia. Le gustaría ser capaz de nuevo de arrancar en Natalia esa risa que estaba viendo. Había perdido la ocasión de cenar con ella, pero a pesar de ello no pudo evitar que se le escapara una sonrisa de triunfo. Estaba segura de que Natalia había buscado la excusa de enseñarle el coche, para poder verla a solas. Quizás Natalia estaba sintiendo lo mismo que ella... La ruta del miserable, pensó, curioso nombre; así se sentía, siguiendo una ruta, pero no la del miserable, si no la de los elefantes.

- ¿Y esa cara? - preguntó Teresa al ver que la sonrisa de la enfermera mutaba en una mueca de tristeza.

- Estaba pensando – admitió.

- Nat, ¿verdad?

La enfermera asintió, pero no pronunció palabra. Teresa no pudo evitar pensar en todo lo que decían los silencios de ambas, y pensó con temor en cómo habían cambiado las dos, temor a que siguieran ancladas en el recuerdo de lo que fueron y no llegarán a ver que la vida ya no era la misma, que ninguna de las dos eran las mismas. Y se propuso evitar que volvieran a hacerse daño.



----------



Isabel llegó a casa como en los últimos meses, completamente agotada. Pero esta vez estaba además muy enfadada, la habían hecho ir a Toledo para nada. Cuando Josema la llamó para decirle que se volviese no daba crédito. Encima se había quedado sin batería en el móvil. Entró en el salón y, allí estaba él, dormido en el sofá, esperándola. Esa era una de las pocas cosas que merecían la pena. Se acercó suavemente y lo besó en los labios, el joven abrió los ojos, somnoliento, y sonrió.

- ¿Ya estás aquí? – preguntó aún aturdido – me he quedado frito.

- ¿No me digas? – bromeó – ¡qué bien vivimos! ¿has hecho la cena! tengo un hambre que me muero.

Él la miró con cara de culpabilidad.

- Lo siento, ¿pedimos una pizza? – propuso – si no estás muy cansada me visto y bajamos a tomar algo.

- Prefiero la pizza – confesó y mirándolo a los ojos dijo – a ver ¿qué pasa?

- ¿No prefieres esperar a después de cenar! pareces cansada, dúchate y voy abriendo una botella de vino.

- Josema...

- Como quieras – dijo ante su tono de impaciencia - Tengo dos noticias.

- No me iras a decir que una buena y otra mala porque no tengo ganas de chistes.

- ¡Ojalá! tengo una mala y otra peor.

- Muy gracioso, te he dicho que no estoy para bromas.

- No es una broma... - suspiró - Carlos Rubio no trabaja en ninguna Comisaría de Madrid – dijo – ni de Madrid ni de España.

- ¡Mierda! La cagué.

- Me temo que sí. Lo dejaste escapar.

- ¿Y qué quieres que hiciera?

- Nada, no podías hacer nada. Salvo llamar a la central... comprobar que sus credenciales eran ciertas...

- No me jodas.

- Yo no, pero... - levantó el dedo pulgar hacia arriba indicando que sus superiores sí que podían sancionarla.

- ¡Vaya día! – exclamó – y esta cual es la mala o la peor.

- Tu padre tiene algo contra Lacunza – reveló - no me preguntes el qué.

- Pero ¿a qué te refieres?

- No sé lo que es pero que es algo gordo eso te lo aseguro, lo he visto frotarse las manos.

- Pero... ¿estás seguro que es de Nat?

- Si. Pidió un expediente a Sevilla, he intentado enterarme allí de qué se trabajaba, pero me ha sido imposible.

- No creo que sea de ella.

- Pues lo es. Me ha dicho que quiere concertar una cita "amistosa" con ella – le dijo ante el asombro de Isabel.

- Una cita amistosa... - murmuró - Miedo me da. Mi padre no suele...

- ¿Estás seguras que no te oculta nada? – preguntó preocupado.

- Si, Nat no me mentiría.

- ¿Segura?

- Sí. Es sincera – la defendió – es una de las personas más sinceras que conozco.

- Hablas como una amiga y te recuerdo que Lacunza es un caso – la censuró - ¿La has investigado a fondo?

- No lo he creído necesario – confesó – comprobé sus declaraciones cuando el accidente, y no mentía. Todo lo que dijo era cierto. Sé hacer mi trabajo. Tengo sus informes médicos, comprobé todos los casos que llevo, tengo su partida de matrimonio... No miente en nada. He hablado con sus amigos, con su psiquiatra...

- Pues hay algo contra ella y temo que te salpique la interrumpió

- ¿A mí?

- A cualquiera que esté con ella cuando salte el tema.

- Ya estás con la paranoia – se quejó.

- ¿Por qué no hablas con ella? – la desafió – pregúntale, tiene que haber algo que oculte.

Isabel miró el reloj, aún era hora de llamarla. Lo hizo, pero tenía el móvil desconectado. Lo intentó en su casa, pero Evelyn le dijo que aún no había vuelto. Isabel comprobó que tenía varias llamadas perdidas de Natalia y Claudia. Se preocupó, y volvió a llamar a Evelyn, quería que le informase de la vuelta de la pediatra necesitaba hablar con ella.

- Mañana hablaré con ella – le dijo a Josema cansada tras intentarlo por última vez

- Le diré que vaya al campamento.

- Haces bien. Y no te confíes. Tu padre parece muy seguro de tener algo y yo, no lo he visto fallar nunca.

- Tranquilo te haré caso – dijo pensativa recostándose sobre él.



----------



Natalia llegó a casa después de las doce. Evelyn salió a su encuentro y le comunicó los deseos de Isabel. Consideró que era demasiado tarde para llamarla y decidió verla al día siguiente en el campamento. Tenía tiempo de sobra de ir allí y volver a la clínica antes de que se produjeran los primeros ingresos. Laura aún no había regresado y se ofreció a esperarla, indicándole a Evelyn que se fuera a dormir. La detective se negó y, finalmente, Natalia cedió marchándose a la cama. Estaba realmente cansada. Se tumbó con una sonrisa. Claudia la había hecho reír de verdad. Ahora le parecía mentira haber dudado de ella, y es que había veces que se sentía tan presionada por todo que la pagaba con quien menos debía.

De pronto a su mete acudió el beso que le había dado Alba y la sensación que le produjo y sintió cierto temor, temor de que la enfermera pretendiese de ella algo que no podía darle. Aunque quizás Alba solo sintiese el deseo de poder hablar con normalidad, de recordar como dos viejas amigas los buenos momentos, sabía que todo era muy diferente, pero a ratos tenía la sensación de que podía volver a enamorarse de ella, pero no podía, no iba a permitírselo, no caería de nuevo en el mismo error. Además, estaba Ana, Ana... cerró los ojos esperando un sueño que dudaba que llegara, pensando en ella.



----------



Alba llegó a casa de su madre contenta, al día siguiente, tenía pensado mudarse a su apartamento. Rafi la estaba esperando y la enfermera se imaginó que quería interrogarla sobre la cena. Pero Rafi parecía triste y Alba se enterneció.

- ¿Qué haces levantada?

- Te esperaba. Hoy es tu último día aquí y quería darte las buenas noches.

- Buenas noches, mamá – dijo abrazándola.

- ¿Qué tal el primer día? – preguntó con interés – ni siquiera me has llamado para contarme.

- Lo siento. Tienes razón – admitió - Me ha ido bien. Es un proyecto muy interesante y muy bien montado. Es un lujo, la verdad.

- ¿Has salido con ella? – le preguntó de sopetón.

- ¿Con quién? – sonrió maliciosamente, su madre no tenía remedio.

- Con esa...

- No, mamá. No he salido con Nat. He cenado en casa de Teresa. ¿La recuerdas?

- ¡Sí! – asintió aliviada – una señora muy agradable, por lo menos conmigo.

- Mamá, no te preocupes tanto por mí. Ya te he dicho que apenas voy a coincidir con Nat. Además... ya te he dicho que está casada.

- Ay, ay, no son horas hija, pero... tú a mí no me engañas, te lo veo en la cara.

- ¿El qué me ves? – sonrió incrédula.

- Vas a salir escaldada. Recuerda lo que te digo – sentenció señalándola con el dedo y marchándose a la cama – buenas noches, hija.

Rafi se marchó a la cama, dejándola allí pensando en lo que le había dicho. Finalmente, decidió meterse en la cama, aunque estaba completamente desvelada, entre las palabras de su madre y esos callos que no paraban de saltar en su estómago. Entró en el baño, se miró en el espejo y pensó que no reconocía aquella imagen, que no sabía que quería decirle ese rostro, bajó la vista ¿qué estaba haciendo! ¿a quién quería engañar! se repitió como tantos días, como tantas noches... Nat, pensó, Nat, suspiró, había momentos en los que le parecía que no se había roto nada entre ellas y, sin embargo, otros en los que el abismo que las separaba se hacía infinito. Margarette, cómo echaba de menos charlar con ella, pensó en qué le diría y sonrió diciéndose a sí misma "Alba no renuncies a tus ilusiones", "piensa en los que siempre te han apoyado, deja de pensar en los que te abandonan y piensa en los que tienes a tu lado". Escuchó su voz diciéndole "puedes deprimirte, te doy permiso", "no hay nada que te pueda enseñar, ni hay ningún invento contra el mal de amores", "deja ya de buscarte y ve a buscarla a ella, solo entonces te encontrarás".



----------



La mañana había amanecido nublada. Alba se preguntaba cómo sería un día de lluvia en el campamento. Estaría todo hecho un barrizal, de hecho, imaginó que sería muy similar a las noches de fuerte tormenta en la selva. Tenía que buscarse un coche, o se iba a arruinar con tanto taxi. Cuando bajó de él en la puerta de la clínica, tuvo la sensación de que llegaba muy tarde. La tranquilidad del día anterior había desaparecido y veía gentes desconocidas ir de aquí para allá. Buscó con la vista en el aparcamiento reservado a los coches de los médicos y comprobó que el hueco donde Natalia había dejado el suyo la noche anterior estaba vacío. Aún no ha llegado, pensó. Se dirigió a la cafetería, con suerte aún le daba tiempo de tomarse una manzanilla. Y a pesar de que amenazaba lluvia, tenía la impresión de que aquél podía ser un gran día.

Laura y Natalia llegaron minutos después, entraron charlando animadamente. Claudia y Cruz ocupaban una de las mesas, junto a ellas, en la de al lado, Alba y Teresa, acababan de tomar asiento. La enfermera observó que Claudia llamaba la atención de Natalia para que se sentase junto a ellas, casi al mismo momento en que Teresa hizo lo propio, debía decirle que llamase a su madre.

- Vaya ¡qué solicitada estás! – le dijo Laura bromeando, al ver que la pediatra no sabía dónde dirigirse.

- ¿Qué quieres tomar? – le preguntó sonriendo.

- Deja que ya voy yo, tú a escoger mesa.

- ¡Problemas de ser Jefa! – rio bromeando también. Saludó con la mano a Cruz y Claudia y les hizo una indicación de que ahora hablaba con ellas – buenos días – dijo colocándose al lado de la recepcionista y viendo sus caras y la manzanilla de Alba añadió – ya veo que para unas mejor que para otras ¿qué tal esos callos?

- Una noche de perros, ¡de perros! – respondió la enfermera – estaban exquisitos, pero...

- ¡Qué exagerada que eres hija! tampoco es para tanto.

- Tú que estás acostumbrada Teresa, pero yo hace años que no comía algo tan... contundente – se justificó – no he pegado ojo en toda la noche.

- ¿Puedo? – preguntó Claudia sentándose con ellas, Cruz había subido a su despacho.

- Claro, siéntate – la invitó Natalia – Alba que no ha pegado ojo en toda la noche por los callos de Teresa.

- Dejadme hueco – dijo a su vez Laura llegando con los cafés - ¿qué tal la cena? – preguntó dirigiéndose a Teresa y Alba que empezaron a contarle.

- Nat – llamó su atención Claudia haciendo un aparte – tenemos que ver lo de los chicos que ingresan hoy y Cruz quiere que le subas al despacho el fax que te quedaste ayer.

- Es cierto, se me pasó – confesó – pero tendrá que esperar porque ahora voy al campamento.

- ¿Si? – intervino Alba ilusionada que estaba pendiente más de la conversación de ellas que de la que mantenía con Laura. Sus ojos cobraron brillo, no esperaba trabajar junto a ella.

- Sí, tengo que ver a Isabel, - explicó - pero estaré poco rato – se dirigió a Claudia – quiero estar aquí antes de las diez, porque luego voy al centro.

Fernando y Mónica llegaron hasta ellas. El médico estaba nervioso porque ya llegaba tarde a su reunión con Isabel.

- Tranquilo - le dijo Mónica – nos vamos en un minuto. Nat tenemos que vernos para que te firme lo que me dijiste ayer.

- Si, tranquila que voy ahora al campamento.

- ¿Vienes con nosotros?

- Si - dijo, pero al ver la cara de angustia de Fernando añadió - pero adelantaos vosotros que primero tengo que ver a Cruz.

- Voy a cambiarme – se levantó Alba con rapidez seguida de Laura.

- Esperad – pidió Natalia – Laura deberías quedarte aquí. Quiero que estés presente en los ingresos, eres la coordinadora y de aquí en adelante te encargaras tú de organizar todos los viajes.

- Por mí perfecto – dijo mirando a Fernando.

- ¿Nos vamos entonces? – preguntó el médico mirando a Mónica y Alba. Ambas asintieron.

- Espera Fernando - pidió de nuevo Natalia – Alba se viene conmigo en el coche – dijo ante la sorpresa de la enfermera – tengo que... comentarle unas cosillas de su contrato – la sorpresa de Alba fue en aumento "¿contrato? Pero si habían quedado en.." – si no te importa – le dijo Natalia a ella.

- Yo lo que me digáis – aceptó con una sonrisa, no se esperaba aquello.

- Bueno pues... de nuevo solos – sonrió Fernando a Mónica – Nos vemos allí, Nat.

- Si, si, hasta ahora – respondió viéndolos alejarse.

- Yo voy a cambiarme – intervino Laura rompiendo el silencio que se había creado tras la marcha de los dos.

- Voy contigo – dijo Alba.

Una vez solas Teresa y Natalia miraron a Natalia con reprobación cada una por motivos diferentes.

- ¿Qué pasa? – preguntó viendo sus caras.

- No has dormido nada en toda la noche ¿verdad? – empezó Claudia y Teresa la apoyó asintiendo con la cabeza.

Natalia suspiró, cansada de escuchar siempre lo mismo.

- Lo intenté, pero estoy nerviosa, no puedo evitarlo, y no soy capaz de pegar ojo. Ya me gustaría verte a ti en mi situación, a ver lo que dormías – le dijo ligeramente molesta.

- Deberías hablar con Vero.

- Hago todo lo que me dijo contra el insomnio, pero no sirve de nada.

- Digo para que te mande algo.

- Claudia tiene razón.

- Ya veremos – dijo Natalia cansada y decidida a cambiar de tema se dirigió a la recepcionista – Teresa, necesito que me hagas una reserva en este hotel – le pidió tendiéndole un papel - y que me busques un vuelo para esta noche.

- ¿Para esta noche? Pero...

- Tú inténtalo - dijo y mirando a Claudia que se levantaba añadió – algo bueno tiene no dormir, creo que he solucionado nuestros problemas con el crédito.

- Ahí te quedas – le respondió la neuróloga sin hacer más comentario - Búscame cuando vuelvas del campamento que veamos eso.

- Vale. Claudia... no te enfades.

La miró y meneó la cabeza haciéndole un gesto con los ojos, no se enfadaba, pero no podía evitar preocuparse.

- ¿Qué te traes con Alba? – le preguntó Teresa sin tapujos una vez solas.

- ¿Con Alba! nada ¿qué voy a traerme! es necesario que conozca los detalles de su contrato.

- Claro, y yo me chupo el dedo – saltó irónica – Nat, por favor, a mí no me engañas. Alba ya me ha contado que se va en quince días, que te lo ha dicho y que no le vas a hacer contrato como a los demás.

- Primero, no creo que se vaya en quince días, me dijo que se quedaría hasta que le encontrase sustituta – sonrió con cierta malicia – y, segundo, tengo que hacerle un contrato, quiera ella o no quiera, aunque sea para quince días, ¿imaginas lo que pasaría si le ocurriese cualquier cosa allí? – preguntó retóricamente – ya me imagino los titulares si se entera la prensa.

- ¿Qué le va a pasar?

- Aunque sea que una torcedura de tobillo – explicó – que esté dada de alta no es suficiente.

- Nat..., Alba se va a ir, te guste o no, y no debes hacer nada por evitarlo – le dijo adivinando sus intenciones. La pediatra la miró con el ceño fruncido. No le gustaba que Teresa pretendiese siempre adivinar sus pensamientos.

- Si tardo en buscar a alguien es por falta de tiempo, no por lo que tu imaginas – le respondió enfadada – además creo que se precipita, y creo que le gusta este trabajo.

- ¿El trabajo? – volvió a usar ese tonillo irónico que exasperaba a Natalia – ¿Crees que Alba está aquí por el trabajo? Alba no te ha olvidado, y no estoy segura de que tú lo hayas hecho – le dijo con sinceridad y preocupación.

- Teresa, ¡por favor! a veces consigues ofenderme – respondió airada – mientras Ana esté en mi vida jamás intentaré nada con nadie.

- Bueno, bueno no te alteres, yo solo digo que tengas cuidado, creo que ella no lo tiene tan claro.

- ¿Te ha dicho algo? – le preguntó con demasiado interés para el gusto de la recepcionista.

- A mi nada – respondió – pero... Nat... hay algo en ella que... no sé. No sé si tú lo has notado, pero...

- Pero ¿qué?

- Tengo la sensación de que no ha vuelto por lo que dice, creo que le pasa algo. He intentado que me lo cuente, pero no lo he conseguido.

- Pero tu ¿qué crees que...? – empezó a preguntar con una mezcla de curiosidad y preocupación.

- A veces creo que quiere arreglar las cosas que dejó pendientes – la interrumpió conocedora de lo que iba a preguntarle - parece que intenta despedirse, como si nunca fuera a volver.

- Si hace como la última vez y tarda cinco años, no me extraña nada – comentó con aire despectivo y cierto resentimiento.

- Hija, hablas como si te diera igual.

- Es que me da igual, Teresa - sentenció - ya os lo dije a Cruz y a ti, aunque veo que no me crees.

- Le dije que no iba a dejarla que te hiciera daño – confesó – y a ti te digo lo mismo.

Natalia se quedó mirándola fijamente, Teresa comprobó que su mirada se oscurecía, hasta tal punto que temió una respuesta airada de la pediatra, sin embargo, cuando habló lo hizo con tal abatimiento que la recepcionista se arrepintió de lo que le había contado.

- Yo ya le hice todo el daño que pude. Por eso me dejó – confesó bajando la vista para que no le leyera lo que pasaba por su mente – y... tranquila... que no voy a dejar que se repita.

- Yo sé lo que vi el viernes, Nat. Y me da igual lo que me digas. Vi tu cara.

- Teresa – suspiró cansada – creo que te confundes. Yo también vi tu cara. ¿Acaso no te sorprendiste tú? – le dijo - Es cierto que me impresionó su vuelta. Y, también lo es que no puedo evitar que los recuerdos vuelvan a mi mente, incluso es cierto que me gusta charlar con ella, siempre me gustó. Pero, te lo pido por favor, no te montes películas. Las dos somos mayorcitas y sabemos dónde estamos.

- Nat, ten cuidado y no juegues con ella. Creo que no está en un buen momento – le aconsejó.

Natalia volvió a mirarla con atención. Le dolía que Teresa pensase así de ella, pero se lo tenía merecido. La recepcionista descubrió la preocupación en sus ojos, y se despertaron sus señales de alerta. Conocía muy bien a la pediatra y sabía que esa falta de sueño se debía a algo más que los problemas con la clínica.

- No voy a jugar con nadie – le dijo al cabo de un segundo - tengo que marcharme. Hazme esa reserva por favor.

Natalia giró su silla y salió de allí a toda prisa. Nerviosa por la conversación mantenida y pensativa. Tras las palabras de Teresa, se arrepentía de haberle pedido a Alba que fuese en su coche, no porque no lo desease, sino porque temía lo que pudiera decirle. Nunca lo reconocería públicamente, pero la vuelta de Alba le estaba trayendo más de un quebradero de cabeza.



----------



Alba salió del vestuario con la ropa de trabajo. Miró a un lado y otro por si a Natalia se le había ocurrido ir a esperarla, pero no estaba. Fue a la cafetería que estaba prácticamente vacía y ni rastro de ella. Miró el reloj, temerosa de haber tardado demasiado, conocedora de que había charlado con Laura unos minutos antes de cambiarse, y que la pediatra se hubiese marchado sin esperarla, pero solo había transcurrido algo más de un cuarto de hora. Fue a recepción, si Teresa estaba allí quizás le dijese dónde estaba Natalia.

- Teresa, ¿sabes dónde está Nat?

- En el despacho de Cruz. Acaba de llamarme, dice que la esperes aquí.

- ¡Ah! ¡qué susto! – dijo aliviada – creí que se había marchado sin mí.

- Nunca haría eso.

Alba sonrió, iba a preguntarle sobre ese comentario cuando la pediatra salió del ascensor.

- ¿Nos vamos? - dijo dirigiéndose a la enfermera.

- Cuando tú digas.

- Teresa, ¿has conseguido...?

- Estoy en ello Nat, en cuanto sepa algo te llamo.

- Gracias. Si me llama alguien vuelvo en un par de horas.

- Nat – empezó Alba saliendo ya ambas por la puerta – ¿qué es eso de mi contrato?

- Nada, una excusa para enseñarte el coche – le confesó con una sonrisa – me gusta cumplir mis promesas.

"Será ahora", pensó la enfermera, pero guardó silencio. Natalia la miró y le dio la sensación de que estaba incómoda.

- Alba, en realidad, si quiero hablarte del contrato – le dijo con la intención de que no creyese que pretendía quedarse a solas con ella - Ya se lo que me dijiste anoche. Pero, entiéndeme, no puedo correr riesgos.

- Si te entiendo, pero yo no voy a pedir ningún informe y, según tú, sin él no puedes contratarme.

- Bueno, de momento, firmarás sin esa documentación. Ya lo justificaré yo. Pero si te quedas más tiempo...

- Ya te he dicho que eso es imposible.

- Vale, pero ¿firmarás si no te hago pedir el informe a tu superior?

- Si.

- Entonces todo arreglado. Y si se da el caso ya veremos lo que hacemos.

Alba la observó. Tenía la sensación de que Natalia estaba empeñada en que se quedase a trabajar en la Clínica y eso era imposible. Llegaron al coche, Alba se quedó sorprendida de lo que veía.

- ¡Vaya coche! – exclamó – costará un pastón.

- En realidad, me lo regaló mi padre hace un par de años – le confesó con algo de vergüenza, recordaba lo que Alba pensaba de ese tipo de regalos – creo que hoy puede costar entre 80 y 100.000 euros.

- ¡Joder! – no pudo evitar la exclamación ni el pensamiento de lo que podría hacerse en Jinja con ese dineral – Si, Margarette hubiese sabido que hay gente capaz de pagar eso por un coche... - dijo casi para sí - ¿sabes que allí los ... los...? - iba a decir impedidos que era como los llamaban allí, pero se cortó - vamos que allí cuando alguien no puede moverse tiene suerte de tener una tabla y cuadro cojinetes.

- Alba, no te sientas incómoda cada vez que tengas que hablar de mi invalidez. Lo tengo asumido – la enfermera asintió un poco azorada y entró en el coche, "¿quién será Margarette?", no pudo evitar pensar la pediatra – mira es todo eléctrico – le explicó con normalidad intentando que la tensión creada desapareciera.

- ¡Qué pasada! Y eso ¿qué es! sí parece lo de las consolas...

Natalia rio ante ese aire entre inocente e infantil de Alba. Siempre le había gustado esa capacidad suya de sorprenderse, como la de un niño al que le vas descubriendo el mundo.

- Casi – es un sistema de conducción mediante un joystick automático para que pueda acelerar o frenar usando solo los dedos – explicó arrancando el coche. Notó que Alba se agarraba al borde del asiento e interpretó que estaba asustada

– Mira tiene un cambio táctil digital, por eso da la sensación de que las ruedas delanteras estén al aire en posición de parada, no se necesita nada de fuerza para moverla – continuó dirigiéndose a la salida.

- Nat, ¿dónde puedo echar este asiento hacia delante? – preguntó mirando a uno y otro lado sin encontrar una palanca para poder accionar.

- Espera – le dijo dándole a un pequeño botón situado junto a ella – es que a Vero le gusta así – continuó justificando la posición tan retirada del asiento.

- ¿Vero? – preguntó haciéndose la despistada - ¿te refieres a Verónica Solé, la psiquiatra de la tele?

- Si – respondió Natalia torciendo la boca en una mueca picarona. ¿Qué pretendía Alba disimulando! ¿intentar sonsacarla! decidió contraatacar - ¿no la recuerdas! ya la conoces.

- Si, si – confirmó, sonrojándose, al verse descubierta y pensando "claro que la conozco, en la inauguración, ayer buscándote ... la montas en tu coche...y luego me dirá Teresa que solo es tu psiquiatra" – Mi madre me ha hablado de ella – le dijo, si Natalia no había cambiado picaría su curiosidad.

- Y, ¿qué te ha dicho? – no pudo evitar preguntar.

- Que tiene un programa de psiquiatría y que lo ve bastante gente – contó – dice que sale en las revistas.

- Sí que tiene éxito – dijo en un tono que Alba interpretó como que le molestaba.

- ¿Desde cuándo te codeas con famosos?

- ¿Yo? Desde siempre – bromeó y tras un instante confesó – la prensa es un coñazo, fui yo la que convencí a Vero para que aceptara ese programa, profesionalmente está contenta, pero no la dejan en paz. Los inconvenientes de ser tan guapa – río.

- ¿Te parece guapa? – le preguntó disimulando lo ligeramente molesta que se había sentido con el comentario.

- Si. ¿A ti no?

- Creía recordar que no te gustaban exuberantes – le dijo con ironía haciéndola recordar un comentario que hizo hace años y provocándole una sonrisa, - a mi como tú decías, me gustan más normalitas – siguió con retintín.

- ¡Vaya! Gracias otra vez – le respondió en el mismo todo de la enfermera – ya van dos días y dos veces que me dices fea.

- ¿Es difícil conducir esto? – preguntó ignorando su comentario, no tenía ninguna intención de seguir con ese juego – En Jinja usábamos unos trastos que ya quisiera yo que los vieras...

- Es muy fácil – comentó, pensando "¡cobarde!". Tras un instante de silencio entre ambas siguió - La verdad es que al principio no quería ni oír hablar de subirme a un coche, fue Vero la que lo consiguió, si no hubiera sido por ella... - lo contó con un tono tan triste que enterneció a Alba, la enfermera tuvo la tentación de posar su mano sobre la de ella en señal de comprensión, pero se detuvo en el aire, Natalia debía haberlo pasado muy mal y conociéndola el que lo confesase así debía de costarle trabajo - ¿qué trastos? – preguntó la pediatra con curiosidad rompiendo el silencio que se había establecido entre las dos tras su comentario.

- Pues trastos, unos camiones y unos jeep tan viejos y destartalados que llegabas antes andando que en ellos. Margarette siempre se reía de mí – sonrió nostálgicamente recordando algunas de las carreras que había echado con ella y en las que siempre había perdido.

- ¿Quién es Margarette? – preguntó sin poder evitar la curiosidad "mucho hablas de ella", pensó.

- Una amiga – explicó en tal tono que Natalia la miró de reojo, le pareció descubrir una expresión de tristeza en su rostro.

- ¿La echas de menos?

- Si. Muchísimo – suspiró.

- ¿Por eso quieres volver? – ahora sí que Natalia había cambiado a un tono mucho menos distante y más interesado por ella, tanto que Alba lo recibió con agrado, sorprendida, no contestó pero bajó la guardia permitiendo que el dolor se reflejase en su cara.

Natalia guardó silencio, un silencio de respeto a los sentimientos de la enfermera fuesen los que fuesen, esperando que ella dijese algo, notó que Alba la miraba de reojo, y ella hizo lo propio, conocía aquella expresión mezcla de tristeza y dolor.

- Debe ser duro vivir aquí y que tu mujer viva en otro sitio – preguntó de pronto dejando a Natalia completamente descolocada. Tras unos segundos que a Alba se le hicieron interminables, pensando que había metido la pata, Natalia respondió.

- Siempre es duro vivir separada de la persona a la que quieres – "Si supieras lo que he pasado intentando olvidarte", pensó Natalia.

Su voz susurrante y su tono intenso provocaron un nudo en la garganta de la enfermera. Le había quedado claro, Natalia quería a su mujer, quizás no hablase de ella, pero conociéndola sería para que los demás no descubriesen lo difícil que se le hacía estar separadas.

- Si – dijo Alba finalmente pensando en esos cinco años, en sus esfuerzos por olvidarla, por no saber de ella, por rehacer su vida.

- No te pongas triste – respondió Natalia interpretando que añoraba a Margarette – quince días pasan volando y pronto estarás otra vez allí.

- ¿Sabes una cosa? – le preguntó con dulzura – me alegra que podamos hablar así tu y yo.

Natalia asintió con cierto aire nostálgico. No sabía si hacerlo, pero finalmente se decidió.

- Alba, ¿puedo hacerte una pregunta personal? – dijo con cierto reparo. La enfermera se encogió de hombros haciendo una graciosa mueca. "Dispara", pensó - ¿Tú... estás bien! quiero decir que..., ¿no has vuelto porque estés enferma ni nada de eso?

- No, ¡claro qué no! – sonrió contenta del interés de Natalia - ¿de dónde has sacado esa idea! solo necesito descansar un tiempo – le contó aún con la sonrisa en los labios. "Mato a Teresa, menudo ridículo me ha hecho hacer, si la culpa es mía por escucharla", pensó casi sin escuchar el resto de la explicación – han sido cinco años muy duros, sobre todo al principio, y de mucho trabajo...

- Ya imagino...

- No lo creo, no creo que nadie que esté aquí pueda ni imaginar lo que es aquello – su mirada se endureció al mismo tiempo que su voz – aquí no sabéis ni la mitad.

Natalia no supo que responder, solo hizo un ligero gesto de asentimiento y esperó que Alba le contara algo más, pero la enfermera miró al frente y calló durante unos minutos.

- ¿Puedo yo preguntarte algo? – dijo al fin Alba.

- ¿Más? – bromeó Natalia – creía que ya te habían puesto al día de todo.

- No creas – sonrió – no sé cómo lo has conseguido pero hasta Teresa se ha vuelto prudente – continuó intentando mantener el tono bromista de la pediatra – en serio Nat, me alegra ver que estás rodeada de buenos amigos que te respetan y te quieren – confesó "si vieras cómo han saltado cuando han creído que pretendía saber demasiado", pensó.

- Si – respondió con aire reflexivo – la verdad es que tienes razón, aunque a veces no se valorar lo que tengo – comentó pensando en sus absurdas dudas sobre Claudia de la noche anterior – siempre lo hago tarde, cuando lo pierdo – casi murmuró para sí, perdiendo la vista en la carretera. Alba la miró intentado adivinar sus pensamientos, tenía la sensación de que Natalia se había referido a ella al decirle aquello.

- ¡Cuidado, Nat! – gritó - ¡no te distraigas! – le pidió ligeramente asustada.

- Tranquila que no lo hago – "¿Cómo no voy a distraerme?" pensó - ¿qué querías preguntarme?

- Por eso que dijo aquél periodista... en la inauguración – empezó titubeante - ¿recuerdas?

- Dijeron muchas cosas ¿a qué te refieres?

- Al que habló de las pintadas en ... en casa – se explicó con cierto temor al ver el gesto hosco que le ponía la pediatra, estaba claro que le incomodaba hablar del tema – pasé el fin de semana por allí y ... y las vi.

- Ya... - arrastró la palabra con el ceño fruncido, Alba la conocía lo suficiente como para saber que no quería hablar del tema, pero ella necesitaba enterarse de lo que pasaba.

- ¿Por qué te amenazan?

- No me amenazan – mintió – será algún pirado que me vio en las noticias.

- Ya... - fue ahora la enfermera la que arrastró la palabra indicándole que no la creía.

- No lo sé – reconoció Natalia al cabo de un instante – te juro que no lo sé – repitió.

Alba notó su tono sincero y preocupado.

- ¿Pero has pensado quién pude ser! no sé un familiar de algún paciente, en algún compañero resentido... - propuso intentando ayudar.

- Alba, hace más de tres años de esto, hemos pensado en todo – dijo con cansancio – Isabel no encuentra ninguna relación – explicó y sonriendo añadió sarcásticamente - será uno de mis múltiples fans, últimamente tengo bastantes - Alba se dio cuenta de que esa pose de indiferencia y de humor negro escondía lo mal que lo estaba pasando, la angustia que sentía y que ella aún sabía leer en el tono sus palabras.

- Estás asustada ¿verdad? – le dijo con dulzura.

- No – fue su primera respuesta – ya estoy acostumbrada – añadió con aparente calma.

- Hay cosas a las que nunca se acostumbra uno – le reconoció la enfermera con nostalgia, "como a vivir sin ti", pensó.

- Bueno... - comenzó con intención de llevarle la contraria, pero guardó silencio, "me acostumbré a tu ausencia, me acostumbré a estar en esta silla, me puedo acostumbrar a cualquier cosa..." reflexionó.

- Nat... cuando deje la Clínica... me quedaré en Madrid un tiempo – le confesó inesperadamente, sentía la necesidad de serle sincera.

- No entiendo... entonces... ¿por qué quieres dejar la Clínica? – preguntó sorprendida de aquella revelación.

- Ya te lo he dicho. Vine para descansar – insistió.

- Y... si querías descansar... ¿por qué te presentaste al trabajo? – volvió a preguntar desconcertada por las contradicciones de la enfermera.

- ¿La verdad! no lo sé – reconoció – me pilló de improviso la propuesta de Laura y cuando me dijo que era en una clínica tuya... no sé... sentí que quería verte... quería ver si podía verte sin... sin...

- ¿Odiarme? – la interrumpió.

- ¡No! nunca te odié – mintió, pero esa necesidad inexplicable de serle sincera le pudo de nuevo – bueno... un poco sí que lo hice, sobre todo al principio, pero quería decir, verte sin rencores, verte... como amiga.

- Claro – dijo la pediatra con la voz quebrada, "¿amigas?", pensó. Alba no entendía a qué se debía aquella emoción repentina.

- Nat, si necesitas algo... ya sé que no te hace falta... pero... si lo necesitas, pues eso que... ya que estoy aquí y...

- Gracias Alba – la interrumpió de nuevo intentando evitarle que siguiera ofreciéndose cuando en realidad notaba que le estaba resultando difícil y embarazoso – no te preocupes que no necesito nada.

Alba permaneció callada unos minutos, pensando en lo imbécil que era, tenía que ponerse nerviosa justo en el peor momento. La pediatra se mantenía atenta a la conducción y tampoco hacía ningún comentario. "¡Seguro! ha pensado que me ofrecí por compromiso, por quedar bien y aparentar naturalidad", cruzó por su mente la idea, haciéndola sentir aún más estúpida. Tenía el presentimiento de que la distancia entre ellas sería siempre abismal, que ese amor que sentía por ella, el amor que intentó ahogar poniendo tierra de por medio, marchándose a miles de kilómetros, había crecido en su interior a pesar de todos sus esfuerzos y que, a pesar de que ese amor era su tormento, también empezaba a estar convencida de que era lo único que podía devolverla a la vida, lo único que podía despertar su interior de la muerte que la embargaba.

- ¿Qué piensas? – rompió Natalia el silencio.

- Nada, una tontería – dijo mintiendo – en que no te había dicho lo bien que me lo pasé el viernes y en que me gustó la inauguración.

- ¡Vaya! gracias – respondió con tonillo irónico que molestó a Alba "no se lo ha tragado" – por tu cara quién lo diría – le comentó la pediatra torciendo la boca en una mueca de incredulidad.

- Me has pillado – dijo poniendo su mejor tono de sinceridad, aunque continuó mintiendo, ¡cómo iba a decirle lo que estaba pensando! – en realidad pensaba en lo que me has dicho de Isabel.

- No te preocupes por eso, Alba.

- No me preocupo – volvió a mentir "¡claro que me preocupa! un loco te está acosando y ¿no voy a preocuparme?" – solo pensaba en que Isabel parecía muy eficiente cuando la conocimos, seguro que termina encontrando quién es.

- Sí... - admitió – lo sé.

- No tengas miedo – le dijo cariñosa.

- No tengo miedo solo... - fue ahora ella la que sintió la necesidad de sincerarse – solo que, a veces, creo que lo hará demasiado tarde.

Ambas guardaron silencio.

- Resulta curioso – dijo Alba al cabo de un instante.

- ¿El qué?

- Los diferentes valores que tiene la vida humana.

- ¿A qué te refieres?

- Tú, aquí, con escolta todo el día, con una subinspectora investigando desde hace tres años, y... por lo que me dice Laura, en tu casa la seguridad es aún mayor – enumeró pensativa – y allí, lo fácil que es morir y la poca importancia que tiene la vida o la muerte.

- Sí – suspiró admitiéndolo – sería mucho más barato y cómodo para todos que ese loco consiguiera su objetivo cuanto antes ¿no crees? – respondió recurriendo de nuevo al sarcasmo.

- ¡No he querido decir eso! – exclamó molesta.

- No, si tienes razón – suavizó el tono – Con el dinero de todos esos sueldos y con el dinero que me gasto mensualmente en seguridad se podrían salvar muchas vidas – reconoció pensativa – pero... ya ves... aquí sigo derrochando. Tu pija ha cambiado poco.

- ¿Por qué estás siempre a la defensiva? – preguntó enfadada cortándola – yo solo...

- Y tú por qué no dejas de preguntar de mi vida – le espetó en el mismo tono, pero bajando la voz y más suave añadió – y me cuentas algo de la tuya. Laura me ha dicho que aquello es precioso y que a pesar de los malos ratos se lo ha pasado en grande.

- Sí, Laura tiene razón – dijo con melancolía.

- ¿Cómo es aquello?

- Como te ha dicho Laura.

- Y en cinco años ¿nunca has vuelto? – preguntó con interés.

- Vine hace tres años, pero... - confesó.

- Tres años – murmuró pensativa interrumpiéndola, qué coincidencia, hace tres años que ella... quizás Teresa le contó y volvió para verla, aunque luego se arrepintiera.

- Sí – dijo – mi madre se puso tan pasada que estuve aquí unos días, creo que no llegó ni a cinco – explicó – pero no podía pasar sin aquello. ¿Conoces esa sensación de estar haciendo lo que debes, de que tu vida tiene un sentido? Nunca había dormido tan bien hasta que llegué allí.

- "No, no sé lo que es eso". Alba... - empezó Natalia decidida a preguntarle por algo que deseaba saber desde que se marchó – ¿alguna vez tú has pensado...?

- ¡Mira! Allí está Sonia – la cortó con rapidez distinguiendo a lo lejos la silueta de la socióloga. No quería escuchar aquella pregunta, no quería responderla y, por encima de todo, no quería mentirle y, si le preguntaba lo que temía, tendría que ser sincera y eso era algo que no se podía permitir, al menos no por el momento.

Natalia se quedó callada, estaba dispuesta a preguntarle si alguna vez pensó en volver por ella, si alguna vez en esos cinco años se había acordado de ella, si sentía la necesidad de repasar cada uno de los buenos momentos que vivieron juntas, si pensaba en ellas como la pareja que fueron, pero se percató del quite que le hizo la enfermera y optó por no forzar la situación. No iba a obligarla a decir nada que no quisiese, en el fondo ella tampoco quería reconocerle ni contarle nada de aquél tiempo en el que se volvió loca, en el que renunció a todo para llorar su ausencia. No quería reconocerle que hubo un tiempo en que creció amándola, en el que creyó que la amaría lo que le restara de vida, aunque no la tuviera, aunque ella la despreciara, pero luego sufrió el lado más cruel del amor, y aún así, no flaqueó, y sintió que la esperaría toda la vida. Había guardado mucho tiempo esos sentimientos en el fondo de su corazón, tan en el fondo, que ahora que la tenía allí, a su lado, sentía que ya no podía llegar hasta ellos, que no podía hacerlos surgir de nuevo, que en el correr de los años ese amor se había ido perdiendo, que lo había ido viendo cada vez más lejos, que cada día de ausencia había sentido que perdía parte de su corazón, para acabar dándose cuenta que el amor que un día existió entre ambas, había sido algo maravilloso, algo irrepetible y algo que merecía guardar para siempre. Se juró que nunca amaría a nadie como la amó a ella, que la pureza de aquél amor solo era posible con una persona y que esa persona jamás regresaría. Pero ahora estaba ahí, junto a ella y se preguntaba si Alba habría guardado ese amor en el fondo de su corazón, como ella hizo aquél lejano día, en el que decidió seguir adelante con su vida.

Estaban entrando en la primera fila de chabolas y Natalia, tras la indicación de la enfermera distinguió a la socióloga junto a la de María José. Con cuidado detuvo el coche delante de ella, Alba se apresuró a descender y dirigirse a la puerta del conductor con la intención de ayudar a la pediatra que con habilidad ya había salido del vehículo y estaba descendiendo la plataforma para llegar al suelo. Alba la observó con cierto orgullo, Natalia parecía no haber perdido ese aire de seguridad que le permitía siempre dominar todas las situaciones. La pediatra cerró el coche y, con cierta dificultad, se dirigió hacia la entrada de la chabola en el mismo momento en que la anciana, alertada por el motor del coche, salía de la misma. La cara de la señora, siempre triste y ensimismada, cobró vida al verla, una enorme sonrisa, que dejó al descubierto la ausencia de un par de dientes, iluminó su rostro.

- ¡Niña! – exclamó abriendo sus brazos e intentando correr hacia ella – no, no ¡quédate ahí que te vas a hacer daño! – le indicó para que Natalia no intentase subir el pequeño escalón de acceso a la vivienda y que evitaba que se filtrase, los días de lluvia, más agua al interior de la que ya lo hacía por las innumerables goteras del techo - ¡niña! ¡qué alegría! – volvió a decir emocionada.

En los pocos minutos que llevaban allí Alba había escuchado de boca de María José muchas más palabras que en la media hora larga que había estado con ella el día anterior. No se sorprendió al ver a Natalia también abrazarse emocionada a la anciana, y su deseo de conocer más sobre ella y sobre la relación que habían establecido, aumentó.

- Te he traído algo – dijo Natalia con una sonrisa separándose de ella.

- ¿Pasas entonces? – preguntó ilusionada – Me dijeron que sería difícil que volvieras, pero no les creí – contó cogiéndola de manos con los ojos tan humedecidos como los de Natalia.

- ¿Sigue viniendo a verte Mara? – le preguntó la pediatra con interés intentando controlar sus emociones.

- Casi todas las tardes, siempre que su abuela se lo permite – le explicó.

- Espera un momento – le pidió la pediatra dirigiéndose de nuevo al coche, frente a la atenta mirada de Alba y Sonia que se habían convertido en espectadoras del emotivo reencuentro. Natalia abrió la parte trasera del vehículo y sacó, con dificultad, dos paquetes, regresando después junto a María José – toma, esto es para ti.

- ¿Es lo que imagino? – preguntó con una mezcla de emoción y satisfacción que la hizo parecer mucho más joven. Natalia asintió.

- Sí, espero que te guste – esbozó una sonrisa con algo de timidez.

- Si te gustó a ti, seguro que me encantará – dijo abrazándose a él sin abrirlo.

- Y... esto para Mara – Natalia le tendió el otro paquete – dáselo cuando la veas.

- ¿Por qué no la buscas y se lo das tú? – preguntó la anciana con dulzura – le hará más ilusión.

- Tengo poco tiempo y... necesito hablar contigo – respondió haciendo el movimiento para iniciar la subida del escalón de acceso a la chabola, pero se detuvo en el intento con un gesto de dolor reflejado en su cara.

- Espera que te ayude – corrió Alba hacia ella preocupada, debía seguir doliéndole el hombro.

- ¡No! – dijo Sonia - ¡déjame a mí! - casi la empujó.

La enfermera la miró con cierto enfado, pero se retiró y la dejó hacer. Desde que se había encontrado con ella la socióloga se comportaba de una forma diferente a la del día anterior, había perdido la tranquilidad y aplomo que las sorprendieran a Laura y ella y se movía nerviosa entorno a Natalia, que parecía no darse cuenta de la situación.

- Gracias, Sonia – dijo Natalia tirando de ella de la mano para que se agachase y poder besarla en la mejilla – me alegro de verte – la saludó, hasta entonces solo había tenido ojos para María José.

Sonia sonrió agradecida por aquél momento de atención y se quedó mirándola sin decir nada. Alba no pudo evitar sentir celos de aquella joven que parecía embelesada por Natalia.

- Salgo en un momento – dijo la pediatra dirigiéndose a las dos, indicándoles que su conversación con María José era privada.

Ambas aguardaron en la entrada sin dirigirse la palabra. Fue Alba la que, al cabo de unos minutos, se decidió a preguntar.

- Sonia, ¿con qué estás! ¿con el censo?

- Sí, he empezado por aquí, y me queda toda aquella fila de este sector.

- Sigue si quieres – le dijo solícita – ya me encargo yo de Nat... digo por si necesita ayuda.

- No. Tranquila. Hay tiempo – se explicó negándose a marcharse – Fernando ya me ha dicho que no cree que empecemos con las vacunaciones hasta que no se incorpore la jefa de Pediatría.

- Y eso ¿por qué?

- No sé.... Pero creo que es porque Laura va a tener que hacer algunos viajes para acompañar a los niños en su vuelta y quizás Mónica también vaya... pero no me hagas mucho caso que aún creo que no está claro. Lo que si me ha dicho Fernando es que es mucho trabajo para ti y para él si os quedáis solos.

- Por mí no habría problema – comentó – ¡en peores puertos he hecho guardia! – exclamó recordando aquellas duras jornadas junto a Germán en las que los dos solos tenían que encargarse de cientos de refugiados.

- Bueno... aquí no hace falta llegar a esos extremos.

- Y ¿por qué no se viene Nat? – propuso – recuerdo que en el central era capaz de vacunar a doscientos niños en una mañana.

Sonia la miró con una sonrisa condescendiente y no respondió. A Alba le molestó aquella expresión de suficiencia y aquél silencio que decía más que cualquier respuesta. Sonia consideraba descabellada su idea. Parecía querer decirle que Natalia tenía cometidos mucho más importantes que ella ni siquiera era capaz de imaginar.

- ¿Sabes Sonia? – empezó molesta – creo que os equivocáis en tratar a Nat así.

- En tratarla ¿cómo! ¿qué quieres decir? – respondió también con un ligero enfado.

- Que la protegéis demasiado. Lo que Nat necesita es...

- ¿Tú quién crees que eres para decir lo que Nat necesita? – la cortó tajante - ¿quién crees que eres para cuestionarla a ella o a cualquiera de nosotros? – repitió alterada.

Natalia salió en ese mismo momento y Alba que ya tenía la respuesta en la punta de la lengua guardó silencio. La pediatra las observó con cierto aire interrogador notando que allí pasaba algo, pero ninguna de las dos hizo intención de darse por aludida.

- ¿Ocurre algo? – terminó por preguntar la pediatra.

- No – se apresuraron a responder ambas.

- Bueno... pues, vamos – dijo mirando a Alba – Isabel me está esperando.

- Si vámonos – dijo la enfermera.

- Sonia, ¿te vienes con nosotras? – se volvió Natalia hacia ella.

- Sí, voy con vosotras – decidió en el mismo momento que Natalia se lo proponía.

- Pero... ¿no decías que te quedaba toda aquella fila? – intervino Alba, deseosa de volver a quedarse a solas con la Pediatra.

- No... quiero decir que sí... que me queda eso... pero... luego vuelvo... acabo de acordarme... tengo que comentarle una cosa a Fernando y... - balbuceó buscando una excusa para montar en aquél coche y no dejar a Natalia sola con Alba. No entendía que le pasaba con la enfermera, ni siquiera le caía mal, más bien al contrario, siempre le había gustado la gente sincera, pero tenía una sensación desagradable cuando se trataba de Natalia y ella.

- Mujer, si es por eso, dime a mí lo que sea y ya se lo comento yo o... mejor... coge mi móvil y llámalo – dijo metiendo la mano en el bolso y ofreciéndole el aparato.

- No te preocupes – le sonrió abiertamente – prefiero ir al campamento y coger más hojas para rellenar, creo que me he traído pocas – mintió – además, así aprovecho y paso un rato contigo, no me importa volver luego andando. ¡Te prodigas tan poco por aquí, que da gusto verte recuperar las viejas costumbres! – le dijo con lo que a Alba le pareció demasiado descaro.

Natalia le devolvió la sonrisa agradecida y divertida por el comentario.

- Has cambiado de peinado – observó la pediatra – estás muy guapa así.

- Gracias – respondió Sonia mirándola con cara de boba, según creyó ver Alba.

"Lo que faltaba", pensó, "¿qué hace Nat?", ¿eran imaginaciones suyas, o la pediatra estaba tonteando con aquella chica! ¡si por lo menos era diez años menor que ella! además, Natalia estaba casada, cómo se atrevía a... no sabía cómo calificarlo, porque tampoco es que hubiese hecho o dicho nada fuera de lo normal, pero no podía evitar esa sensación de que entre ellas había algo más que una relación laboral, como ya le pasara el viernes con la tal Verónica.

Estaba inmersa en sus pensamientos y, cuando acordó a subirse al coche, Sonia se le había adelantado y ya ocupaba el asiento del acompañante. Montó detrás, con disgusto disimulado, y Natalia inició la marcha, estableciéndose un tenso silencio entre ellas. Alba, que se sentía incómoda por la situación, decidió entablar una conversación.

- Nat ¿quién es Mara? – preguntó con interés.

- Una niña de unos ocho años, ¿aún no la has conocido?

- Creo que no ... - respondió intentando hacer memoria, el día anterior había sido muy intenso y lo cierto es que no estaba segura de si la habría visto.

- No, no la conoces – intervino Sonia - No hemos tenido tiempo de recorrer todo esto – explicó dirigiéndose a Natalia y volviendo su cara al asiento trasero añadió – si quieres, esta tarde nos acercamos por la chabola de su abuela – se ofreció a la enfermera con amabilidad.

- Sí, me encantaría – respondió en el mismo tono de amabilidad, "no voy a ser menos", se dijo. – Nat, ¿qué era el paquete que le has traído? – volvió a preguntar curiosa.

- Un libro, a María José le encanta leer.

- ¡Vaya! – exclamó Alba, había imaginado muchas cosas, casi todas de ropa o comida, pero nunca se lo ocurrió aquello - ¿quién lo diría! es una señora curiosa.

- No – dijo Natalia – es una gran señora – sentenció sin añadir nada más dejando a ambas deseando saber.

- Se ve que te tiene apreció – comentó Alba intentando que Natalia terminase por contar la historia de María José.

- Y yo a ella – respondió con parquedad.

Alba volvió a esperar que Natalia contase algo más, pero estaba claro que no entraba en sus cálculos desvelar los secretos de la anciana.

- Y ¿qué le has traído a la niña?

- Muy curiosa estás tú hoy ¿no? – bromeó Natalia.

- Yo siempre – respondió Alba aceptando su comentario como una broma con una sonrisa que molestó a Sonia, Alba se percató observándola a través del espejo – ya me conoces – añadió en tono picarón dejando arrastrar las palabras a sabiendas de que la socióloga se molestaría más aún.

- Una tontería – respondió Natalia a su pregunta – un "atrapador" de sueños.

- ¿Un qué? – intervino Sonia interesada - ¿qué es eso?

- Sí, ¿qué es? – preguntó a su vez Alba

Natalia soltó una carcajada, parecían dos niñas peores que la propia Mara.

- Es una larga historia – explicó – y hemos llegado – añadió situando el coche frente al portón haciendo sonar el claxon para que le abriesen. Dos agentes de la policía nacional entornaron la puerta pequeña y al reconocerlas abrieron el portón.

- Pero resúmela o dinos al menos qué es eso – pidió Sonia.

- Otro día os la cuento entera – prometió – resumiendo Mara quiere que se cumplan sus sueños y entre María José y yo la convencimos de que para eso hacía falta un "atrapa sueños", un día me pidió uno y se me ha ocurrido traerle un caza mariposas.

Sonia la miró con devoción, admirada de que, con todo lo que tenía encima, se acordase siempre de cada detalle y cada charla con cada una de aquellas gentes. Simplemente, le parecía precioso que se acordase de ellos de esa forma. Alba, sin embargo, torció el gesto con reprobación, una vez que las tres estaban dentro y abajo del coche la enfermera no pudo evitar dar su opinión.

- ¿A ti te parece bien jugar así con una niña? Mira donde vive, mira la mierda que le rodea ¿crees que alguna vez saldrá de aquí con un cazamariposas? – dijo incapaz de contener la rabia que sentía.

Natalia la miró extrañada por aquella impetuosa reacción, empezaba a entender a qué se refería Fernando cuando habló con ella la tarde anterior, Alba se dio cuenta en el mismo momento de que se había excedido, esperó que Natalia le respondiese, pero la pediatra no lo hizo, se giró y cerró el coche sin darle mayor importancia. Sin embargo, Sonia tras cerciorarse de que Natalia no la ponía en su sitio, no pudo contenerse por más tiempo.

- ¿Tienes que estar siempre diciéndole a los demás lo que deben o no hacer? – saltó molesta con un ramalazo protector hacia Natalia, no pensaba tolerar que la juzgase de aquél modo – te has creído que...

- ¡Sonia! – intervino Natalia con rapidez - ¡déjalo! – le pidió interrumpiéndola, se había dado cuenta de la animadversión entre ambas y no estaba dispuesta a permitirlo – mira allí tienes a Fernando – señaló con la mano indicándole que se marchase y la dejara a solas con Alba.

Sonia le devolvió una mirada decepcionada y llena de reproches.

- Ahora nos vemos Nat – le dijo marchándose contrariada.

Cuando estaba lo suficientemente lejos como para no escucharlas, Natalia giró su silla hacia la enfermera.

- Alba – empezó – quiero que sepas que no es mi intención ni jugar ni reírme de nadie – le dijo completamente seria – quiero a esa niña y si por mi fuera ya no estaría aquí – confesó con un halo de tristeza que sorprendió a la enfermera – pero no se pueden hacer así las cosas – hizo una pausa - Te agradecería que no vuelvas a hablarme en ese tono y menos delante de mis empleados – volvió a detenerse unos segundos calibrando la reacción de ella y continuó – Quizás tengas razón y Mara nunca sea capaz de salir del ambiente en el que le ha tocado nacer y crecer, pero... por experiencia te digo que con ilusión y con esperanza, se pueden lograr muchas cosas. Quizás no tus sueños, sobre todo los que no dependen de ti – suspiró pensativa – pero como nunca lo logrará es si no cree que puede hacerlo.

- Nat... - dijo casi con lágrimas en los ojos por lo que entendía como una reprimenda – yo... lo siento – susurró.

- No pasa nada – le dijo con tranquilidad, quizás tenía razón Teresa y a Alba le ocurría algo – y... no hace falta que te pongas así, pero deberías relajarte un poco – le aconsejó – antes me has echado en cara que siempre estoy a la defensiva, no lo estés tu tampoco.

Alba movió la cabeza en gesto afirmativo aceptando sus palabras con una ligera actitud avergonzada.

- No quería cuestionarte delante de nadie – se disculpó.

- Y... otra cosa – continuó – Sonia no es "nadie", es alguien muy importante para mí y... me gustaría que hicieras un esfuerzo por llevarte bien con ella.

- Pero... si nos llevamos bien – protestó "si no estás delante, claro". ¿Por qué le decía aquello! primero le dice que es una empleada y que no le hable en ese tono delante de ella y luego que es importante en su vida, ¿a qué jugaba Natalia! pues... si quería juego lo iba a tener...

- Bueno... pues eso – le insistió sin convencimiento de que fuera cierta su respuesta – tranquilízate un poco.

- Lo siento Nat, es que... - iba a decirle que no se encontraba bien, que no era capaz de controlar esos arranques de mal humor que no mentía cuando decía que necesitaba descanso.

- Mira aquí están Mónica y Fernando – la interrumpió sin escucharla y la enfermera se sintió desesperada, quería hablar con ella. Natalia saludó a los recién llegados y acto seguido se despidió – Os dejo con vuestra tarea que me voy a ver a Isabel, ¿está en su despacho? – preguntó.

- Sí, pero ten cuidado que está de un humor de perros – rio Mónica.

- Está discutiendo con alguien por teléfono – le explicó Fernando.

- Mónica, si todo va bien quizás no vuelva hasta el viernes, encárgate tú de todo en la Clínica – le pidió la pediatra.

- Si, tranquila, que ya me he leído tu email, con todas las indicaciones – sonrió – por cierto, me parece una solución excelente.

- Gracias – le devolvió la sonrisa marchándose hacia los barracones.

- ¡Nat! – dijo Alba de pronto – esto... si no nos vemos más hoy... quiero decir aquí... ¿sigue en pie tu invitación a cenar? – preguntó consciente de lo que hacía ante la sorpresa de todos los presentes, incluida la propia Natalia, pero sobre todo de Sonia que giró la cabeza fulminando con la mirada a la pediatra, ésta se percató de ello.

- No, Alba – dijo con rotundidad y cierto nerviosismo – salgo... salgo para Zurich esta noche. No vuelvo hasta el viernes – explicó atropelladamente "¿qué pretendía Alba poniéndola en ese compromiso?".

- Buen viaje entonces – respondió la enfermera con naturalidad, como si no le importase la negativa, mirándola con una sonrisa. No sabía si tragarse lo del viaje, pero estaba claro que, una cosa era lo que Natalia le decía en privado y otra lo que quería que los demás supiesen de su relación con ella. Y en cierto modo la entendía. En ausencia de Laura nadie en el campamento parecía saber que habían sido pareja. Decidió ser más prudente de ahí en adelante. No quería que Natalia se enfadase con ella, aunque lo cierto era que la pediatra había cambiado, parecía más paciente y menos borde, y Alba tenía la sensación de que ya no era tan fácil exasperarla.

Sonia se mantuvo allí plantada con gesto contrariado. Alba la miró de reojo, empezaba a sospechar que entre ella y Natalia o había algo o, más bien, por la actitud de Natalia, lo había habido y que la joven no lo tenía superado.






Continue Reading

You'll Also Like

886K 104K 121
Después de que esa persona se fuera de su vida estaba sola. Pasó toda su adolescencia con ese hecho, y es que su condición la obligaba a no entablar...
193K 11K 18
El maldito NTR pocas veces hace justicia por los protagonistas que tienen ver a sus seres queridos siendo poseidos por otras personas, pero ¿Qué suce...
472K 7.1K 5
𝙃𝙤𝙪𝙨𝙚 𝙊𝙛 𝘽𝙡𝙖𝙘𝙠 || 𝐒𝐚𝐠𝐚 𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 "Ser una Black digna de su apellido" Madelyn siempre tuvo esos pensamientos al saber q...
504K 51.7K 129
La verdad esta idea es pervertida al comienzo, pero si le ves más a fondo en vastante tierno más que perverso. nop, no hay Lemon, ecchi obviamente, p...