La Clínica

By marlysaba2

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Adaptación de una historia muy fuerte pero hermosa... Esta historia original pertenece a Moniatic (Maca y Est... More

Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109
Capítulo 110
Capítulo 111
Capítulo 112
Capítulo 113
Capítulo 114
Capítulo 115
Capítulo 116
Capítulo 117
Capítulo 118
Capítulo 119
Capítulo 120
Capítulo 121
Capítulo 122
Capítulo 123
Capítulo 124
Capítulo 125
Capítulo 126
Capítulo 127
Capítulo 128
Capítulo 129
Capítulo 130
Capítulo 131
Capítulo 132
Capítulo 133
Capítulo 134
Capítulo 135
Capítulo 136
Capítulo 137
Capítulo 138
Capítulo 139
Capítulo 140
Capítulo 141
Capítulo 142
Capítulo 143
Capítulo 144
Capítulo 145
Capítulo 146
Capítulo 147
Capítulo 148
Capítulo 149
Capítulo 150
Capítulo 151
Capítulo 152
Capítulo 153
Capítulo 154
Capítulo 155
Capítulo 156
Capítulo 157
Capítulo 158
Capítulo 159
Capítulo 160
Capítulo 161
Capítulo 162
Capítulo 163 - FINAL

Capítulo 1

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By marlysaba2


Natalia se movía nerviosa por su despacho, ¡por fin iba a ver cumplido su sueño! había llegado el día, el gran día. Su mente volaba de un detalle a otro, repasándolo todo con minuciosidad, debía salir perfecto. Unos golpes en la puerta interrumpieron su repaso.

- ¿Se puede? – dijo Claudia asomando la cabeza por la puerta con una enorme sonrisa.

- ¡Claro! pasa, pasa – respondió igualmente sonriente - ¿qué? Me vas a dar una alegría o tendré que suplicarte un poquito más.

- Bueno... si piensas seguir sobornándome con cenitas, viajecitos y regalitos quizás tarde en darte una respuesta un par de semanitas más.

- ¡Claudia! – protestó – no juegues conmigo que hoy estoy muy, pero que muy nerviosa.

- Pero ¿por qué! si está todo a punto. Mónica está haciendo un trabajo excelente, la verdad es que acertaste en proponerle ser tu socia, yo nunca hubiera creído que... - se interrumpió al escuchar que abrían la puerta, Mónica entró como una exhalación.

- Nat, Nat esto no puede seguir así – dijo con nerviosismo – esta tarde inauguramos y mañana el servicio debería estar activo y seguimos sin enfermera para el segundo equipo, nos falta personal en neurología, en pediatría también hace falta alguien al menos hasta que tu... – dudó un instante y cambió el discurso- me prometiste que hoy estaría todo solucionado y...

- Por lo de neurología no te preocupes que acabo de aceptar vuestra oferta – dijo mirado a Natalia y guiñándole un ojo.

- ¡Menos mal! – exclamó Mónica aliviada - ¿qué vamos a hacer con la enfermera! no todo el mundo está dispuesto a participar en algo así y, o estamos dos equipos al completo, o no vamos a poder desarrollar el proyecto y sabes que si no lo hacemos...

- Si, si, lo sé, Mónica, nos quedamos sin subvención – la interrumpió preocupada

– Déjame un poco más de tiempo, estoy en ello, estoy en ello.

- Bueno, yo os dejo que tenéis mucho trabajo – interrumpió Claudia levantándose - ¿te recojo para comer o ya tienes plan?

- Si, recógeme, por favor – dijo sonriendo – tenemos que hablar de tu contrato.

- De acuerdo, ¿a las dos está bien?

- Si, perfecto.

- Bueno Nat ¿qué hacemos? – preguntó tras ver como Claudia cerraba la puerta.

- En primer lugar, tranquilízate, que te va a dar algo, y en segundo lugar, deja que me encargue yo de la enfermera y de la plaza de pediatría.

- Pero Nat... no tenemos tiempo.

- Lo sé, lo sé – dijo mirando impotente hacia abajo – en esta mañana lo de pediatría puede quedarse resuelto, lo de la enfermera es más problemático.

- Pero es que lo de la enfermera es lo que más prisa corre – protestó – Fernando dice que no puede organizar el departamento solo conmigo, y Laura aún no ha llegado.

- Bueno, tranquila – respondió – Laura llega en una hora y me aseguró que estaría aquí esta tarde y...

- Teníamos que haber retrasado la inauguración una semana al menos – suspiró cansada.

- Ya... - dijo pensativa – pero Mónica ya sabes que yo...

- No me hagas caso – la interrumpió – sé que lo arreglarás y que saldrá todo perfecto – añadió sonriendo, se levantó y se acercó a darle un beso – voy para abajo que quedan cosas por organizar.

- Gracias, Mónica – le devolvió la sonrisa – mándame a Fernando, por favor, y si ves a Cruz dile que la estoy esperando.

Mónica salió del despacho y Natalia cogió el teléfono, Adela había quedado en pasarse a las diez y eran las once y aún no había aparecido. Adela había sido su mejor amiga en la Facultad, su compañera inseparable en aquellas largas tardes de estudio. Incluso hicieron la residencia juntas en Sevilla. Había sido Fernando el que propuso su nombre para ocupar la plaza de Natalia en pediatría; al principio Natalia no se mostró muy convencida, no tenía ganas de remover viejas historias, pero lo cierto es que Adela tenía un currículum intachable y que se había hecho un nombre entre los pediatras más afamados de España gracias a sus estudios sobre la epilepsia infantil. Trabajaba en la Clínica Universitaria de Navarra y colaboraba con la Facultad de Medicina. Cuando Natalia la llamó para que se sumase a su proyecto, se alegró de saber de ella, pero declinó la oferta con cortesía. Sin embargo, días después Natalia recibía la llamada de Adela en la que le pedía que le mandase todos los detalles del proyecto, y si le convencía, quizás se lo pensase. Había quedado en ir a Madrid en esa misma mañana y darle una respuesta definitiva, además, decidiese lo que decidiese Natalia la había invitado a la inauguración. Su retraso empezaba a preocupar a Natalia, que volvió a marcar el número de su móvil, daba señal, pero al otro lado nadie respondía.

La puerta volvió a abrirse, apareció Cruz y, al verla al teléfono, hizo una seña de volver luego, pero Natalia negó con la cabeza y le dijo que entrase. Cruz se sentó frente a la pediatra con una sonrisa en los labios. Natalia colgó preocupada.

- Adela, - explicó- que no responde y hace una hora que debería haber llegado.

- No te preocupes mujer, estará en un atasco. ¡Ya sabes cómo está el tráfico! – dijo quitándole importancia – bueno, querías verme ¿no?

- Si – le devolvió la sonrisa – ha llegado esto – dijo tendiéndole un fax.

- ¿Nos lo conceden? – preguntó incrédula, ante la sonrisa y movimiento afirmativo de Natalia – pero... ¿se puede saber qué has hecho para lograrlo?

- Desplegar mis encantos – bromeó.

- ¿Sabes? Todo esto – dijo haciendo un ademán que abarcaba mucho más que el despacho en el que se encontraban – me parece increíble, Nat. Hace muchísimo tiempo que no veía a tanta gente ilusionada por algo. Yo misma en Londres, estaba bien, pero ... me faltaba algo.

- Ya... te entiendo perfectamente- dijo con cierta melancolía y tristeza en los ojos. Cruz notó la sombra que había pasado por ellos y se apresuró a cambiar de tema.

- Pues si señora, no puedo creer que hayas conseguido esto – señaló de nuevo el fax - ¡vamos a tener el mejor equipo de cardiología de todo el país!

- Y a la mejor directora de departamento – puntualizó sonriendo de nuevo.

- Muchas gracias, doctora – dijo levantándose – voy a cambiar un poco mi discurso de esta tarde – añadió con un guiño señalando al fax.


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En el aeropuerto el avión procedente de Nairobi tomaba tierra sin problemas. Una Laura nerviosa se disponía a bajar cuando se sorprendió ver a su lado un rostro conocido.

- ¿Alba? ¿eres tú? – dijo con sorpresa – ¡Dios mío que alegría!

- ¡Laura! – exclamó – ¡cuánto tiempo!

- Pero ... ¿de dónde vienes? – preguntó con curiosidad aún abrazada a ella.

- De Uganda de la zona de Jinja., llevo cinco años allí –respondió con una sonrisa.

- ¿No me digas que con Médicos sin Fronteras? – preguntó y ante el gesto afirmativo de Alba añadió - ¡Pero si estábamos muy cerca! Yo he estado en Kisumu casi todo el tiempo, aunque hemos hecho incursiones más al sur.

Una azafata se acercó y les indicó que debían bajar. Lo hicieron apresuradamente, mientras charlaban sobre los detalles de su estancia en África. No podían creer que hubiesen estado tan cerca sin saberlo. Claro que allí las distancias se hacían enormes y que estaban en países distintos con muchos problemas fronterizos. Pero, aunque Alba había desarrollado su trabajo en Uganda y Laura en Kenia, ambas habían vivido el mismo tipo de situaciones. Mientras esperaban recoger el equipaje continuaron con su charla.

- Y, si tanto vas a echar de menos aquello... ¿qué es lo que te ha hecho volver? – preguntó Laura.

- Mi madre, está mayor, llevo sin verla tres años - explicó dejando en Laura la sensación de que había algo más.

- Pues a mí me han convencido para que participe en un proyecto – dijo sin especificar nada más – la verdad es que al principio no estaba muy por la labor, África tira mucho, pero luego, cuando Nat me explicó los detalles, comprendí que aquí también hay mucho que hacer... - se interrumpió al ver la cara de sorpresa de Alba.

- ¿Nat! te refieres a ...

- Sí, sí, me refiero a ella – guardó silencio esperando que Alba dijera algo más, pero la enfermera cogió su maleta sin hacer el menor comentario. Laura tuvo que correr para alcanzar la suya y cuando lo consiguió se volvió hacia una Alba que la estaba esperando.

- Pues como te decía, que al final me he decidido a volver y aceptar el puesto, siempre está la posibilidad de irme de nuevo.

- Claro – respondió distraídamente, con la mente puesta en años atrás cuando Natalia y ella habían sido tan felices.

- Además, suena bien, Médico Jefe de la Unidad y Coordinadora de Traslados Internacionales.

- Si, suena bien. Pero yo creía que todo eso se hacía a través de...

- Pero es que esto es algo completamente diferente – la interrumpió – Natalia y Mónica se han asociado y han conseguido todos los permisos para desarrollar un proyecto que será pionero en Europa ¿tu conociste a Mónica?

- No me suena.

- Sí, es verdad, creo que llegó al Central después de que te marcharas. Se casó con Javier, ¿lo sabías?

- ¡No! ¿En serio?

- Pues sí, ya ves, - dijo riendo ante el asombro que había mostrado Alba - y con el divorcio se ha hecho bastante rica.

- Veo que has seguido en contacto con todo el mundo.

- No creas, solo con Eva, pero se fue al Reina Sofía de Córdoba y, esporádicamente con Javier – puntualizó – ya sabes cómo son allí las comunicaciones.

- Y con Nat, ¿no?

- No, ¡qué va! – exclamó – un día recibí su llamada y me hizo la propuesta, desde entonces hemos hablado unas cuantas de veces más, pero en todo este tiempo no he sabido nada de ella, ni de ella, ni de nadie. ¿Y tú! porque al menos durante el año y medio que yo seguí en el Central, no supimos nada de ti.

- No, yo tampoco he tenido contacto con nadie – afirmó – bueno, miento, con Teresa, pero como bien dices, las comunicaciones allí no dan para mucho.

- Pues si – dijo pensativa - ¿Teresa? Vaya, vaya y luego ¡tenía fama de cotilla!

- ¿Por qué dices eso? – preguntó interesada.

- Porque cuando te marchaste sin dar explicaciones Nat se volvió loca intentando localizarte, pero nadie le dijo nada, de tu madre se lo esperaba, pero de Teresa....

- Siempre fue mi amiga – dijo excusándola

- Y la suya – saltó Laura, aunque intentó suavizar el tono – si creo que hasta le ha dado trabajo en la Clínica.

Alba guardó silencio un poco avergonzada, quizás le había exigido demasiado a Teresa obligándola a mentir, pero ya estaba hecho, y además, ¿qué más daba? ¡había pasado tanto tiempo! Seguro que Natalia ya ni se acordaba de su existencia, aunque ella sí que recordaba perfectamente aquellos días en los que decidió no volver al Central, tras su viaje a París. Natalia y ella habían roto, y nada le apetecía menos que verla todos los días; aunque ella sí que seguía acordándose de Natalia. Habían llegado a la salida y Alba miró de un lado a otro como si esperase a alguien.

- ¿Vienen a recogerte? – preguntó Laura.

- No.

- ¿Compartimos taxi?

- De acuerdo.

Se dispusieron a esperar la cola pacientemente, Laura observaba a Alba, estaba mucho más delgada que como la recordaba y en su rostro se reflejaban las señales del duro trabajo que había estado haciendo. Imaginó que a ella le pasaría lo mismo. Le gustaba Alba, siempre le había caído bien, así es que decidió prolongar la charla con ella.

- ¿Comemos juntas! - le preguntó- yo no tengo nada que hacer hasta que vaya esta tarde a la Clínica.

- No puedo. He quedado con mi madre – se excusó – pero podemos quedar esta noche u otro día. La verdad es que aquí ahora todo será muy diferente.

- Esta noche no puedo – respondió acordándose de la inauguración, de pronto se le ocurrió una idea - Oye ¿te apetece venir a la inauguración de la Clínica! es algo oficial, con rueda de prensa y todo, y creo que luego habrá hasta una copa.

- ¿Es una Clínica?

- Si, la Clínica materno - infantil MIKEL LACUNZA.

- No se... creo que... - dudó - mejor no.

- ¡Eh, que Nat me envió dos invitaciones! Así es que, si la quieres, una es tuya.

- Es que... no creo que sea buena idea.

- ¿Van a coger el taxi o no? – las interrumpió un señor mal encarado que estaba tras ellas. La cola había ido avanzando y con la charla no se habían dado cuenta de los gestos del taxista que les indicaba que fuesen hacia él. Se apresuraron a montar e indicaron la dirección de la casa de Alba. Luego Laura continuó con la conversación que les habían interrumpido.

- Lo que te decía, que como quieras, pero que si es por Nat, no creo que le importe, es más, con lo liada que estará no creo que repare ni en los que están allí.

- No es por Nat, es que estoy cansada del viaje y también está mi madre, no me parece bien...

- Bueno, bueno, que no tienes que darme explicaciones mujer – la interrumpió sonriendo y cambió de tema – y tu ¿qué tal? ¿vuelves al Central?

- No. En realidad no tengo trabajo.

- ¿Y eso? Pero si a todos los que deciden volver los recolocan, ¿te ha pasado algo? – preguntó con preocupación recordando algún caso en el que no había sido así – si puedo ayu....

- No, no – la interrumpió con tanta brusquedad que Laura se sorprendió – ¿qué va a pasarme! no me ha pasado nada, nada de nada.

Laura la miró extrañada de su reacción y con el convencimiento de que sí que le había ocurrido algo. Guardaron silencio durante un rato y cuando Laura ya estaba dispuesta a insistir en el tema, se quedó con las ganas de saberlo, porque el taxi llegó a la dirección indicada y Alba, tras pagar se apresuró a bajar.

- Bueno, nos llamamos – le dijo mientras el taxista sacaba su maleta – me encantaría seguir en contacto.

- Claro, claro, ¡me alegro de haberte visto, Alba! ah! Y ¡piénsate lo de esta noche! – casi le gritó.

El taxista volvió a su asiento y Laura le indicó la dirección que le había dado Natalia, que amablemente se había ofrecido a alojarla hasta que encontrase algo de su agrado.


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En la Clínica Natalia estaba terminando de ultimar los detalles con Adela, que por fin había aparecido y con la mejor de las noticias, ¡se embarcaba en el proyecto! Natalia estaba exultante de alegría, además de aliviada ¡un problema menos! tanto se había alegrado que no tuvo inconveniente en concederle a Adela el par de semanas que le había pedido antes de su incorporación definitiva a La Clínica, para poder dejar en orden todos sus asuntos en Pamplona. Ya verían como se organizaban esas dos semanas, si hacía falta ella misma bajaría a pediatría. Miró el reloj, aún era temprano para que Laura hubiese llegado. Cogió el teléfono y marcó la extensión de recepción:

- ¿Teresa?

- Dime, Nat.

- ¿Has visto por ahí a Fernando! quedó en subir hace un rato y aún no lo ha hecho.

- Pues sí, ¡claro que lo he visto! – exclamó – si el hombre anda todo atareado corriendo de un lado a otro.

- Bueno... - hizo una pausa y con apremio continuó – si lo ves le dices que cuando saque un rato no se le olvide pasar por aquí ¿de acuerdo?

- Tranquila, que yo se lo digo – captando la alteración de su interlocutora añadió- Nat, ¿qué pasa? ¿nerviosa?

- Pues... la verdad es que sí.

- ¿Quieres que suba y me tome un café contigo?

- No, Teresa, que aún me queda mucho que hacer. Gracias.

- Pero mujer si ya está casi todo, a ver, ¿qué te queda?

- Tengo que llamar a la subinspectora, a Laura cuando llegue, a administración para que vayan preparando los contratos de Adela y Claudia, y lo peor de todo, me quedan menos de cinco horas para encontrar una enfermera y a eso súmale que...

- Bueno, bueno, bueno... - la interrumpió – te dejo entonces, pero tu tranquila ¿eh?

- Si Teresa, hasta luego.

No habían transcurrido ni diez minutos cuando llamaron a la puerta del despacho.

- Pasa Fernando – dijo Natalia sin levantar la vista de los papeles que estaba ojeando.

- ¿Se puede? – preguntó Teresa entrando sin esperar respuesta. Natalia la recibió con un gesto de resignación y una sonrisa, llevaba dos vasos de café – Me he parado un momento a tomarme uno y te traigo otro a ti que seguro que llevas toda la mañana ahí.

- Pues la verdad es que si – respondió alargando la mano para coger su vaso.

- Verás como todo sale estupendamente.

- Eso espero... - dijo con un suspiro – hay tantas ilusiones pendientes de ello...

- Lo sé. Pero todos los que estamos aquí, lo estamos siendo muy conscientes de ello.

- No me gustaría defraudar a nadie, Teresa - confesó.

- No lo harás – sonrió y poniéndose seria continuó – yo quería darte las gracias Nat – se interrumpió antes el gesto de impaciencia de ella – no me interrumpas por favor.

- Pero vamos a ver Teresa, ¿se puede saber cuántas veces me las vas a dar? – saltó haciendo caso omiso a su petición.

- Es que significa mucho lo que has hecho por mí.

- No he hecho nada que no te merecieras – respondió sonriente.

- ¡Ay, mi niña! – exclamó levantándose y yendo hasta ella le cogió la cabeza con ambas manos, la besó en la frente y la atrajo contra ella, abrazándola con fuerza. Natalia respondió agarrándose a la cintura de Teresa, dándole unas palmaditas 

- ¡No sabes lo que me alegra verte así, hija!

- Vamos, vamos – rió – anda Teresa, deja, deja, que me vas a estrujar

- Ay, qué hurón que eres – exclamó también bromeando - es tocarte y echarme del despacho. Bueno te dejo que no quiero que luego me eches la culpa de distraerte.

- Una cosa Teresa, dile a Fernando que suba por favor.

- Que si, pesada.

- Teresaaa... - le dijo en tono de recriminación ladeando la cabeza – otra cosa.

- Dime.

- Gracias – añadió con ternura – de verdad, gracias por todo.

- Boba – respondió con cariño mientras cerraba la puerta tras ella. No podía evitarlo, para ella Natalia era como la hija que nunca tuvo y así se lo había dicho a María la última vez que hablaron, prometiéndole que cuidaría de ella.


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Alba se paró delante de la puerta de su madre sin llamar, tomó aire y, nerviosa, se dispuso a hacerlo. Hacía demasiado tiempo que no la veía, temía el encuentro, temía los reproches por una ausencia tan prolongada, pero sobre todo, temía que descubriera en sus ojos el horror del que venía huyendo.

Rafi abrió la puerta con aceleración antes de que Alba tuviera opción de llamar. Llevaba toda la mañana de la cocina al balcón, en una espera que se le había hecho eterna para, finalmente, haberse apostado en la ventana, espiando la llegada de su hija. Así es que, cuando la vio bajar de aquel bendito taxi, corrió a la puerta y permaneció allí detrás, esperando escucharla, esperando que llamase, pero su hija, con esa pachorra que, por lo que veía, ni África le había quitado, parecía que no iba a hacerlo nunca, y ella, se moría de ganas de abrazarla y besarla ..., no lo pensó más y abrió de golpe.

- ¡Alba! – dijo corriendo hacia ella y fundiéndose en un sentido abrazo.

- ¡Mamá! – susurró con lágrimas en los ojos.

- Ven hija, pasa – dijo separándose de ella, cogiéndola de la mano y agachándose para asir la maleta.

- No, mamá, deja eso – protestó – ya la llevo yo.

- ¡Pero qué llevas aquí! – rió dejando hacer a su hija ante el peso del bulto.

Ambas entraron en el piso, Alba se quedó parada en medio del salón, observándolo todo como si fuera la primera vez que lo veía cuando, en realidad, casi todo permanecía donde lo recordaba.

- Pero pasa, hija, pasa ¡qué haces ahí como un pasmarote!

- No sé mamá – dijo como distraída y, con una medio sonrisa, se giró hacia su madre y volvió a abrazarla - ¡estoy tan contenta de estar aquí!

- Te he preparado un cocidito que da la hora – exclamó - ¿tienes hambre? No me digas que no, que me das un disgusto – dijo sin dar opción a Alba para responder – ¡Ay, hija mía pero que delgadita me has vuelto! aunque eso lo arreglo yo en unos días.

- ¡Mamá! – protestó sin mucha energía. ¡Delgadita! ¡si ella supiera!

- Ni mamá, ni nada – se impuso - ¿quieres darte una ducha antes de comer? Te he puesto a enfriar unas cervecitas que sé que te gustan, así nos tomamos un aperitivo antes y charlamos un poco. ¡Tendrás tantas aventuras que contar!

- No creas, mamá – respondió con un tono de melancolía.

Rafi se volvió a observarla, la emoción del encuentro había hecho que estuviese tan alterada que no había reparado en algo que para ella resultaba más que evidente ¡por algo la había parido!

- ¿Qué te pasa, hija? – preguntó de sopetón clavando sus ojos en los de la enfermera y tornando la sonrisa de su rostro en una mueca de preocupación.

- ¿A mí? A mi nada, mamá. ¿Qué me va a pasar? – se apresuró a responder – estoy cansada del viaje, eso es todo.

- Bueno – dijo volviendo a sonreír – lleva tus cosas al cuarto y date una ducha si te apetece, mientras, voy a preparar el aperitivo y después de comer te echas una buena siesta, cariño – dijo con una seña de aceptar momentáneamente su respuesta. Su hija acababa de llegar y no entraba en sus planes atosigarla, pero si de algo estaba segura es de que había algo que le preocupaba.

- Sí, eso voy a hacer – se acercó a besarla y se marchó camino de su dormitorio.


----------


El taxi de Laura paró delante del número indicado de aquella urbanización. Natalia le había dado instrucciones precisas de todo lo que debía hacer y decir para no tener problemas en la garita de acceso. Laura se sorprendió de aquellas medidas estrictas de seguridad, no recordaba que Natalia fuese ese tipo de persona, más bien siempre había querido vivir algo al margen de los lujos excesivos, al menos, aparentemente y, tampoco le cuadraba con la esencia del proyecto que le había vendido y que tanto la había impresionado, pero allí estaba, en la puerta de aquel inmenso chalet, rodeado de casas impresionantes y en un lugar que a ella le pareció paradisíaco, ¡que injusticia había en el mundo! unos tanto y otros...

Sin pensarlo más, llamó al interfono de aquella verja, notando como de inmediato una cámara giraba controlando quien era la intrusa. Una voz al otro lado le preguntó quién era. Tras identificarse escuchó como unas teclas eran marcadas y como la verja se abría lentamente. Un camino serpenteante que atravesaba un jardín perfectamente cuidado la condujo a la puerta de la casa, en la que no faltaba detalle, sencillamente impresionante. La puerta se abrió y Laura vio a una joven bien parecida que con una sonrisa se dirigió a ella amablemente.

- Señorita Llanos, pase usted – indicó e inmediatamente se lanzó sobre ella y le quitó la maleta – pero deje, deje, ya la llevo yo. Permítame que me presente, soy Evelyn y...

- Encantada Evelyn, pero por favor, llámame Laura –pidió abrumada.

- Bien, como desee la señorita – consintió - permítame que le indique su habitación. La señora lamenta no encontrarse en casa para recibirla, pero hoy es un día especial para ella y le ha sido imposible venir. Me ha pedido que la disculpe.

- Sí, claro, claro, Evelyn, si ya he hablado yo con Nat – admitió con naturalidad

– Y, por favor, no me hables de usted.

- Como desee – volvió a repetir, avanzando delante de Laura por un inmenso pasillo que parecía no tener fin. Se sorprendió al ver la amplitud de todas las habitaciones por las que había pasado, y más aún se sorprendió al ver la habitación ante la que Evelyn se había detenido y a la que le instaba a entrar, era preciosa.

- Suu.. tu cuarto, Laura – se corrigió.

- Gracias – dijo paseando la mirada por aquella estancia de la que intentaba calibrar el tamaño, parecía más grande que todo el hospital de campaña en el que había pasado los últimos meses.

- Imagino que querrá cambiarse antes de que le sirva el almuerzo – dijo volviendo a usar el usted sin que esta vez Laura se molestase en impedirlo - La señora me ha indicado una serie de platos que podrían ser de su agrado. Cuando desee cualquier cosa pulse este timbre.

- Entiendo.

- ¿Querrá almorzar aquí, en el comedor o prefiere que monte una mesa en el jardín? -preguntó.

- Donde prefieras Evelyn – dijo, pero ante el gesto de ella añadió – donde sea menos molesto.

- No es molestia en ningún sitio – puntualizó – pero si me permite el consejo quizás esté más cómoda aquí en su habitación.

- Bien, me parece bien – dijo con ligera impaciencia, todo aquello estaba empezando a cargarle, era un cambio demasiado brusco en tan pocas horas.

Evelyn se despidió y Laura se dispuso a deshacer su maleta y meterse en la ducha, no sin tener una ligera sensación de incomodidad, todo aquel lujo la abrumaba y al mismo tiempo la asqueaba, no sabía cómo Natalia podía vivir así.


----------



En su despacho Natalia estaba repasando su agenda cuando entró Claudia sonriente.

- Bueno, ¿qué? ¿nos vamos ya a comer o todavía te queda algo? – preguntó con retintín conociendo lo que Natalia iba a responderle.

- Un segundo – pidió juntando índice y pulgar y haciendo un gracioso gesto con la cara.

- ¡Nat! – protestó – pero si he llegado tarde a posta. Además, ya se han ido todos a comer, estamos más solas que ...

- Un momento, Claudia – dijo – que en cinco minutos me pasan tu contrato, así nos lo llevamos y dejamos todo listo.

- Pero mujer si es por eso déjalo, ya lo firmo mañana.

- Tendrás que leerlo, ¿no?

- No – rió – me fío de ti. Aunque no debería – bromeó.

- ¿Cómo que no? ¡ya te guardarás tú! – sonrió también.

- ¿Qué? ¿Tenemos ya enfermera?

- ¡Qué va, Claudia! Y empiezo a estar desesperada. Además, Fernando no ha pasado por aquí y necesito comentar el tema con él.

- Haberlo llamado al móvil.

- ¿Y qué crees que he hecho! pero no me lo coge.

- Bueno, lleva todo el día de un lado a otro ultimando todos los detalles.

- Ya lo sé, me lo ha dicho Teresa – comentó – si es un encanto, intenta quitarme trabajo, pero lo de esa enfermera...

Unos golpecitos suaves en la puerta interrumpieron la charla. Una joven rubia y sonriente se asomó:

- ¡Sorpresa! -

- ¡Vero! – exclamó Natalia.

- Pero ¿tú qué haces aquí? – preguntó Claudia también con una sonrisa – ¿no dijiste que hoy te era imposible venir?

- Ya veis – rió – ¿qué creíais? ¿Qué os iba a dejar solas en un día como hoy? ¡Mujeres de poca fe!

- ¿Pero y la grabación? – preguntó Natalia preocupada.

- Me he pedido la tarde libre – explicó.

- A ver si eso os va a retrasar que ya sabes que luego... - insistió Natalia.

- Chee – la cortó – tu preocúpate de tener todo esto listo y organizado, que ya me encargo yo de mi grabación, ¡desconfiada!

- ¡Vaya dos! – las cortó Claudia, ambas la miraron sonriendo.

- Al tema, que yo venía para llevarte a comer, y calmarte esos nervios, que te conozco.

- Pues ahora mismo nos íbamos Claudia y yo.

- Estupendo, pues vamos ¿no?

- Ay, esperad un segundo que haga una llamada.

- ¡Nat! – exclamaron al unísono mirándose con complicidad.

- Una llamada, solo una- dijo – quiero ver si Laura ha llegado bien a casa – explicó cogiendo el teléfono y marcando.

- Esperamos fuera – dijo Claudia con un suspiro posando su mano sobre la cadera de Vero instándola a salir – avísanos cuando termines.

Salieron dejando a Natalia esperando en el auricular.

- ¿Evelyn?

- Si, Nat, dime.

- Ha llegado Laura.

- Si, ya está instalada.

- Estupendo todo bien, ¿verdad?

- Sí, sí, todo bien.

- Puede ponerse o está comiendo.

- No, acaba de terminar, ahora mismo le paso la llamada.

Laura estaba contemplando el jardín mientras saboreaba una taza de café. Y empezaba a entrar en una cálida modorra cuando el timbre de un teléfono la alertó. Se levantó a buscarlo y cuando lo localizó dudó si cogerlo. ¡No podía creer que aquello fuese un teléfono! con razón no lo veía. No quería parecer una entrometida, así es que como no estaba en su casa. Optó por dejarlo sonar, ya lo cogería Evelyn.

- ¿Nat?

- Dime

- No lo coge, espera que le subo el inalámbrico

- De acuerdo – respondió.

Evelyn golpeó con suavidad la puerta.

- ¿Se puede, señorita Llanos? – dijo con una medio sonrisa ante la resignación de Laura.

- Si,

- La señora, al teléfono, quiere hablar con usted – explicó tendiéndoselo y abandonando con discreción la estancia.

- ¿Nat?

- ¡Laura! hola.

- Dime ¿ocurre algo?

- No, nada, solo quería saber si habías llegado bien y si estabas cómoda allí.

- Si, si, muchas gracias.

- Perdona que no haya podido ir a recogerte, pero es que ya sabes cómo son estas cosas, en el último momento siempre sale algo mal.

- Claro, tranquila, que yo estoy aquí estupendamente – mintió – si puedo ayudar en algo salgo ahora mismo para allá.

- No, tranquila, con que estés aquí a las seis como quedamos está de sobra, aunque...

- Dime.

- Tu no sabrás ... - se interrumpió dudando, estaba tan desesperada que pensó..., pero no, que tonta era, como iba a conocer Laura a ninguna enfermera que estuviese buscando trabajo si acababa de aterrizar en España.

- No sabré ¿qué? – preguntó ante el silencio de Natalia.

- Nada, nada, una tontería – respondió pensativa, pero ante la insistencia de Laura continuó – verás, que se me había pasado por la cabeza si no conocerías a una enfermera que estuviese interesada en participar en el proyecto, es que, aunque no te lo creas, no hemos encontrado a nadie con el perfil adecuado y que, además, quiera el trabajo.

- Pues la verdad es que si – dijo – que conozco a una enfermera en paro.

- ¡Si! – exclamó con un grito al tiempo que vio como Vero asomaba la cabeza y le hacía un gesto recriminatorio.

- Sí, pero...

- Pero nada, si tú crees que da el perfil no se hable más.

- Nat espera que ... - intentaba meter baza, pero Natalia con la excitación de poder tener el equipo completo antes de la inauguración y el apremio de Vero y Claudia, no estaba dispuesta a dejarse interrumpir.

- Intenta localizarla y si puede que se venga esta tarde contigo, que se traiga su currículum ¿vale? ¡ah! Pregunta abajo por mi despacho, os espero allí.

- Nat, un momento...

- Perdona Laura, tengo mucha prisa, de verdad no te preocupes, sea quien sea, si tú dices que es la adecuada, perfecto – volvió a insistir – quedamos en lo dicho, ¡hasta la seis! Y ¡gracias! no imaginas el favor que me has hecho – dijo llena de alegría colgando el teléfono.

Laura se quedó mirándolo ¡le había colgado! Sonrió pensando en lo diferente que era todo en África. Cuando viese a Natalia pensaba recomendarle que se tomase las cosas con más tranquilidad, y que le diese importancia a lo que de verdad la tenía. Suspiró con nostalgia y buscó en su bolso el número que le había dado Alba, con la esperanza de que a la enfermera le interesase la oferta.


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En casa de Rafi madre e hija estaban enfrascadas en una amena conversación mientras almorzaban. Rafi la había estado poniendo al día de las novedades familiares contándole algunos cotilleos.

- ¿De verdad que no quieres más? – preguntó Rafi solícita.

- De verdad, mamá, ¡estoy llena! – respondió con un gesto de rechazo.

- ¡Pero si no has comido casi nada! – exclamó preocupada.

- ¿Cómo qué no? – respondió con una sonrisa – ¿tú sabes lo que comía allí! había veces que tardaban en llegar las provisiones y teníamos que arreglarnos con algo de arroz hervido y poco más durante varios días.

- ¡Ay, mi niña! – exclamó – nunca entenderé porqué tuviste que irte allí a pasar calamidades.

- ¡Mamá! – protestó.

- Si, si, ya se, perdona hija – se disculpó e intentó cambiar de tema – bueno, cuéntame, ¿había médicos guapos allí? – dijo en tono más bajo invitando a la confidencia.

- Pues... imagino que sí.

- Como que imagino – saltó de nuevo con impaciencia – ay, hija, que sosa, o los había o no los había ¿no has conocido a nadie en este tiempo?

- Claro que he conocido, he conocido a mucha gente – respondió en el mismo tono de impaciencia y siguió con ironía – médicos guapos, enfermeras guapas, médicas más guapas y enfermeros guapísimos, mamá.

- Que tonta que eres hija – dijo riendo – sabes a lo que me refiero.

- Claro que lo sé, pero no, no he conocido a nadie, al menos, no he conocido a nadie en el sentido al que te refieres – le respondió esbozando una sonrisa.

- Y, ¡yo que pensaba que no venías porque te habías enamorado y estabas allí, feliz, con tus negritos!

- ¡Mamá! No hables así – le pidió molesta – la vida allí es dura, pero es muy gratificante, son gentes extraordinarias y cariñosas que a poco que les des te lo devuelven con creces.

- Hija, perdona, no me malinterpretes – se disculpó, pero siguió con su tema - ¿Acaso no podías haberte echado allí un buen novio! digo yo que eso tampoco sería tan raro ¿no? – preguntó retóricamente - Y, si no es por un mal de amores y tanto te gusta aquello, ¿por qué has vuelto?

- Parece que te moleste – protestó mohína.

- No me molesta, me preocupa, te conozco y te pasa algo.

- ¿Otra vez con eso? – saltó, ahora sí, visiblemente molesta, pero suavizó el tono y dijo - ¿Sabes a quien me encontré en el avión? – intentando cambiar de tema porque no tenía ninguna intención de acabar discutiendo con su madre – a Laura, ¿te acuerdas de ella?

- Pues, no, ¿quién es?

- Laura, mamá, la del Central.

- Ah, calla hija, claro que sé quién es. Una chica muy maja y muy simpática.

- Resulta que estaba en la frontera de Kenia a pocos kilómetros de donde estaba yo y...

El timbre del teléfono las interrumpió. Rafi se levantó a cogerlo y cuál fue su sorpresa que era la misma Laura de la que estaban hablando.

- ¡Que coincidencia, hija! Ahora mismo estaba contándome Alba que habéis estado juntas allí – dijo tergiversando la conversación – sí, sí, ahora mismo se pone.

- Dime, Laura – dijo Alba extrañada por la llamada, Laura le pidió que la escuchara y Alba se dispuso a hacerlo pacientemente, interrumpiéndola de vez en cuando con ligeras protestas que sonaban poco convencidas – pero, no se Laura, yo... no sé si es buena idea... si, si claro, necesito un trabajo, pero... ¿Nat te ha dicho que sí? – terminó preguntando entre sorprendida y preocupada.

- Me ha dicho que lo dejaba a mi criterio, que le hacía un gran favor.

- ¿Pero, tú le has dicho que esa enfermera soy yo? – insistió.

- No me ha dado tiempo – explicó – si está alteradísima.

- Uf, no sé, tendría que pensármelo ¿cuándo me has dicho que es? – preguntó indecisa.

- Esta tarde, a las seis hay que estar allí. Y tienes que traer tu currículum, pero vamos que no creo que haga falta... - dijo intentando quitarle un escollo para que se decidiera – vamos Alba, no lo dudes, es un proyecto magnífico y prácticamente vas a hacer lo mismo que hacías en Uganda.

Alba guardó silencio un instante, no podía negar que la idea le seducía, pero ver de nuevo a Natalia... eso la frenaba un poco. ¿Cómo reaccionaría después de tanto tiempo! ¿qué pensaría de ella al verla allí y encima a pedir trabajo?

- ¿Alba? ¿Sigues ahí? – preguntó.

- Si, si perdona – dijo dubitativa – no se Laura, necesito tiempo para pensarlo.

- Pero no hay tiempo – impelió - Si es por Nat te digo que está tan contenta e ilusionada y necesita tanto una enfermera que no creo que ponga ninguna pega.

- Bueno, puedo ir y, si no me convence, o si... bueno quiero decir que... que siempre puedo decir que no.

- Pues claro, mujer – exclamó – entonces qué, ¿paso a recogerte?

- Pues... venga, vale, pero dame un rato que me arregle. Me dijiste que había después una copa ¿no?

- De acuerdo, en una hora estoy allí. Hasta luego – dijo con una sonrisa de satisfacción colgando el teléfono.

Alba se mantuvo pensativa, tenía que contárselo a su madre, que se había marchado a la cocina en un rasgo de discreción tan poco habitual en ella. Barajaba la posibilidad de mentir, de decirle que iba a darse una vuelta con Laura y, solo si aceptaba finalmente el trabajo, decirle la verdad. Pero luego recordó que Laura le había dicho que era un acto oficial, con rueda de prensa y todo, no podía arriesgarse a salir en alguna foto, y que su madre la viese, porque entonces a ver quién era la guapa que la convencía de que no había ido al encuentro de Natalia. En esas disquisiciones estaba, cuando su madre entró de nuevo en el comedor.

- ¿Quieres algo de postre? –preguntó como si tal cosa.

- No – respondió – mamá, tengo que decirte algo.

- Uy, uy, qué seria te has puesto, ¿Qué pasa?

- Verás... a ver cómo te explico... Laura me ha ofrecido un trabajo – intentó suavizar.

-¿Un trabajo? ¿Pero no venias con un permiso a descansar?

- Si, mamá, si esto ha sido de rebote, mi idea era descansar un tiempo y luego decidir si buscaba algo aquí o volvía a África. Pero, aquí nunca voy a encontrar un trabajo como el que me dice Laura, es algo experimental, que no se ha hecho nunca antes y que..

- Bueno, bueno, a quien intentas convencer ¿a mi o a ti! si es lo que quieres ¿qué problema hay? – preguntó consciente de las vueltas que estaba dando su hija.

- Es que el trabajo es ... es en una Clínica nueva. Esta noche es la inauguración y...

- ¡No me digas más! – la interrumpió con gesto de enfado – no será la Clínica de la impresentable esa. Lleva semanas saliendo en las noticias.

- ¿La de quién? – preguntó realmente sorprendida por el comentario de su madre.

- ¡Quién va a ser! sabes perfectamente a quien me refiero, y no, hija, no. No me gusta un pelo. ¡Esa impresentable! ¡después de lo que te hizo! si ya decía yo que esta vuelta tan precipitada tenía gato encerrado – terminó la frase enfatizando y moviendo la cabeza de un lado a otro en ademán de reproche.

- Mamá – dijo con enfado y voz ronca – en primer lugar, Nat no me hizo nada, fui yo la que rompió con ella, en segundo lugar, nunca ha sido una impresentable y en tercer lugar, aunque tú siempre te has negado a hablar del tema, y siempre le has echado la culpa de que me marchase eso no es así, me fui porque quise y mi vuelta no tiene nada que ver con ella.

- Bueno hija, bueno – dijo con suavidad, la conocía y sabía que no debía enfrentarse a ella porque se encabezonaría más en el tema – lo que tú digas.

- Pues eso.

- Pues nada, coge ese trabajo si es lo que quieres - aconsejó.

- Yo no he dicho que vaya a cogerlo, solo que voy a ir a hacer una entrevista.

- ¿Con ella?

- Pues sí, bueno, no se – dijo con el mismo tono molesto de toda la conversación – voy a arreglarme – añadió marchándose hacia su cuarto.

Rafi levantó los brazos y exclamó:

- ¡Esta hija mía no va a aprender nunca! y diga lo que diga, esa tipeja es una impresentable, ¡si lo sabré yo! – susurró para sí, ¡claro que lo sabía! Puede que hubiese tenido embaucado a su hija, o puede que antes no lo fuera, pero... ¿ahora! ahora era una impresentable total, y ya se encargaría ella de quitarle a su hija tantas tonterías de la cabeza.


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En el despacho de Natalia, Vero y Claudia bromeaban con ella sobre el acto de inauguración. La habían acompañado hasta el despacho para tomarse un café con ella mientras esperaban la llegada de Laura y la nueva enfermera.

- En serio va a decir eso – preguntaba Claudia sin parar de reír.

- Que si, que ya conoces a Gimeno – reía también Natalia.

- Pero ese tío ¿qué es? ¿un geta o un genio? – dijo Vero igualmente riendo.

- Pues... yo creo que las dos cosas – respondió Natalia – imaginad las caras que se les pueden quedar a la gente. Solo de pensarlo...

- Y, a todo esto, ¿tú que vas a decir? – preguntó Claudia.

- ¿Yo? Yo nada, no pienso subirme allí – respondió Natalia negando con la cabeza.

- ¿Cómo que no! muy bonito, nos obligas a estar allí arriba a todos los Jefes de Servicio y ¿tú te escaqueas! de eso nada guapa, tu allí arriba con nosotros.

- Que te digo que no, Claudia, os lo dejo a vosotros, yo no pinto nada allí arriba.

- Pero Nat, cómo les vas a hacer eso – interrumpió Vero – debes subir con ellos, además eso de que tú no pintas nada... a qué viene.

- Que no me subo y punto – dijo borrando la sonrisa de la cara al tiempo que Claudia miraba a Vero sorprendida por la reacción de Natalia.

- Pero, vamos a ver Nat ...

La puerta se abrió de golpe y entró Mónica completamente presa de los nervios.

- ¡Nat! – exclamó - ¡qué no puedo! ¡qué no puedo!

- Tranquila, ¿qué es lo que no puedes? – le preguntó.

- Que no puedo decir esto, que no sirvo yo para estas cosas, que no, que es mejor que lo hagas tú.

- Buenooo .... – susurró Claudia al oído de Vero

- Vamos a ver Mónica, esto ya lo habíamos hablado – empezó Natalia intentando convencerla – si solo son cuatro palabras de introducción, luego dejas a Cruz y Fernando que expliquen el proyecto, y después cada uno de los Jefes de Sección dicen dos tonterías, y ya está, cierras tu agradeciendo la presencia e invitando a la copa.

- Pero Nat, tú lo harías mucho mejor, que yo...

- Por favor, Mónica, ya hablamos de esto ¿no? Y estabas de acuerdo.

- Vaaalee... - dijo con resignación – pero luego no digas que la he cagado, porque cagarla la voy a cagar..

- Que no mujer, ¡ya verás! – le dijo con una sonrisa de ánimo.

- Ya veré, ya veré – dijo saliendo por la puerta mascullando aún una ligera protesta. Natalia miró el reloj, impaciente, Laura se estaba retrasando y ya mismo deberían ir bajando.

- ¿Se puede saber qué te pasa? – le preguntó Vero en tono serio – Nat, por ahí no vamos bien, ¿eh! hemos hablado muchas veces de esto.

- Laura se retrasa – dijo Natalia ignorando las palabras de Vero.

- No me cambies de tema – insistió Vero.

- Bueno, yo os dejo, que... - empezó a decir Claudia, pero Natalia la interrumpió.

- No, tú, te quedas – pidió con autoridad – y tú, Vero, no empieces, que te veo venir, y no van por ahí los tiros. Si no quiero subirme allí, no es por lo que tú crees, es porque se lo que va a pasar. Mañana en la prensa solo habría un titular y no estoy dispuesta a que eso ocurra. El protagonismo tiene que ser para este Proyecto y para todos los que habéis apostado por él – dijo mirando a Claudia directamente y dirigiéndose a Vero continuó – quiero que mañana en la prensa se hable de esta Clínica y del proyecto que vamos a desarrollar, no quiero que se hable de mi - sentenció.

- Bueno así visto – dijo Vero – quizás tengas razón.

- Sabéis que la tengo.

- Pero Nat, es injusto, tú eres el alma de este Proyecto, los demás nos hemos embarcado gracias a ti – protestó Claudia.

- No, eso no es así, esto no sería una realidad sin vuestra ayuda y la ilusión que habéis puesto, sin el apoyo de Mónica, ni su inversión, lo que no sería justo es que nada de eso se reconociese, y lo sabes Claudia.

Claudia le hizo un gesto de comprensión con la cara y le apretó el brazo en señal de apoyo.


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Mientras, en el Central, Héctor entró precipitadamente en el despacho de Javier.

- ¿Me llamabas?

- Si, pasa.

- ¿Qué ocurre?

- ¿Has visto esto? – preguntó indicándole una hoja del periódico.

- Si, si, lo vi.

- ¿Y qué opinas?

- ¿Qué voy a opinar? – preguntó a su vez – me alegro por ellas, era una idea cojonuda, inviable, pero cojonuda, no sé cómo han conseguido que se lleve a cabo.

- ¿Te lo digo yo? – preguntó enfadado – con mi dinero, Héctor, con mi dinero.

- No seas boludo, Javier.

- ¿Boludo? – dijo molesto – por lo menos me podían haber invitado, soy el director de este Hospital y han invitado a todo dios.

- A todo dios menos a ti ¿no? – dijo con una sonrisa.

- Exactamente.

- ¿Qué querías? – continuó – has hecho todo lo posible para que no lo consiguiesen. ¿Crees que Nat no iba a enterarse?

- Solo hice lo que creía justo. Ese proyecto es un descalabro. Si voté en contra es porque no creo que se pueda llevar a cabo y...

- Pues parece que si va a poder llevarse – le interrumpió.

- No es nada personal, aunque Mónica y Nat no lo crean, yo solo di mi opinión.

- Es normal que ellas no lo vean así.

- Ellas no ven nada. No quieren ver el peligro que van a correr sus gentes. Van al matadero.

- Pero ¿por qué dices eso? – preguntó sorprendido.

- Lo sé, eso es todo. No estamos en un país subdesarrollado, no somos Médicos sin fronteras, ni aquí las cosas se pueden hacer de esta manera.

- Tú sabes algo que no me cuentas.

- ¿Yo! no, yo no sé nada. Pero hay mucho interés en que ese proyecto no llegue a ponerse en marcha. Y te digo yo que va a ser un fracaso.

- Pues, no serán tantos los que están en contra, o serán menos fuertes que los que han luchado por lo contrario.

- No lo creo. Y, esto no me gusta nada – dijo ralentizando la frase. ¿Tú vas a ir?

- Si – respondió – de hecho, ya voy tarde.

- Bien – dijo pensativo – habla con Natalia, a ti te escuchará y mañana me cuentas.

- Eres un pelotudo, que lo sepas – dijo saliendo del despacho algo molesto. No sabía que quería decir Javier, ¿qué es lo que debía hablar él con Natalia! no entendía la inquina que tenía contra el proyecto. Podía pensar que era por Mónica, pero en el fondo sabía que no era eso. Y si Javier sabía algo, por qué no hablaba él directamente con ellas. Este Javier cada día estaba más raro, y él estaba empezando a hartarse de que siempre lo utilizase como correo.

A varias manzanas de allí, en otro despacho del centro de Madrid, dos hombres mantenían una seria conversación. El mayor de ellos estaba visiblemente molesto, el más joven intentaba tranquilizarlo.

- Entonces, ¿es definitivo? – insistió el mayor.

- Eso parece.

- ¿No ha habido forma de frenar esto? – preguntó de nuevo - ¡no puedo creerlo!

- Se lo aseguro, señor, lo hemos intentado todo.

- ¿Seguro! ¿todo, todo?

- Sí, señor.

- No lo creo – respondió levantando la voz – permíteme que lo dude. Al final tendré que ser yo el que me encargue personalmente de esto y, créeme, que no me apetece en absoluto.

- Lo entiendo señor, le aseguro que hicimos todo lo posible, pero tiene muy buenos contactos, y ha estado muy bien asesorada.

- ¿Mejores contactos que yo? Y... ¿mejor asesorada que yo? – preguntó enfadado

– ¡aún no me explico cómo no fui el primero en enterarme!

- Señor... supo hacerlo, jugó sus cartas y ganó. Además, una vez llegados a este punto, frenarla habría sido un escándalo.

- ¡Me da igual si es un escándalo o no! – volvió a gritar – Esto tiene que terminar

– insistió con genio - ¡Ya!

- Pero señor ... - protestó sin convicción.

- No quiero más excusas – dijo cogiendo el teléfono y hablando con su secretaria

– Hazle pasar - ordenó.

Un joven alto y bien parecido entró en el despacho, con una sonrisa forzada.

- ¿Me necesitaba? – preguntó el recién llegado.

- Evidentemente, sino no te habría mandado llamar – respondió malhumorado. Estaba harto de tanto joven incompetente, las cosas ya no eran como antes, por suerte le quedaba muy poco para jubilarse - ¿Y tu padre?

- Mejor, señor. Gracias.

- Quiero que él se encargue de esto. Necesito al mejor.

- Señor, sigue convaleciente. Pero...

- Toma – le interrumpió alargándole un dossier – estudiadlo y presentadme opciones. Ni que decir tiene que quiero la máxima discreción, y por descontado, que jamás se me pueda relacionar con ello.

- Sí señor, por eso no se preocupe. Y ¿cuál es el objetivo? – preguntó.

- Ahí está todo lo que necesitáis saber.

El joven abrió el informe y lo ojeó con rapidez, una expresión de sorpresa se reflejó en su rostro, levantó la vista y la clavó en su interlocutor,

- ¿Está seguro? – preguntó con cierto temor – quiero decir que...

- Aquí, el que pregunta y da las órdenes soy yo – lo interrumpió – vamos, ¡fuera de aquí! ¡a trabajar!

El joven se despidió con un leve movimiento de cabeza y salió del despacho.

- Sigo pensando que a estas alturas eso no va a servir de nada, señor – insistió de nuevo intentado disuadirle – hay otras formas.

- Sí, las hay – admitió – pero todas más lentas, y necesito el camino libre ¡ya! Si no hubierais sido tan incompetentes... ahora yo no tendría que tomar la decisión más difícil de mi vida.

- Señor, ni usted mismo se enteró a tiempo – le recordó defendiéndose – ni usted mismo ha sido capaz de frenarla...

- No me repliques – amenazó – ahora lo importante es que el ratón salga de la ratonera y eso te lo dejo a ti. Veremos qué es lo que se les ocurre a estos, espero que no me fallen.

- No lo harán, sabe de sobra que es su especialidad – comentó con un deje de tristeza que no pasó desapercibido a su superior – señor, permítame que insista, hay formas más efectivas, sé que son más lentas, pero darían resultado y no nos mancharíamos...

- Perderíamos demasiado tiempo – dijo pensativo – y.. dinero, y yo ya estoy de mierda hasta el cuello.

- Como usted quiera, pero si me permite un consejo – dijo con cierto arrojo - ¡piénseselo! Si algo sale mal no habrá marcha atrás, y es mucho lo que está en juego.

- Lo sé. La decisión está tomada, aunque me duela a mi más que a nadie.

- Bien, entonces me pongo en marcha – dijo levantándose y ya en la puerta se volvió - ¿va a ir usted a la inauguración?

- Por supuesto, no me la perdería por nada del mundo – sonrió maquiavélicamente.


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En el despacho de Natalia, Vero y Claudia intentaban tranquilizarla, Laura llegaba con más de media hora de retraso y ella debería estar ya abajo atendiendo a algunos de los invitados y autoridades.

La puerta se abrió y Natalia miró esperanzada, sin embargo, no se trataba de Laura, la expresión de desencanto de Natalia hizo sonreír a Cruz.

- ¿Interrumpo algo? – preguntó irónicamente – siento que no te alegres de verme – continuó bromeando – pero me envían a por ti, deberías ir bajando ya, Nat.

- Lo sé, Cruz, lo sé – dijo con un suspiro de resignación – pero estaba esperando a Laura, quedó en estar aquí a las seis y se está retrasando.

- Entiendo – dijo – pero ya ha llegado el ministro, Nat, y debes ser tu quien lo atienda. Fernando está con él, pero...

- ¿Y qué hago con Laura? – preguntó mirando a las tres con gesto de preocupación – sería bueno presentar el equipo al completo.

- Laura lo entenderá – dijo Cruz – mañana quedas con ella y tranquilamente veis el contrato, porque ... imagino que es por eso, ¿no?

- Si – afirmo – si el problema no es Laura. Podría hablar con ella más tarde o mañana. El problema es la nueva enfermera, que viene con ella.

- ¿Qué dices! ¿en serio! - dijo con alegría – si te digo la verdad ya creía que no lo conseguirías.

- Ya ves... - rió – pero, en realidad, yo no he hecho nada.

- Ya – dijo sin creerla esbozando una sonrisa – bueno, chicas, me voy para abajo, que Fernando debe estar que trina. Por cierto ¿sabe ya lo de la enfermera?

- ¡Qué va! si no he podido hablar con él en todo el día.

- Y vosotras dos – dijo Cruz dirigiéndose a Vero y Claudia, que habían permanecido en silencio, siguiendo la conversación - ¿bajáis o esperáis a Nat?

- Yo me quedo – dijo Claudia – baja tú, Vero, si quieres sentarte en un buen sitio.

- Hombre... querer, claro que quiero – rió – ¡qué pienso haceros unas fotitos!

- ¡Ni lo sueñes! – saltaron al mismo tiempo Natalia y Claudia.

- ¡Qué ariscas que sois! – bromeó - con lo que me voy a reír.

- Bueno, ¿bajas o no? – insistió Cruz, mirando a Vero.

- Me quedo un rato, que como bajemos a esta le da algo aquí esperando – volvió a sonreír mirando a Natalia.

- Pues no lo digo más, me voy a buscar a Fernando – respondió - ¡Verás que alegría se lleva cuando le diga que ya tiene su enfermera!

- Por cierto, Cruz ¿sabes si ha llegado la inspectora Martínez? – preguntó Natalia con interés.

- Yo no la he visto, pero ¡No sabes cómo está eso! – dijo saliendo del despacho. Natalia se quedó un segundo mirando esa puerta, pensativa, se volvió hacia sus acompañantes.

- No hace falta que os quedéis.

- Tranquila, claro que nos quedamos – dijo Vero hablando por las dos – ¿para qué me he pedido yo la tarde libre si no! ya me buscaré un huequecillo donde sea.

- Como queráis - dijo con otro suspiro.


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Abajo en la entrada una Laura emocionada y una Alba presa de los nervios se disponían a atravesar la puerta y, por ende, la barrera de seguridad que habían establecido. Un guarda jurado les impidió el paso y les solicitó los D.N.I, ¡había hasta un detector de metales! Alba estaba sorprendida por tantas precauciones, se preguntó si tendría algo que ver con lo que le había comentado Laura sobre el lugar donde vivía Natalia. Una vez en el interior, ambas buscaron en el mostrador de recepción a Teresa, pero no había ni rastro de ella. Quizás Laura no se había enterado bien y Teresa, aunque trabajase allí, estaba en otro puesto. Se acercaron al joven que estaba tras el mostrador y Laura preguntó por el despacho de Natalia. Tuvo que identificarse de nuevo y tras hacerlo les permitieron subir, con amabilidad el joven les indicó el ascensor y la planta en la que se encontraba el despacho de la directora.

En el ascensor, Alba estaba ya en tal estado de confusión que se echó atrás en su decisión. No le apetecía ver a Natalia, bueno un poco sí, pero no de esta forma; no presentándose en su despacho, por sorpresa, con la intención de conseguir un trabajo. Le daba la sensación de que volvía arrastrándose, de que Natalia iba a pensar eso, y nada más lejos de la realidad. Debería haber escuchado a su madre, haberse quedado en casa, descansar unos meses y luego ya se vería. Pero a pesar de todos esos pensamientos, su cuerpo no solo experimentaba la sensación de la excitación por el reencuentro, si no el deseo de verla, de ver como estaba, cómo reaccionaba, cómo le había ido la vida en esos años, aunque eso ya lo veía, mucho mejor que a ella, eso estaba clarísimo.

- Alba, ¡vamos! ¿qué haces ahí parada? – la instó Laura a salir del ascensor - ¡que ya llegamos tardísimo!

- Laura – dijo con cara de circunstancias saliendo del ascensor – creo que no voy a entrar. No puedo presentarme así, no ... no me parece bien.

- Vamos a ver Alba – dijo con impaciencia – ha pasado mucho tiempo, y seguro que muchas cosas a las dos. Si tú lo has superado, ¿por qué crees que ella no? – continuó retóricamente – Nat necesita una enfermera con urgencia, tú necesitas un trabajo, ¿qué problema puede haber? – se interrumpió viendo la expresión de agobio de Alba y suavizó el tono – vale que, al principio, puede ser un poco embarazoso, pero seguro que nada más.

- ¿Y si no le hace nada de gracia verme? – preguntó preocupada.

- Pues te dirá que no eres lo que está buscando, nos tomamos dos copas, nos divertimos y a otra cosa mariposa – respondió un poco harta de las dudas de Alba, aunque las comprendía perfectamente, pero estaba consiguiendo que llegasen realmente tarde y si ella recordaba algo de Natalia, de cuando hizo su rotación en pediatría, era lo que le gustaba la puntualidad - mira vamos a hacer una cosa, yo entro primero y le digo que estás fuera ¿te parece bien?

- Sí, mucho mejor – respiró aliviada.

- Pues venga, ¡vamos! – dijo aligerando pasillo adelante.

Alba la seguía unos pasos por detrás, cuando vio que Laura llamaba a la puerta se detuvo a un lado del pasillo dispuesta a permanecer allí hasta que le dijese que podía pasar. Sus nervios se habían acrecentado hasta el punto de sentir náuseas. Sentía como le temblaban y sudaban las manos, ¿tendría que dársela a Natalia, como si fuesen dos desconocidas o se levantaría a darle dos besos! se preguntó. Hacía cinco años que no la veía, que no sabía nada de ella, ni siquiera aquella vez que Teresa intentó contarle algo ella la dejó hacerlo, cortando la conversación tajantemente y no volviendo a contactar con su amiga en varios meses. Y sin embargo, llevaba cinco años sin conseguir quitársela de la cabeza, sobre todo en aquellos anocheceres, cuando agotada del trabajo diario se refugiaba en su cabaña, aislada de todo y de todos, sin otra pretensión que no olvidar su rostro, no olvidar su voz, no olvidar sus manos acariciándola. ¡Era increíble como la distancia y el tiempo borraban lo malo y la hacían recordar solo los buenos momentos! tanto, que a veces se preguntaba por qué se marchó, porqué la dejó sin ninguna explicación, porqué se negaba a saber de ella, cuando en el fondo si había algo que anhelaba cada noche es que estuviese bien y que la hubiese perdonado.


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En el interior del despacho Natalia recibió como música celestial aquellos golpes en la puerta, segura de que debía ser Laura. Y, efectivamente, la joven abrió y asomó la cabeza.

- ¿Se puede?

- Si, si pasa – dijo Natalia con apremio.

- Nat, perdona por el retraso, pero... - empezó a decir sin que Natalia la dejara terminar la frase.

- Pero... ¿no me digas que vienes sola? – preguntó con preocupación.

- No, no, pero primero quería comentarte... - se detuvo haciendo una pausa al tiempo que miraba hacia las acompañantes de Natalia, solo conocía a una -

¡Claudia! – exclamó acercándose a besarla.

- Primero nada, Laura – cortó Natalia tajante y mirando el reloj añadió – tengo mucha prisa, ya debería estar atendiendo a los invitados, por favor dile que pase.

- Pero Nat ...

- Claudia dile que pase – pidió Natalia sin escuchar la protesta de Laura – a ver Laura donde tengo esto – empezó a decir buscando entre los papeles que tenía en la mesa.

La neuróloga volvió a abrir la puerta que había cerrado Laura y se asomó al pasillo, allí enfrente vio a una joven extremadamente delgada, le pareció que estaba nerviosa por la forma de frotarse las manos, le lanzó una sonrisa tranquilizadora y le indicó que pasase.

Cuando Alba entró en el despacho, Laura permanecía aún de pie, junto a uno de los sillones que había frente a la mesa de Natalia, que con la vista en unos papeles, pasaba hoja tras hoja. A Alba le pareció que estaba guapísima, quizás con más serenidad en el rostro, entonces reparó en otra joven alta y rubia que permanecía a la derecha de Natalia, observándola.

- Hola – dijo Alba con cierta timidez temiendo el encuentro con aquellos ojos.

Natalia recibió aquel hola como un mazazo, con la mirada fija en aquel documento, no daba crédito a que esa voz fuera la de ella. Como si ese saludo hubiese tocado algún resorte interno, todo su cuerpo se puso en revolución; el bolígrafo que sostenía en una de sus manos se le escapó entre los dedos, cayendo al suelo sin que hiciera ninguna intención de recogerlo, fue Vero la que se agachó para dárselo, pero la pediatra ni se dio cuenta, su corazón se aceleró, soltó el papel notando como empezaban a temblarle las manos y levantó la cabeza con brusquedad, buscando lo que tanto temía y, sí, efectivamente, era ella, sus ojos se abrieron de par en par en un gesto de sorpresa tal, que no pasó desapercibido a Vero, posiblemente la persona que mejor y más íntimamente la conocía desde hacía un par de años; así, notó que los ojos de Natalia se oscurecían, en décimas de segundo pasó una sombra por ellos, en la que Vero supo reconocer como la sorpresa inicial dejaba paso al dolor y al pánico para, finalmente, volver a ser dueña de sí misma.

- Hola – respondió Natalia completamente serena – pasa – continuó y señalando con la mano los sillones situados frente a ella les indicó – sentaos.

Laura y Alba tomaron asiento, ambas estaban sorprendidas de la actitud de Natalia que ni siquiera se había molestado en levantarse a saludarlas. Laura lo achacó a los nervios por la hora, habían llegado demasiado tarde y Natalia tenía prisa, no podía perder tiempo en saludos y presentaciones. Alba, sin embargo, estaba segura de que su presencia no le había agradado lo más mínimo a Natalia, la conocía y sabía que se había sorprendido, no esperaba que hubiese saltado de alegría, ni lanzado cohetes, pero un par de besos, aunque fuera por educación, sí que podía haberle dado. Alba notó una opresión en el pecho, se había equivocado, nunca debió entrar en ese despacho. Natalia no le iba a dar el trabajo, seguro que la humillaba delante de aquellas desconocidas.

- Nosotras esperamos fuera – dijo Claudia, con educación, rompiendo el silencio que se había creado mientras Natalia ganaba tiempo removiendo papeles con la vista clavada en ellos.

- Si, gracias, Claudia – respondió Natalia con una leve sonrisa y levantando la vista, miró a Vero – ahora nos vemos.

- Nat, avísanos cuando termines – insistió Claudia.

- Si, tranquila, serán solo cinco minutos.

Claudia y Vero salieron y cerraron la puerta tras ellas.

- ¿Qué? – preguntó Claudia observando a Vero que parecía entre molesta y pensativa.

- ¿Has visto la cara de Nat? – preguntó a su vez, haciendo un gesto de preocupación.

- Si – sonrió Claudia – esta Nat... - dijo arrastrando el nombre de su amiga esbozando otra sonrisa - parece que la nueva le ha impresionado, ¿no crees?

- No sé – dudó – no me gusta esa tía.

- ¿Qué quieres decir? – preguntó – ¡si no la conoces!

- No sé, no sé cómo explicarlo – dijo – ha sido una sensación.

- ¡No me digas que te has puesto celosa! – sonrió Claudia bromeando.

- ¿Celosa? – repitió molesta sin reparar en su tono jocoso - ¿por qué iba a tener que ponerme yo celosa? ¡ni lo más mínimo! - exclamó.

- Bueno, bueno, que era broma mujer – rió – Mira, por ahí viene Cruz.

- ¿Y Nat? – preguntó la recién llegada con impaciencia.

- Dentro con Laura y la nueva – explicó Claudia, mirando de reojo a Vero que parecía molesta por algo.

- No podemos esperar más – dijo Cruz – debe bajar ya.

- Dale cinco minutos – dijo Claudia.

- Cinco minutos, Claudia. Si en cinco minutos no ha terminado te la bajas, aunque sea de los pelos – pidió alejándose de nuevo.

- De acuerdo, Cruz – rió Claudia imaginando la escena.

- ¡Espera Cruz! – gritó Vero – me bajo contigo.

- Pero Vero... - dijo Claudia sorprendida.

- No quiero quedarme sin sitio – se excusó la rubia.

Claudia se encogió de hombros e hizo un gracioso mohín con la cara, indicándole que no entendía que pasaba, pero Vero corrió pasillo adelante para alcanzar a Cruz. Claudia miró el reloj, en cinco minutos entraría a por Natalia, se quedó apoyada en la pared pensativa, pensando en qué mosca le habría picado a Vero.






He vuelto! espero les guste...



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