Sky's Mayhem

By LuvyDragon

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Muchas veces se tienden a tomar cosas por sentado, así sea inconscientemente. Incluso cuando no se desea toma... More

Aclaraciones
Prefacio
El Extraño
El Chico Del Arco
Una Sonrisa Falsa
Otro Invitado Sin Invitación
Una Visita Inesperada
El Poder De La Palabra
El Naufrago
Vongola
La Bendición Del Cielo
Algo No Está Bien
Alguien Falta
El Doble Filo De La Lluvia
La Problemática Del Trueno Y Rayo
El Enigma De La Niebla Y Espejismo
El Brillante Sol
La Imparable Nube
Un Cielo Molesto
La Verdadera Cara Del Cielo
Revelación
Storm
Rain
Lighting
Sun
Mist
Cloud
Despedida
Arcoiris
Siglos Más Tarde
Sky

En El Ojo De La Tormenta

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By LuvyDragon

Nadie estaba precisamente feliz de la desaparición de cielo. En realidad, era una preocupación enorme. Era por esto que, en medio de sus deberes, pasaban casi todo el tiempo buscando el cielo, sin resultado, por meses y meses.

- Encontré un rastro. – Niebla y espejismo, los gemelos, habían subido para hablar con ellos. Habían invocado a todos.

No hacía falta que uno. Con la situación que tenían, hasta los grandes estaban buscando a cielo y se molestarían si no les decían nada.

- ¿Un rastro? – Tormenta, como siempre, era el más angustiado de ellos. - ¿Dónde?

Un rastro no quería decir que habían encontrado a cielo, solo que habían encontrado una pista. Tormenta saldría de inmediato a ver tan pronto los gemelos le dieran un lugar.

- En la tierra. – Ambos gemelos se miraron, y lo que siguió explicaba como tierra no sabía nada: - Podemos sentir rastros de su presencia, su esencia, pero no su ser. Creemos que ha adquirido alguna forma terrenal, es la única cosa que da sentido a lo que podemos percibir. – Y siendo gemelos, siendo niebla y espejismo, los más cercanos a la tierra sin pertenecer a ella, sabían de lo que hablaban.

- ¿Forma terrenal? - ¿Por qué haría algo así cielo?, no tenía sentido, no era-

- Llevaba tiempo. – Ninguno de los gemelos sonreía, sus expresiones volviéndose más pesadas, más sombrías. – Lleva al menos una década, los rastros son persistentes y vagos. – Lo que indicaba que recorría las zonas, que vagaba por ellas, incluso si no era frecuente.

- ¿Una década? – Esta noticia, por supuesto, no sentaba bien con ninguno de ellos.

Al menos una década. Tenía al menos una década sin estar en donde debía estar. Al menos una década sin notar que cielo no estaba con ellos.

- En el único lugar de la tierra que no ha sido alterada. – Los seres terrenales habían sentido el cambio primero que ellos. No podía ser. – Sin cielo las aves no desean volar, así que... - Así que el lugar en donde las aves volaban y seguían con sus vidas era en donde cielo estaba, quien sabe en qué forma.

- Tormenta, por favor piénsalo bien. – La mujer de los gemelos rogo, a sabiendas de lo que iba a pasar. – Sabes que no debemos bajar, y tu trabajo es uno de los más constantes. – Como lluvia, como sol, como nube.

Valió de nada. No había forma ni manera en que tormenta fuera a esperar, en que no fuera el mismo a ver. Nadie podía culparlo por ello.

Tormenta nunca había sido el mismo desde que cielo, aun siendo un pequeño niño, lo había salvado de casi matarse por su propia ira. Tormenta nunca había sido el mismo desde que cielo lo había salvado, mucho menos cuando cielo, tímidamente, le había pedido jugar con él, poco después, esperando otra negación por parte de tormenta.

Cielo no fue sencillo, no luego de tratos tan rudos por quienes lo creían un adulto y luego no lo tomaban en serio al ser el más joven. Tormenta sabia esto mejor que nadie, tormenta conocía a cielo mejor que cualquiera de ellos. Después de todo, tormenta fue quien más jugo con cielo, y también quien hizo llegar los mensajes de cielo, lo quisieran o no, hasta que todos cayeran en el encanto que era cielo.

Por ello, el primero en tocar la tierra con forma terrenal fue tormenta, seguido prontamente de lluvia. Tormenta no estaba muy feliz, pero como lluvia le dijo: con dos de ellos buscando de cerca debían de encontrarlo más rápido.

Abajo, podían entender las palabras de los gemelos. El lugar tenía la esencia de cielo, solo que de forma débil. Cielo debía de estar cerca, lo suficientemente cerca como para venir de vez en cuando, porque los rastros de su esencia no eran leves.

Eran para volverse locos, porque habían estado buscando sentir su esencia, su presencia, por mucho tiempo. Y aquí estaban, sintiéndola de forma vaga sin importar a donde fueran, separados o no, en medio de seres que en verdad podrían importarles menos. Seres que les daban miradas extrañas y hacían preguntas que ninguno de los dos quería contestar.

No había mucho que podían preguntar, estos seres no iban a entender. Para ellos cielo y ellos mismos no eran seres. Solo algo del día a día que siempre habían existido. ¿Cómo podían preguntar si sabían algo de cielo cuando ni siquiera sabían cómo cielo se sentía o era?

Tormenta la tuvo difícil en no hacer un desastre, en terminar en pelea, cada vez que intentaba obtener información por parte de los seres terrenales. Era, en opinión de tormenta, una pérdida de tiempo preguntarle nada a nadie.

- Así que tú eres el idiota causando problemas. – Por primera vez en el tiempo que llevaba en la tierra, alguien le hablaba como si fuera un idiota, o un niño sin remedio. – Oye, ser cordial no va a matarte, ¿sabes?

Tormenta tuvo que tomar un momento para grabarse el aspecto de este hombre, quien está caminando en su dirección con un cigarro encendido entre sus dedos. Tenía un arco en su espalda, y no estaba muy feliz.

- ¿Y qué te importa? – Estaba siendo lo suficientemente cordial como para no insultar de arriba abajo o volarles la cabeza. Era difícil ser cordial cuando estabas buscando desesperadamente a alguien.

- ¿A mí?, ¿particularmente?, no mucho. – Ante esto tormenta estaba a punto de decirle que se perdiera y dejara de molestarlo, pero eso murió en su garganta ante la mano en el hombro y el ofrecimiento de un cigarro. – A mis amigos si les importa, estas espantando a los animales y nos están llegando muchas quejas de ti amigo. – No era de malhumor, era solo una observación. – Así que, ¿qué te parece si nos sentamos un rato y me dices que pasa?, puede que no pueda ayudarte, pero quizás te sientas mejor. – Antes de darse cuenta, estaba siendo llevado a solo Dios sabe dónde.

La única razón por la que no hizo a este hombre trizas por siquiera atreverse a tocarlo era porque podía sentir la esencia de cielo sobre él. Fresca. Y no algo vago, era fuerte. Sea quien fuera esta persona había tenido contacto reciente con cielo, no podía dejar escapar esta oportunidad.

Grabarse la forma de este ser terrenal en su memoria se convirtió en una tarea en la que no podía fallar. De hecho, no solo su forma:

- Hayato. – El hombre de pelo rojo se detuvo por unos segundos, mirándolo de forma extraña. – Mi nombre, Rosadito. – Y por supuesto que un simple sobrenombre molesto al otro.

En realidad, no tomo mucho hacer enojar al otro lo suficiente para terminar en una pelea a todo calibre. No era su intención, no sabía que el hombre de pelo rojo tenía la mecha corta como él. De cualquier forma, su molestia de pelear con un renacuajo que ni siquiera sabía apuntar bien con ese estúpido arco se fue tan pronto llamas hicieron su aparición.

Cielo había estado más que cerca de ese tipo, lo había bendecido. Esas llamas eran iguales a las suyas, casi al mismo nivel de destrucción. Cielo había bendecido a este ser con las llamas de la tormenta, con sus llamas, con todas las cualidades de la verdadera tormenta, quien era él.

Los seres terrenales no deberían ser bendecidos con tanto poder, y aunque le molestaba que cielo ni siquiera le hubiera preguntado si estaba bien con esto, no podía molestarse porque cielo podía bendecir a quien quisiera. Aun así, cielo nunca...

Tierra había bendecido a un grupo de humanos, y agua también. Claro que estos seres terrestres habían hecho algo especial que conmovió a los grandes, pero no sabía los detalles.

¿Que podría haber hecho este ser para ganarse las buenas gracias de cielo?, no podía matarlo, aunque quisiera.

- Tienes una puntería nefasta. – Se limitó a decirle al otro hombre, que había dado una gran batalla para ser un renacuajo.

- ¡Mi puntería es genial viejo prematuro! - ¿Genial?, era decente para muchos otros seres terrestres como él, pero no era nada especial. – Soy el mejor de toda la familia, mi padre me enseño y-

- Si, si, como digas. – Pauso al tocar el arco, frunciendo el ceño.

Definitivamente no podía matar a este idiota. Cielo iba a estar muy molesto con él solo por haber hecho esto. No solo lo bendigo con esas llamas, sino con...

- Voy a entrenarte. – Era lo menos que podía hacer. Si este renacuajo dejaba en mal a cielo, a ellos, lo mataba. – Tu puntería con ese arco es horrible, y ni siquiera sabes cómo usar tus llamas con ese arco encantado que tienes. – También era la perfecta excusa para sacarle toda la información que pudiera sobre cielo. – Lo único que quiero a cambio es que me digas todo lo que sabes de ese arco, quien te lo dio específicamente. – Eran instrucciones fáciles, no debería-

- Ya tengo un entrenador infeliz. - ¿Cómo lo había llamado este idiota? – Y para tu información, mi padre hizo este arco especialmente para mí. – A pesar de estar derrotado, en el suelo y a merced de alguien a quien solo había estado tratando de ayudar, G no podía evitar burlarse de este hombre.

Después de todo, este hombre no tenía ni idea de quien era su padre. Su padre barrería el suelo con él, había una buena razón por la cual no cualquiera quería en-¡Smash!

- ¿Decías viejito? – G no pudo contener sus carcajadas.

Un hombre de pelo gris lo miro muy feo, mojado de pies a cabeza y metido en el bebedero de caballos debido a un cabello en específico. Su padre no debió de haberse molestado en mandar a Margarita por él.

Para mala suerte de G, ese solo fue el comienzo de una serie de peleas casi diarias. La verdad, G no entendía que tenía su arco de especial, pero había prometido no decir nada así que estaba en una encrucijada.

Eso no quería decir que no tuviera un mal sabor en la boca cuando ese hombre le decía cosas que ni él mismo sabía de sus llamas o de su arco. 

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