Friend of the Devil ━shingeki...

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━━Me gusta jugar en la arena, construyendo futuros y destruyendo pasados, mientras mi amigo el demonio se... More

FRIEND OF THE DEVIL
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━━━PRÓLOGO
━━ARCO I:
1. Yo conozco ese rostro
2. Días de estrés
3. Motivos
4. Hoy no
5. Belladonna
6. A través de cartas
7. Por una cuchara.
8. Mal presentimiento
9. Rojo, verde y amarillo
10. Pisadas de gigante
11. La Titán Hembra
12. De cadáveres y pesares
13. Culpa.
14. Traiciones, regalos y segundas oportunidades
15. Confiar
16. Es un mundo cruel.
━━ARCO II
17. Preludio al desastre
18. Caminos solitarios
19. 12 horas antes
20. Verdades y respuestas
21. Malas decisiones = consecuencias
22. Antes de partir
23. Guerrero
24. La chica del cabello bonito
25. Dile al demonio
26. Titanes que sonríen
27. Granos de café
28. Máscaras que pretenden
29. Confort
30. Sincero contigo
━━ARCO III
31. Aferrados al pasado
33. Reencuentros
34. Perspectivas
35. De conversaciones y saludos
36. Persecuciones
37. De verdades y carcajadas
38. Empezó con una persecusión
39. Experimentos para dos
40. Un encuentro, una advertencia
41. Cuando se pone el sol
42. Y aquí entraba él
43. Momentos
44. Caso perdido
45. De roles y confianza
46. Planeaciones y traiciones
47. Todo estará bien
48. Juicios finales
49. Enfrentamientos
50. Pérdidas
51. Ser quién eres
52. Amigo leal
53. Resplandores
54. Reunión = Ejecución
55. Coronas, reuniones y nostalgia
56. Cadenas y anomalías
57. Saltos en el tiempo
58. Últimos detalles
59. Tentar a la suerte
60. Un día antes
61. De despedidas y silencios
62. Polvo, escombros y sangre
━━ARCO IV
63. Félix Kaiser
64. Al despertar
65. Visitante
66. Juicio a un demonio
67. Propuestas indecentes
68. Veredictos
69. De pianos y bailes
70. Finas presentaciones
71. Arrepentimientos
72. Marley estaba en guerra
73. Rocas y sangre
74. A ti más que a nadie
75. De explosiones y ataques
76. Regreso
77. Sobre estar sumergido y ascender a la superficie
78. Secuelas
79. La verdad duele
80. Normalidad
81. Lugares de ensueño
82. Núcleos
83. Sobre aceptación y confesiones
84. Charlas de medianoche
85. Deseos y lo que necesites
86. Sobre avanzar y comprometerse
87. Un último trato
88. Tras los muros
━━━ARCO V
89. De errores y vistazos

32. Semillas sembradas

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CAPÍTULO TREINTA Y DOS
SEMILLAS SEMBRADAS
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Por la mañana, el lago brillaba.

Era como si una fina hoja de un velo translúcido se hubiera apoderado del lugar, cubriendo todo con un aire misterioso que era más impresionante que aterrador. Félix se quedó quieto, simplemente contemplando el paisaje del lugar mientras su mente volaba a otro sitio; a un pasillo oscuro con rojo carmesí en las paredes y un cuadro al lado de una puerta.

A donde quiera que mirase había césped; hebras del verde más rico que jamás había visto, y entre ellas se distinguían más vibrantes colores; parches azulados o rosados, rojos y amarillos que se mezclaban entre sí y reflejaban los rayos de sol sobre ellos. Al frente suyo, del otro lado del brillante lago, se extendía hacia los costados un frondoso bosque de pinos y fresnos, de todos los tamaños y también de todos los tonos.

Y, muy, muy por detrás de aquel bosque, se alzaban colinas oscurecidas por la niebla y pintadas de un fantasmagórico blanco.

Pero lo que terminó por robar su atención por completo fue el brillante lago, cuyas aguas resplandecían con el sol de la mañana y le hacían ver como si un diamante recién pulido fuera puesto al fuego, destellando de un azul que podría hacerle competencia incluso al cielo.

Félix se dejó caer sobre el tronco a sus pies, anonadado, y sus hombros se curvearon ligeramente al frente porque todo lo que veía era hermoso, precioso, y en esa ocasión, tuvo que preguntarse a sí mismo si tal vez aquello no era el paraíso.

—Tu padre amaba este lugar.

Las palabras de Kenny apenas y se registraron en su cabeza.

—Es enorme —murmuró en voz tan baja que el viento se llevó sus palabras—. Podría ser el océano con facilidad.

Kenny se carcajeó a su lado y le colocó una mano sobre el hombro. Él le miró de costado, con leve reproche, pero decidió ahorrarse la saliva y simplemente apreciar el escenario al frente suyo, uno de los pocos que conseguían conmoverlo.

—Este es el lugar de aquella pintura, ¿cierto? La que está junto a la puerta, en el pasillo.

Kenny hizo un sonido con su garganta que él entendió como un asentimiento, pero de otro modo permaneció en silencio. Se había quitado el sombrero y la gabardina le colgaba de encima de los hombros con desfachatez, aunque ninguno de los dos se había quitado las prendas completamente debido al frío del amanecer.

Había algo realmente fascinante en el lugar, independientemente de quién fuera el favorito de. Los colores, el viento, lo solo que se sentía y, al mismo tiempo, lo tranquilo que estaba. Ya podía imaginarlo; desde la luz del sol sobre las aguas hasta la brisa a través de las flores, el olor a tierra y la atmósfera llena de familiaridad y realización. Era el tipo de lugar que a su madre le encantaría, el tipo de lugar que su padre, aparentemente, favorecía.

Félix no sabía cómo sentirse al respecto, así que simplemente no sentía.

—Me gustaría traer a mi madre aquí. Creo que a ella le gustaría este lugar.

Kenny se encogió de hombros.

—Eres libre de hacerlo.

—¿Sí? ¿Por eso me trajiste aquí, entonces?

Kenny se encogió de hombros otra vez y tildó su sombrero hacia atrás, revelando la expresión de neutralidad en su rostro y la finura de sus cejas. El hombre apoyó ambas manos a sus costados, y alzó la cabeza hacia arriba, un cigarrillo colgándole débilmente de entre los labios.

—Lo consideré oportuno. Quiero hablarte un poco de tu padre.

—No me importa saber nada de él —y a pesar de decirlo, había un deje de curiosidad en él que tenía ganas de saciar. Félix se removió con incomodidad en su sitio—. Dijiste que era el rey, ¿qué hay más por saber, uh?

Mucho más. Muchísimo más de lo que Félix intuía.

Aún estaba ahí el persistente sentimiento de traición, de engaño. ¿Cómo era posible que su padre fuera el rey? ¿Que hubieran tenido a un hombre sentado en un trono falso por tantos años y que nadie lo haya sabido?

Los Reiss siempre habían sido nobles de entre los nobles, solo que hasta ese momento él no se había percatado de cuán ciertas eran esas palabras.

Había también una falta de reacción en él. De sorpresa. Las cosas siempre habían parecido extrañas durante las reuniones que se organizaban en la casa de los Jovan; siempre la nobleza presente pero ni rastros del rey.

Tal vez alguna parte de él siempre lo había esperado, quizás incluso lo sospechara.

Como fuera, Kenny se quedó callado.

Félix, bufando, se volvió hacia el frente y centró su atención en otra parte, en la misma dirección en donde unos patitos andaban esparcidos por encima de la superficie perlada, dos de ellos agachándose debajo de las aguas y luego resurgiendo de ellas para sacudirse las escasas gotitas que colgaban de sus plumas.

Se preguntó si tal vez podría imitarlos; entrar en el agua y simplemente desvanecerse en ella, nadar alrededor de las pequeñas aves y chapotear a su alrededor.

A Frieda le encantaba hacerlo, a pesar de que le aterraba andar hasta lo profundo del lago en la propiedad de los Jovan, nadar había sido una de sus actividades preferidas.

Aún la recordaba mientras se sacaba las botas a prisa y las dejaba en la orilla, escurriéndose fuera de su falda y tomando los pantaloncillos que antes habían pertenecido a Félix pero que ya no le quedaban. Un leve sonrojo siempre le pintaría las mejillas, tanto a él como a ella, porque Frieda siempre estaría hablando de la etiqueta de una dama y la propiedad de una chiquilla como ella simplemente para darse media vuelta y hacer todo lo contrario a eso.

Frieda amaría aquel lugar, también.

—Fue aquí donde Uri me dijo que tenía un hijo —dijo Kenny eventualmente, cuando el silencio se volvió mucho para él—. Se veía... emocionado, aunque siempre hubo un poco de duda acerca del tema. Creo que era porque jamás se imaginó siendo un padre.

Inevitablemente, lo que su madre le había dicho días antes le volvió a la mente; Uri jamás iba a ser parte de tu vida, y yo nunca quise que te hicieras ninguna esperanza con él.

Félix chasqueó la lengua y se puso en pie, rebuscando entre el césped un par de piedras de tamaño pequeño. Cuando las encontró, se inclinó para agarrarlas y después anduvo hasta acercarse al borde del lago, tomándose unos momentos mientras que los patitos se alejaban en nado hacia otro costado.

—¿Estás seguro de que estaba emocionado? Porque, ya sabes... Nos abandonó a mi y a mi mamá —no pasó desapercibido el tono lleno de amargura, y francamente ni siquiera se molestó en suprimirlo—. O bueno, nunca lo hizo porque en primer lugar, no estaban juntos, pero si tan emocionado estaba podría haber, no lo sé, ido a conocerme. O algo. Yo podría haber apreciado el esfuerzo.

Esta vez fue Kenny quien chasqueó la lengua, claramente en desacuerdo con sus palabras. Félix le miró por encima del hombro, alzando las cejas al notar que la mueca en el rostro del hombre era parcialmente oculta por el humo saliendo de su cigarrillo, pero aún así alcanzando a ver la condescendiente sonrisa que le pintaba los labios.

El sombrero se le cayó de la cabeza y aterrizó sobre el césped, detrás del caído tronco.

—Para ser un bastardo te das demasiada importancia, chico.

Se le hundieron un poco los hombros y Félix, resoplando, se giró de nuevo hacia el frente y entre sus dedos jugueteó con una de las piedras, sintiendo los bordes erosionados y ligeramente filosos. Cuando la lanzó, la vio rebotar una, dos, tres veces antes de hundirse en el agua con un chapoteo.

—Entonces no digas estupideces como que estaba emocionado por ser padre. Si en verdad lo hubiera estado, habría hecho algo para conocerme por lo menos una vez —un pato graznó desde algún lugar del lago aún cubierto por niebla—. Incluso tu, siendo lo que eres, te tomaste el tiempo de criar a tu sobrino cuando te enteraste de la muerte de su madre.

—Pero terminé abandonándolo.

—No importa —Félix se encogió de hombros y se volvió hacia él—. Lo criaste, le diste métodos para sobrevivir, incluso si todo lo que le enseñaste fue cómo usar un cuchillo y a asaltar a las personas. Estuviste ahí para él cuando más necesitaba de alguien.

El rostro de Kenny hizo algo gracioso, deformándose en una mueca que cubría gran parte de su cara, pero lo que lo delataba en realidad fueron sus ojos. El color metálico en ellos le daba un aspecto recio, intimidante, pero en aquellos momentos brillaban con un sentimiento al que Félix no sabría ponerle nombre.

—Creo que... Incluso eso habría sido suficiente para mí.

Tomó otra piedra entre sus dedos y al girarse la lanzó con más fuerza que la anterior, por lo que terminó hundiéndose de inmediato. Félix masculló una maldición entre dientes.

El día comenzaba a clarear aún más y la niebla empezó a dispersarse, revelando más de aquel alucinante escenario.

La orilla contraria, apenas visible por encima de la aún ascendente neblina, estaba forrada por un linde verdoso oscuro, que era parcialmente oscurecida por los árboles que se alzaban sobre ella. El resto era una mancha blanquecina y acaramelada por la que abundaban los guijarros, pequeños puntos grises apenas notorios por la bruma.

—Las familias nobles son quisquillosas, y normalmente las cabezas de familia son los peores —dijo Kenny, obviando el anterior comentario—. Han hecho esto por años, chico. Ocultos a simple vista, manipulando a las personas bajo sus garras y moldeando este lugar a su antojo en su propio paraíso. Uri era el rey de esa patraña de imbéciles y del resto de las personas viviendo en los muros, y de haberte reconocido como su hijo, ¿qué crees que habría sucedido?

—En primer lugar, habría crecido amando a Frieda como a una hermana.

Kenny le lanzó una piedra a la cabeza, que le golpeó secamente en la nuca. Félix se volvió hacia él con el ceño fruncido mientras se llevaba una mano a la parte posterior de la cabeza.

—Hace un tiempo hubo una mujer que Rod tomó como amante, y juntos tuvieron una hija —el Ackerman se estiró hacia atrás para recuperar su sombrero y una vez lo tuvo comenzó a examinarlo, quitando las hebras de hierba de encima—. Después del asesinato de su familia, intentó volver con ella para reclamar a esa chica como hija suya, pero la asamblea de idiotas se lo impidió creyendo que la niña era una vergüenza para el nombre Reiss.

Félix relajó sus hombros de a poco. Una lenta brisa silbó entre los árboles que los rodeaban y las flores se mecieron con ella.

—Uri era el rey del mismo modo en el que Rod lo fue al morir Frieda —el castaño alzó la mirada hacia él, filosa—. Y aún así, no pudo traer a su única heredera a casa. ¿Qué crees que te habrían hecho a ti? ¿A tu madre?

Se volvió bruscamente una vez que dijo eso. El día seguía iluminándose y, sin embargo, sentía como si fuera a ahogarse con su propia ira. La idea de perder a su madre siempre era demasiado, la única razón por la que había aceptado unirse al equipo de Kenny, incluso cuando no quería, era porque Talisa Kaiser era su madre, la única mujer que le quedaba con vida que realmente importaba.

Tomó otra de las piedras y la lanzó, directo al agua y ocasionando que pequeñas gotas se alzaran por los aires y le cayeran en el rostro y las botas.

—Eso es contra productivo. No tiene ningún sentido que hayan enviado a una Reiss, ilegítima o no, lejos de la Capital sabiendo que no había ningún heredero. Si en verdad los Reiss son la familia real, ¿no deberían haber mantenido a la chica cerca?

—La monarquía se maneja de extrañas maneras, pero debes entender que, incluso aunque te hubieran aceptado, Uri no quería eso para ti.

La cuarta piedra rebotó aún más lejos, hasta donde los patos de antes se habían movido. Las ondas que quedaron tras ella se extendieron por la superficie del lago y después desaparecieron.

—¿Entonces qué es lo que él quería?

—Que crecieras feliz, lejos de los enredos y las conspiraciones —Kenny se inclinó al frente y recargó sus antebrazos sobre sus piernas—. Te quería libre de responsabilidades, capaz de disfrutar de este paraíso sin conocer la historia tras él.

No quería que fuera un cuervo, pensó mientras escuchaba a su capitán hablar sobre Uri Reiss, sus responsabilidades y la carga de ser el rey de una parvada enjaulada. Quería que fuera una paloma, como en mis sueños.

Félix apretó los puños y la piedra que aún sostenía fue empujada dolorosamente contra la tierna piel. Siseó, pero por lo demás se mantuvo firme; el dolor ayudó a fundamentar el hecho de que su padre era, probablemente, un buen hombre. Un buen hombre que no quería nada más que una vida fácil y libre de cargas para su único hijo.

¿Había amado a su madre? ¿Había pensado en ella también cuando decidió no involucrarse? Lo había sabido incluso cuando su madre no se lo había dicho, así que tal vez...

Sacudió la cabeza, deseando que esos pensamientos se alejaran. Uri había sido un rey, uno oculto pero un rey de cualquier manera. Pero aún así, por qué... por qué...

—¿Por qué no lo hizo? ¿Qué lo detuvo?

¿Por qué no lo intentó?

Kenny se puso en pie y caminó hasta situarse a su lado. Su capitán alzó una de sus manos y la colocó con dureza sobre su hombro. No pudo evitar comparar el peso con aquel de una roca; pesada, tosca y roída. Estaba la emoción persistente que no había abandonado su rostro desde el momento en que empezaron a hablar. Sin embargo, sabía que Kenny no era una persona emocional, que tendía a tener un oscuro sentido del humor que a veces iba demasiado lejos, y sus rasgos faciales parecían un pasa porque el hombre siempre se reía por esto o por lo otro.

Pero cuando hablaba sobre Uri Reiss, sus emociones tirarían en una dirección que a veces pasaba desapercibida. Félix no era un experto en leyendo otras personas si no las conocía íntimamente, pero en Kenny era distinto.

A él, también, lo conocía de toda una vida.

—¿Qué ha descubierto la Legión sobre los titanes?

Esto es, pensó él. Aquí está el punto descisivo.

Petra lo sabe, y si no, entonces se lo diré yo en persona. Pero esto… Suspirando, se llevó la mano contraria que no sostenía la roca hacia la cabeza y la enterró en los oscuros mechones, revolviéndolos por la frustración que sentía en esos momentos.

Era una apuesta en la que había estado pensando después de volver de la ciudad subterránea en Stohess, una que lo obligaba a poner todas sus cartas sobre la mesa a excepción de una sola, la que no le diría jamás a nadie a excepción de que la ocasión realmente, fundamentalmente, lo necesitara.

Confiar en Kenny era riesgoso. Era el tipo de apuesta que podría terminar con solo dos resultados; ser traicionado, o ganarse otro aliado.

¿Qué crees que habrá tras esos árboles? Escuchó su voz haciendo eco, y la de Eren respondiendo, libertad, el océano.

Y realmente, ¿habría alguna otra cosa que pudiera hacer él siendo una sola persona? ¿Habría algo más allá afuera por lo que valiera la pena pelear?

(Hay un mundo, susurró alguien en su oido. Están las dunas de arena, el océano salado, las planicies de nieve. Hay todo un mundo allá afuera, ¿y es esto lo que te preguntas?

¿Es esto lo que te preocupa?)

Pensó en Frieda, en su sonrisa. Lo serena que era su presencia. ¿Por qué habría peleado ella? ¿Qué habría sido suficiente para llevarla hasta ese extremo, para sacrificarse a sí misma ante las hienas hambrientas?

También pensó en Eren, porque Eren siempre peleaba. Las pocas historias que compartieron de sus días en la academia incluían sus entrenamientos, sus miedos. Muchas veces también hablaban de sus amigos y sus visiones de la vida en la milicia.

Era una pena, o algo así. Que las personas que lo rodeaban fueran tan humildes, con tan buen corazón.

—Que son humanos —confesó en un susurro—. Hange y yo... Hange y yo estuvimos trabajando en eso hasta que fui traído aquí. Había algo sobre Ymir y su gente que no entendimos, y jamás se lo contamos a nadie, pero... Ella debe habérselo dicho al Comandante ya.

Kenny deslizó su mano de su hombro a través de su nuca, y después su brazo, y lo dejó colgando por encima de su pecho mientras recargaba parte de su peso contra él. Félix le miró de reojo, y después echó un rápido vistazo a su alrededor.

Habían ido allí a solas, pero la conversación estaba tomando un giro que no le gustaba para nada, e internamente comenzó a preguntarse si aquello no era más que una trampa a la que había sido atraído para poder capturarlo. Caven, o tal vez Duran, podrían haberlos seguido hasta ese lugar y entonces deshacerse de él ahí mismo.

Era traición, él lo sabía. Hablar sobre un océano, sobre las planicies de nieve o las dunas de arena. Era traición querer salir de los muros y la Legión de Reconocimiento solo tenía permitido hacerlo porque ellos eran un ejemplo para el resto de la población; no importaba cuántos salieran de los muros en una expedición, siempre volverían menos de los que habían partido.

No salgas, por que estos muros te protegen. No salgas, o te ocurrirá algo igual que a todos ellos.

—Tu padre tenía un sueño —le dijo en tono afable, como si buscara ofrecerle una recompensa—. Uno que involucraba permanecer tras estos muros por el tiempo que fuera necesario, el que se nos fuera otorgado.

Félix parpadeó y después miró al frente, a los brillos que destilaban de las aguas y la paz y tranquilidad de aquel sitio.

Un paraíso, pensó.

Kenny suspiró.

—Hay más titanes como tú amigo, el chico Jaeger —dijo otra vez, y Félix, que había estado al tanto de eso desde haber conocido a Annie y a Zeke, trató de parecer sorprendido—. Nueve en total, y tu conoces a cuatro de ellos, pero también conociste al primero, al más importante.

El estómago se le hizo un nudo al pensar en Frieda, en su padre. No hizo falta que Kenny le dijera a quiénes se refería, ¿por qué si no le habría hablado de Uri? ¿Por qué si no le gustaba preguntar por Frieda cada vez que lo veía, cada mañana al despertar?

—Se le llama 'Titán Fundador' —y lo decía con un tono de finalidad, uno que dejaba zanjado el hecho de que existía, de que era real—. Uri lo poseía. No recuerdo un día en el que no lo mirara a los ojos y pensara cuán terrorífico debía ser poseer un poder como aquel.

Félix asintió con lentitud, digiriendo las palabras a medida que las escuchaba, pero aún así se sentía un poco incapaz de seguirle el ritmo. De comprender lo que buscaba al decirle aquello.

—Nunca me habló mucho de el, de ese poder —Kenny le dió dos golpecitos en el brazo, enfatizando el hecho. Volvió a mirarlo de reojo y se encontró con que en su mirada restallaba un poco de… deseo—. Pero sí me dijo que solo un descendiente suyo sería capaz de amasar aquella responsabilidad con aquel poder.

De repente se puso rígido, y sus sentidos se volvieron locos. Había una extraña sensación en el fondo de su estómago y los brazos le ardían, la sangre debajo de ellos llamando a algo que aún desconocía, y que no estaba seguro de querer hacerlo.

—Solo un descendiente suyo podría heredarlo.

Sangre de reyes, pensó, un descendiente de un Reiss, poseedores de la sangre de reyes y reinas.

Sangre maldita.

(No quiso reconocer los susurros, el llamado.

El peso en su cabeza y el agujero en su pecho.

No quiso reconocer que algo faltaba, y al mismo tiempo, algo se acomodaba.)

—¿A qué… a qué te refieres?

—A que pudiste haber sido tu —le dijo el hombre, alzando su otro brazo y pinchándole la mejilla en dónde tenía el moretón del puñetazo que le dio el día anterior. Félix se quejó de dolor—. ¿Ahora entiendes? Pudiste haber terminado como tu padre, atado a esa responsabilidad, y en tu lugar, la que lo hizo fue Frieda.

Frieda era una Reiss. Frieda, con sonrisas que iluminaban una habitación oscura y un brillo propio que podría encandilar al sol. Era una Reiss, la sobrina de su padre, su prima, condenada a pasar toda su vida atada como el cuervo de su padre, cargada con responsabilidades que eran probablemente demasiado grandes para sus aún muy jóvenes hombros.

No supo si sentir rencor hacia su padre por jamás haberse acercado a por lo menos conocerlo, o por haberlo dejado de lado y ponerle esa carga a Frieda, porque si había alguien en el mundo que no mereciera tal destino, al menos a ojos de Félix, era ella.

Trata con cuidado, pensó. Kenny sabe de lo que habla. Ha estado más tiempo del lado de ellos que tú, así que trata esto con mucho cuidado. Lo que sea que diga, puede terminar siendo más de lo que esperabas.

—Y ese poder… ¿Qué era lo que…?

—¿Lo que hacía? —Kenny resopló—. Quién sabe, aún me decido entre sí era ser bondadoso con este aborrecible mundo, o si tal vez te volvía en el demonio tratando de aniquilarnos. Uri no me dijo mucho, pero había días en los que su sobrina mencionaba librarnos de esas bestias, los caníbales.

Félix casi se ahogó con su saliva.

—¿Q-qué? ¿Cómo… a qué te refieres-?

—Quién sabe —murmuró el otro en respuesta, encogiéndose de hombros—. Pero de ser posible, ¿por qué no lo hacían?

Kenny lo miró de reojo, y las implicaciones de sus palabras le cayeron con dureza encima.

—Frieda no... —negó él de inmediato, sacudiendo la cabeza—. ¡Frieda jamás-!

—Hah, pero el mundo está lleno de cobardes, Félix —un pato graznó de nuevo a la distancia y el sonido pareció hacer un reverberante eco en los alrededores—. Todo el mundo es esclavo a algo, ¿no lo crees?

Félix estaba tenso como la cuerda de un arco, apenas sintiendo el ligero cambio de postura en el hombre a su lado. Kenny se llevó la mano contraria a la boca y quitó el cigarrillo de entre sus labios, soltando el humo y después tirando la colilla al agua frente a ellos.

Pequeñas ondas se crearon en la superficie mientras se tragaba la basurilla.

—Uri tenía ojos bondadosos. Ojos que miraban este decadente, cruel mundo y veían un paraíso —había algo en su voz que le incomodó, a pesar de que la expresión en su rostro seguía tan desinteresada como siempre—. El Titán Fundador es poder puro, capaz de arrebatar memorias o, tal vez, incluso modificarlas. Nosotros no somos más que pequeños juguetes con los que el poseedor podría jugar, y nadie jamás se daría cuenta.

—Pero solo con sangre real.

—Hah, solo siendo un Reiss puedes obtenerlo todo.

Félix miró hacia abajo, hacia donde se encontraban sus manos.

Aún veía las manchas de sangre sobre ellas, las que se habían quedado ahí después de lo ocurrido en Utgard. Tenía los nudillos con cicatrices de aquella caída afuera de Stohess, y pequeñas marcas de las riendas de Zoro se le atravesaban a través de las palmas.

Sangre real. Félix tenía sangre real. Félix era un Reiss y tenía sangre real.

Le temblaba el labio al volver a hablar.

—¿Son como los Ackerman, dices? —preguntó en un susurro—. ¿Ellos también son esclavos a algo?

Era una pregunta inútil, porque eso él ya lo había adivinado.

Kenny asintió.

—Los Ackerman…. Supongo que podrías decir que son igual de especiales que uno de esos nueve titanes. No puedo recordar si fue Uri quien me lo dijo, o si lo hizo mi abuelo, pero fuimos… creados a partir de ellos —Félix se giró de prisa hacia él, con los ojos ligeramente abiertos. Kenny siguió hablando como si él no estuviera ahí—. Éramos leales a ellos, ¿sabes? Como perros, como tú lo dijiste. Leales por nuestra sangre, por nuestras condiciones. Leales porque para eso fuimos creados, porque un rey sin una espada y escudo no es un rey.

Leales. Espadas y escudos, porque un rey sin ellos no era rey. Félix sintió náuseas de solo pensar en esas palabras.

—Y entonces... ¿Por qué… Por qué son tan odiados? Los Ackerman, ¿por qué…?

—¿Odiados? No, chico —Kenny alcanzó a darle otro zape, uno ligero y casi amistoso—. Temidos, por los nobles y la realeza. Temidos por nuestro poder y el rechazo a su manera de vivir. Temidos porque, contrario al resto de los habitantes de estos muros, somos inmune a ese poder.

Félix sintió que se quedaba sin aliento. Se sentía extraño, como si no estuviera allí en absoluto, y lo único que lo mantenía erguido era el brazo de Kenny alrededor de su hombro.

Inmune. Inmune. Inmune.

Eres inmune a ese poder, eres un Ackerman, pero también un Reiss. Eres inmune, y un esclavo de otro esclavo.

Eres inmune, y eres especial. Tu sangre. Tu sangre es especial.

Sangre de Reiss, sangre de esclavo.

Comenzaba a verla, cómo pintaban sus palmas de un rojo carmesí que veía incluso en sueños. También, si guardaba silencio, alcanzaría a escuchar la voz de Nanaba preguntando por qué la dejaba atrás, por qué se iba. Si guardaba silencio, aún escucharía los relinchos de Zoro siendo ahogados por la ronca voz del Titán Bestia. Escucharía el correr de un arroyo, el derrumbar de una torre.

Conozco a cuatro.

A Frieda, a Annie. A Eren. A Zeke.

Los conozco a ellos. Ellos me conocen a mí. ¿Por qué? ¿Qué está ocurriendo en este mundo?

Le temblaban un poco las manos; las que tendría manchadas de sangre de por vida. Sangre de esclavos a su sangre de reyes, súbditos que podrían haber sido suyos si tan solo Uri Reiss hubiera tomado control de la situación, si tan solo el mundo no fuera tan bondadoso.

¿Significaba entonces que Félix era igual de inmune? ¿Que no importara que fuera un Reiss, no podría ser subyugado a ellos? ¿Era por eso que aún había logrado recordar pequeños detalles de Frieda incluso cuando existía la posibilidad de ella usando ese "poder puro" en él?

Y de ser así, ¿qué significaría eso para él? ¿Qué consecuencias habrían para una existencia que parecía tan… condenada?

Protector y protegido. Escudo y espada para un rey y una corona.

Lentamente, casi con timidez, la cabeza comenzó a palpitarle.

Y la palabra comenzó a repetirse como una canción.

Esclavo (Rey). Esclavo (Rey). ESCLAVO (REY).

Se apartó con brusquedad del agarre de Kenny y trastabilló, sintiendo las rodillas débiles y las piernas volvérsele de gelatina. Cuando cayó de rodillas, apoyó sus manos sobre el césped y trató de no ver la sangre, de no escuchar las voces.

(Trató y trató y trató. Y ultimadamente falló, porque Félix había nacido para eso.

Para tratar, y fallar, y después seguir tratando.)

—¿Quién más lo sabe? —preguntó en un susurro.

—Los nobles. Todos ellos son inmunes, como los Ackerman, y otro clan que en antaño existió aquí. Los asiáticos.

Los asiáticos. ¡Los asiáticos! Una carcajada le salió de lo profundo de la garganta y Félix se inclinó hasta apoyar la frente sobre el césped, permitiendo que la frescura de las hebras verdosas le brindaran un poco de confort.

Y todo este tiempo, toda esa información había estado sentándose preciosamente en las mentes de esos nobles imbéciles, ese "poder" siendo malgastado en manos inútiles. ¿Por qué demonios Frieda no había hecho nada? ¿Por qué continuaban tras esos muros, porque permitía que más personas siguieran muriendo?

Si Uri Reiss se hubiera acercado a él, si Uri hubiera sido menos cobarde…

—Y Frieda… —murmuró con la voz tensa, enterrando las manos en el césped. Sentía rabia de solo pensar en ella, en los nobles. En todos los involucrados—. ¡¿Por qué demonios eligió a Frieda?!

Podría haberme elegido a mí.

—Era la única que podría llevar la carga.

Aquello solo lo hizo enojar más.

—¡Tonterías! —exclamó, su grito perdiéndose en la tierra bajo sus pies al enderezarse—. ¡Pura mierda! ¡Estaba yo, se suponía que debía haber sido yo! ¡¿Por qué demonios la involucró a ella?!

Si Uri Reiss hubiera sido menos cobarde, si Uri Reiss hubiera sido más egoísta, Félix estaba seguro de que nada de esto habría ocurrido.

Kenny se inclinó hacia él, en cuclillas y la voz tan dulce como la miel.

—Porque ella compartía su sueño —y aquello, aquello eso no se lo esperaba—. De mantener este paraíso a salvo. A salvo de lo que hay tras estos muros. De proteger a estas personas, y la manera de llevarlo a cabo, era teniendo la corona, y el poder en sus manos.

(Se plantó en él como una semilla, y apenas Kenny lo notó, una sonrisilla se le escapó de puro asomo.

Félix era un Reiss, de sangre de reyes. Era un Reiss, sí, pero todo el mundo era esclavo a algo.

A alguien.)

Kenny le colocó una mano sobre el hombro, una que Félix apenas y sintió. Su mente estaba demasiado ocupada evocando recuerdos de la chica del cabello bonito, de sus sonrisas y sus carcajadas, de lo bonita que lucía al correr entre campos de girasoles y lo… añorante que en ocasiones se tornaba, cuando Félix mencionó querer unirse a la Legión de Reconocimiento para ver lo que había fuera de los muros.

¿Aquel era el motivo? ¿Porque ella quería un mundo a salvo? ¿A sus habitantes, su pueblo? Frieda siempre había tenido un corazón demasiado puro, una sonrisa demasiado brillante.

(—Eres muy débil para este mundo,

—¿Por qué dices eso, Félix?

—Porque este mundo es cruel, y tu siempre pareces estar sonriendo y de buen humor.)

Sin aliento. Se sentía sin aliento, sin la capacidad de poder alzar la cabeza y tomar un profundo respiro. Todo este tiempo, lo que ella había querido, todo este tiempo...

Era protegernos. Y la única manera de hacerlo era con una corona, con el poder en sus manos.

—El titán en el muro... —tuvo que repetirlo tres veces, por que la voz le temblaba y le salía tan baja que era fácilmente ahogada por el viento y los graznidos de los patos en la lejanía—. Lo fui a ver, y cuando lo toqué... Cuando lo toqué me mostró a otro, al Titán Bestia. Yo... lo vi. Como-como si fuera un recuerdo, ese titán en el muro me lo mostró. Y desde entonces...

Tuvo que detenerse un segundo y simplemente existir. Dejar que el aire le tocara el rostro y le entrara en los pulmones.

—Desde entonces no ha parado.

Desde entonces no he dormido. No he dejado de soñar.

(No he dejado de vivir)

Fue por un largo rato que ambos permanecieron en silencio, que fue roto cuando Kenny se sentó a un costado suyo. Se sacó el sombrero y lo dejó apoyado junto a ellos, en el medio de ambos, mientras su mano fue a parar sobre su cabeza, entre los mechones de Félix.

Soplaba un suave viento que mecía las flores, y con el sol en su totalidad por encima de sus cabezas, la neblina tiempo atrás desaparecida, el lago en aquel lugar deslumbraba mejor que una joya.

Kenny le acarició los oscuros mechones casi con cariño.

—Tu deberías haber sido el rey.

━━━

—Capitán.

Ambos alzaron la cabeza al mismo tiempo apenas desmontaron de sus caballos para encontrarse a Caven en la puerta del establo.

Kenny se había acostumbrado a verla así de siniestra; iluminada por los rayos del sol, pero su rostro oculto entre las sombras.

El castaño le sonrió.

—Ah, un momento —se giró hacia el chico a su lado y le palmeó la espalda varias veces. Félix le miró con el ceño fruncido—. Vete a perder el tiempo por ahí, hay una reunión que debo atender.

Félix le escudriñó el rostro con esos ojos suyos. Kenny jamás había conocido personalmente a Talisa Kaiser, pero de lo que Uri le contó todos esos años atrás, la mujer era fuerte, competente, y el fuego en sus ojos rara vez se apagaba.

El chico tenía poco de Uri en él, y si los rumores eran reales, entonces era la viva imagen de su madre. Pero aquello no borraba el hecho de que era el hijo de Uri, encarnado y con un rostro desconocido, sin ojos que brillaban deslumbrantes e incandescentes.

No tenía en ellos la bondad de Uri, los destellos que el sol arrancaba cuando su amigo tiraba la cabeza hacia atrás para contemplar las aves planeando en el cielo azulado.

En ellos no había bondad, y en Félix tampoco. Félix era egoísta, buscando libertad fuera de los muros e ignorando que había toda una civilización atrapada tras ellos; Félix era engreído, y pensaba muy poco en las personas por las que él no se interesaba personalmente.

Si no eran Talisa, si no eran Frieda, si no eran ese tal Erwin Smith, entonces Félix no tenía motivos para involucrarse.

Para sentir.

Félix no era Uri. Pero podría serlo. Podría, si Kenny jugaba sus cartas bien.

La semilla ya había sido sembrada, ahora solo quedaba alimentarla, cuidarla, y verla crecer.

Al final, el chico se encogió de hombros y se giró para seguir su camino. Kenny le observó irse; aquello era un hábito suyo, tal parecía. Ver las espaldas de Uri y de su primogénito comenzaba a volverse costumbre.

—Capitán. ¿Logró lo que quería?

¿Lo que quería? Las palabras no le eran desconocidas, el sentimiento mucho menos.

Kenny Ackerman era un bastardo en todo pero en nombre. Un asesino que mataba para proteger a su familia, que había dejado atrás al hijo de su hermana, al único pariente que le quedaba cerca. Era un monstruo, y a veces, también era un humano.

Uri había sido una de las pocas cosas buenas que consiguió de su existencia; lo único que había conseguido satisfacerlo en esa perpleja e incómoda vida suya que a veces le parecía más una tarea que un lujo.

Pensó en él, porque últimamente eso era todo lo que podía hacer; recordarlo, recordar sus ojos y la forma en que brillaban, la forma en que parecían vidrieras esculpidas con los cristales más atractivos jamás vistos, pintados con los colores más impresionantes que jamás hayan existido. Uri era un ser de compasión, de cariño. Era el pináculo de lo que Kenny quería lograr.

Ver el mundo de la misma manera que lo hizo Uri; ver sus colores como los más deslumbrantes, su gente como la más amable, la más merecedora. Quería ver con los ojos de Uri, aunque fuera solo por un segundo.

Kenny, este mundo se desmoronará en un futuro no muy lejano. Había visto patos aquel día también, nadando tranquilamente frente a ellos dos mientras conversaban. Yo deseo crear el paraíso en el crepúsculo que nos queda.

Félix había estado de rodillas mientras le confesaba lo ocurrido con el titán en el muro y con el Titán Bestia. Casi había llorado, siempre mirándose las manos, siempre atento a los sonidos que los rodeaban.

Esclavos, recordó. Todos somos esclavos a algo.

Uri había muerto con una sonrisa en el rostro. Encadenado de los brazos, de rodillas.

Había muerto con una sonrisa en el rostro.

Uri había muerto, pero su hijo no.

—Oi, ¿crees que a Félix le siente bien una corona de oro?

HELLO MIS AMIGOS

Oof, en cuestión de horarios, se suponía que iba a actualizar más temprano pero ser adulto apesta porque tienes que trabajar lmao

Pero bueno!! Aquí está ya el capítulo y espero que lo disfruten <3 la verdad es que estos próximos capítulos son de mis favoritos porque consigo escribir a Félix como  un poco más.… Idk, oscuro?? No sé, la cosa es que me están gustando mucho y espero que a ustedes también gg

Anyways, quería preguntarles: ¿qué les está pareciendo la historia de momento? Y tienen teorías?? Porque debo de admitir LMAO que el capítulo de la revelación de Uri siendo su padre me sorprendió A MI porque honestamente yo esperaba que ya lo supieran I mean yo creía que se habían dado cuenta de quién era su padre ya??? Y entonces recordé que los escritores lo saben todo y los lectores no y KWKFKAKFKQKFK sigh soy tan estúpida lmao

PERO EN FIN, que eso quiero saber, a dónde creen ustedes que va la historia?? Y, en verdad creen que le será fiel al manga?? KSKFKAKFKAKD sigh eso yo lo sé xd

Espero que les guste el cap<3

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