Desperté anhelando que fuera un mundo distinto, uno donde Cloeville fuera mi lugar infinito. Y a mí rodeada de hojas elípticas... o pétalos de todos los colores existentes; pero infinitos. Momentos infinitos, aromas infinitos. Cloeville infinito.
Mi corazón se encuentra desolado, sin embargo, doy todo de mí para no demostrarlo. Las conversaciones surgen de manera natural y mi madre de vez en cuando me lanza un comentario reconfortante.
— ¡Déjame ponerte una flor! — exclama Thomas detrás de mí.
Y muestro una sonrisa amable.
En cuestión de segundos, el pequeño rostro del niño aparece frente a mí con una alegría avasallante, y en sus manos puedo divisar una flor amarilla. Una perfecta y delicada flor amarilla.
— Y no olvides tu abrigo — agrega mi madre al mismo tiempo que Thomas coloca el capullo sobre mi oreja.
Me guiña un ojo y los dos reímos. ¡Este pequeño aviva mi felicidad como nadie! ¿Qué haría yo sin él?
Tomo mi abrigo favorito y salgo volando de la casa, luego de saludar con un gran abrazo a mis dos almas preferidas.
Recorro el sendero con la misma fluidez de siempre, contemplando la naturaleza y su magia en todas las expresiones posibles. Como siempre, una energía encantadora permanece en cada centímetro de mi cuerpo, y tan solo por unos minutos... todas mis preocupaciones se aíslan.
En las ciudades no tendré la posibilidad de recargar mis fuerzas a través de una caminata, ¡ni siquiera volveré a tomar este sendero hasta la tienda!
De pronto, un joven con tirantes café y cabellos desordenados me hace un gesto gentil con la mano, y yo le brindo una sonrisa capaz de opacar lo que nos rodea. O eso siento cuando me voy acercando con pasos firmes y contentos.
— Buen día, señorita de cabellos dorados — saluda felizmente — Bonita flor.
— Gracias y buen día, señor Hamilton.
Y de repente, mis ojos se posan en la entrada de pino que contemplo hace varios años. Una nota un poco arrugada se encuentra colgada, y la arranco de allí para leerla con mayor atención.
"Buenas tardes, Evania y Eric. Lamento informarles que hoy la tienda permanecerá cerrada por mis cuestiones de salud.
No se preocupen jóvenes, en dos días los espero con energía. Disculpen mi ingratitud.
Saludos."
Y suelto un suspiro.
Mi única distracción dentro de un caos abominable, se dispersa como partículas y me deja completamente sola. Tal vez la soledad quiere pasar un rato conmigo... no debería ser desagradecida con ella ¿verdad?
— Entonces... — dice Sin Nombre y al observarme con mayor cuidado, nota que hay algo mal en mí — ¿Por qué trae los ojos tan perdidos?
Debe ser porque no puedo encontrarme entre tanta intranquilidad.
No respondo, y apoya su mano en mi hombro mientras se encoge para quedar a mi altura.
— Dejaré Cloeville — digo finalmente — Con mi familia nos mudaremos a Ikerwood.
El joven queda con las mismas expresiones y la misma posición corporal. Es como si fuera una pintura, quedando totalmente petrificado.
Trago saliva para calmar mis nervios y él solamente relaja sus facciones, para acomodar su cuerpo y volver a su posición normal, mientras observa al horizonte junto a un cúmulo de pensamientos que invaden su mente.
— Habrá una fiesta...
— Lo sé — interrumpo con una sonrisa — ¿No es algo hermoso y trágico al mismo tiempo?
Muestra una media sonrisa.
— Hace mucho no concurro a un evento de Cloeville — comenta y apoya todo su cuerpo en las paredes de la tienda — Ya olvidé los pasos de algunos bailes... en Ikerwood cambian bastante.
Y una idea viene a mí como si fuera una ráfaga de viento.
Doy un giro como si fuera una bailarina ilustre, y extiendo mi mano derecha hacia ese joven que analiza con una mirada misteriosa.
— ¿Me concede esta pieza, señor Hamilton?
Ríe debido a mi espléndida actuación, y se aparta de la pared con elegancia, sin apartar sus ojos de los míos.
— No sé bailar, Evania — responde con la cabeza media baja.
¡Ese es el punto, Sin Nombre! Creí que era más inteligente con respecto a sus contestaciones.
— ¡Vamos! El baile es algo universal — digo con los brazos extendidos — Solo hay que dejarse llevar al ritmo de una encantadora melodía... dejar que sus sentidos se expresen por sí solos.
Vuelve a mostrar sus dientes blanquecinos como la mismísima nieve que cubre a Cloeville en invierno. Solo espero, que nadie cruce este camino mientras danzamos como dos locos en medio de la naturaleza. O más bien, en frente de un almacén. Y sin música.
— Lo haré dar vueltas — bromeo y remango las mangas de mi vestido.
— Debo informarle que eso me sale bastante bien a mí — dice junto a un baile de cejas.
Revoleo los ojos debido a su comentario.
Su sonrisa es mucho más que una expresión facial, es como si el tiempo se congelara y en ese instante, toneladas de felicidad se trasladaran de un cuerpo a otro. Eso es algo increíble y propio de un universo tan mágico, ¿verdad?
— Primero debe aprender los pasos básicos — menciono con un tono burlón — Debe tomar mi mano como si fuera...
Y en un instante, siento el calor de su mano sobre la mía.
"Eso fue rápido" pienso.
— Soy bueno ¿no lo cree?
Sonrío. Tomar la mano de alguien en un baile es algo completamente común... pero que muchos no logran apreciar con gratitud.
¿Sabrán la energía que se transmite de un cuerpo a otro, en una situación como esa?
— La danza es sencilla, pero es mejor dejarse llevar — explico para luego cerrar mis persianas con lentitud — Ahora cierre los ojos... e imagine que está en medio de la pista y todos lo están mirando, mientras usted siente de a poco y en cada parte de su ser, cómo las luces...
— Eso me pone un poco nervioso — interrumpe con la voz un poco más grave de lo normal.
Abro los ojos para encontrarme nuevamente con aquellos color tierra.
— Si está nervioso debe mirar los ojos de su pareja, y concentrarse solamente en ellos.
Acto seguido, noto cómo sus pupilas agrandan su tamaño. No es algo extremadamente notable o que alguien pudiera observar sin la mínima atención, sin embargo, la luz brillante del sol me presenta esta situación como si de una obra se tratara.
— ¿Así? — cuestiona con sus esferas fijas en mí.
Asiento con mi cabeza, y comienzo a tararear la melodía de una canción magnífica dentro de mi imaginación. Junto con los primeros pasos, llegaron unas cuantas pisadas de parte del joven, y otras mías debido a mi torpeza.
Unos cuantos giros, bailes con seres invisibles para completar la sensación y luego, algunos pasos libres que demuestran la transparencia de nuestro espíritu en medio de árboles expectantes.
Tal vez nuestros corazones latían al mismo ritmo sin darnos cuenta.