No te enamores tarde #1 ✔️

By Darkhness_

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Primer libro de la bilogía: [No] es tarde. ~ Hay tres maneras de hacer las cosas, bien, mal y como yo las hag... More

Antes de empezar.
Prólogo.
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021 | Especial.
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Epílogo
Playlist & Agradecimientos.

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By Darkhness_

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—¿Pasas por mí en la noche? — me pregunta Helena antes de salir del departamento.

—Si no te tardas en salir, claro — digo mientras agarro las llaves del departamento para salir igual.

—Por favor, mi turno hoy termina algo tarde — dice con pesadez.

La volteó a ver seria y rodo los ojos, antes de cerrar el departamento con llave.

—Bien —le digo con pesadez.

Empezamos a caminar para dirigirnos hacia el elevador, Helena va entretenida en su celular, yo voy con la cabeza hacia bajo viendo el suelo mientras camino.

—¡No! — grita Helena haciendo que me sobresalte.

—¿Qué pasa? — le pregunto asustada.

—El elevador no sirve — contesta severa.

Elevo mi vista hacia el elevador y frunzo el ceño al ver que es cierto, y hay una hoja de papel que dice "fuera de servicio", creo que tendremos que bajar gradas –mierda-.

—Vamos por las gradas —le digo mientras camino hacia la puerta de las gradas.

—Que cansado — se queja siguiéndome.

—Lo cansado es subirlas — le digo con antipatía. — Ruega porque no nos toque subirlas.

Ella gruñe y empezamos a bajar las gradas. Lo bueno es que estamos en el tercer nivel, y no son tantas después de todo. llegamos a la primera planta, tres minutos después, Helena ve al recepcionista y le grita.

—¡Arregla el elevador, vago! — le grita molesta — para eso te pago —dice para que solo yo escuchara.

Rodo los ojos antes de salir del edificio completamente. Por la ventana puedo ver como el recepcionista roda los ojos y gruñe. No es un vago como tal, solo que el dueño del edificio no está en Manhattan así que no lo coloca hacer trabajo de más.

—Bien, te espero en la noche — se despide Helena antes de entrar al casino.

—Ojalá me tengas preparado un Martini — le digo despidiéndome.

Ella me guiña el ojo antes de entrar al casino. Y yo sigo mi rumbo hacia mi trabajo. Helena trabaja en unos de los mejores casinos de toda New York, es mesera, o a veces atiende la barra, se mantiene trabajando casi las veinticuatro horas del día, sus horas de descanso son mínimos. Es el mejor casino de New York, mejor dicho, tiene personas millonarias las veinticuatro horas.

Espero a que el semáforo cambie de color para poder cruzar al otro lado, cuando voy por el medio de la calle, siento unas gotas caer sobre mi abrigo - ¿lluvia? – posiblemente, no se miraba que fuera a llover, sino, hubiera traído un paraguas. Empiezo a correr para llegar a mi trabajo antes que la lluvia empiece, y al parecer no soy la única, varias personas corren detrás de otras para llegar a su destino antes de la lluvia. El invierno ya se acerca, empezamos bien la segunda semana de noviembre.

—¿Está lloviendo? — me pregunta Arango cuando coloco mi abrigo encima de una silla.

—Sí, y creo que será una tormenta — le contesto.

—Carajo — maldice.

—Arango —lo regaño.

—Ups, lo siento — dice dándome una sonrisa divertida.

¿Dónde trabajo? Bueno, trabajo en New Museum, uno de los mejores museos de arte contemporáneo de New York. El lugar nunca me llamo la atención, es muy aburrido para ser un museo de arte contemporáneo; las obras si son espectaculares, puedo pasarlas viendo horas y horas y no me aburriría, soy una amante del arte, dibujar es mi talento oculto, solo que hace mucho tiempo que no lo hago.

El museo tiene reglas muy estrictas para los trabajadores, no tratar mal a los clientes, dar la información correcta de los cuadros, no decir palabras soeces, mantener todo en orden y en limpio, ser puntuales, ayudar a los clientes cuando lo necesiten, supervisar por si algo anda mal (y no están fácil, son ocho pisos) y la vestimenta tiene que ser muy formal, y eso le quita la diversión después de todo, ¿y por qué trabajo acá si no mucho me gusta? Bueno, la paga es decente, gano más que Helena.

Trabajan muy pocas personas acá, pero el personal de seguridad si es extenso, muchos no aguantan trabajar acá, no les apasiona el arte, o porque el jefe es muy exigente. Y a decir verdad no lo veo tan así, trabajo acá hace seis meses, y creo que ha sido lo mejor de la vida, y el jefe por lo menos conmigo no están exigente como se dice que es.

—Iré al séptimo piso— le informo a Arango.

Subo al séptimo piso en el elevador, mientras me coloco el radio comunicador, qué es necesario mantener siempre, por precaución, o informar algo. Me compongo la blusa antes de que el elevador abra sus puertas. Mi ropa "formal" consiste la mayoría del tiempo en un pantalón de tela negro, y una blusa manga larga, o que se vea lo más posible formal, traigo faldas solo cuando el calor es insoportable, vestidos nunca traigo, no soy tanto de usarlos, me siento incomoda, además, eso sería usar tacones, y no uso tacones.

¿Está mal que las personas de mi edad usen tacones y yo no? Bueno tengo 20 años, y a decir verdad a veces me siento una marginada en mi edad, soy más de cosas sencillas, pantalones informales, tenis y si se puede, vestir pijama todo el día. Otras personas se visten tan elegantemente hasta para ir al supermercado.

—Buenas tardes — saludo a unos visitantes que están por la entrada.

En el séptimo piso hay un poco de gente, una pareja de ancianos viendo una estatua del centro, una pareja de esposos con sus tres hijos observando los cuadros del lado izquierdo, algunos estudiantes de universidad observando otros cuadros del lado derecho, y casi al final hay dos jóvenes que traen cuatro ¿guardaespaldas? Observando un cuadro negro.

—Limpieza en la cafetería — dice alguien en el intercomunicador.

Empiezo a caminar mientras inspecciono los rincones, las paredes, a las personas, en especial a los guardaespaldas ¿por qué a ellos? Siempre tenemos que enfocarnos en las personas que traen guardaespaldas, ellos son de dinero, por lo tanto, hay dos opciones: ver que se sientan a gusto con el lugar y atenderlos bien, o, observar y analizarlos para ver si no se traen algo bajo la manga, siempre hay que ser precavidos, no solo con ellos, con todas las personas, no importa si eres una pareja de ancianos.

—Paris — escucho la voz de Arango en el intercomunicador —Paris —vuelve a mencionar, pero se escucha entre cortado.

—¿Arango? — hablo.

—Paris —se escucha de nuevo entrecortado.

—¿Arango qué pasa? — pregunto algo preocupada.

—Se dirigen al séptimo piso — dice nervioso y preocupado. —Ten cuidado.

—¿Quiénes? — pregunte en voz baja, sin dejar que las personas a mi alrededor escuchen.

—Llevan armas — dice de último y se corta.

—¿Arango? — digo un poco más preocupada. No contesta.

Mierda, mierda, de verdad que este no será mi día.

—Buenas tardes — digo a los presentes—, necesito que todos por favor, evacuen el edificio —ellos me prestan atención—, necesito que salgan por las escaleras.

Me dirijo hacia las escaleras para abrir la puerta y dejar que ellos pasen, mientras escucho murmullos de preocupación y de confusión.

—Con calma por favor— pido.

Los dos jóvenes que traen guardaespaldas miran en mi dirección con el ceño fruncido, mientras que los guardaespaldas inspeccionan el lugar. Las personas salieron, solo quedaron los dos jóvenes con sus guardaespaldas, estaba a punto de hablarles para que salieran cuando el elevador se abre, dejando ver a cinco tipos con armas en las manos –jodida mierda-.

Los hombres que visten de negro elevan las armas y apuntan hacia los guardaespaldas, mientras que ellos sacan sus armas. Me quedo parada en la puerta sin poder moverme, tengo el cuerpo congelado, y mi vista hacia los jóvenes que están sacando también sus armas para apuntar.

La batalla empieza. Los disparos se dejan escuchar, mientras dan contra la pared de vidrio, dos guardaespaldas se colocan delante de los jóvenes, mientras que los otros dos se quedan a los lados para disparar a los hombros que visten de negro. ¿Quiénes son los buenos y quienes son los malos? No tengo ni la menor idea.

Un tipo que viste de negro apunta hacia mi dirección, no se le ve la cara, nada de ella, puedo ver cómo el arma que trae se mueve hacia mí y entonces todo ocurre tan rápidamente.

Se escucha un disparo cerca entonces ahogo un grito cuando alguien me hala de los brazos y me saca del piso en dirección de las gradas. Lo miro aterrorizada, mientras que él esta agitado, es uno de los jóvenes que estaba dentro, nuestros ojos se conectan, mi semblante aterrorizado y el de él preocupado.

—¿Estás bien? — pregunta mientras me mira de arriba para bajo.

—Ah... — balbuceo — sí — es lo único que digo.

—Baja y aléjate de acá — me dice con la voz agitada.

No soy propensa para decir nada más, así que le hago caso y empiezo a bajar las gradas. –no, no, no otra vez- ataques, recuerdos, traumas, sangre, gritos, hombres vestidos de negros, todo eso empieza a proyectarse en mi cabeza de nuevo. Los gritos se hacen fuertes, el lugar, los recuerdos están volviendo.

"Dejadla por favor, llevadme a mí — dice mi madre entre sollozos.

Llévenme a mí — le pide mi padre a un señor que viste de negro y lo apunta con un arma.

¿Por qué? Si puedo llevármela a ella — el hombre que habla esta vez no se mira, su cara se distorsiona en mi mente.

¡No! — le grita mi padre antes de abalanzarse sobre mí para evitar que me lleven, entonces le disparan.

¡Papá! — grito llorando al verlo tirado en el suelo, mientras un charco de sangre se acumula a su alrededor.

Vete, salid de acá — me dice mi madre con la voz en un susurro tembloroso.

Mami — le digo asustada sin parar de sollozar.

Vete Paris, cuídate cariño, te amo — me da un beso en la frente antes de soltarme.

Entonces empiezo a correr alejándome de ellos, lo último que escucho de salir de mi casa es un disparo y el grito de mi madre".

Recuerdo haber llegado a la casa de mis abuelos en la madrugada y contarles todo lo que paso, inmediatamente ellos llamaron a la policía. Cuando la policía llego a mi casa, reportaron muertos a mis padres. Los oficiales intentaban hablar conmigo sobre si yo había visto algo, o alguien ese día, siempre les decía que no, que todo se distorsionaba y no me acordaba de nada, y era cierto, hasta la fecha sigo sin poder saber quién fue el culpable de la muerte mis padres.

Tenía 10 años cuando eso paso, entonces mis abuelos paternos se quedaron con mi tutela, vivía con ellos, y ellos trataban de alegrarme todos los días, me compraban y regalaban cosas para que no me sintiera sola, pidieron a los oficiales que ya no me siguieran interrogando ya que yo me despertaba gritando en la madrugada al recordarme de ese día.

Hace dos años mis abuelos murieron a causa de una enfermedad, entonces con Helena quien ha sido mi mejor amiga de la infancia, nos venimos a vivir a Manhattan, ya éramos mayor de edad, así que decidimos buscar un trabajo y un departamento no tan grande para las dos. Antes vivía por el callejón de Brooklyn, solo cruce el puente para llegar a Manhattan. Anteriormente trabajaba en una cafetería con Helena, pero la paga era poca, y trabajábamos demasiado, hasta que se volvió insoportable.

Dos meses de renunciar, helena encontró trabajo en el casino, y yo en el museo, no me quejo, ese trabajo creo que si fue hecho para mí; a mis abuelos les encantaba el arte contemporáneo, y hacerlo, cada vez que había una exposición íbamos, así fue como fui queriendo el arte contemporáneo, y me acuerda a ellos igual.

¿Estudio? ¿Universidad? No, cuando vivía con mis abuelos si estudiaba, llegué solo al senior year, y decidí ya no seguir estudiando, nunca me llamo la atención la universidad, y bueno no es como si más adelante vaya a necesitar un título para trabajar. Me pagan y tengo una fortuna estable, la casa en la que vivía con mis padres anteriormente, la vendí, gane demasiado por ella, además me dejaron un testamento, donde tengo dinero en el banco. Mis abuelos me dejaron su casa antes de morir, y en el testamento me dejaron sus pertenencias, dinero y esas cosas.

Su casa la tengo en renta, cada mes los señores que la rentan me envían el dinero, vendí algunas de sus pertenecías, que se me hacían innecesarias, así que tengo una gran cantidad de dinero en el banco para sobrevivir por años, y mi sueldo también me sustenta.

¿Ya sé quién mato a mis padres o la razón? No, han pasado ya diez años, y no tengo ni la menor idea sobre eso, investigué un poco sobre mis padres, pero no encontré mucha información. Ellos no solían contarme sobre su trabajo, o sus tratos, o bueno, no recuerdo que lo hicieran, ¿por dinero? Si teníamos dinero, pero no creo que lleguen hasta este punto para matar. ¿Mafias? Lo llegue a pensar por un tiempo, aunque luego retire la idea de mi cabeza, vivíamos en New York ciudad donde mayormente la mafia se manifiesta, pero mis padres se miraban personas decentes, rectas, o bueno, tal vez eso daban aparentar.

—Paris —me abraza Arango cuando me mira salir del edificio. — ¿Estás bien? — me pregunta preocupado.

—Sí, sí, estoy bien —le contesto agitada.

—Señorita — me habla un oficial — ¿se encuentra bien? — me pregunta.

—Sí, oficial —le contesto.

—¿Tiene alguna idea de cuantas personas hay arriba? —me pregunta.

—Ah-mmm, cinco hombres con mascara, dos jóvenes, mayores de 20 tal vez, y sus cuatro guardaespaldas — comento.

—Gracias por la información — dice antes de irse.

Muchas personas están afuera del edificio, unas están siendo interrogadas, otras están asustadas, los oficiales abarcan todo el edificio sin dejar que nadie entre ni salga, las sirenas se dejan oír, la ambulancia también y las personas de la morgue llegan al lugar ¿hay muertos?

—¡Paris! — grita mi jefe llegando a mí.

—Señor — le digo.

—¿Estás bien? ¿Necesitas ir al hospital? ¿Una pastilla? ¿Algo? — pregunta rápidamente.

Les dije, el dueño del lugar no es tan malo como parece, es amable, y no tan duro, bueno por lo menos conmigo es así.

—No, no, señor Feller, estoy bien— le contesto.

—Bien, si necesitas algo, avísame —yo asiento con la cabeza, y luego él es aleja.

Las personas que están casi por la entrada empiezan a despejarla, los reporteros y paparazis no se hacen esperan, los dos jóvenes que estaban a dentro y sus guardaespaldas, solo que esta vez, van solo dos guardaespaldas, vienen siendo escoltados por algunos oficiales, el muchacho que me saco del lugar me mira mientras va pasando por los reporteros, ellos no dicen nada y pasan de largo, lo pierdo entre la multitud.

¿Y los otros tipos? ¿Se fueron? ¿Los agarrarían? Nadie más sale del museo. Después de dos minutos salen cinco enfermeros con dos personas en camillas, los suben a las ambulancias lo más antes posible, son los dos guardaespaldas. Los oficiales empiezan a circular el museo y colocan una cinta amarilla alrededor de este.

—Señor — digo acercándome a mi jefe — ¿qué paso con los otros tipos? — pregunto.

—Se han ido — dice en un suspiro —han escapado por otras puertas del edificio — comenta.

—Ah-mmm, ¿jefe? — lo llama Arango. — ¿Podremos sacar nuestras cosas? — pregunta.

—Me temo que no, Arango — le dice cansado — pero veré si puedo entrar a sacarlas yo, el museo está cerrado por ahora, pero si pueden venir mañana para ver sus cosas –pide.

—Si jefe — le dice Arango.

—Si necesitan algo, llámenme, tienen día libre — nos informa.

—Claro señor, gracias — le digo antes de alejarme de él.

¿Esto será planeado? ¿Por qué lado salieron sin ser vistos? ¿Vendrían por los jóvenes? Mejor dicho ¿Quiénes son esos jóvenes?

—Iré directo a mi casa —me informa Arango. — ¿Vas a la tuya? Te acompaño — dice.

—No, no gracias, iré al casino con Helena —le digo — descuida estaré bien.

—Bien, pasa algo, llámame — dice dándome un abrazo.

—Claro, tu igual — le doy una sonrisa.

Le doy una última mirada al museo y a las personas que están alrededor, y empiezo a caminar para alejarme de aquí, no está lloviendo por suerte, si lloviera ahora, eso sí sería la suerte. Espero que el semáforo cambie de color y paso para la otra calle en dirección del casino, las personas siguen igual que hace rato, corriendo de un lado para otro apresurados, algunos caminan viendo su tableta, otros hacen trucos en la calle, mientras que otros tocan el saxofón para animar a la gente.

Llego al casino y me paro enfrente del guardia, no tengo mi cartera, así que no traigo mi identificación, aunque ya me conoce, el guardia me sonríe y se hace a un lado, me sede el paso, así que camino para adentrarme al lugar, el aire acondicionado topa con mi piel asiendo que se erice, mi abrigo se ha quedado en el museo, juntamente con mi dinero, mi celular, tarjetas de crédito, mi identificación.

—Paris— me saluda Helena cuando me acerco a la barra.

Esta vez parece que le toco trabajar en la barra.

—Hola — digo un poco cansada.

—¿Por qué has venido temprano? — me pregunta mientras limpia alrededor.

—Han bombardeado el museo — cuento.

—¿Qué? —dice ella asustada y sorprendida.

—¿Qué? — le sigue Austin (el cantinero).

—¿Estás bien? — estoy empezando a odiar esa pregunta.

—Sí, tranquila, salí antes de que me mataran — cuento.

—¿Y los tipos? ¿Los agarraron? — pregunta Austin.

—No, los tipos se fueron — omito la parte de los otros jóvenes.

—Que peligroso — se queja él.

—¿Queras tu margarita? — me pregunta Helena.

—No, dame un trago, el más fuerte que tengas — le pido.

Ella asiente con la cabeza, se dirige a agarrar el alcohol, con otras mezclas, y me prepara uno.

—El más fuerte que tengo — dice entregándomelo.

Lo tomo entre mis dedos y me lo llevo a los labios, siento un ardor pasar por mi garganta cuando me lo tomo de un solo, al mismo tiempo que se cuela en mi cabeza.

—Joder, si es muy fuerte — le digo mientras cierro los ojos.

—¿Otro? — pregunta Austin riendo.

—Por favor — le pido con una sonrisa.

Él asiente con la cabeza y esta vez él me lo prepara.

Me voy tomando tres tragos, y me siento relajada, estoy tratando de relajarme, los recuerdos han desaparecido, la angustia también, los sucesos de hace rato no tanto. Siento frío cada vez, me abrazo a mí misma mientras observo a las personas de mi alrededor. Todos están apostando de todo, alcanzo a oír que están apostando, dinero, joyas, carros, hasta casas, mientras unos gozan su victoria, otros maldicen por lo bajo su derrota. Otros simplemente están pasando el rato.

—¿Dónde están tus cosas? — me pregunta Helena.

—En el museo — le contesto — no he podido tomarlas, nada — digo rodando los ojos.

—¿Qué harás? — pregunta mientras sirve un coctel.

—Mi jefe dijo que fuera mañana, que tratara de sacarlas — cuento.

—Te acompañare — me avisa.

Yo asiento con la cabeza.

Se está haciendo más de noche, y más gente empieza a llegar al casino, mientras que son pocos los que salen de lugar, unas están ebrias, otros gritan sin control cuando pierden o ganan, unos se ríen, y otros disfrutan. Algunas personas se hacen a un lado cuando ven entrar a tres tipos con armas, detrás de ellos vienen tres jóvenes, son los dos del museo y uno nuevo, detrás de ellos vienen otros tres guardaespaldas, ahora son seis guardaespaldas que los acompañan.

Ellos tres se sientan a unos cuentos centímetros alejados de mí en la barra, mientras que los guardaespaldas, inspeccionan el lugar parados. Algunas personas empiezan a murmurar cosas, otros no les prestan atención, otras los miran con deseo, en especial al que está sentado en el centro de los dos.

—¿Quiénes son ellos? — pregunta Helena, viendo a Austin.

—Son de la mafia — le contesta él.

—Son muy jóvenes para ser de la mafia — comenta ella, yo los volteo a ver a ellos dos.

—El de la derecha se apellida Wyatt — comenta— el de la izquierda se apellida DeClan, y el del centro es Wolfgang.

—¿Wolfgang? ¿Es un seudónimo o algo así? — pregunto.

—No, ese es su apellido, casi nadie sabe el nombre de ellos tres, la mayoría suele llamarlos por su apellido — responde.

—¿Cuántos años tendrán? — pregunta Helena.

—Wyatt tiene 2O, Wolfgang 22 y DeClan tienen 23 — responde.

—¿Cómo sabes de ellos? — le pregunto.

—Cariño, trabajo en el casino más prestigiado de New York — dice obvio.

—Así que son jefes de la mafia — comenta Helena.

—El señor Wolfgang, o sea, el padre, murió hace un par de meses, dejándole ese legado a su hijo —cuenta.

—Son guapos —dice Helena picara.

—Oh, créeme, no te gustara meterte con ellos, ni siquiera para follártelos — le dice Austin.

—¿Tan malos son? — pregunto.

—Paris, son jefes de la mafia — dice en voz baja pero como si estuviera gritando al mismo tiempo.

—Vale, vale— le digo encogiéndome de los hombros.

El tipo que se apellida Wyatt es de cabello castaño, ojos cafés, se mira alto, y test beige. El otro tipo, DeClan, es de cabello rubio, ojos azul suaves, es igual de alto que el anterior, esta bronceado, y musculoso. De último Wolfgang, el que me ayudo a salir del piso, su cabello es negro, y al pareces sus ojos igual, es alto, tal vez un poco más alto que los otros dos, su color de test es beige.

Ellos están tomándose unos tragos mientras hablan de algunas corsas, las cuales no alcanzo a escuchar hacia acá, volteo a verlos de nuevo, pero esta vez Wolfgang me está viendo con el semblante serio, rápidamente volteo la vista para enfrente para ver a las personas que están a mi alrededor.

—Otro más — dice Austin llegando enfrente de mí, solo que esta vez con una copa de licor.

—No he pedido otro — le digo.

—Cortesía de la casa cariño, te veo tensa — dice dejándome la copa y retirándose de nuevo.

Bien, pues que sea cortesía de la casa no hay ningún problema, ya no tengo más dinero, todo se ha quedado en mi cartera, y ahora es cuando digo que mi abuela tiene razón en algo.

Siempre lleva dinero en los bolsillos de tu pantalón, uno nunca sabe cuándo le robaran la cartera y te dejaran sin nada.

Y tienes razón, solo que esta vez no fue robo.

1 a.m. al parecer las personas no piensan irse de acá, pero yo sí. Helena ha acabado su turno, es hora de irnos agradezco al cielo eso. me levanto de mi asiento y empiezo a caminar lejos de la barra, esperare a Helena en la entrada. Voy caminando por el centro del lugar, cuando choco con alguien.

—Perdón — le digo.

—Perdona— dice el tipo enfrente de mí con una sonrisa juguetona.

Mis ojos se conectan con los suyos, sus ojos negros parecen dos agujeros negros que están al fondo del universo, los cuales te están esperando para atraparte, y adentrarte a ellos, mientras te absorben con todas sus fuerzas, sin tu permiso y del cual no podrás escapar nunca.

🔗ig: Arkaria_blut

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