CAPÍTULO UNO
—"Final profundo"
OLIVIA KINSLEY NO ES UNA LLORONA.
Durante toda su vida, se había pensado que veía las emociones como debilidad y la debilidad es simplemente inaceptable en la familia Kinsley. La criaron para soportar el dolor, sonreír y actuar como si no estuviera allí. Había crecido aprendiendo que llorar no hace más que perder el tiempo. Si quieres algo, entonces te levantas y lo haces.
No lloró cuando se cayó de la escoba cuando era niña, no lloró cuando su madre pasó horas recordándole la decepción que es. No lloró cuando su hermano tenía la marca oscura. Y cuando murió, Olivia se había negado a llorar.
Sin embargo, esta vez, no pudo detenerlo mientras las lágrimas caían. Ella no está llorando por sí misma. Está llorando por el niño que lleva dentro, por el mundo al que Olivia lo traerá. Lloró por un futuro que ahora nunca tendrá. Por primera vez, Olivia Kinsley se permitió llorar.
Tiene una opción. Ella podría deshacerse del feto, actuar como si nunca hubiera sucedido. Todo terminaría antes de que comenzara. Nadie tendría que saberlo. Sería tan fácil. Pero ella no puede hacerlo.
Olivia siempre quiso ser madre, no tan joven, pero aún así. esta era su oportunidad. intentó mirar el lado positivo. cuando su hijo seria un adolescente que atraviesa la pubertad, ella estaría allí y sería capaz de entender porque no hace mucho tiempo ella también era una adolescente.
Sintió una mano reconfortante en su hombro y no quería nada más que apartarla, hacer un ovillo, cerrar los ojos con tanta fuerza que todo desaparecería, pero sabe que no es así como funciona la vida. Ella lo había aprendido de la manera más difícil.
—Señorita Kinsley —la llamó suavemente la medibruja, con los ojos llenos de lástima y en ese momento, Olivia quiso gritar. Odia la compasión. Ella lo odia más que odiar—¿Estás bien?
La chica no pudo responder. Ella esta bien, No, no lo estaba, Ella acaba de cumplir diecisiete años. Tenía un año más de estudios. Ella es tan joven. Sus padres la repudiarían cuando se enteraran, o tal vez la maten primero.
Olivia no está preparada para ser madre. Apenas puede evitar perder la cordura por completo, y mucho menos preocuparse por un niño.
—Olivia—volvió a llamar la medimaga—¿Puedes decirnos quién es el padre?
Olivia cerró los ojos. El padre. Su hijo tenía un padre. Ella se había olvidado por completo de él. Había sido una aventura de una noche, algo para distraerla de las cosas, algo que debería haberse quedado en esa habitación. Ambos estaban borrachos. Olivia apenas había hablado con él durante todo su tiempo en Hogwarts, solo había escuchado sobre él y las discusiones ocasionales en clase y ahora tendría que decirle que estaba a punto de convertirse en padre.
—¿Quién es él, señorita Kinsley?—Madame Pomfrey preguntó de nuevo
—James Potter
JAMES POTTER ya estaba teniendo un mal día antes de que Dumbledore lo llamara. El alcohol y un ego magullado a menudo no se mezclan bien y cuando se despertó con Sirius cerrando la puerta, la voz irritada de Remus lo siguió y una cabeza palpitante, bueno, no era exactamente lo mejor para despertar.
Los acontecimientos de la noche anterior jugaban en su cabeza. Vio cómo una tal Slytherin se ocupaba de su día, sin siquiera mirarlo como si no hubiera estado en su cama, diciendo su nombre como una oración hace tres semanas.
Eso lo irritaba y tal vez incluso dañaba un poco su orgullo.
Luego encontró a Lily Evans con Amos Diggory y no quería nada más que romper su perfecto rostro para deshacerse de la sonrisa de suficiencia que le seguía enviando.
James Potter es arrogante. Es molesto e insoportable, no, no lo niega. Sin embargo, tiene otras cualidades agradables, todas las cuales está seguro de que Diggory no las tiene, pero, por supuesto, Lily decide ir por él.
La noche había llevado a Sirius a animar a James a beber su vaso de whisky de fuego como cura para un corazón roto. Debería haberlo sabido mejor antes de escuchar las estúpidas ideas de Sirius, así que en realidad, él es el culpable.
—Baja un poco la voz, ¿no, amigo?—refunfuñó mientras hundía el rostro más profundamente en las almohadas, tratando de bloquear el sonido de sus amigos discutiendo
—No puedo—dice Sirius con voz cantarina, aventando su cuerpo sobre el de su mejor amigo con resaca—Es hora del desayuno
—¡Maldita sea, Pads!—James gimió, tratando de apartar al chico de él—Quítame tu gordo trasero de encima
—¿Me acabas de llamar gorda?—Sirius fingió estar ofendido
—Dale un descanso, Pads—dijo Remus mientras trataba de arreglar su corbata frente al espejo
—Sí, todavía tiene el corazón roto por Lily y Diggory—añadió Peter con demasiada alegría
James empujó con fuerza al chico fuera de él, lo que resultó en un ruido sordo y un ego bastante herido.
Es seguro decirlo, Sirius Black besó el suelo esa mañana.
—Gracias por el recordatorio, Wormtail—James se incorporó, recogió la ropa desechada del suelo y se dirigió al baño, cerrando la puerta de golpe antes de que nadie pudiera decir algo más
[...]
El desayuno no había sido mejor. Amos Diggory se sentó en la mesa de Gryffindor con Lily, sus amigos flanqueando a su alrededor. Eso instantáneamente lo puso de peor humor.
—Diggory—dijo con amargura, interrumpiendo las risitas que venían de Alice Fortescue y Marlene Mckinnon
—James, tal vez...—Remus trató de intervenir, poniendo una mano en el hombro de su amigo, pero James simplemente se encogió de hombros
—Potter—saludó Amos, sonriendo mientras se ponía más alto y pasaba un brazo alrededor de Lily, sabiendo que molestaría al chico de Gryffindor
—¿Qué estás haciendo aquí?—Preguntó James, tratando de sonar casual pero miserablemente fallando en hacerlo
—Potter—siseó Lily, mirando al chico—No hagas una escena
Demasiado tarde. Amos se había puesto de pie. Era unos centímetros más bajo que James, por lo que había inflado el pecho con una sonrisa de suficiencia en los labios.
—Me invitó Lily. ¿Hay algún Problema?
—Sí, lo hay—dijo James, ahora apartando la mano de Sirius de él
—James, detente—La voz de Remus era firme cuando una vez más intentó alejar a su amigo—Solo te hará lucir peor frente a Lily
Apretó la mandíbula sabiendo que Remus tenía razón, como siempre. Entonces, dándole a Amos una última mirada, James se alejó, olvidándose por completo del desayuno.
James se había retirado a su dormitorio y se enfurruñó, sus amigos le dieron el espacio que tanto necesitaba esta vez. Uno pensaría que James ya estaría acostumbrado al rechazo.
Había estado persiguiendo a Lily Evans durante más de cinco años y, cada vez, la chica lo rechazaba acompañado de insultos ofensivos de bajo perfil y discursos de rechazo desgarradores.
Pero, por desgracia, James Potter es un Gryffindor de principio a fin; es decidido y leal hasta el extremo. Incluso si no se quiere su lealtad. James decidió que su día había sido demasiado arruinado para siquiera intentar asistir a sus clases. Se permitirá a sí mismo revolcarse en la autocompasión y cuidar su resaca.
Se quitó los zapatos, se arrastró bajo las mantas y cerró los ojos, sin tener idea de que el día significaría mucho más que tener el corazón roto.
Sería el día en que su vida cambiaría para siempre.
James se despertó de los golpes. Un vistazo rápido al reloj le dijo que eran un poco más de las dos, lo que significaba que todos están en sus clases en este momento, donde debería estar.
Al darse cuenta de que un profesor que tenía la intención de sermonearlo era probablemente el que estaba detrás de la puerta, James gimió mientras se encaminaba hacia la puerta.
—Lo siento, profesor. No me he sentido...—comenzó a decir, parpadeando para quitarle el sueño de los ojos mientras trataba de limpiar sus gafas con el dobladillo de su suéter
Sin embargo, incluso con su visión borrosa, vio que la persona frente a él no era un profesor. La chica tenía el pelo rojo ardiente e incluso si James no podía ver su rostro, sabía quién era.
—Oh hola, Evans. ¿Te cansaste de Diggory?—Lily puso los ojos en blanco y le puso un trozo de pergamino en las manos
—Sigue soñando, Potter. Solo estoy aquí porque el profesor Dumbledore me pidió que te diera esto—Y con eso, se dio la vuelta y se marchó.
James miró el pergamino que sostenía para ver las palabras
—Enfermería. Ahora—escrito en un elegante garabato
La confusión atormenta al chico y luego el terror vino después. Todos sabían que ser llamado a la oficina de Dumbledore hoy en día a menudo significaba que alguien de tu familia había resultado herido, o peor aún, muerto, en la guerra que se desarrollaba fuera de Hogwarts.
James sabía que era muy posible que esto les sucediera a sus padres. Ambos son miembros activos de la Orden después de todo y su padre es un auror bien conocido que había puesto a varios mortífagos en la cárcel.
Fleamont Potter es un objetivo que camina y respira.
Antes de que James se diera cuenta, estaba corriendo hacia la enfermería.
No tuvo tiempo de preguntarse por qué la enfermería y no la oficina de Dumbledore. La lógica lo había abandonado por completo.
Con el corazón latiendo fuera de su pecho, James corrió tan rápido como pudo. No le importaba que estuviera empujando a la gente fuera del camino o que los profesores lo llamaran por su nombre. Tenía que llegar a la enfermería lo más rápido que pudiera. Tenía que saber si algo tenía con sus padres.
Jadeando, James empujó las puertas dobles de la enfermería haciendo que todos se volvieran hacia él. Todos lo miraban con lástima, lo que solo lo aterrorizaba más. Se apiñaron alrededor de una cama que tenía las cortinas corridas y James corrió instantáneamente hacia ellos.
Lo que no esperaba era que la cama estuviera ocupada por una chica de Slytherin cuyo cabello oscuro enmarcaba su rostro.
Al ver que no era su mamá o su papá, James dejó escapar un suspiro que no sabía que había estado conteniendo.
—Profesor—se volteó hacia Dumbledore, una parte de él todavía temía que le estuvieran esperando malas noticias
—Sr. Potter, ¿sabe quién es ella?—Preguntó el director, asintiendo con la cabeza hacia la chica que dormía pacíficamente en la cama
James la conocía, por supuesto, pero mentiría si dijera que realmente la conocía. Notó que sus mejillas estaban manchadas de lágrimas y la piel que cubría sus ojos estaba roja e hinchada, lo que supuso que era por llorar también.
La noche que pasó con ella de repente entró en su mente. Recordó cómo se había visto tan irresistible que solo por esa noche, se había olvidado por completo de Lily Evans.
Recordó cómo todos los hombres de la sala habían intentado bailar con ella, así que juró que él sería el único con el que bailaría.
Habían hecho más que bailar y James podría haber jurado que voluntariamente le habría dado todo su mundo.
Pero luego se fue a la mañana siguiente y todo lo que James tenía de ella era el rastro de su perfume adherido a sus almohadas. Había intentado hablar con ella después de eso, pero era dolorosamente obvio que ella no estaba interesada y James solo puede ser un mártir para una chica.
—No personalmente, señor—dijo James mientras se preguntaba qué diablos tenía que ver con ella
Ha pasado un mes desde esa noche y, sinceramente, se alegró por ello. James se dio cuenta rápidamente de cómo parece que pierde todo el autocontrol y los pensamientos cuerdos cada vez que estaba cerca de ella.
—Sr. Potter—dijo lentamente como si se estuviera asegurando de que James entendiera perfectamente—La señorita Kinsley fue encontrada inconsciente en la biblioteca. Afirmó haber estado experimentando náuseas y vómitos
—Oh—dijo James, sin saber qué más decir
—Recientemente se descubrió que la señorita Kinsley es—Dumbledore se detuvo mientras buscaba una mejor manera de expresarlo. Miró a James directamente a los ojos mientras trataba de transmitir lo serio que era—Ella está embarazada
Por un momento, el cerebro de James se negó a procesar las palabras. ¿Llevando un niño? ¿Ella estaba embarazada? Luego se preguntó si quizás esa había sido la razón por la que ella lo evitó como la maldita plaga después de esa noche.
Ella estaba embarazada del hijo de otra persona...
Luego lo golpeó y sintió que su mundo se salía de su eje.
Estaba embarazada un mes después de haber tenido relaciones sexuales. Se habían olvidado por completo de usar protección esa noche y ambos estaban borrachos y estaban desesperados el uno por el otro.
Estaba jodidamente embarazada de su hijo.
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