La obra de un artista fugitiv...

By AnnieTokee

205K 27.4K 24.6K

Joshua es señalado por culpa de su origen y vida familiar, mientras Charly se siente asfixiado en la falsa pe... More

Antes de empezar
Primera parte: Comenzó con una cuenta regresiva
Capítulo 1: Aceite de oliva
Capítulo 2: De cinco a diez minutos
Capítulo 3: Arboleda de la soledad
Capítulo 4: Un poco de perfección
Capítulo 5: Obsesión visual
Capítulo 6: Los muñecos de la pizarra
Capítulo 7: El azul es su color favorito
Capítulo 8: Primeras veces
Capítulo 9: De verdad
Capítulo 10: Diferente NO es igual a malo
Capítulo 11: Solo amigos
Capítulo 12: Extranjero inoportuno
Capítulo 13: El momento
Capítulo 14: Vagabundo en la nada
Capítulo 15: Una primera Navidad
Capítulo 16: El poder del amor
Capítulo 18: Almas en pena y autopsia alienígena
Capítulo 19: Entre delirios febriles
Capítulo 20: Fugitivo emocional
Capítulo 21: Sorpresas de cumpleaños
Capítulo 22: Los jueces de todos
Capítulo 23: Se supone que es lo justo
Capítulo 24: El primer fugitivo
Capítulo 25: Hasta pronto
Segunda parte: Me volví un forastero
Capítulo 26: No tan mal comienzo
Capítulo 27: Bajo el mismo cielo
Capítulo 28: Un esperado regreso a casa
Capítulo 29: No es igual
Capítulo 30: Nadie sabe despedirse
Capítulo 31: Como punto en la nada
Capítulo 32: Black Sunrise
Capítulo 33: Memorias de papel
Capítulo 34: Por un camino infinito
Capítulo 35: Dentro de Mordor
Capítulo 36: No somos emos
Capítulo 37: No digas esa palabra
Capítulo 38: El futuro que nos acecha
Capítulo 39: El cambio puede hacernos bien
Capítulo 40: Bueno, pero no perfecto
Última parte: Aún brilla el mismo sol
Todavía no se vayan

Capítulo 17: Hechizado en cuerpo y alma

3.8K 582 381
By AnnieTokee

A un par de días de regresar a la escuela, luego de las vacaciones de invierno, fui a visitar a Ashley a su casa.

Necesitaba hablar con ella, no solo por la necesidad de desahogarme de toda la mierda que estaba abrumando a mi inútil cabeza, sino porque era urgente que me contara lo que sucedía entre ella y el chico con el que había usado los condones.

No eran celos, se trataba de curiosidad. Además, si se supone que fingíamos ser pareja delante de todos, eso quería decir que me era infiel dentro de ese extraño juego de roles.

Su madre fue quien abrió la puerta. La mujer tenía una expresión cansada y ojeras prominentes; vestía con ropa deportiva, y su camiseta blanca se encontraba manchada de comida. Antes de que pudiera decirle cualquier cosa, un llanto ensordecedor se escuchó dentro de la casa. Noté la expresión de sufrimiento de la mujer; era una combinación entre molestia e intensos deseos de soltarse a llorar de desesperación.

Ella se hizo a un lado, permitiéndome la entrada a su hogar. Para mi sorpresa, no había rastro de los dos huracanes borrascosos que eran Henry y Lauren. La casa se hallaba ordenada; no había nada de juguetes en el suelo, risas estruendosas y Discovery Kids de fondo a todo volumen.

La madre de Ashley señaló a la entrada a su patio trasero, y después subió corriendo las escaleras para ir a donde estaba su bebé.

Hice lo que la indirecta me pidió y abrí esa entrada compuesta por un gran ventanal. El patio contaba con un par de columpios, un tobogán y un arenero. Al fondo estaba el enorme asador con el que habían cocinado las hamburguesas del cumpleaños dieciséis de mi amiga el año pasado, y había varios balones regados alrededor del pasto.

Sin preguntármelo dos veces, me senté en uno de los columpios y comencé a balancearme en él. La suela de mis zapatillas se raspaba con la tierra, y el sonido del metal oxidado al moverse era lo que evitaba que me concentrara en el llanto del bebé.

Ashley no tardó en abrir la puerta y hacerme compañía en el columpio de al lado. Se trataba de una escena similar a la de nuestra infancia, cuando competíamos para ver quién llegaba más alto o cuál de los dos era capaz de lanzar su zapato más lejos mientras nos columpiábamos.

—¿Qué te trajo aquí? —preguntó sin voltear a verme; se concentró en balancearse—. Ya me había hecho a la idea de que me cambiaste por Charles.

Fruncí el entrecejo y frené, plantando mis pies en la tierra.

—¿Conseguiste un reemplazo para tu novio de mentira? —Devolví con la misma perspicacia.

—¡¿Cómo mierda te enteraste?! —También frenó en seco.

—Charly me lo dijo el otro día.

—¡Estúpido bocazas! —Se dio una palmada en el rostro.

—Bueno, no te delató como tal, pero me contó que le pediste los condones que había comprado para... —Hice una mueca, y no pude terminar la oración.

—No me digas que viniste a reclamarme por eso.

—No, solo quería saber cómo estabas.

—Me cuesta decir que estoy bien, pero no creo que la cosa amerite un «esto es una mierda, quiero huir de casa». —Ella apretó los labios intentando formar una sonrisa—. Te ayudo con lo de fingir que somos pareja, pero eso no quiere decir que me voy a tomar el papel tan en serio y olvidarme de mis necesidades.

—Entonces, ¿cómo te has sentido? —Fijé mi atención en ella, en sus ojos verdes que ya no brillaban tanto—. Se supone que somos mejores amigos, y si te he dicho lo que pasa con Charly, lo justo sería saber qué sucede contigo.

—Si te lo cuento, ¿prometes no enojarte? —preguntó con temor. Agachó la cabeza, dejando que una cortina de rulos dorados cubriera su rostro.

—No es como si me estuvieras traicionando; tú lo dijiste, solo estamos fingiendo. Y, en todo caso, yo también te he engañado con Charly, si nos ponemos a pensar bien las cosas.

—El problema no es el qué, es el quién. Verás... —Mordió su labio inferior—. Esa madrugada en mi fiesta, después de que te marcharas, alguien me ayudó a subir a la habitación, y estaba tan borracha que le conté cómo me sentía y, ya sabes, me puse a llorar. Él intentó consolarme, y yo tuve un impulso y lo besé. Al principio él se asustó porque es tu amigo y cree que somos pareja, así que solo me dejó y ya.

—¿Es amigo mío? —pregunté, impresionado.

Asintió con la cabeza. Eso reducía a los prospectos detrás de Ashley a dos, ya que ella era más que consciente de que solo consideraba a Tony y a Archie como amigos.

—En vacaciones me lo encontré en la pizzería —retomó; su voz se volvió trémula—. Luego quedamos de vernos en su casa y sabía lo que podría suceder, así que le pedí los condones a Charly.

—Y pasó —concluí.

—No todo, pero sí algunas cosas y... Tú me entiendes.

La primera vez que Ashley me contó una experiencia de ese tipo fue cuando teníamos quince años. Me lo platicó como algo menos que emocionante y más desastroso que cocinar un pastel a ciegas. Fue con un chico de último año de bachillerato con el que llevaba tres meses saliendo. La relación no duró mucho, pero al poco tiempo ella consiguió a alguien más con quien empezar un noviazgo.

Ahora que lo pienso bien, Ashley nunca pasaba más de tres meses sin una pareja, ni duraba más de seis con una. No era fanática del sexo casual —solo quiso ayudarme porque éramos mejores amigos—, pero siempre buscaba quien la sacara cada fin de semana de la casa que tanto la hacía desesperar.

—¿Archie o Tony? —Lancé la pregunta que haría arder todo.

—Archibald —musitó con pena—. Él se avergüenza de lo que pasó, pero dice que quiere estar conmigo y más chorradas que suelen soltar los hombres con la intención de endulzarme los oídos.

Me apreté el tabique de la nariz y bajé la cabeza. No me enfadé, pero sí me quedé con una sensación extraña en el pecho. ¿Cómo debía actuar?, ¿fingir que no lo sé?, ¿enfrentarlo con el objetivo de darle realismo a esta obra?

—Eso explica por qué no respondió ninguno de mis mensajes... —Resoplé con resignación—. ¿Y tú? ¿Quieres estar con él?

Ashley encogió los hombros. Con eso me decía todo lo que ya de por sí sabía: ella nunca veía a alguna de sus parejas como algo más que medios para salir de su realidad.

—Ya hablamos mucho sobre mí. —Sonrió con picardía—. Cuéntame, ¿por qué tú y Charles necesitan condones?

Mi rostro se puso tan colorado que creí que explotaría. Me mordí el interior de la mejilla y comencé a juguetear con mis dedos; necesitaba sanar la ansiedad que me causó su pregunta.

—Ustedes dos... ¿Ya? —insistió.

Negué al instante. Lo hice tantas veces que incluso me mareé.

—Si alguien no se hubiera llevado nuestros condones, tal vez sería un «ya» —susurré. Me daba miedo que en cualquier momento entrara alguno de sus padres al patio—. Pero se viene el campamento ese de clase de religión en febrero...

—Suena a una mejor opción para poder hacerlo de una vez. —Ashley comenzó a balancearse en el columpio—. Así podrán ponerle final a todo y dejarse.

La idea me indispuso a horrores, y de nuevo algo azotó mis entrañas. Odiaba imaginarme el momento en el que tuviese que separarme de Charly y decirles adiós a sus besos en término medio, a sus caricias torpes y su hostilidad falsa.

—Te quedaste callado —afirmó Ashley sin detener el columpio. Ella dejaba un halo de viento frío en su andar, agitaba mis cabellos y me llenaba de polvo los ojos—. Será porque no quieres que termine.

—¡No lo sé! —expresé con algo de fuerza. La imité y también comencé a balancearme; quería volar a su lado—. Es que no estoy del todo seguro de nada.

—¡¿Te enamoraste?! —exclamó sin detenerse.

—¡Esa es la palabra prohibida! ¡No la digas! —ladré. Cuando estaba en el punto más alto, salté del columpio y caí de pie en el pasto—. Quedamos que «amor», «enamorarse» y «amar» son peligrosas para personas de nuestra edad.

Ashley hizo como yo y también saltó. Su caída fue mucho más agraciada.

—¿Qué sientes por Charly? —Acomodó sus cabellos rubios detrás de su oreja—. No tienes que decir las palabras prohibidas, solo menciona lo que sientes.

—Es mi mejor amigo y ya. Lo nuestro es curiosidad. —Crucé los brazos—. No puedo estar enamorado de un chico, y lo sabes.

—Joshua Beckett —me nombró con una voz serena, y colocó una mano en mi hombro—, no tiene nada de malo. La gente del colegio y sus prejuicios son estúpidos, también los ancianos que se creen con el derecho de juzgar todo lo que no les encaja y las viejas chismosas que no tienen nada mejor que hacer que criticar.

Lo sabía, pero era difícil luchar contra ellos cuando se era tan diminuto y de por sí odiado. El asunto me apabullaba tanto que ni siquiera delante de ella podía hablarlo con sinceridad.

—No es mi caso, y tampoco es amor. —Con mis brazos hice una «x»—. Solo pasará y ya. No le rebusques más al asunto.

—Pero, Josh...

—Por favor —la interrumpí con mi súplica.

Estuve muy cerca de ponerme de rodillas para que no siguiera hablando.

Cuanto más se le picaba al asunto más, me haría reflexionar sobre lo que sentía. Y, por desgracia, yo no me encontraba hecho para luchar por lo que creía correcto, yo solo aceptaba de mala gana que los muñecos azules de la pizarra no debían estar juntos.

Cuando volví a casa, mamá estaba viendo la película de Orgullo y prejuicio, esa versión del 2005 donde un actor bastante atractivo interpretaba al mítico señor Darcy.

Estaba agotado, así que me tiré en el sillón, a su lado, y me concentré en el filme. En la secuencia, Elizabeth Bennet salía a encontrarse con el prejuicioso Darcy por la mañana. El piano romantizaba todavía más la escena, y las poses de los actores solo mostraban cuán enamorados estaban el uno del otro.

Comenzaron a platicar sobre el mal comportamiento de la tía del gran señor Darcy, mientras Elizabeth trataba de agradecerle lo que él había hecho por sus hermanas.

Ya me estaba preparando para el momento en el que la cursilería llegaría a niveles que yo con esfuerzos toleraba, pero que llevaban a mamá al borde de las lágrimas.

Ella había visto la película tantas veces que incluso susurraba los diálogos.

—Si sus sentimientos son los mismos que antes, dígamelo ya. Mis afectos y deseos no cambiaron, pero una sola palabra suya me hará callar para siempre.

No hice más que poner los ojos en blanco. No obstante, por alguna razón luego no pude despegar la mirada de la televisión. ¿Era por lo atractivo del actor o porque quería ver con más atención el momento de la declaración?

—Sin embargo, si sus sentimientos cambiaron, le diría que me hechizó en cuerpo y alma, y que la amo; la amo, la amo. Ojalá que nunca me separe de usted a partir de hoy.

Aun sin ver la cara de mamá, pude imaginarla reteniendo una lágrima. Por mi parte, me puse a pensar en qué diría de recibir una declaración así.

Lo más parecido me había sucedido en tercero de secundaria, cuando Jane Marin me dijo que le gustaba un San Valentín. Lo único que pude hacer fue darle las gracias e irme. No deseaba una novia, no me interesaba en lo absoluto, y no iba a engañarme forzándome a decir que quería estar con ella con el mismo desespero con el que lo hacía el señor Darcy.

Elizabeth Bennet se acercó, besó los nudillos del hombre que tanto repelús le causaba y pegó su frente a la suya, dando por aceptada la declaración de sus sentimientos. Lo que siguió fue la charla con los padres de ella, las conmovedoras palabras del padre de la protagonista y, por último, los créditos con el piano de fondo.

—¿Y ese milagro? ¡No saliste huyendo de esta película! —me preguntó mamá mientras se limpiaba los ojos con el dorso de la mano—. Seguro ver a Ashley luego de mucho tiempo te cambió el humor.

Suspiré largo y tendido y me desparramé en el sillón como si fuese una gelatina. Mamá me conocía, y tenía razón; ver a mi mejor amiga había hecho que cambiara de percepción que tenía sobre esa película romántica.

—Te veo cara de que tienes algo que contarme... —También se desparramó a sus anchas en el sillón.

Tamborileé los dedos en la tela del sillón por unos segundos; mi pie comenzó a moverse por el nerviosismo y la boca se me empezó a secar. La verdad que tenía muchas cosas que contarle, pero me aterraba la idea de ser juzgado por ella.

Si le confesaba lo que pasaba entre Charly y yo, ¿le diría a papá? ¿Me llevaría al psicólogo porque no era «normal»? ¿Se pondría a llorar por el fracaso en mi educación?

Cansado de las pajas mentales, dejé salir una pequeña parte de mi dilema:

—¿Qué hago si me estoy enamorando y me aterra la idea de lo que podría pasar? —lo dije tan rápido que apenas pude hacerme entender.

—¿Ashley no te corresponde? —Colocó una mano debajo de su barbilla. Era similar a la mía, o sea, un poco partida.

—¡No! —exclamé con ansiedad—. Es sobre algo que le pasa a un amigo —solté lo primero que se me ocurrió. Soy un estúpido—. Él comienza a sentirse raro cuando está junto con alguien. Le gusta estar con esa persona, tener conversaciones, jugar a su lado y reír de estupideces, pero teme lo que pueda suceder.

Mamá sonrió, fingiendo que se había tragado mi cuento.

—Insisto, no es mi caso; yo ya estoy de novio con Ashley —farfullé. Me incorporé en el sillón y fijé la mirada en la suya—. En cambio, mi amigo no puede estar junto a la persona que le hace sentir eso porque no está bien.

—¿Y por qué no sería correcto?

—Lo resumiré en que, de iniciar una cosa seria, los criticarían por ser diferentes.

—Podrían irse por el lado romántico de la vida y estar juntos a escondidas. —Puso una mano en mi cabeza, revolviendo mis cabellos como cuando era un niño—. Joshua, no dejes que las habladurías de la gente te impidan hacer lo que quieras.

—¡Ya te dije que no soy yo!

—Lo digo para que sepas qué decirle a tu amigo. —Cruzó los brazos y me dedicó un gesto burlón—. Todavía son jóvenes, y luchar contra el resto para estar juntos no será tan sencillo, así que la solución hasta que puedan liberarse de este infierno es ocultarse.

—Tal vez —susurré—, pero... ¿y si tampoco él está seguro de que la otra persona siente lo mismo?

—Ahí se complica todo. —Mamá juntó el entrecejo—. Si él no es cobarde, que se declare de la manera más transparente que pueda; pero, si lo es, vas a tener que vivir con el peso de un amor no correspondido y oculto por mucho tiempo.

—¿Yo por qué? Si el del problema es él.

—Perdón, me equivoqué. —Rio con torpeza—. Si yo fuera él, me declararía; y, de ser positiva la respuesta, iniciaría un romance oculto.

Sonreí con amargura, porque la solución que ella planteaba no era del todo una locura. Quería darle las gracias, pero supe que era momento de parar con el festival de obviedades. Además, no le había dicho toda la verdad, y llegué a pensar que, de decírsela, no me hubiese apoyado como en esa ocasión.

¡Hola, conspiranoicos! Espero hayan disfrutado el capítulo de hoy no deseen ahora darle de golpes a Joshua para que reaccione.

¿Emocionados por lo que podría pasar en el campamento?

Por cierto, hoy resubí el primer capítulo de Lo que se diga de Paula, una historia corta que habla sobre bullying y embarazo no deseado. Si gustan pasarse por ahí, se los agradecería mucho.

Sinopsis:

La vida de Paula mejoró cuando se volvió novia de Leo; por lo menos sus compañeros dejaron de robarle los cuadernos para escribirle la palabra «puta» en todas las hojas.

Sin embargo, un suceso pone de nuevo en duda la reputación de Paula, así como los planes a futuro de Leo y el pequeño mundo que habían logrado construir a base de ignorar al resto.

Continue Reading

You'll Also Like

1.2K 142 8
A la sombra de los sauces florece una inusual amistad. Tras conocerse en circunstancias inusuales, Cade, un muchacho solitario, emprende una odisea p...
207K 11.3K 36
"No todo es color de rosa" Ella trabaja en una empresa donde todos lo odian, él es el magnate a cargo que luce despiadado y controlador, pero incluso...
70.6K 7.3K 52
[Terminada] [En edición] Axel Derry no hubiera creído que un incidente en la biblioteca con el "chico nuevo" iba a iniciar una etapa en su vida que l...
7.8K 1K 5
Avriel tendrá la oportunidad de viajar a Rusia para conocer a más hijos de Caín, bajo el liderazgo del carismático y apuesto Miesha. Siente gran emoc...