Capítulo 13

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Narra Nahuel

Hace un mes que Daniel y yo nos vemos los sábados. Me siento ansioso por que llegue el sábado desde que empezamos a juntarnos. Por alguna razón, me gusta poder estar solo con él, aunque me acompaña Lean, pareciera que él no estuviera ahí porque se la pasa mirando series o escuchando música mientras nosotros hablamos. Me siento distinto cuando lo veo fuera del entrenamiento, cuando no están mis compañeros ni los chicos chiquitos.

Me puse las zapatillas y guardé mi cuaderno en la mochila con una lapicera. Después la llevé hasta el living, me senté en el sillón dejando la mochila al lado mío. Faltaba un rato para que mi hermano llegara para acompañarme. De repente, mi celular empezó a sonar, lo saqué y contesté.

—Hola.

—Hijo —era papá—, recién me llamó Lean, dijo que no puede acompañarte hoy, lo hicieron trabajar y Paloma está encerrada estudiando.

—Puedo ir yo solo, pa.

—¿Seguro que podés?

—Sí, sé donde queda y pueden ir a buscarme si se desocupan.

—No sé, Nahu. Ya sabés como es tu mamá con dejarte salir solo, y más si es ir con un hombre que no conocemos.

—Voy a estar bien, pa. Dale, los chicos de mi edad salen solos —escuché que suspiraba.

—Bueno, está bien. Pero dejá el celular prendido y con volumen, si necesitás que te pase a buscar, me doy una vuelta por el café.

—Sí, pa, tranquilo, no me va a pasar nada. Prometo que no va a haber ningún problema. —crucé los dedos esperando que papá no dijera nada más.

—Bueno, bueno, pero que no se te haga costumbre, que no me siento tranquilo dejándote salir así. —Sonreí contento—. Cuidate mucho, ¿sí, hijo?

-Sí pa, tranquilo —me saludó y cortó la llamada. Separé el celular de mi oreja y miré la hora, falta más o menos media hora para que sea la hora de salir.

Me moví un poco impaciente porque el tiempo pasara un poco más rápido. Desbloqueé mi celular y busqué videos para pasar el rato.

Cuando al fin se hizo la hora, me levanté guardando mi celular en el bolsillo, me colgué la mochila en el hombro, fui hasta la puerta, al lado estaba mi llave colgada de un gancho, las agarré y salí cerrando la puerta con llave.

Caminé hasta la esquina apurado y paré esperando a que el semáforo cambiara para que pudiera pasar; no quiero llegar tarde al café, pero mamá se enojaría mucho si se enterara que crucé mal la calle. De repente, sentí un tirón en mi mochila, me giré asustado.

—Miren, es el mogólico que vive acá cerca —mi cuerpo empezó a temblar; era un chico que no conocía, seguramente me había visto antes, por eso sabe que vivo cerca—. Parece que además de mogólico es maricón —dos chicos que estaban al lado suyo se empezaron a reír. Uno se acercó a mi y empezó a empujarme.


—¿Sabés cruzar la calle, mogólico? —di unos pasos atrás mientras el chico me seguía empujando.

El tercer chico me tironeó la mochila y me la sacó, la abrió, después la puso boca abajo dejando que se cayera lo que había guardado ahí.

—A ver si tenés algo interesante —dijo buscando entre las cosas.

—P-por favor no me hagan nada... —sentí que estaba por llorar. El segundo chico volvió a empujarme, me tropecé con el cordón de la vereda y me caí.

—Pensé que la gente como ustedes ya no existían. ¿Por qué no lo dejan en paz? Él no les está haciendo nada —levanté la mirada.

—¿Y vos que te met...? —escuché un golpe, el chico que me había empezado a molestar cayó justo al lado mío.

En su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora