Capítulo 32

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Es un capítulo especial para mí, no por el contenido de este, sino por la fecha en la que está publicado (22/08). Tal vez la persona a la que va dedicada nunca se entere de esto y de por qué es tan importante, pero es una "vigilia" para mí, algo importante para recordar. Es un capítulo dedicado con todo el amor que puedo profesar en un momento como este en mi vida. 

Narra Daniel

—¿Estás seguro de todo esto? Estar con un chico especial no es para nada fácil, Dani.

—Pensé que me apoyabas.

—Lo hago, pero también pienso en los problemas que tiene ese chico... Capaz sea mejor no seguir —fruncí el ceño—. No me mires as...

—No tengo que pedirle permiso a nadie para salir con alguien. Tampoco necesito que lo acepten si no quieren, Maite.

Mi hermana se quedó en silencio. Me miraba con los ojos abiertos de par en par. Después de unos instantes sonrió y dijo:

—Supongo que estás muy enamorado de él —se levantó del sillón—. Bueno... no tengo nada más que hacer acá —la miré arqueando una ceja—. ¿Me abrís la puerta? —Asentí.

Me levanté también, salimos del departamento y bajamos. Nos quedamos hablando un rato en el palier, después nos despedimos y salió. Volví a mi departamento, dejé las llaves en la mesa del living y me senté de nuevo en el sillón agarrando el mate y el termo, pero volví a dejarlos en la mesa ratona.

¿Nahuel no va a contar ni con su apoyo? —pensé acomodándome en el sillón—. Necesita que alguien más le dé confianza para seguir adelante con todo esto —me pasé la mano por la cara.

Seguramente, Maite esté preocupada por el rumbo que están tomando las cosas con Nahuel. Después de todo, estoy a un paso de ser acusado de acosador o algo así. Solté un suspiro pesado. Si el padre de Nahu nos da una mano con todo esto, las cosas no van a terminar tan mal como se debe estar imaginando ella, o espero que sea así al menos.

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Escuché el celular sonar en la mesa ratona, cerré la canilla de la bacha y me sequé las manos mientras iba al living. Miré la pantalla antes de agarrarlo, era un número desconocido. Lo agarré y contesté.

—¿Hola?

—¿Daniel? Soy Rafael. Te estoy llevando a Nahuel —no me dejó contestar, simplemente cortó la llamada.

Me quedé unos segundos con el celular pegado a la oreja como si, de repente, la voz de Rafael resurgiera por el auricular y me explicara por qué me traía a Nahu a mi casa súbitamente. Dejé el celular en la mesa ratona, fui hasta mi cuarto y me cambié. Una vez listo, volví a la cocina a terminar de lavar los platos.

Pasaron cerca de veinte minutos hasta que tocaron el portero eléctrico. Agarré mis llaves y fui directamente hasta el telefonillo para contestar. Después de que Rafael se identificara, colgué y salí de mi departamento.

—Hola —dije cuando abrí la puerta, ambos me miraron con una expresión que no supe identificar—. Pasen.

—No, yo ya me voy, tengo que volver al trabajo —dijo Rafael desviando la mirada a su hijo—. Contale todo, ¿sí? —Nahuel asintió—. Se va a quedar hasta el domingo, espero que no te moleste.

—En absoluto, señor, no hay nada que me haga más feliz que tener a Nahu en mi casa tantos días —el hombre sonrió.

—Bueno, nos vemos —le dio un beso en la frente a Nahu y se fue.

En su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora