Capítulo 16

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Narra Daniel

Después de planear la clase del viernes, salimos los tres en dirección a la casa de Nahu. Ahora, la amiga de él se mantiene al margen de la conversación; de hecho, ni siquiera nos miraba, al fin había abandonado esa mirada tan rara y similar a la que pone Lucas cuando quiere emparejarme con alguien.

Cuando llegamos a la esquina de la casa de Nahuel, la chica decidió que iba a entrar primero, dejándonos solos en la vereda. En un inicio, él y yo nos quedamos callados, como si de repente no tuviéramos nada de que hablar.

—P-perdón por lo de Camila. Espero que no te hayas enojado... —sonreí al ver su cara sonrojada y su tono avergonzado.

—No te preocupes, Nahu, no me enojé. —le revolví el pelo todavía sonriendo. Últimamente se me está haciendo costumbre hacer eso.

De nuevo nos quedamos callados, esta vez no era un silencio incómodo. Observé sus ojos azules unos instantes, después, desvié mi mirada a sus mejillas sonrojadas y, por último, a sus labios. Por primera vez no lo veo como mi alumno, sino como un chico con el que salí para conocer. Desvié la mirada alejando ese pensamiento.

—Deberías volver a tu casa —dije disipando el silencio y distrayendo mi mente. Él asintió, pero no se movió. Me acerqué a su cara para saludarlo, pero él se quedó prácticamente petrificado. Lo miré unos segundos, todavía cerca de él, el sonrojo en sus mejillas se había intensificado y se mordisqueaba el labio inferior. No pude evitar sonreír pensando en lo lindo que es. Le besé en la mejilla y me alejé de él—. Entrá, tu amiga te está esperando. —Nahuel, como un nene chiquito, asintió sin mirarme a la cara, se giró y caminó hasta la puerta de su casa. No me había percatado que su amiga estaba parada ahí; seguramente vio todo, si mal interpreta las cosas, estoy hundido. Nahuel puso la llave en la cerradura y me miró, lo saludé con la mano sonriéndole, él hizo lo mismo, abrió la puerta y entró junto con su amiga. Por mi parte, decidí ir hasta la estación de trenes.

Creo que me estoy acercando demasiado a él. Empiezo a moverme en un terreno un poco peligroso. Si sus padres se enteran, o en mi trabajo, me va a ir realmente mal. Inhalé profundamente y levanté la mirada del suelo hacia adelante, la estación estaba cerca.

Para mi suerte, cuando subí al andén, el tren apenas había llegado. Me subí y me ubiqué a un costado de la puerta. ¿En qué pensé cuando me acerqué tanto a él? Suspiré mirando por la ventanilla.

Cuando llegué a mi casa, fui directamente al sillón, tiré mi mochila a un costado y me desplomé en este. Me acordé que, como vengo haciendo cada sábado, tenía que avisarle a Nahuel que ya había llegado a mi casa. Saqué mi celular y, por un instante, pensé en la cercanía que estábamos teniendo. Decidí no dejar el asunto de lado y mandarle el mensaje a Nahuel; aunque no creo que lo vea si está con su amiga.

Me pasé la tarde acostado en la oscuridad de mi living. Seguía acostado en mi sillón sin la intención de moverme para absolutamente nada. Los ojos azules y las mejillas sonrojadas de Nahu flotaban en mi mente sin que pudiera evitarlo. Después de la primera hora, me cansé de intentar reprimir mis pensamientos; mucho no puedo hacer si mi cabeza está empeñada en que recuerde lo lindo que se veía.

—Lindo... —susurré como si no me creyera lo que acababa de pensar—. Sí... Nahuel es lindo, pero solamente eso. Tengo que volver a mi papel de entrenador y tratarlo como a todos mis otros alumnos. —Asentí como poniéndome de acuerdo conmigo mismo.

Me estiré hasta la mesa ratona, tanteé un par de veces y conseguí tomar el control remoto. Encendí el televisor apartando la mirada rápidamente; ya me había acostumbrado a la oscuridad. Me acostumbré a la luz de la pantalla poco después. Empecé a pasar canales como siempre, poco interesado en lo que transmitían.

En su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora