𝖈𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖔𝖓𝖈𝖊

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Tierra de calor, tierra de luz, tierra de alfas.

Las tierras de Alpharia estaban rodeadas de playas, y por si fuera poco, un volcán que actualmente no se encontraba activo, ya que tenía cientos de años sin hacer erupción; pero eso no quita aun haya lava hirviendo dentro de él.

Esto lo convertía en una de las tierras más calientes de los reinos.

Algunas cuantas personas fueron arrojadas dentro de ese volcán. Vivas y coleantes; jadeando por misericordia, retorciéndose mientras son arrastrados por la tierra, sus cuerpos húmedos por su sudor y desechos, muertos de miedo.

Todo, para que el rey los desechara como la basura que son.

— Quince personas hoy han sido ejecutadas, mi rey — dijo un vasallo.

— ¿Dejaron algo atrás?

— Son simples aldeanos señor, algunos dejaron hijos huérfanos.

— ¿Alfas?

— Alfas.

— ¿Puros?

— N-no, no estoy seguro, mi rey — el rey bufó.

— Bien. Reclútalos.

Los hijos de aquellos que fueron dejados atrás, incluso si aun tenían padres, eran entrenados para la guerra desde muy corta edad.
Tan chiquitos que, el niño más pequeño tendría alrededor de cuatro o cinco años, obligándolo a pelear cuando claramente un bebé no puede hacerlo. Aquellos pequeños terminaban muriendo al no poder soportar ni un día el entrenamiento.

Alpharia no necesita alfas débiles.

— Deja eso, niño — ordenó un soldado, dentro de su armadura negra — Debes irte.

El cachorro dejó sus herramientas de herrero y miró al soldado, luego al viejo alfa que lo cuidaba.

— Abuelo — le llamó.

El viejo con una cicatriz en el ojo izquierdo, sin el globo ocular dentro de él, retiró la mirada.

— Debes irte, niño — dijo el anciano.

— P-pero...

— Eres un alfa puro — gruñó el soldado — Le debes tu vida a tu nación.

El cachorro se despidió de la mano del anciano y luego volvió hacia el soldado. El mayor le jaló fuerte tomándolo por su muñeca, y lo alzó bruscamente por el aire para sentarlo delante de él, en el caballo que montaba.

El soldado junto con el cachorro se dirigieron a los campos donde todos los niños y demás eran entrenados.


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La sangre salpicó sus mejillas.

Había cachorros llorando, temblando, incluso vomitando.

Un soldado en su forma animal atacó a alguien más, un desertor, también en su forma animal. Ambos pelearon, hasta que el soldado con sus enormes fauces, atravesó sus colmillos en el cuello del otro lobo, matándolo al instante.

El campo olía a pura muerte.

El cachorro no se asqueó tanto porque estaba acostumbrado al olor de hierro. Solo que, él no estaba acostumbrado a ver gente morir.

"Así se mata a los enemigos" dijo el enorme lobo en sus mentes "El enemigo no descansará hasta detenerlos. O lo matan o mueren, si lo dejan vivir, mueren, ¿Entendido?"

𝐋𝐄𝐀𝐕𝐄 𝐓𝐇𝐄 𝐀𝐋𝐏𝐇𝐀 ᵏᵒᵒᵏᵛDonde viven las historias. Descúbrelo ahora