𝕻𝖆𝖗𝖙𝖊 𝕴 𝕰𝖑 𝖑𝖔𝖇𝖔 𝖖𝖚𝖊 𝖍𝖆 𝖉𝖔𝖗𝖒𝖎𝖉𝖔 𝖒𝖎𝖑 𝖆ñ𝖔𝖘

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𝔄𝔱𝔯𝔦𝔞. 𝔖𝔦𝔤𝔩𝔬 𝔛𝔙
Atria. Siglo XV


Las luces en la ciudad de Atria comenzaban apagarse poco a poco, el invierno llegaría en unas cuantas lunas y la gente se preparaba para estar así durante casi 3 meses, en la fría oscuridad. No habría demasiado comercio, los negocios cerrarían aun más temprano por el invierno, las familias se encerrarían en sus casas y harían su propia hibernación. Los alfas lobo patrullarían en la noche, solo había pocos de ellos; alfas cien por ciento puros eran los únicos que se pueden convertir en su forma lobuna, pero al ser pocos, estos corrían con la responsabilidad más grande de cuidar el reino.

Atria se encontraba más lejos que cualquier otro reino vecino, a millas al oeste que da hacia el mar y de los otros lados rodeado de un enorme bosque de coníferas, arboles enormes y robustos ayudando a los lobos camuflajearse entre ellos, cazando al enemigo. Atria es rico en recursos naturales y minerales, lo que le hace interesante a los reinos que no mantienen tratados de paz y vienen en manadas para atacar; incluso algunas veces secuestrando omegas.

Los alfas que no eran puros patrullaban las calles, vestidos de armadura y su espada en el cinturón; como ya era época de invierno, el sol se empezaba a ocultar cerca de las cinco de la tarde, así que el toque de queda empezaba y la gente se iba a resguardar a sus hogares; muy pocas personas quedaban fuera, tales como las que iban a bares o burdeles. La autoridad lo permitía porque era responsabilidad de cada quien su propia integridad, pero cuando se encontraban bajo ataque ningún alma rondaba fuera, mucho menos los omega.

En un reino regido por los alfas, los omegas vivían temerosos de ellos; no todos los alfas eran brutos y salvajes, pero por lo menos una vez algún omega tuvo que lidiar con alguna situación así; algunos se salvaron, otros no corrieron con la misma suerte.

Las farolas con fuego empezaban a iluminar las calles, la nieve ya se amontonaba por el suelo, las pisadas fuertes se escuchaba aplastándola, la música en vivo venía de aquel burdel que no cerraba cerca de media noche. Las risas y fuerte bullicio se hacían presentes, el olor fuerte a alcohol y sudor humano era muy perceptible. Los olores de alfas y omegas estaban mezclados entre ellos, también había betas pero el único olor que ellos provocaban era el de su simple sudor, fácilmente no podrías identificarlos por separado, pero había cierta persona que podía.

Subiendo las escaleras en el segundo piso, más mesas con alfas y varios omegas en sus piernas clamándolo como suyo, era de lo más común; mayormente eran personas solteras sin ningún lazo, buscando diversión o algo que caliente su fría noche.

El chico caminaba con cautela dirigiéndose por las escaleras a sentarse en un ventanal grande al lado de estas, cierto alfa lo vio y le siguió. Al estar de pie frente a él le empezó a acariciar el cuello, se agachó y empezó a besar su cuello.

𝐋𝐄𝐀𝐕𝐄 𝐓𝐇𝐄 𝐀𝐋𝐏𝐇𝐀 ᵏᵒᵒᵏᵛDonde viven las historias. Descúbrelo ahora