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|La guerra de los Argent|
𝚂𝙾𝙿𝙷𝙸𝙴
Caminé hacia el salón justo después de despertarme en la cama deshecha de Stiles. No tenía hambre y me encontraba de lo más extraña. No me dolía la cabeza, no tenía resaca, y eso confirmaba mi teoría de que siendo un hombre lobo con poderes más desarrollados impide que el alcohol haga sus efectos.
Aparecí en la puerta de la cocina y Stiles me miró con la boca llena. Solté una risa floja y me sirvió un café.
—¿No tienes resaca? —preguntó asombrado, y algo molesto todavía por tocar ese tema.
—No te lo dije ayer, pero he comprobado que no me puedo emborrachar siendo una mujer lobo —dije dándole un sorbo al café.
—¿Eso es bueno o malo? —preguntó mirándome.
—Malo para mí, bueno para tí —contesté con una sonrisa falsa.
—Soph...
—No sé porqué te molesta tanto —dije cansada de que me recriminara.
—¿Cuánto bebiste? —Me hizo la misma pregunta que la otra noche, y supe que no pararía de hacerla hasta obtener una respuesta.
—Una botella de vino —dije impasible—. Entera.
—Madre mía —dijo con un suspiro.
—¿Qué? No puedes echarme la bronca por eso, tu bebes mucho más —dije enfadada—. ¿Por qué te importa tanto?
—Porque me importas tú. Y sé que no soy el mejor ejemplo, por eso no quiero que seas igual que yo —dijo con una mirada algo fría. Rodé los ojos y me llevé la taza a los labios.
—Es igual... De nada me serviría volver a hacerlo —dije encogiéndome de hombros.
—Voy a vestirme —dijo acabándose su tostada.
—Espera —dije antes de que saliera por la puerta.
—¿Si? —preguntó mirándome.
—Te prometo que no volveré a hacerlo si tú me prometes que tampoco lo harás. —A mí tampoco me hacía gracia que Stiles bebiera tanto.
