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|Invitados a la fiesta|
𝚂𝙾𝙿𝙷𝙸𝙴
Estaba con Stiles montada en su Jeep. Acabábamos de terminar las clases y nos dirigíamos a la clínica veterinaria con el misterioso diario de mis padres. Necesitábamos respuestas y la única persona que podía dárnoslas, era Deaton.
Llegamos a nuestro destino y Stiles aparcó el coche. Caminamos hacia el establecimiento y llamé a la puerta esperando a que el hombre que buscábamos nos atendiera.
—Sophie, Stiles —dijo apareciendo desde el interior de la clínica—. Qué grata sorpresa.
—Hola, Deaton —le saludé—. ¿Tienes un momento?
—Sí, claro —asintió—. Pasad.
Nos abrió la pequeña puerta que había en el mostrador y nos adentramos en la sala de operaciones. Había un perro pequeño en la mesa metálica del centro, parecía sedado.
—Decidme —dijo con una sonrisa.
—El otro día encontramos un diario en casa de los padres de Soph —empezó a decir Stiles mientras sacaba el antiguo libro de su mochila—. Sabemos que está relacionado con...
—Mis poderes —terminé de decir. Deaton se aclaró la garganta algo tenso—. Sé que mis padres sabían lo que era, y por alguna razón que desconozco, decidieron ocultármelo. Pero sé que este diario es para mí, lo escondieron muy bien y ahora... No sé qué debo hacer con él.
—Está escrito en un idioma que no entendemos, pensamos que puede ser un bestiario por los dibujos que hay dentro —dijo Stiles entregándole el diario de cuero—. Y eso nos hizo suponer que los padres de Sophie... Eran cazadores.
Deaton abrió el libro y lo observó detenidamente. Justo después, su rostro esbozó una sonrisa.
—No, no es un bestiario de cazadores —dijo negando lentamente con la cabeza—. Antes de nada, debéis saber que la mayoría de manadas de hombres lobo, a parte de tener su alfa, tienen un consejero.
—¿Un consejero? —pregunté extrañada.
—Sí... Alguien que les guía, una fuente de información. Una persona con las características adecuadas para ayudar a su manada —explicó—. Ese tipo de persona... sabe como nadie sobre el mundo sobrenatural.
