13

451 37 6
                                    




«Luz de candil»

05 𝖉𝖊 𝖔𝖈𝖙𝖚𝖇𝖗𝖊 𝖉𝖊 2019



—Pronosticaron tormentas y una parte de la ciudad ya se quedó sin electricidad, sin contar los incidentes con árboles caídos. Debería de ir a visitar a tu tío Ben —la mujer veía detenidamente el clima fuera, la lluvia empeoraría dentro de un rato —Tuvo una cirugía de ojo hace cosa de una semana, y Susan necesitará ayuda para cuidarlo.

—Martha me ayudará a estudiar Física —comentó Charlie con cierta incomodidad, y la castaña a su lado moviendo constantemente su pie —¿E-Está bien si subimos a mi cuarto? —disimuladamente señaló a su madre, quien parecía no tener intenciones de dejarlos ir. Jeanette Gillespie era una mujer a la que le encantaban las conversaciones

—Por supuesto cariño, yo saldré como te dije. Si la tormenta empeora, me quedaré allá —desapareció detrás de la cocina, aunque sin dejar de hablar —Meghan dormirá en casa de una amiga, ¿recuerdas? —la ojiverde, al igual que su hijo, volvió a la sala con bolso en mano —Hace años que Dieppe no ve algo así, la última vez yo tenía doce años... así que ya se imaginarán —bromeó haciéndolos sonreír a ambos —Charles, aún recuerdas dónde está el kit de emergencia, ¿cierto? —el castaño asintió al ver la expresión amenazantemente materna de Jeanette —Tengan cuidado, si la luz se va, desconecten todo.

La ojiazul asintió, mirando a la rubia —Con permiso —Charlie se despidió de su madre antes de subir junto a Martha. La casa era algo oscura, y la madera predominaba en casi toda ella, sin embargo, seguía teniendo ese toque campestre y elegante; chimenea encendida, buena decoración, y un constante olor a naturaleza ahí dentro, lo cual no estaba muy alejado de la realidad pues las plantas predominaban ahí dentro 

—Son las hierbas aromáticas de mi madre —fue como si el chico hubiera adivinado sus pensamientos

—Huele como a bosque... como a primavera —dijo Martha mirando sus ojos verdes. Charlie sonrió y abrió la puerta de la habitación; el sitio no era muy grande, mas lo suficiente para que él tuviera cuarto propio

La miró desconcertado, acompañado de una sonrisa divertida —Supongo, mamá dice que las plantas también alejan las malas energías. Ponte cómoda en lo que nos preparo un poco de avena, ¿te gusta? ¿o prefieres otra cosa? —le preguntó caminando hacia la puerta

—Te sorprenderá que me encanta —por una fracción de segundo, Charlie no pudo evitar pensar que era perfecta, es decir... ¡le gustaba la avena! Todo el mundo detesta la avena, ¿no?

Martha reacomodó unas cosas sobre el escritorio de su amigo, para hacer espacio y poder colocar los apuntes que requerían para estudiar Física; tarareando una vieja canción de cuna, pasó las páginas una por una, repasando algunas fórmulas y analizando procedimientos —Un ruiseñor te arrullará con su canto... otro esparcirá su magia sobre ti. Las hadas levantando sus copas, brindando por ti, augurando la luz eterna... —las melodías brotaban de su boca, aprendidas de memoria, tanto que no debía de esforzarse por recordar la lírica 

—Hey, mira lo que encontré —la chica centró su atención en el joven que regresaba, ¿cuánto tiempo había pasado? Miró su reloj de mano, percatándose que quince minutos se escurrieron como el agua —Traje películas de zombies. —la sonrisa de Charlie se ensanchó denotando emoción, por lo que Martha consideró era su cinematografía preferida

—Todo lo que una chica quiere ver, ah —rodó los ojos con diversión, y poniéndose de pie para ayudarlo con la charola que llevaba cargando. Miró lo que contenía; entre los tazones de avena, también había paquetitos de galletas saladas y dulces, dos manzanas verdes de apariencia jugosa, unos cuantos emparedados, una única bolsa de papitas y al final, una barra de chocolate

𝑷𝒐𝒓 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆 | charlie gillespieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora