17

268 24 4
                                    




«Preguntas sin respuestas... ¿respuestas sin preguntas?»

15 𝖉𝖊 𝖔𝖈𝖙𝖚𝖇𝖗𝖊 𝖉𝖊 2019



Aunque ninguno de los dos se encontraba revisando su teléfono en ese momento, el reloj de Dieppe, con el suave tintineo de sus manecillas doradas, marcólas once. Charlie, aún con ojeras y el estómago vacío, dejó su bicicleta en el parking del sitio adecuado junto a las demás, y la aseguró antes de comenzar a caminar; un fresco paseo entre los pinos solía ser liberador... a excepción de ese día, en el cual los nervios lo carcomían vivo, una clara muestra eran sus uñas mordidas.

Pensándose muy bien las cosas, media hora más tarde llegó a su clásico destino: la colina entre el bosque. Desde que era pequeño, se convirtió en su lugar favorito, a pesar de que en la actualidad el ambiente en ese cambió. Y justo como lo creyó, una silueta menuda y de cabello encrespado estaba sentada cerca del barandal, con sus piernas colgando al vacío, aunque la barra metálica (y oxidada por el tiempo) impedía que su cuerpo pudiera caer.

La ojiazul sintió los pasos a sus espaldas, y con el viento enviando a sus fosas nasales aquel conocido aroma a manzanilla, no se molestó en voltear. Sabía quién era, y a qué venía. El castaño se sentó a su lado, entonces sus miradas se encontraron y volvieron a sentir esa chispa contenida; Charlie le regaló una sonrisa seria, misma que Martha le devolvió, para luego ambos girarse hacia el pálido paisaje que tenían frente a ellos. 


Tuvieron que pasar largos y fríos minutos hasta que él se decidiera por hablar —Yo... no lo sabía. Lamento si ayer te incomodó mi presencia —se disculpó de manera sincera, dejando escapar una bocanada de aire saliendo en forma de vaho; al menos aquel peso se comenzaba a desvanecer. Martha ladeó la cabeza y, negando con la cabeza, le restó importancia. Gillespie no estaba seguro si debía de preguntarlo... pero lo hizo —¿Ella...?

—Le detectaron un tumor en la cabeza hace dos años —la voz de Martha salió rasposa (probablemente por no hablar desde el día anterior), sin embargo, sonaba segura y casi tan gélida como el aire que hacía esa tarde —Los síntomas eran fuertes para esa fecha, y le impedían trabajar. El seguro ha solventado ciertos gastos, más los ahorros que ambas teníamos... pero, como podrás notarlo, nuestra calidad de vida no es la mejor —con eso último tragó grueso, no obstante, el nudo en su garganta no se deshizo con la saliva —...realmente eso me da igual, solo me gustaría poder salvar la vida de mi mamá —admitió en un susurro, mirando a otro punto para evitar que sus ojos se empañaran

—¿No hay forma que...?

—Charlie —lo interrumpió mirándolo con compasión, pues parecía que él aún no captaba el problema. Su mano buscó la del ojiverde, dando un apretón a esta; fue cuando empezó a comprender la situación, sintiéndose mal de no poder hacer nada por ella... y aún peor, que fuera Martha quien estuviera reconfortándolo por la noticia —No tenemos dinero, y aunque lo hubiera, ningún doctor o medicina podría curarla —esa era la realidad de la chica todos los días y cada mañana, sin importar si era fría o cálida, se sentía ser congelada en el tiempo

—Martha... —entreabrió la boca dispuesto a hablar, a pesar de saber que él no diría nada insensible, se rehusaba a escuchar algo más —¿Por qué no lo dijiste?

—Te juro que no me avergüenzo de esto, Charlie. Pero... ¡es frustrante que todos me miren con lástima! 

—No tienes que jurarme nada, no a mí —pudo notar la desesperación en Martha —Yo no te tengo lástima, por si eso te interesa, pero no está de más que te ofrezca mi ayuda en caso de ser necesario. Puede que no sea un doctor, sin embargo, un amigo sí soy.

𝑷𝒐𝒓 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆 | charlie gillespieWhere stories live. Discover now