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«El canto de un ángel»

22 𝖉𝖊 𝖔𝖈𝖙𝖚𝖇𝖗𝖊 𝖉𝖊 2019



Aunque las cosas parecían fluir como de costumbre, Martha sabía que todo a su alrededor estaba cambiando, comenzando por el callado y nervioso Charlie Gillespie, el verde de su mirada lucía apagado, como una bombilla fundida, sin contar las ahuecadas mejillas y las bolsas negras que adornaban debajo de esos lindos ojos que a la ojiazul le recordaban la primavera. Una parte de ella no podía evitar pensar que lo que Carolynn le había dicho hacía una semana, estaba conectado con ello. Incluso Jeremy no bromeaba de la manera habitual en que solía hacerlo y su novia tampoco le hablaba a ella, Owen olvidaba su desayuno constantemente (el cual se reducía a un plátano marchito) y de paso la tarea al igual que Jer (aunque Shada nunca la hacía y terminaba copiándola a sus amigos y con ayuda de la gran Wikipedia y el dios Google), y por último pero no menos importante, Bonny no tomaba el almuerzo con ella, aunque a Martha no le importaba demasiado pues sabía que la relación entre su mejor amiga y Nina, estaba prosperando. 

Probablemente lo único que continuaba con normalidad era la distracción de Charlie, a excepción que su mirada ya no gozaba de encontrarse con la de la chica... de hecho, la evitaba a toda costa por más que ella la buscara.

Pero... en el aviento reinaba ese algo que tenía poner los pelos de punta, por el que en la noche era difícil pegar un ojo, y que tarde o temprano, explotaría llevándose todo a su paso luego de haber sido contenido por tanto tiempo. Martha temía que eso sucediera. De nuevo.

Sacudiendo su cabeza para ahuyentar esos pensamientos, retomó sus dibujos a tinta negra que plasmaba en una libreta especial; aquel objeto preciado era su lugar seguro, en el cual sus más grandes secretos, ocultados entre palabras, borrones, bocetos y simples rayas, aguardaban a la espera de alguien que se interesara en ellos sin juzgar. Intentar trazar figuras y líneas con buen pulso estando sentada en una sala de espera, definitivamente no era la posición más cómoda, Martha lo sabía bien. 


—Hey, ya estamos listas —la voz de Amelia hizo que se levantara de un salto para poder ayudarla con Mallory, quien lucía pálida y débil; con ayuda de ambas, pudo caminar mejor hasta llegar al viejo Lada Niva de la enfermera, del cual la pintura roja ya estaba destartalada... la ojiazul prefería tener al menos esa facilidad en lugar de nada, pues realmente les auxiliaba para moverse en días como estos, donde debían ir al hospital para continuar el proceso de la enfermedad —Mar, creo que te buscan —alzó la mirada, uniendo su azul con el verde de un castaño que se encontraba casi frente a ella. Incluso ignoró el diminutivo de su nombre que tanto le fastidiaba

—Te esperamos en el coche, no tarden que hace frío —la mujer calva le regaló una sonrisa cansada a ambos, alejándose de los dos jovencitos.


Los nervios de Charlie Gillespie sobresalían a leguas en su rostro, señales de esto eran los labios mordidos y sus manos temblorosas ocultadas en los bolsillos de sus jeans rasgados; a pesar de no llevar la mejor pinta, como su camiseta deslavada y vieja de Star Wars, Martha tuvo que aceptar que cualquier prenda, en el estado que fuera, se le veía jodidamente bien.

Tímidamente ambos se acercaron sin decir palabra alguna ya que estuvieron cerca, tan solo eran centímetros lo que separaban cuerpo con cuerpo; por un instante, él podría jurar que el frío del exterior se había disipado pues la calidez de la ojiazul era suficiente para sentirse como en casa... lo que alguna vez fue casa, dudaba que en las últimas fechas se percibiera como tal. Las risas y tartas de arroz fueron reemplazadas por mal humor, regaños y uno que otro grito proveniente de la amorosa Jeanette, quien se convirtió en la pesadilla de Meghan; la pobre rubia ni siquiera tenía ganas de asistir a su adorada academia de baile.

𝑷𝒐𝒓 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆 | charlie gillespieWhere stories live. Discover now