Muerto, pero no tan muerto

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Jinsu se removió en la cama, soñoliento. No tenía ganas de levantarse a pesar de que se sentía realmente bien. Una sonrisa tonta se dibujaba en sus labios rosados y rellenos y se rascaba la panza llena.

Había tenido un sueño algo raro pero bastante placentero y bastante realista por cierto. Solo no lo había gustado que el prota de su sueño le daba ganas de patearle el culo pero al menos lo compensaba con otras cosas. Como por ejemplo, la forma en que se había movido contra su cuerpo, específicamente entre sus piernas, contra su cadera, podía darle un 12 de 10, aquella bestia si sabía cómo complacer a alguien, su buen cuerpo, un cabello ligeramente rojizo, un rostro…a la mierda, no recordaba el rostro, como que ya era una costumbre algo problemática. Pero que importaba era un sueño, no era como si ese hombre se fuera a materializar. Una lástima.

Y Panquecito.

Un bufido salió de su boca aun con los ojos cerrados.

Dios, aquello era chistoso ¿Qué hombre toleraría que lo llamaran panquecito? Pues uno bien estúpido por lo menos. No sabía porque esa palabra retumbaba cuando la decía mentalmente. Por algo sería ¿no?

Abrió los ojos por fin. La luz de la ventana indicaba que todo a su alrededor era rojizo. Si estuviera vivo diría que era el atardecer.

Otra cosa que se percató es que, al menos, el infierno se parecía bastante a su casa. Y Toby, su peluche estaba con él. Se giró alargando el brazo y recogiéndolo del piso. Al parecer el viaje astral lo había tumbado porque era un sacrilegio que su sagrado peluche estuviera en el suelo.

Lo abrazó con cariño y restregó su cabeza con pereza aspirando el olor suave que tenía y que le gustaba tanto. Pues estar muerto no era tan malo después de todo y parecía bastante real porque deseaba ir al baño. Pero no se esperó que al levantarse estuviera completamente desnudo. Bueno no iba  a ser exigente tampoco.

Encima de una de las sillas encontró un enorme suéter rosa que le gustaba, de estambre y se lo puso por la cabeza. Las mangas le llegaban a la mitad de las manos y el borde hasta el inicio de los muslos, una imagen demasiado tierna para él, pero como decía, en el infierno no se podía ser exigente. Esperaba que al menos su esclavo no tuviera tanta suerte y se estuviera arrastrando como un perro. Se lo merecía.

Que se jodiera, eso le pasaba por tacaño. Si solo no le hubiera dicho que implorara por su sangre. Solo de recordarlo hacía que sus colmillos se alargaran. Fue entonces que se dio cuenta que no tenía…hambre. Como era posible que tuviera ganas de hacer pipi y no hambre.

¿Quién entendía al infierno?

Pero antes de todo debía atender asuntos.

Baño.

Salió de la habitación con pasos pesados. Su cuerpo se sentía realmente recuperado, nada le dolía  diferencia de antes que solo respirar era una tortura. Había un sabor dulce y metalizado en su paladar, igual que el de la sangre, pero mucho mejor. No sabía porque pero como que ya no era algo a tener en cuenta porque al final…estaba muerto.

Pasó por la sala en dirección al baño restregándose los ojos cuando escuchó una voz que invadía la estancia y por reflejo respondió todavía soñoliento.

-Buenos días jefe…-ci-to- giró su rostro lentamente para encontrarse el príncipe de su pesadillas parado en el centro de aquella sala, celular en mano, pantalón ceñido a una estrecha cintura y espalda fornida y deliciosa completamente desnuda. El nombrado se giró lentamente dejando de hablar por el celular

¿Qué demonios hacía Victor en su sala? Acaso se habían muerto juntos.

Jin no pudo cerrar su boca de la impresión. Más bien, dio un paso atrás y sus piernas flaquearon cayendo de nalgas al suelo de la impresión. Ver a Victor no era lo impresionante, sino tenerlo dentro de las paredes de su casa. Eso era un shock total, el tipo ni siquiera se adaptaba al ambiente, simplemente él se veía superior.

Victor dijo unas palabras por su teléfono en un idioma que el vampiro no pudo descifrar y colgó. Se giró completamente con su torso desnudo como si fuera el hombre más buenote del planeta, no era que no lo fuera pero bueno, ese era otro asunto.

-Ya que despertaste, siéntate, tenemos que hablar- Victor le indicó como si la casa fuera de él.

No pasó desapercibido por el vampiro aun en su aturdimiento que los ojos del humano recorrieron su cuerpo de arriba abajo sobre todo enfocándose en los muslos blancos casi descubiertos por completo y en lo que se escondía entre ellos y que ahora apenas estaba cubierto dada su posición.

Cerró las piernas y las bajó frunciendo el ceño. No estaba muerto, al menos los celulares no estaban en el infierno ¿o sí? No sabía si alegrarse o llorar.

-¿Qué haces en mi casa Victor? Recuerdo haber querido morir tranquilamente-

El hombre alzó una ceja y le dio la espalda para dejarse caer después en el sofá.

-No tengo todo el tiempo del mundo, muévete, tenemos que dejar unas cuantas cosas claras-

Ese tono era el que molestaba a Jinsu. Ese que pareciera que él fuera una pulga y el humano el ser más poderoso del mundo solo porque tenía un poco más de dinero. No recordaba haber tratado a alguien de forma inferior cuando él estaba en la cima de la cadena alimenticia y que tenía poder y estatus.

Aun así, con un puchero en la boca se levantó como si no hubiera pasado nada, la dignidad siempre adelante y se sentó frente a Victor con la espalda recta y doblando una pierna encima de la otra.

-No me respondiste qué haces en mi casa-

El rostro del humano siempre inexpresivo ni siquiera movió un músculo hasta que simplemente los bordes de sus labios se alzó. Jinsu no supo por qué pero se estremeció. Nada bueno venía.

-No esperaba tu agradecimiento pero es impresionante el desprecio con que tratas a la persona que casi te sacó de la tumba- inclinó el cuello dejando a la vista la marca de colmillos en su cuello que casi estaba cerrando justo encima de donde debería estar su collar de atadura que se había desvanecido temporalmente.

Los ojos de Jinsu se abrieron y pestañeó varias veces confundido.

-¿Tú me diste tu sangre?-

-No tengo intenciones de morir-

El vampiro al fin cerró la boca y respiró profundo. Por qué demonios el olor que desprendía ese hombre era tan dulce, familiar. Y no solo su olor sino también su apariencia, no porque era su jefe, sino porque era igual al sujeto de sus sueños.

Sabía que debía haber tenido sexo con él para despertar en un hotel sin ropa y haberlo hecho su esclavo pero acaso…

-¿Panquecito?- se le fue. Acto seguido se mordió el labio inferior.

-Juro que si te escucho llamarme así otra vez te arrancaré los dientes- el rostro de Victor se ensombreció.

-¿En serio? ¿Panquecito eres tú?- y como siempre Jinsu no le hacía caso- No me jodas, no puedo creerlo-

De la conmoción comenzó a reírse como un loco sentado en su lugar. El mismo imbécil al que le había dado el apodo. Era increíble. Se carcajeó tanto que comenzaron a salir lágrimas de sus ojos y se aguantó el estómago.

-No puedo creer precisamente a ti fuera al que le puse el nombre de Panquecito- se limpió una lágrima mirando al hombre que tenía el ceño fruncido- Será porque realmente hueles dulce – comenzó a recuperarse, sus mejillas estaba ahora sonrojadas tras reírse tanto.

El pie de Victor se movía constantemente.

-No le veo la gracia al asunto-

-Pues yo si- Jinsu se acomodó después que la tensión comenzó a desaparecer. Con la idea de que había tratado a Victor tan familiarmente como que ya no era tan intimidante.

-Pues en mi caso recuerdo bien esa noche y lo menos que hiciste fue reírte-

La sonrisa de Jinsu desapareció de sus labios. Oh, esa noche, la cual apenas si recordaba y de seguro fue intensa o no estarían teniendo no aquella conversación, ni precisamente ese humano fuera su Esclavo de Sangre.

Esclavo por equivocación (vampiros)®Where stories live. Discover now