Capítulo 34 (+18): El momento que toda latinoamérica estaba esperando.

Comenzar desde el principio
                                    

Su nariz aún tenía los rastros de una pequeña hemorragia, pero lejos de parecer repugnante, su olor me estaba volviendo loco.

Sentí el deseo envolverme, pero controlé por completo cualquier reacción que pudiera asustarla.

Ya bastante la había asustado esta noche.

Quizás más de lo que ella misma quería aceptar.

Cuando noté que la habían golpeado, me cegué. La rabia me envolvió y utilicé una de las habilidades secretas del monarca. Solo se usaba en ocasiones importantes, porque requería mucha energía y fuerza para mantener el lugar completamente a oscuras. Ni siquiera había sido consciente de lo que hacía, solo sabía que ataqué a mi abuelo y a todo aquel que intentó defenderlo. No maté a nadie, que yo supiera, pero tampoco podía asegurar que todos iban a sobrevivir.

Mi abuelo lo haría, por supuesto. Seguramente estaría recibiendo un tratamiento de los brujos para... restaurar, su brazo derecho.

Fue una pelea injusta, porque mi furia alimentó mi fuerza y terminé dándole una paliza a al menos diez vampiros que creyeron que era una buena idea armar una revuelta. Y solo me detuve porque ella así lo quiso.

Porque mi reina me ordenó estar a su lado.

El banquete fue arruinado, pero la noche no acababa.

Y por lo que veía, parecía que mi noche solo estaba por empezar.

—Quizás esto fue una mala idea —me había perdido en mis pensamientos y no había notado lo adorable que se veía Juliette avergonzada.

Se removía sobre mi regazo, intentando soltarse de mi agarre. Pues no lo haría, aún no. Acaricié sus piernas con suavidad y eso pareció apaciguarla. No toqué ningún sitio prohibido. Lo que la hizo estar más a la expectativa.

Pero esta era su primera vez. Y su primera vez debía ser memorable. No importaba que tan deseoso me encontrara, mi principal meta era hacerle tocar las estrellas y no me conformaría con menos.

—Eres tan hermosa —dejé un beso en sus labios, con suavidad.

A Juliette le gustaba que la besara con fuerza, que mordisqueara sus labios. Por eso a veces me gustaba besarla lento, disfrutando de su sabor, de sus reacciones. Me devolvió el beso con ternura, como si ella intentara calmar las ansias que aún me quemaban las entrañas.

La furia, la ira, todo el odio que sentí antes desapareció como por arte de magia, gracias a sus besos y suaves toques en mi cabello.

Ella suspiró, como si estuviera pidiéndome más con todo su cuerpo. Me agradó verla actuar de esta forma, era una nueva faceta de la que me estaba enamorando con gran rapidez.

—Deliciosa.

Acerqué mis colmillos a su cuello. Eso pareció indicarle que iba a morderla, por lo que se puso visiblemente nerviosa.

—Donovan, espera.

—Dijiste que debía seguir contando —le recordé, paseando mis manos por sus muslos desnudos—. Guarda silencio, no quiero perder la cuenta.

Comencé a repartir besos por todo su cuerpo. Los besos en su cuello la hicieron suspirar, extasiada. Cuando me acerqué a sus pechos gimió, intentando apartarse. En su abdomen solo logré causar que riera por lo bajo, cosquilluda. Tuve que recostarla sobre la cama para poder seguir por sus piernas, causando que temblara.

Verla tan indefensa, tan dominada por el placer, me generó el gran deseo de molestarla un poco, ver qué tan lejos podía hacerla llegar.

Cerró sus ojos, permitiéndome hacer con ella lo que quisiera. Los vampiros eran considerados depredadores y yo nunca estuve de acuerdo con esa declaración. No hasta que la vi a ella y tuve hambre.

Donovan Black (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora