Capítulo 31

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No podemos elegir de quién nos enamoramos, pero sí con quién quedarnos. — SIN TÍTULO. Nathaniel Proulx.

Paso las páginas del periódico y marco con un resaltador los puestos de trabajo que pueden servirme. He estado haciendo esto toda la mañana y es que si no mantengo mi mente ocupada en algo que no sean los daga roja, me volveré loca... Si es que ya no lo estoy.

Han pasado dos días desde el ataque de Hoffman y nadie puede encontrar una prueba para involucrarlo con los daga roja, por más insignificante que sea. Es como si Francis Hoffman fuera un fantasma que se mueve por todo California sin que nadie sepa hacia dónde va o de dónde viene. Borra sus huellas igual que lo hacía su padre, al parecer, ya que jamás pudieron encontrarle nada con respecto a la mafia.

Sigo pensando que ha estado ahí todo este tiempo y que supo mover sus piezas de una manera que nadie se diera cuenta. Haciendo que todos se ensucien las manos menos él.

Los movimientos de Francis son como los de un experto en ajedrez, cada pieza, cada movimiento, parece no decir nada, pero está todo conectado. La aparición de Alessia, Vincent enloqueciendo, hasta me atrevo a decir que dejar que Barry ande libre también fue una estrategia de Francis, sabía que íbamos a reaccionar... Sabía que aprovecharíamos para buscar información y él nos dejó. Nos dejó meternos en el lodo confiados en que podríamos sacar más información, hasta que nos dimos la cara contra la pared y la muerte de Aria fue el resultado.

Todavía no estoy segura si Gregory Stevens tiene algo que ver, pero no lo dudaría. El muy malnacido odia tanto a Nicholas que no me sorprendería que tuviera sus manos metidas en este asunto. Además, protege a Alessia como si fuera su hija y si ella está metida, Gregory también.

—Aquí está el otro periódico que pediste.

María deja el diario sobre la mesita del living y junto a este, una bandeja de galletas para que acompañe con el té con leche, es la segunda taza que tomo en la tarde.

—Gracias María... Oh, dile a César que ya bañé a Lola.

—Genial, desde hoy que está preguntando cuándo puede ir a jugar con ella —comenta con cansancio.

Me río por su expresión de agotamiento.

César y Lola se han hecho grandes amigos. Lola anoche se puso a llorar porque estaba tan sucia que no la dejé entrar a la habitación de César para jugar o María me mataría.

Me quedo a solas en el living otra vez, con la música de Lady Gaga en volumen bajo para no estar en completo silencio y además, acallar la voz en mi mente. Suelo poner música que me gusta para no pensar demasiado y en estos momentos está funcionando de maravilla.

Las puertas del ascensor se abren y de él salen Sophie y Pauline conversando tranquilas y relajadas, como las amigas que siempre fueron.

Frunzo el ceño cuando Pauline me sonríe.

—Mira a quién encontré en la entrada.

Sophie sigue pasando tiempo en el edificio para asegurarse que Nicholas coma y ayudar a María con la comida y la limpieza. Desde que supo sobre el ataque de Hoffman ha estado muy pendiente de mí, aunque de una manera distante, no como solía ser antes de dejar a Nicholas. Su excusa es que está muy aburrida en su casa ya que con el tema de los daga roja, incluso Christofer está ayudando en la investigación como solía hacer tiempo atrás para rescatar a Isaac, pero sé que no encontrará ni una sola prueba para acabar con Francis, solo que no puedo decirlo en voz alta porque voy a sonar demasiado pesimista... Aunque ya he perdido bastante las esperanzas.

—¿Qué haces aquí? —Miro a mi madre con frialdad, dejando el diario junto a mí.

Ella me sonríe como si nada hubiera pasado entre nosotras.

Mi problema para siempre #3Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt