Capítulo 23

2.3K 278 40
                                    

Los grandes cambios comienzan con pequeñas cosas — SIN TÍTULO. Nathaniel Proulx

Observo a la mujer que está sentada en el sillón tomando el té relajada mientras habla con Nicholas. Frunzo el ceño sin entender muy bien qué está sucediendo. La veo de perfil, está más radiante que nunca y aunque Nicholas intenta ser lo más escueto posible, ella insiste en preguntar cómo estoy y cómo llevo el embarazo.

—¿Mamá? —pregunto observando a la mujer elegante como si viera a un monstruo de dos cabezas.

Ella voltea a verme y sonríe con dulzura.

—Hola cariño —saluda.

Se levanta del sillón y se acerca a mí. Primero duda, pero finalmente me da un abrazo como si no hubiera pasado nada entre nosotras.

La palabra cariño ya no me hace ni una pizca de gracia.

Es escucharla y sentir náuseas.

No le correspondo el abrazo, solo miro un instante a Nicholas tratando de adivinar qué es lo que está sucediendo. Él solo hace una mueca como si tampoco entendiera qué hace esta extraña en su living.

—¿Qué haces aquí? —pregunto con frialdad porque a diferencia de ella no puedo actuar como si nada hubiera ocurrido.

Pauline voltea y toma la bolsa de regalo que hay sobre el sillón. Me la tiende con una sonrisa.

—Ábrelo, seguro te gusta.

Frunzo el ceño y hago lo que me dice. Me encuentro con un pequeño abrigo de lana color verde pastel y una remera estampada del mismo tamaño que dice: El príncipe de mamá.

Todo mi cuerpo se tensa.

—La chica de la tienda me dijo que ahora puedes estampar tu propia ropa, así hice estampados locos... Hay más en mi casa, pero Corbin me dijo que era demasiado. —No digo nada. Solo observo la ropa con los músculos tensos—. Y el abrigo... Lo hice yo —anuncia avergonzada—. Estuve tomando clases de tejido y bueno... Esa fue la prenda más decente que hice —comenta riendo. Ninguno de los dos nos reímos—. Pero para cuando mi nieto o nieta nazca, te aseguro que tendrá una colección completa de todos los colores que pueden existir de lana.

—No voy a tener al bebé, Pauline.

Ella me mira desconcertada y mira automáticamente a Nicholas.

—No seas ridícula —responde observando mi seriedad. Mira a Nicholas otra vez—. ¿Cómo puedes dejar que haga esto?

—Es su decisión, Pauline, no voy a decir lo que tiene que hacer porque es adulta y puede tomar sus propias decisiones —responde Nicholas mirándola serio, aunque puedo detectar un deje de irritación en su voz.

—¡Pero es una niña! No sabe lo que quiere en su vida.

¡Una niña!

Ahora se acuerda que soy demasiado joven para todo esto, pienso estupefacta, pero ninguna palabra sale de mi boca.

—Esta discusión no te incumbe, Pauline, es entre Dylan y yo —responde tajante—. Dijiste que viniste a darle algo a Dylan, ya se lo diste, ahora puedes irte.

Pauline me mira unos instantes para ver si voy a defenderla, pero la verdad es que verla me acojona muchísimo y no sé cómo reaccionar.

Nunca supe cómo reaccionar con Pauline.

Ella se acerca más a mí y me da un ligero apretón en el hombro. Siento cómo la sangre se hace escarcha debajo de mi piel.

—Me gustaría salir a tomar el té un día de estos —comenta tomando su bolso—. Me alegra que hayas renunciado al trabajo —responde abrochando su abrigo—. Las mujeres Hall no estamos para servir a alguien y mucho menos a Karen.

Mi problema para siempre #3Where stories live. Discover now