Capítulo 29

2.1K 271 71
                                    

El amor es paciencia. El amor es respeto. El amor es saber que tendrás una mano sosteniendo la tuya si algo sale mal. — SIN TÍTULO. Nathaniel Proulx.

Nicholas les dio la llave del campo Petrov a Isaac y América para que tengan su luna de miel tranquila allí, sin que nadie los moleste. Hace dos días fue la boda de nuestros amigos y hace dos días también que Nicholas me prometió que firmará los papeles. Llamé a Corbin para que arreglara todo y él se ocupó de inmediato. Hoy es la citación y no he visto a Nicholas desde la boda. Obviamente me está esquivando olímpicamente.

¿Qué comes que adivinas, Sherlock?

Bostezo de camino a la cocina porque son las seis de la mañana y además, hoy me levanté con más cansancio de lo normal. El médico me dijo que en el momento que mi cuerpo se sintiera relajado, iba a pasarme factura. Ya tuve un resfriado y ahora tengo un cansancio monumental.

Ay pollito, no puedo prometer tranquilidad, pero no me las cobres todas juntas, pienso acariciando mi vientre.

Estoy por entrar en el cuarto mes de embarazo y ya comienzo a notar la diferencia. De un vientre más o menos chato al que estoy acostumbrada, ahora comienza a sobresalir solo un poco y sé que si sigo comiendo como estuve comiendo este último mes, con tantos atracones de golpe tan al estilo Dylan la tragona, cuando llegue al quinto mes tendré la barriga como una sandía enorme.

Me freno en seco cuando la encuentro a ella parada en medio del living y trago saliva. Mi primer impulso es abrazar mi vientre para proteger al pollito, pero me controlo y camino hacia ellos con la espalda erguida.

Contrólate Dylan, le hará mal al bebé.

Nicholas se pasa la mano por el cabello con irritación y hace una mueca cuando me ve acercarme a él.

—Alessia.

La Alessia que conocí alguna vez no tiene nada que ver con la mujer que está parada frente a nosotros en estos momentos. Ni siquiera a la mujer que tenía el labio partido y el ojo morado de la última vez. Está más delgada, golpeada y con unas ojeras muy oscuras. Su cabello está grasiento y desaliñado. Tiene una marca en el cuello, como si unas manos grandes y fuertes le hubieran apretado tanto que dejaron un rastro morado a punto de asfixiarla hasta la muerte. No tiene ropa elegante. Lleva unos jeans desgastados, unas zapatillas deportivas y una sudadera gris grande. Sus manos tiemblan mientras sostiene con firmeza su bolso.

Nicholas se pone delante de mí.

—Ella vino por cuenta propia, no la llamé —me asegura como si intentara buscar alguna reacción en mis ojos.

Asiento sin expresión.

—¿Qué quieres? —pregunto con frialdad.

—Ayuda —murmura con voz ronca, como si le costara hablar. Traga saliva con dificultad—. Necesito ayuda.

—¿Los daga roja te hicieron eso?

—Sí —se adelanta Nicholas. Ella me mira avergonzada—. Le dieron la espalda. Creen que los traicionó.

—¿Y por qué vienes con nosotros? —pregunto sentándome y le hago una seña para que se siente frente a mí.

Nicholas se sienta a mi lado.

Ella se mastica el labio inferior y retuerce las manos sobre su regazo.

—Ya se habrán enterado que soy la próxima... —murmura sentándose en el sillón. Asiento—. Necesito que me ayuden a entregar a Vincent... Sé dónde puede estar, o al menos tengo una vaga idea... —murmura ella y tose porque se le dificulta hablar.

Mi problema para siempre #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora