Sinopsis.

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Era un día insusualmente frío a pesar de ser verano, la mayoría cancelaba planes debido a esto prefiriendo pasar el día en casa abrigados con sus seres queridos disfrutando de la compañía y el amor brindado.

Sin embargo nuestro protagonista...

Con manos en los bolsillos y la cabeza baja, caminaba lento, rogando porque una solución a sus problemas cayera del cielo, si se lo veía desde fuera podría parecer solo otro adolescente ahogándose en un vaso de agua.

Y eso era.

Pero no podías entender toda la historia si primero no te sentabas a escuchar lo que tenía para decir.

Sin embargo ¿quién iba a hacerlo?

Despues de todo no creia que a alguien le agradaría escuchar que queria expresarse con una falda tablada y una diadema a juego.

Mientras el ruido de las palabras de sus padres opacaba el molesto clima, el se hundía cada vez un poco más, sus labios resecos temblaron, todo parecía indicar que pronto las lágrimas caerian.

Pero entonces la sintió.

El calor no tardó en hacerse presente en sus mejillas mientras que con una expresión sorprendida se disculpaba por no haberse fijado que había una persona en su camino.

Sus ojos finalmente soltaron pequeñas lágrimitas.

Al ver el piso pudo divisar una borrosa bolsa de papel de la cual rodaban manzanas rojas escapando en todas las direcciones.

Ambas figuras se agacharon a recogerlas rápidamente, sus manos yendo de un lado a otro y sin pensarlo mucho se encontraron.

Una chispa se sintió en el tacto que hizo a ambos mirarse a los ojos.

- ¿Estas bien?

Tom no respondió, el nudo en su garganta se lo impedía. Solo pudo romper en llanto.

- Tranquilo solo fue un accidente, no tienes porque llorar.

Tom con brusquedad y casi desesperado comenzó a secar sus lágrimas, pero una mano tomó de su muñeca deteniéndolo. La chica gentilmente tomó un pañuelo y lo pasó por su rostro. El estaba sorprendido, se quedó quieto sin reaccionar, sólo sorbiendo su nariz.

- Ya está

Tom observó el piso, un pequeño gracias saliendo finalmente de sus labios.

La chica le extendió la mano para ayudarle a levantarse y se quedaron frente a frente. Tom no pudo sostener su mirada por mucho tiempo.

- ¿Mejor?

Asíntio.

- Yo...

Unos segundos fueron suficientes para que sus ojos se humedecieran de nuevo.

Ella sin saber bien como reaccionar solo lo envolvió en sus brazos torpemente. El no podía parar, necesitaba, de verdad necesitaba un abrazo para saber que no era un enfermo.

- Esta bien - repetia la chica dándole ligeras palmaditas en la espalda - todo esta bien.

En medio de aquella solitaria calle. Dos personas que tenían más en común de lo que les gustaría, atrapadas por los mismos estigmas invisibles. Dos personas con miedo de ser quienes eran. Disfrutaban de la calidez de un abrazo apresurado pero necesario.

Ese fue el comienzo, tan simple como efímero fue el comienzo de todo. El comienzo de una historia de amor diferente.


« Cuando llega el otoño » Donde viven las historias. Descúbrelo ahora