Capítulo 27

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— Señor, disculpe mi intromisión pero ¿Ya ha necesitado a ese amigo antes?

— ¿El investigador privado claro?

— ¿Y podría saber para qué?

— Ya que eres de la familia supongo que deberías saber los secretos familiares. — el hombre encendió un puro y lo fumo dejando el aire blanco por todo el lugar — Una muchacha tonta y débil hace mucho tiempo intentó robar lo que más quería así que mande a que a abusaran de ella — tomó una calada — la chica tenía un repudio tan grande a los hombres que luego de eso se suicidó. Pero las plagas no se van con facilidad. Tiempo después se llevó a Angeline con ella.

— Pensé que Angeline murió por un tumor detectado tardíamente.

— Gracias a ese amigo todos lo creyeron así.

Dalia quedó perpleja.

— ¿Por qué te vez así? No me digas que estas flaqueando.

— No señor, entiendo a la perfección la situación. Y lo tomaré como ejemplo para cuidar el hotel.

— Me alegra oir eso.



. . .



Vió por la ventana del auto el hotel en el que había estado contadas veces. Era grande y lujoso, imponente. Todos los años invitaban a la comunidad a un baile en honor a la fundación de la ciudad, los extranjeros y habitantes convivían durante una semana entera de celebraciones que comenzaban en este evento.

Sin embargo no recordaba haber temblado tanto de camino a este, ni sentir las manos sudororsas ni los nervios comiéndoselo vivo — Si hubiera venido con un vestido seria mucho peor — se repetía a sí mismo intentando convencerce.

—Llegamos. — dijo su padre. —

— ¡Miren todos tienen trajes como de los cuentos! — señaló Alba, la más pequeña, a las personas que iban entrando —

— Aún me siento un poco ridículo.

— Te vez adorable Oliver. — dijo su madre tomando sus mejillas —

— ¡Mamá!

— Esta bien te dejo. Es solo que se ven tan bonitos. Tomemos una foto en frente del hotel.

Tomaron la fotografía y Tom se sintió incómodo. Tal vez era la tela, o algo le había caído mal. Pero tenía una sensación rara, algo no era correcto.

— Tom sonríe. — su familia lo miró. —

El se esforzó y hizo una bonita sonrisa que se esfumó cuando el click de la cámara pasó.

Agradecieron al fotógrafo y se acercaron a la gran entrada donde dos jóvenes en cada lado les hicieron una reverencia al entrar. Una muchacha adentro también los saludo y les indicó el camino que debían seguir.

Sin pensarlo mucho Tom miraba a todos lados buscando solo a una persona en ese gran salon. Estaba lleno de toda clase de cosas elegantes, incluso las paredes lo eran, esta parte estaba llena de mesas, todo de color vino, el color de la bandera de su ciudad, y blanco.

Pasando esta zona había un patio extenso con árboles arbustos y otras mesas, en algunas aguardaban postres deliciosos que recordaban a una infancia dulce.

« Cuando llega el otoño » Donde viven las historias. Descúbrelo ahora