ʙ ᴀ ᴛ ʜ ʀ ᴏ ᴏ ᴍ ʙ ɪ ᴛ ᴄ ʜ

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— Venga Conway, no me va a follar como castigo, ¿no?

Gustabo llevaba toda la conversación tratando de convencerle de que sí había reído un chiste. El caso es que Conway no era tonto, y se estaba cansando de pasarle sus mierdas al dúo. Estaba empezando a sentir que el control le era arrebatado, y eso sí que no se lo podía permitir. Tenía que volver a dejar en claro quién mandaba a quién.

Estaba parado delante de Gustabo, el cuál tenía el cuerpo tenso, a pesar de que le seguía vacilando, no podía evitar sentir un miedo potente. Trataba de no mostrarse tan intimidado por la posición de Conway, pero no lo logró del todo, flanqueando al mostrar un pequeño tic de nervio en la pierna. Conway no lo pasó desapercibida.

— ¿Crees que follarte es un castigo?

Gustabo no pudo evitar tragar en seco cuando Conway de hincó ante él, abriéndose paso entre las piernas juntas del chico. Podía sentir bajo su tacto como Gustabo evitaba mostrar el temblor de todo su cuerpo. Su voz se escuchaba más ronca de lo normal, que Gustabo se pusiera nervioso ante él, le excitaba, mucho. Recargó un codo en la rodilla del chico, y alzó la mano en dirección a su cara, capturando entre sus dedos su mandíbula, apretando fuertemente, obligando a qué lo mirase.

— Contéstame, Gustabo. ¿Crees que follarte es un castigo?

Tenía todas las intenciones de maltratar a Gustabo en la cama, quería hacerlo sufrir, quería hacerlo sentir la verdadera tortura y las mierdas que habían estado planteándose últimamente. Gustabo se atrevió a mirar directamente a los ojos a Conway, encontrándose con un enojo combinado con lujuria, dándole a entender que el resultado era una emoción sadomasoquista.

— Para usted, es un premio.

Soltó bruscamente su cara y le propinó una bofetada. Seguía vacilando, entonces no había entendido su rol en la relación. No le había quedado quién era el que mandaba aquí.

— ¿Te sigue pareciendo un broma?

Los ojos de Gustabo se tornaron oscuros. ¿Con que el viejo quiere pelea? Pues vamos a dársela. Se levantó de un solo movimiento, provocando que el intendente perdiera un poco el equilibrio. Se inclinó un poco hacía abajo y lo tomó de la corbata perfectamente planchada, lo jaló hacía arriba, obligándolo a que se levantara a su altura. Sin soltarlo de la corbata, acercó su rostro con el de él.

— Dígame que es lo que quiere, y que se la última vez que usted me pega.

Conway le sostuvo sin miedo la mirada, no se mostró intimidado pero debía admitir que Gustabo había tomado el otro camino. No iba a dejarse someter tan fácil, pero es que ese era parte del plan de Gustabo, darle pelea para que se interesase más en él. Conway sonrió satisfecho.

De un solo movimiento, tomó del ante brazo a Gustabo y se lo torció para colocarlo en su espalda. Los movimientos fueron tan fuertes y tan rápidos que Gustabo no tuvo tiempo de reaccionar. Conway lo puso de espalda a él, y lo empezó a empujar en dirección a la habitación en donde estaba Volkov con Horacio.

— Vas a aprender por malas entonces, Gustabín. Vas a aprender a respetar a tu puto superior.

*

Horacio pudo escuchar como Volkov azotaba la puerta con el pie mientras lo encaminaba hacía la cama, donde fue sentando a la fuerza por su superior. Miró desde su posición como Volkov iba y venía de los cajones de los muebles de la habitación, sacando todo tipo de juguetes que hicieron que a Horacio se le pusiera la piel de gallina.

Observó como de todos los cajones sacaba objetos distintos. Del buró que estaba a un costado de la cama sacó dos botecitos de lubricante que estaba seguro que no iban a ocupar, porque aquello no era premio, uno era sabor chicle y el otro de cereza. Del clóset sacó una esposas, y del mismo lugar, sacó una mordaza de anillo, trayéndole recuerdos, pero la correa de esta era negra y no rosa pastel, e hizo acto de presencia sobre la boca de Horacio. Se alejó del clóset y se dirigió a un tercer mueble, Horacio no pudo ver que era lo que contenían los cajones, pero escuchó un par de ruidos metálicos, y con eso fue suficiente para que su rostro se mostrara nervioso. Del cajón superior sacó dos cintas igualmente negras, un collar totalmente de metal con correa, y un conjunto de esposas para tobillos y muñecas. El cual se colocaban ambas extremidades hacía atrás, inhabilitando por completo brazos y piernas. Más aparte otra mordaza, solo que esta era de bola. Horacio tragó fuerte.

𝐋𝐄𝐓'𝐒 𝐏𝐋𝐀𝐘, 𝐁𝐀𝐁𝐘   [Multishipp]Where stories live. Discover now