ᴅ ɪ ᴀ ʟ ᴛ ᴏ ɴ ᴇ

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La noche era cálida, el aire que pegaba en su rostro también. Había salido del club en dirección a comisaria, donde había dicho Gustabo que se encontraba con anterioridad. Agarró una velocidad de 200 km/h en cuidad, saltándose uno que otro semáforo y señal de alto, pasándose por el culo los señalamientos de la velocidad que estaba establecida en la ciudad. Pero, ¿quién iba a multarlo? ¿Conway? Rio mentalmente. 

Aparcó en el estacionamiento de comisaria, bajó desinteresadamente del vehículo y se adentró por la puerta trasera del edificio. Cerró y abrió un par de puertas hasta llegar a la zona de interrogatorios y celdas, donde una figura un poco más baja que él, capturó su atención. La silueta se movió dentro de una sala, parecía que estaba tomando asiento. Desviando su atención de lo iba hacer ahí, se dirigió hasta la pequeña habitación a la que había entrado aquella persona. 

No tocó ni anunció su llegada. 

Abrió despacio la puerta, la cual no traía pestillo. Se dejó ver lentamente, y asomando primero su cabeza y luego el resto del cuerpo. Detrás de la mesa, se encontraba Gustabo sentando, con la cabeza echada hacía atrás y la camiseta ligeramente levanta. El comisario observó como su garganta realizaba movimientos contraídos, como si estuviera buscando aire. Rodríguez cerró la puerta detrás suyo haciendo el  menor ruido posible, para no desconcentrar al chico. 

Se quedó recargado en la puerta, con las manos escondidas detrás, una de ellas sujetando el picaporte con fuerza. Tuvo que morderse la lengua para no dejar salir ningún ruido de su boca. Desde su posición notó como el cuello de Gustabo comenzaba a brillar bajo el tenue foco, estaba sudando. 

La vista que el chico le estaba dado era digna de admirar, era como si un ángel se dejara llevar por los deseos carnales, la pintura con la combinación de excitante y hermosa que jamás había visto. 

Gustabo lo había visto llegar, había visto como se dirigía hacía la puerta de atrás y de inmediato se dejó aparecer en la zona de interrogatorios y celdas, simulando que había sido una coincidencia el que se hubieran encontrado ahí. Se metió a una sala con fines de que el comisario lo viera, su plan inicial era encontrarse en el despacho de Conway y hacerlo ahí, dejando una que otra pista, pero la calentura que sentía Gustabo no podía con él y necesitaba liberarla en cuanto antes, por lo que decidió que acercaría el encuentro. 

No sabía hasta que punto Greco había empezado a fantasear con él, ni estaba muy seguro de que así fuera, pero desde la última vez que se habían visto, el comisario le había mirado como si se le hubiera poseído el espíritu de Asmodeo, al final de la reunión que tuvieron en la oficia principal de Conway. Y entonces Gustabo supo que sería más fácil capturar a aquel que a Volkov y Conway juntos. Greco era un pollo recién nacido, Gustabo un zorro, y este zorro tenía hambre. 

El comisario se fue acercando con lentitud, asomando un poco su cabeza por sobre encima de la mesa, confirmando sus sospechas justo al momento de entrar. Se dejó caer en el filo del escritorio del lado de Gustabo, nuevamente, sin hacer mucho ruido, dejando que los jadeos de Gustabo sean lo único que se escuchará en la sala. Cruzó sus manos delante suyo y miró el vaivén que la mano de Gustabo realizaba sobre su miembro, no se contuvo en humedecer sus labios con su lengua. Dejó que se estimulara un poco, hasta que empezó a notar los unos pequeños espasmos en el vientre expuesto del chico, fue ahí cuando interrumpió la acción con un carraspeo. 

— Gustabo. 

El chico fingió sobresaltarse, y se acomodó mostrado un nerviosismo inexistente. No trató de esconder su miembro, dejó caer suavemente su espalda recta sobre el respaldo. Alzó el rostro, entrelazando mirada con el comisario. Destellan lujuria

— Eh... comisario Greco, no le había visto... entrar. 

Gustabo se oía ronco, y sus ojos estaban flojos, como si en algún momento se le fueran a cerrar pero no por tener sueño precisamente. Estudiaba el rostro minuciosamente del comisario, le encantaba todo lo que estaba viendo, su barba, su piel que también comenzaba a sudar, los pequeños destellos que dejaban ver sus gafas de sus ojos. Él también me desea. 

Greco solo sonrió de forma maliciosa, Gustabo se había inclinado hacía adelante para tener un mejor visual de su rostro, con las manos sobre su asiento detrás de él y su miembro rozando con sus piernas desnudas, estaba sentado casi en la orilla de la silla. Greco bajó un poco su cabeza, quedando a escasos centímetros de la cara de Gustabo, se podía sentir, su aliento, su calor corporal, sus ganas. 

— ¿Qué te parece si dejas de zorrear con mis compañeros y te dedicas solo a mí?

Ninguno de los dos había expresado nada con el rostro. Gustabo sintió un susurro sobre sus labios. Por dentro se encontraba sorprendido, había tomado a Greco por un simple tonto, que no sabía de que iba su jueguecito. Pero le acababa de cerrar la boca, estaba al tanto de todo. Lo único que no lograba entender del todo era la rara poligamia que había. 

— ¿Qué le parece si me ayuda con esto y en otro momento lo discutimos?

El comisario solo soltó un bufido en el rostro del contrario, permitiéndose sentir el caliente aliento del hombre que estaba delante suyo. Sus comisuras se alzaron levemente, se volvió a su respaldo, se arrastró hacía atrás y dejó que Greco se colocara entre sus piernas, abriéndolas despacio. 

— Pero no creas que esta conversación finaliza aquí. 

Se hincó ante el chico, tomó suavemente sus mulsos y notó bajo sus yemas como la piel de este se erizaba, también como iba aumentando de temperatura hasta comenzar a sudar. Gustabo estaba nervioso aunque no lo demostrara.

Gustabo volvió a echar la cabeza hacía atrás y soltó un gruñido desesperado al no sentir ningún tacto sobre su erección. En esta posición, tomó con una de sus manos el cabellos de Greco, enredándolo entre sus dedos y lo guio despacio hasta su miembro, el hombre se dejó llevar por el tacto del contrario y abrió la boca en cuanto vio próximo el pene de Gustabo. 

La mano que descansaba en su cabeza comenzó a marcar un ritmo suave, permitiéndole saborear cada rincón de esa parte de Gustabo, enredaba su lengua, la presionaba sobre la punta cada que podía, sentía embriagante el tacto de su boca con el miembro del chico. Sin dejar de moverse, con una de sus manos, quitó de Gustabo y la dejó caer, regresó su mano al muslo correspondiente, el chico estaba que ardía. 

Los movimiento no se intensificaron, sino todo lo contrario, parecía que el comisario lo hacía cada vez más lentos, y esto era la cara de la tortura para Gustabo. 

— Co-comisario... por favor... 

Rodriguez subió lenta su mirada, recorriendo el vientre descubierto y el pecho aún con tela, posando sus ojos en el acalorado rostro de Gustabo. Se fijó como los ojos se le ponían en blanco a la par de que soltaba un sonoro gemido. No hizo caso a la súplica del chico y continuó con un ritmo. 

— Por... por favor. Le- le daré lo que... quiera. 

Ahí estaban las palabras que Greco había estado  esperando. Hablaba con dificultad, su pecho subía y baja con un ritmo que se podía notar que empezaba a faltarle el aire, sus ojos lagrimeaban y su piel no podía estar más caliente. Sus miradas se juntaron, Greco acordó que aumentaría el ritmo solo si Gustabo cumplía su palabra, este aceptó. 

El comisario puso unas dos rayitas más a su velocidad, sintiendo bajó él, como Gustabo se contraía complacientemente. Supo que no iba a tardar mucho por sus músculos del abdomen tensados, por lo que decidió darle más rapidez a sus movimientos, dejando que Gustabo disfrutara. 

En cuanto sintió una de las manos del chico sobre su cabello nuevamente, se alejó un poco y sacó la lengua, recibiendo todo el semen que el miembro de Gustabo se dedicaba a expulsar. Una vez que terminó con un grito ahogado y el cuerpo contraído, el chico miró como el comisario recogía lo que caía de semen de su pene, sonrió gratificante.  Era como si chupara un cono de helado que estaba chorreando. 

Greco se incorporó lentamente, como todo lo que hacía delante de Gustabo por alguna razón. Salió del espacio que habían formado entre el cuerpo del chico y la mesa, y se dirigió a la puerta. La abrió y antes de salir, le echó una última mirada a Gustabo, quien se encontraba semi desnudo, sentado y con una expresión de asombro combinada con complicidad. 

— Quiero que cumplas tu palabra, Gustabo. No me hagas arrepentirme. 

Salió cerrando la puerta detrás suyo, dejando en la sala solo a Gustabo, con el único sonido de una respiración que volvía a la normalidad. No tenía la menor idea de que rumbo iba a tomar su relación con el comisario Rodriguez. 





*
Advertencia Grecabo.

No sé que acabo de escribir, ayuda.

𝐋𝐄𝐓'𝐒 𝐏𝐋𝐀𝐘, 𝐁𝐀𝐁𝐘   [Multishipp]Where stories live. Discover now