D i e c i s é i s.

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Eleanor.

Las amígdalas estaban matándome, literalmente tenía un nudo en la garganta que no me dejaba ni siquiera hablar tranquila. Aún tenía ese dolor como una punzada en la cabeza y la sensación de que los brazos y piernas se me iban a desprender en cualquier momento, era ya usual desde la noche anterior, no obstante, me sentía un poco mejor. Y Harry, esa maraña de rizos castaños estaba ahí, cuidándome y negándose por completo a la posibilidad de contagiarse también de amigdalitis.

El reloj marcaba las 2:17 de la tarde, mi cuerpo y el colchón ya casi se convertían en uno mismo, nunca había pasado tanto tiempo acostada sin mover siquiera el brazo para tomar el control remoto. Harry era prácticamente mi sirviente y desde esa mañana cuando me dijo que quería cuidarme, que no le importaba contagiarse, una chispa se encendió en mi pecho, quise mandar todo a la mierda y lanzarme a sus brazo. En ese instante recordé que tenía a Niklas, y que no sabía en dónde estaba, no había llamado, ni enviado ningún mensaje y la verdad es que me importó poco y nada no saber en dónde se había metido después de echarlo de mi habitación la noche anterior. Y aunque no quería sentirme culpable, incluso si él se había comportado como un jodido patán, lo hacía, me sentía culpable por estar acurrucándome con Harry en la cama mientras no tenía ni la más mínima idea de dónde estaba mi novio.

-Pequeña, iré a... al lobby, vuelvo en unos minutos. - Harry se incorporó sobre el colchón, sacó su teléfono del bolsillo y tecleó algo que no logré ver. -No me tardo. - me aseguró antes de salir de la habitación.

Aproveché la ausencia de Harry para enviarle un mensaje a Niklas pero contrario a lo usual, no recibí la respuesta inmediata de su parte. Me resigné, tal vez estaba preparándose para su audición.

Escuché que la puerta de la habitación se abría de nuevo y en segundos Harry se presentaba frente a mí con una sonrisa sumamente sospechosa.

-Necesito que cierres los ojos.- extendió sus enormes manos frente a él en movimientos rápidos, estaba acelerado y pude casi asegurar que se había tomado un par de Red Bull's. Lo miré confundida sin obedecer su indicación. - ¡Anda, Eleanor! Cierra los ojos. - repitió.

Lo obedecí esta vez y escuché sus pies arrastrarse por la alfombra lejos de mí, menos de un minuto después volvió, pude sentirlo a los pies de la cama mientras yo luchaba en contra de abrir los ojos por la curiosidad.

- ¡No los abras!- advirtió Harry y sentí su calor corporal más cerca. Sus manos rodearon mis hombros y me arrastró de la cama hasta ponerme de pie, sentí la suavidad de la alfombra bajo mis pies descalzos mientras Harry me guiaba unos pasos más adelante. -Bien, ábrelos ya. - tardé unos segundos en hacerlo y cuando finalmente los abrí, me llevé la sorpresa de mi vida.

- ¡SORPRESA!- el chico castaño y de ojos verdes estaba ahí frente a mí con la sonrisa más enorme dibujada en el rostro. Ian me envolvió entre sus brazos estrechándome con fuerza, fue hasta que reaccioné segundos después, que yo también le devolví el apretón.

Me separé de él y lo primero que hice fue darle un golpe en el pecho con una fuerza patética pero esperé que de verdad le doliera.

- ¿Y eso por qué?- se quejó poniendo su mano sobre el pecho acompañado de un gesto de dolor.

- ¡Idiota! ¿Dónde mierda te metiste?- le reclamé y sólo recibí una mirada de perrito perdido, tratando de persuadirme del enojo.

-Lo sé Eleanor, lo sé y lo siento.

-Creí que ya no querías hablar conmigo o que te había pasado algo, tonto. - el chico me jaló de la playera para abrazarme de nuevo, me contuve unos segundos fingiendo molestia.

Starstruck | h. s. | a. u. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora