Capitulo 33 (1)

73 8 0
                                    


Luego de unos minutos caminando por el parque decidí regresar a casa. Cuando estoy cerca siento a mi celular sonar en mis manos, lo levanto y respondo luego de ver quién llama.

—Hola pequeña, ¿como estás?—le pregunto, me recuesto de mi auto esperando una respuesta.

Súper mal—su voz se escucha baja y como si está llorando

—¿Estás llorando? ¿Por qué? ¿Estás bien?—inmediatamente me alarmo, hundiendo mis cejas.

No, no estoy bien, necesito tu ayuda por favor, tengo un maldito dolor que no lo aguanto—sé que está llorando y eso me preocupa. Busco las llaves de mi auto en mis bolsillos y la encuentro.

—Está bien está bien, estaré allá en menos de diez minutos, te quiero—cuelgo empezando a conducir, trato de llegar lo más rápido posible y lo logro, aunque no sé si pasaron los diez minutos.

Una vez frente a la puerta, toco el timbre repetidas veces pero nadie abre, ¿qué tal si se desmayó? ¿Y si es algo peor? No no, no es momento de pensar en esas cosas.

Miro la casa y lo único que se me ocurre es la puerta de la cocina, salto la verja que divide el patio de la calle y camino hacia la cocina, por suerte y la puerta está abierta. Luego de entrar, salgo de ahí y rápidamente subo las escaleras. Una vez en la habitación la veo acostada en la cama, sus ojos me miran mientras aprieta su estómago con fuerza, no entiendo qué tiene.

Con grandes zancadas me acerco a ella y me arrodillo en la cama.

—¿Puedes levantarte pequeña?—pregunto con voz suave pero preocupada, ella niega—. ¿Quieres que te lleve al hospital?—vuelve a negar—. ¿Qué tal un baño de agua tibia?—propongo, creo saber lo que tiene y mis instintos me dicen que eso sería de ayuda.

—Ya me he dado algunos veinte—sus manos ejercen presión en la parte baja de su abdomen, eso confirma lo que creo.

Me tranquiliza un poco que sólo sean cólicos y no algo de vida o muerte, pero me preocupa la manera en la que su rostro se contrae por el dolor.

—Mierda, ¿entonces qué puedo hacer?—pregunto impacientándome.

Nunca me he visto en este caso con mi madre, nunca he tenido novias y tampoco tengo hermanas, todo esto es nuevo para mí y no sé qué hacer.

—Necesito algo caliente—pide en un susurro.

—¿Algo caliente? ¿Como un té tal vez?—afirma con la cabeza—Está bien—siento su mirada en mí mientras toco su frente, está un poco caliente—. Tienes algo de fiebre—le hago saber, beso su frente y salgo de la habitación.

A ver, ¿qué se supone que haré ahora? Nunca en mi vida he hecho un té pero si he visto a mi madre, así que puedo improvisar. Entro a la cocina y camino por ella, abro los cajones y la nevera tratando de encontrar algo que me diga "tómame y échame en el té" ¿y qué creen? Encontré un limón, ingrediente esencial.

Lo siguiente que encuentro en la nevera es una clase de hoja que huele a naranja, demasiada rara pero algo me dice que eso también va, azúcar, ¿qué más? Agua. Volteo queriendo prepararlo todo y adivinen, ¡olvidé poner la jodida agua!

¡No me culpen, estoy nervioso!

Trato de apresurarme al prepararlo, le echo todo lo que encuentro en la cocina y que mi corazón me dice que debe llevar. Mientras lo veo calentarse, no creo que ese intento de té sirva para calmar su dolor. Bajo el fuego a la estufa y salgo de la casa, primero me aseguro de no ponerle seguro a la puerta para no quedarme afuera.

Un amor inolvidable |#2|✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora