Capítulo 1

308 24 154
                                    


01 | Feliz cumpleaños, Max.

❝𝐄𝐯𝐞𝐫𝐲 𝐰𝐨𝐫𝐝 𝐡𝐚𝐬 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐞𝐪𝐮𝐞𝐧𝐜𝐞𝐬. 𝐄𝐯𝐞𝐫𝐲 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐞, 𝐭𝐨𝐨.❞

Jean-Paul Sartre

Fue como una especie de zumbido. Un pequeño ruido que ascendía lentamente en volumen, en ambos oídos del joven. Matt lo pudo reconocer al instante, puesto que no era la primera vez que lo había oído.

Y aquello le causó una angustia inevitable.

Se vio a sí mismo de pequeño. Tenía los ojos cansados, la piel más blanca que la leche, y varios lunares adornando su pequeño y delgado cuerpo. Le miró con tristeza, conociendo a la perfección la historia detrás de esa mirada perdida. El niño no hizo nada, simplemente se quedó de pie con la vista fija en los ojos del mayor.

-Lo siento. -Fue lo único que pudo articular ante tal situación. Tenía mucho que decir, pero esas dos palabras fueron las únicas que podían expresarlo todo en algo tan simple.

El niño parpadeó en silencio, con la decepción empezando a teñir su rostro fantasmal. Y sin previo aviso, comenzó a gritar con fuerza causándole miedo.

Matt se despertó sobresaltado a la vez que aspiraba aire, como si sus pulmones hubieran decidido parar de trabajar por un segundo. El corazón le latía a mil y unas cuantas gotas de sudor se deslizaron alrededor de su frente.

Se llevó la mano al órgano acelerado cerrando sus ojos al unísono, deseando que éste se calmara lo antes posible.

-Una pesadilla -murmuró repetidas veces en un tono ahogado.

Al cabo de unos minutos, ya más tranquilo, abrió los ojos lentamente a la vez que observaba su habitación con una sensación de estar ido. Unos rayos de luz salían de entre las pequeñas aberturas que su persiana poseía, transmitiéndole calidez al rozar sus brazos desnudos. En cuanto a su habitación, esta seguía desordenada tal y como la había dejado la noche anterior, después de la visita de su padre.

El castaño se incorporó en su cama, pasándose la mano por su cara a la vez que inspiraba y exhalaba con ganas.

Había pasado un buen tiempo desde que dejó de tener pesadillas. Sin embargo aquella semana volvieron, como exigiéndole que los enfrentara de una manera u otra. Que escuchara a su propia mente.

«Déjalo dormir. Sí, eso. Déjalo dormir», pensó refiriéndose a su cerebro.

Se levantó de su cama algo mareado, listo para ir al baño, cuando una melodía proveniente de su móvil le sobresaltó. Era la segunda alarma, ya que la primera sonó hace media hora y él probablemente la haya ignorado sin darse cuenta. Cogió el aparato apagando la alarma de un toque, y se encaminó para salir de su cuarto a pasos perezosos. Era jueves, su día menos favorito de la semana, debido a que tenía tres horas seguidas de derecho penal. No le hacía ninguna gracia el horario que le habían puesto en su primer año de criminología, pero no tenía opción.

 No le hacía ninguna gracia el horario que le habían puesto en su primer año de criminología, pero no tenía opción

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El caso de Max Denovan © 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora