Cuenta Tini Un mes después Hoy es 13 de Enero y se cumple un año del día en que mi vida cambió.
Acomodé las persianas de mi ventana para que no entrara ningún rastro de la luz del sol y luego volví a acostarme de costado con las frazadas cubriéndome hasta los hombros.
El pecho me dolía por tantas razones que no sabría por dónde empezar.
Desde que supe lo de Ricky me volví un zombie, no hablaba con nadie y prácticamente casi nunca salía de casa. Mis papás pensaban que mi actitud era por la fecha de aniversario del accidente y por eso no me hacían tantas preguntas, pero no entendían por qué había vuelto a decaer si antes estaba tan bien. No pensaba contarles que Ricky no solo me había sido infiel, sino que también iba a ser papá.
Me sentía tan frustrada y enojada de que él no estuviese acá... Repasé una y otra vez nuestra historia para saber en qué fallé, pero no encontraba nada, y por eso es que necesitaba mirarlo a los ojos y preguntarle por qué. Necesitaba escuchar su vos pidiéndome perdón, necesito que este acá para que solucionemos las cosas, porque este dolor es de dos, de él y mío, pero soy yo la que se está llevando todo el peso, y la peor parte es que a pesar de todo lo sigo extrañando, especialmente hoy.
Sebastian me llamó esa misma noche, hace un mes, luego de haber tenido esa discusión en su departamento. Me había calmado y comprendí que él no tuvo por qué soportar mi maltrato, pero le pedí espacio y por suerte me lo estaba dando. Muchas veces quise ir a su departamento porque quería más información, me daban ataques de ansiedad y obsesión por saber el nombre de ella, pero aunque Sebastian me de todos los detalles de la historia ya nada cambiaría. También quise regresar a sus brazos para sentir un poco de consuelo y compañía, pero creo que tal vez él no sea la persona indicada para eso, y por supuesto que mi relación con Candelaria se desvaneció.
Dolía muchísimo no saber con quién hablar.
Mi pecho ardió al imaginarme lo diferente que sería esta situación si Carola siguiera acá. Conecté los auriculares a mi celular y puse su canción, nuestra canción. Blackbird de The Beatles empezó a sonar y tapé mi boca con la almohada para hacer silenciosos sollozos. Lo único bueno que me dejó ese accidente fue que ahora le prestaba atención a las señales, y por eso sabía que ella me hablaba a través de esas letras. Repetí Blackbird unas tres veces y la voz de Paul McCartney me hizo llegar a la conclusión de que decepcioné a mi hermana por no levantarme a recuperar esa fuerza que alguna vez tuve.
Arrugué la frente y achiqué mis ojos cuando mi mamá entró encendiendo la luz. Me llevé la frazada hasta la cabeza para taparme, pero ella me la quitó. Me saqué los auriculares y con la mano intenté que la luz no me diera directo a los ojos.
Mari: Sé lo mal que la estás pasando, pero no estás sola hijita, tu papá y yo no estamos pintados en la pared, estamos acá para vos. Si no queres hablar está bien, pero acompáñanos a la misa.
Sus ojos estaban rojos y supe que había estado llorando toda la mañana. Suspiré sentándome en la cama, asentí, se acercó para darme un beso en la frente y luego se fue. Ella y papá siempre terminan siendo mi fuente de motivación para seguir adelante.
Después de bañarme me vestí con un jogging negro y la primer remera que encontré. Me tapé las ojeras y puse mascara en mis pestañas. Encima de la remera blanca me coloqué la campera negra de mi conjunto y salí del cuarto deseando que este día terminara rápido.
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