Capítulo 8

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Abracé mi almohada con fuerza.

Quería llorar, en serio quería hacerlo.

Sorbí de la nariz por segunda vez.

Mamá dijo que Tyler tal vez estaba pasando por una etapa que no podía entender. Le pregunté si era algo referente a la escuela, estrés de tareas o algo parecido. Ella dijo que no, que solo estaba cambiando y dejaría de ser un niño, para siempre.

[•••]

Llegué temprano. Abrí mi casillero y saqué el libro de matemáticas.

Todo el mundo estaba emocionado por la obra. Una estúpida y ridícula obra de teatro sobre Halloween.

Cerré el casillero y crucé el pasillo.

Entonces lo vi.

Estaba saliendo del baño de los hombres acomodándose el cabello.

Estaba nervioso. Lo notaba por como miraba a todos lados como si el mundo estuviera preocupado de saber lo que pasaba con él.

Bajé la miraba. Le había prometido a la madre de Tyler que lo dejaría unos días solo. Y tenía que cumplir esa promesa.

… Dejé que se fuera. Afortunadamente no me volteó a ver, ni siquiera sabía que estaba ahí.

Solté un suspiro.

Las clases pasaron, todo era aburrido. No tenía con quién hablar ni tampoco contar nada.

En la cafetería vi a Tyler sentado en nuestra mesa. Estaba comiendo totopos de maíz con una salsa que no reconocía.

Era comida mexicana.

A él le gustaban todos esos platillos. Los amaba y…

Borré la sonrisa que sin saber había dibujado en mi rostro.

Tyler estaba encogido de hombros. Su ceño se frunció ligeramente y de vez en cuando levantaba la vista preocupado, buscando algo que no encontraba, y eso parecía serle reconfortante.

Estaba aliviado de estar solo.

No quería de mi compañía. Ni siquiera entendía como era que él estaba aquí en la cafetería y en clase no.

Salí disparada a control escolar.

La señorita del mostrador tecleaba rápidamente sobre su computadora.

—Hola, quisiera saber el horario de Tyler Peterson Dollan.

[•••]

—Cariño—Mamá me llamó de nuevo.

Sabía que estaba en mi habitación. Ya me había llamado desde la cocina pero no respondí. No podía.

—Natalie—Soltó con voz firme.

Se escuchaban sus pasos sobre la alfombra.

Tomé aire otra vez. Él maldito cojín no me era suficiente consuelo.

Entonces mamá suspiró.

La puerta del armario se abrió y me vio sentada abrazando un cojín.

—Hay linda—Se puso de rodillas para estar a mi altura.

Yo solo miraba el suelo mientras me mordía mi labio inferior con fuerza.

Mis ojos estaban llenos de lágrimas y aún no era suficiente.

Mamá pasó un brazo sobre mi hombro, acurrucándome en su pecho.

Cerré los ojos. No lo soporté. Me solté a llorar de nuevo.

Nadie Más ©Where stories live. Discover now