Capítulo 3

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Estaba en el centro comercial. Mamá tenia bolsas igual que yo. En unos días seria mi cumpleaños y tenia que estar a la moda.

—Mira—Sonrió mirando un vestido verde que llegaba hasta el suelo.

—¿En serio?—Odiaba su ropa. No me gustaba lo que ella consideraba lindo. —Creí que yo escogería mi atuendo.

—Natalie, no tienes buen gusto, hija—Se quejó—Entremos a esta tienda.

No me dio tiempo de responder. Ella ya se había metido.

Resoplé ruidosamente apropósito.

Llegamos a casa tres horas después. Nos habíamos detenido a comprar helado. El mío era de Vainilla, el de ella de yogurt con frutas.

—Hola. ¿Qué tal su tarde de chicas?—Papá estaba parado en el pórtico con una sonrisa en su rostro.

—Cariño, ayúdame a bajar las cosas—Mamá abrió la compuerta de atrás.

Entré a la casa con lo último que quedaba de mi helado. En el refrigerador no habían muchas cosas y yo tenia hambre.

Rodeé la mesa para buscar en la alacena.

Sobre la barra habían huellas de dos palmas como las mías, o las de mamá.

—Dios, son muchas cosas—Entró papá dejando todo sobre la mesa—¿Qué pasa hija?.

—Hay dos manos sobre la barra—Solté con normalidad.

Mamá venia entrando con una sonrisa divertida, pero en cuanto me escuchó se puso seria y se acercó hasta donde estaba.

[•••]

Eran las dos de la mañana y mis padres seguían discutiendo.

«Seguramente es un malentendido» Envió Tyler.

No podía dormir. Odiaba cuando discutían a esta hora porque no tenia otro lugar en donde dormir.

«Solo repiten lo mismo, pero gritan cada vez más» Respondí.

Tenia la sabana encima y lo único que iluminaba en toda la habitación era mi teléfono.

«Es normal. Así funciona un matrimonio» Añadió un emoticono satisfecho.

«¿Crees que se divorcien?» Sonaba raro que lo dijera porque siempre que los padres discuten es lo primero que los hijos preguntan, y, se supone, yo ya había madurado.

«No. Las peleas son lo más divertido. Eso fortalece las relaciones» Envió junto con otro emoticono, este tenia lentes oscuros y una sonrisa torcida.

Solté un suspiro.

«Creo que mañana no iré a clases». No tenía otra opción. Seguramente mis ojos estarían hinchados y con ojeras muy oscuras.

«Creo que yo haré lo mismo». En otro mensaje puso la imagen de un chico de color sonriendo con ansiedad.

Tyler y yo solíamos faltar a clases cuando queríamos. Claro que teníamos nuestro lado responsable y no lo hacíamos muy seguido, pero teníamos nuestras razones.

Sonreí mirando la pantalla.

«Quisiera tener hermanos» Cerré los ojos un momento.

Tyler tenía una hermana mayor, se llamaba Stephanie. Se había ido al colegio militar para estudiar medicina. Según Tyler, ella era el ejemplo a seguir. Su padre quería que fuera mejor que ella, pero su madre estaba en desacuerdo. «Tyler tiene que hacer lo que quiera de su vida. Siempre y cuando sea una carrera universitaria». Así que, prácticamente ambos querían que, por lo menos presumiera de algún título a todos sus amigos y familiares.

Pero eso no era lo que quería Tyler.

«Yo también. Convivir con una mujer es horrendo. Cuando suben al auto apestan a perfume y tardan mucho en el baño».
Sonreí aún más.

«A puesto a qué preferirías vivir solo que estando con una chica». Tyler era como mi hermano, pero no lo veía como parte de mi familia.

Yo conocía a sus padres, y ellos a los míos. También había ido a varias fiestas navideñas y cumpleaños.

«Tu lo dijiste». Añadió una carita feliz.

«Digo lo mismo. Los chicos son odiosos. Siempre tienen hambre, ensucian la ropa y se quitan los zapatos cuando quieren». Recordé la vez en la que uno de mis primos se quedó porque había ido de fiesta y su casa quedaba bastante lejos. Mamá le puso una almohada en el sofá y una sábana. Al día siguiente el olor que emanaba era asqueroso e insoportable.

«Ya no quiero tener hermanos» Puse un emoticono aburrido.

«Te reto».

[•••]

—Me duelen los ojos—Me puse las manos en la cara.

Caminábamos sobre la acera. Nuestros pasos eran lentos.

—A mi me duele el estómago. No desayuné—Me miró preocupado tocándose el estómago.

Entramos a un minisúper. Compramos un jugo de manzana y un sándwich cada uno. 

—¿De que lo pediste?—Habló mientras masticaba.

Nos sentamos frente al estacionamiento.

—Creo que es de jamón—Le di otra mordida.

—Te lo cambio—Me acercó su sándwich—El mío es de fríjoles.

Intercambiamos. Le di una mordida.

—Tyler, también es de jamón—Puse cara de pocos amigos.

—Si, pero tú ya te lo ibas a acabar, y yo ya no tengo hambre.

Rodeé los ojos.

Terminamos el desayuno exprés. Cruzamos la calle hasta llegar a un tienda de autos usados.

—Mira—Apuntó a un auto rojo. Era un Ferrari—Algún día tendré uno de esos.

Casi me río.

—Un fotógrafo no puede comprar algo así. A menos que sea futuro heredero de una enorme fortuna.

—Ah, bueno, tengo una hermana que será doctora—Torció una sonrisa.

—¿Entonces le pedirás dinero prestado a tu hermana para comprarte eso?—Miré el Ferrari.

—No. Le diré que me lo regale en mi cumpleaños—Soltó asintiendo lentamente.

No pude evitarlo. Escupí mi risa bajando la mirada.

—Tyler, ¿Por qué no mejor seguimos caminando?—Lo tomé de la mano.

Avanzamos. El no dijo nada.

Ya habían pasado casi diez minutos.

—Se que te gusto—Dijo.

—¿Qué?—Volteé a verlo sorprendida.

—Nada—Desvió la vista a la calle.

Fruncí el ceño. Baje la vista a nuestras manos. Lo solté. Tyler volteó algo triste.

Nadie Más ©Where stories live. Discover now