El chico de los laureles [Omegaverse | KageHina]

9| "Is it you, Is it me, did you find somebody better?"

No todos los capítulos tienen canciones. Por favor, evitar dar spoilers si has leído la historia en su anterior publicación.

—¿Ya estás mejor?

Gira la cabeza a un lado, observando a Atsumu entrar a la habitación. Apoya su mejilla en la almohada, suspirando un poco mientras una sonrisa perezosa se forma en su rostro, sintiendo la cama hundirse a su lado.

—Los mareos no pensé que se volverían tan fuerte de golpe —Mitzuki cierra los ojos, acercándose a él a ciegas—. Han pasado cinco años desde que tenía estos síntomas, ya no estoy acostumbrada.

—Tranquila —Miya bajó su cabeza lo suficiente para esconder su nariz en el cabello de la Omega. Pone su mano en la mandíbula de Mitzuki, acercándola hacia él y besando la coronilla—. Eres fuerte, podrás hacerlo. Tiene los mejor de ambos, así que no creo que dé demasiados problemas.

—Tú me das dolores de cabeza, por si lo olvidas.

—Pero aún te quedas conmigo, así que no deben ser tan intensos.

Ella no puede evitar reír, dejando que Atsumu pase sus brazos a su alrededor, absorbiendo el aroma del Alfa. Esconde su rostro en el hueco entre su cuello y su hombro, inhalando su esencia por unos segundos. Se siente tranquila al sentir como el chico tararea una canción y pasa sus dedos por su hombro, adormeciéndola un poco.

Una vez siente que Atsumu ha caído dormido, pone una mano sobre su boca, conteniendo las arcadas. Se da la vuelta, tratando de alejarse del olor. Puede sentir como un nudo se forma en su garganta, pero lo traga, evitando que las lágrimas se formen en sus ojos.

Ya no importaban sus esfuerzos. Siempre iba a seguir sucediendo lo mismo. El aroma de Hinata aún estaba en su ropa, mezclado con el de Atsumu, haciendo que la habitación poco a poco se llenara de eso. La asfixiaba, mataba las pocas fuerzas que tenía por fingir que todo estaba bien y ahora mismo estaba intentando no hacer parecer que había algo mal y salir a vomitar.

No eran a causa del embarazo porque ella ya sabía cómo llevarlo, ya conocía suficiente su cuerpo para ello, y era cada vez más evidente lo que su propio cachorro quería.