32| "No está en las estrellas mantener nuestro destino, sino en nosotros mismos"

4.1K 373 420
                                    

No todos los capítulos tienen canciones

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No todos los capítulos tienen canciones. Por favor, evitar dar spoilers si has leído la historia en su anterior publicación.

Sus ojos pesaban demasiado, estaba negándose a levantarse de la cama a pesar de que ya estaba consciente y no veía posibilidades de volverse a dormir.

Su cuerpo se sentía pesado. Se sorprendió un poco cuando sintió un agarre en su cintura, abriendo los ojos y un poco asustado, pero recordando rápidamente quien estaba ahí.

La habitación aún tenía algunas feromonas de ambos, a pesar de que Kageyama había abiertos las ventanas temprano (escuchó sus pasos, fue lo que le despertó cuando solo quería dormir), pero se alegraba de eso.

Escuchó un sonido detrás de él, tratando de contener la risa al identificar qué era. Un ronquido. Sonaba algo bajo y quizás no lo hubiera escuchado si no estuvieran cubiertos con un inusual silencio.

No estaba acostumbrado a quedarse en silencio tanto tiempo. No recordaba haber disfrutado mucho del silencio en algún momento. Pero, ahora, no le molestaba.

El sentir la fría brisa del aire recorrer por su cuerpo, enviándole escalofríos por todo el cuerpo; la cálida sensación del calor del cuerpo de Kageyama; el abrazo en el que estaba envuelto y poder sentir las feromonas de ambos combinadas...

No podía quejarse de ese silencio, porque no le encontraba nada malo.

Hinata cerró los ojos, queriendo volver a descansar. Si el Alfa no se había despertado aún, él no iba a ser el responsable de sacarlo de su estado de sueño. Prefería dormir y quedarse así por un tiempo más, estar sin preocupaciones durante unos minutos (u horas) donde no importara nada.

Sin embargo, supo que no iba a ser posible desde que sintió el rostro de Kageyama esconderse en la curva de su cuello, clara señal de que el chico se había despertado. El Omega se quejó, murmurando que odiaba no poder volver a dormir ahora.

Ambos sabían que el periodo de celo en el habían estado envueltos terminó hace unas horas. Ya no sentían la irracionable necesidad de tener sexo, ni sus feromonas u lobos llamándose los unos a los otros o el deseo de dominar y ser dominado que se había presentado en ellos durante esos días.

Estaban tranquilos, jodidamente cansados, cierto, pero tranquilos.

—¿Por qué tuviste que despertarte ahora que pensé que era una buena idea intentar volver a dormir? —gruño un poco molesto Hinata, girando para ver a los ojos a Kageyama—. Mi sueño es valioso, ¿sabes?

—Tu olor se hizo más fuerte cuando despertaste, he estado intentando volver a dormir el mismo tiempo que tú —acusó, volviendo a enterrar su rostro en la almohada—. Fuiste tú el culpable, no yo.

—Claro, cúlpame a mí —se burló, moviéndose para ver el perfil del rostro del Alfa—. Tienes ojeras debajo de los ojos, Bakayama.

—No me digas. Porque pensé que satisfacer a un Omega en celo por primera vez en mi vida y tratar de no perder el control, definitivamente, no iba a romper mi rutina de sueño, Hinata —se quejó, moviendo su cabeza hasta poder mirar al Omega.

El chico de los laureles [Omegaverse | KageHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora