Gondor pide auxilio y Rohan responde

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No podía dormir. Miré a mi alrededor. Todos estaban dormidos. Todos... Miré alrededor. No estaba. Ni dormido ni despierto. Recorrí la sala con la mirada y examiné a los presentes buscándolo: Gimli, Merry, Pippin, Gandalf...

Me levanté y cogí mi capa. Hacía frío. Salí a la entrada del palacio. En el salón del trono, Eowyn dormía sobre un sillón frente a un fuego que se consumía. Coloqué un tronco en las brasas que bailaban para que diera algo más de calor.

Salí al exterior y la brisa nocturna, fría en esos días que corrían, azotó mi rostro despejándome. Giré mi mirada a la izquierda y lo encontré. Me acerqué y me coloqué a su lado, con la capa por encima para calentarme.

-¿No podías dormir? -inquirió.

-No -admití-. No es necesario que hagas guardia.

-No hago guardia, vigilo el horizonte.

Me coloqué un poco adelantada de él y observé su mejilla. Ya no estaba roja. La acaricié.

-¿Sigue doliéndote? -pregunté.

-No. -Me miró. Nuestros ojos se juntaron, pero volvió su mirada al frente, al horizonte. Miré en su dirección. Unos pasos se acercaron a nuestras espaldas. Por el rabillo del ojo distinguí que se trataba de Aragorn que se colocó a nuestro lado.

-Las estrellas se nublan -habló Legolas-. Algo se inquieta en el este. Una insomne malicia. -Nos miramos entre nosotros.- El ojo del enemigo avanza.

Al decir esas palabras sentí algo extraño. Como si me observaran de una distancia más cercana a la que sentía su presencia.

-Está aquí -dije alarmada mirando a ambos. Corrimos de regreso al interior.

Regresamos a la habitación y encontramos a Pippin en el suelo, retorciéndose, con una bola de cristal en la mano, con la boca abierta, gritando, pero ningún sonido salía de su boca.

Aragorn se acercó al hobbit y le arrebató la esfera de las manos. Intentó levantarse, pero cayó al suelo. Lo cogí por los hombros para que no cayera del todo. Aterrizó de rodillas. Se derrumbó, como si se hubiera desmayado, y dejó caer la esfera que rodó por el suelo, cerca de los pies de Merry, quien miraba a su amigo preocupado.

Al ver que la esfera se dirigía hacia él, se apartó. Gandalf cogió una tela y la arrojó sobre la esfera, cubriéndola. Después se volvió a Pippin, que se encontraba tumbado en el suelo.

-¡¡Tú, insensato!! -le gritó mientras Merry se acercaba a su amigo.

No me fijé cuando Gandalf se acercó a Pippin. Ayudaba a Aragorn, que se levantaba, aturdido, pero vivo e ileso. Cuando miró al mago, yo también dirigí mi mirada hacia el hobbit que estaba tumbado entre las mantas. Aragorn se levantó, aturdido, pero sin problema alguno.

Miramos al mago que cogía de la mano a Pippin mientras le pasaba la mano por el rostro. Pippin respiró agitado y miró al mago blanco que tenía delante.

-Mírame -dijo Gandalf.

-Gandalf -murmuró el mediano-, perdóname.

-Mírame -volvió a decir el mago con voz más firme-. ¿Qué has visto? -le preguntó.

-Un... árbol -contestó en susurros-. Había un árbol blanco. En un gran patio de piedra. Estaba seco. -Miré a mi hermano con la preocupación pintada en el rostro.- Una ciudad en llamas. -No podía ser...

-Minas Tirith -dijo Gandalf confirmando mis sospechas-. ¿Es eso lo que viste?

-He visto... -continuó el hobbit con la voz débil-. Le he visto a él. Oí su voz en mi cabeza.

Cierto "Orejas Picudas"Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum