Segunda Sorpresa

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Cuando la mujer encontró el cartel que informaba de su llegada a la Cuaderna del Este, bajó de su montura y empezó a buscar el objeto. A pesar de que no logró encontrar lo que buscaba, una voz a sus espaldas la sobresaltó.

-¿Buscaba ésto, señora?

Se giró con rapidez mientras desenfundaba la daga de su cinto, y se encontró con una figura alta y esbelta que sujetaba los fuegos artificiales del mago blanco. Ayerin se quedó de piedra un momento, para luego reaccionar soltando la daga, dejando que cayera al suelo, mientras corría a abrazar al hombre.

Se fundieron en un cálido abrazo que reconfortó a ambos: hacía varios meses que no se habían visto, y en los que únicamente habían intercambiado alguna cartas mediante palomas mensajeras. Pero, desde la última carta que la capitana había enviado hacía casi 3 meses, no le había llegado respuesta del rubio.

Por ésta razón, al separarse del abrazo, la mujer le dio una bofetada, recordando la preocupación que la había embargado durante ese tiempo. El hombre se quejó llevando una mano a la mejilla dolorida.

-¿Qué ocurre? ¿He hecho algo malo? -cuestionó confuso el rubio.

-Tres meses -explicó la castaña-. No sé nada de ti en tres meses, y de repente apareces aquí. ¿Puede saberse qué te ha traído a La Comarca precisamente hoy? -inquirió fulminándolo con la mirada mientras se cruzaba de brazos.

-Fui a buscarte -empezó a hablar, pero fue interrumpido por la ira de la mujer.

-¿Para qué? ¿Para disculparte por no haber escrito una sola carta en todo este tiempo? -preguntó. Su tono denotaba lo furiosa que estaba, y aquello puso los pelos de punta al hombre.

-Para explicarte la razón de todas las cartas que no he podido hacerte llegar -comentó-. Si me dejas expresarme...

-En otro momento -lo interrumpió la firme y testaruda capitana de Gondor recordando la razón de su viaje hasta esa pequeña frontera-. Hay una fiesta a la que no debo faltar. Y si quieres venir, estoy segura de que serás bien recibido.

El elfo asintió y, subiendo a su caballo tordo, siguió a la señora de melena castaña, mientras portaba los fuegos de artificio.

Cuando estaban a punto de llegar a la pequeña ciudad de los hobbits, escucharon las primeras explosiones de la tarde, junto con una nube de colores variados. Disminuyeron el ritmo de las monturas y fueron a paso, ligero pero sin trotar, hasta la plaza, sin alertar a los medianos. Una vez ahí, tras algunas carpas en las que se repartían bebidas y platos de comida, bajaron al suelo, ataron a los caballos, y se adentraron entre los habitantes de pequeña estatura.

Todos los hobbits, a medida que los veían pasar, levantaban las cabezas para observarlos y les dejaban sitio para avanzar. Éstos solo buscaban a los Bolsón, a quienes encontraron junto a Gandalf. Se acercaron, y Frodo fue el primero en percatarse de su presencia.

-Por fin, empezaba a preocuparme por tu llegada -confesó ofreciendo una jarra de cerveza a la señora. Después miró al rubio-. Legolas, ¿qué haces aquí? ¿Te invitó Ayerin?

-No exactamente -admitió el príncipe del Bosque Negro mientras tendía al mago los fuegos perdidos.

-¿Y Sam? -cuestionó la capitana mirando alrededor. No conseguía reconocer a su amigo entre todas las cabezas que había en el lugar.

-Oh, Merry y Pippin se lo han llevado a por algo de cerveza para distraerlo -contestó el anciano Bilbo-. No tuvimos más remedio que contarles parte de la sorpresa.

-¿Qué saben al respecto? -inquirió la mujer para después dar un trago a la pinta que portaba en la mano mirando de reojo al elfo que observaba la decoración de la plaza.

Cierto "Orejas Picudas"Where stories live. Discover now