Caminos

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     Ya era de noche y Noam, Jeriko, Aimer, Koru, Raven y Dust se habían detenido a acampar en medio de una llanura. El viento fresco soplaba y no había rastros de depredadores; tenían la impresión de que sería una noche tranquila.

La Península de Estrellas era la segunda zona más árida de Asteris, seguida de los Médanos Dorados, donde se levantó el reino de Ishiek. Ambas tierras eran muy diferentes, pero ambas con clima caluroso. Pero el territorio los Médanos Dorados era solo desierto y rocas. Un área seca casi por completo donde la lluvia rara vez aparecía. En la Península de Estrellas siempre había estrellas grandes y luceros en el cielo; de hecho, era la zona en la que se veían mejor los cometas.

—La costa está a algunas leguas —les informó Dust, se sabía de memoria los mapas de la Península de Estrellas—. También hay que pasar un enorme bosque. Y luego bajar una colina.

—¿Cuánta comida y bebida nos queda? —le preguntó Aimer.

—No mucha —contestó Dust, revisando el bolso que había preparado—. Pero llegaremos.

Sacó el pellejo de vino, le quitó el tapón y le dio un trago. Todos llevaban pellejos, unos con agua y otros con vino. Aimer sacó también el que tenía vino y bebió. Luego volvió la vista a un lado y miró algo que necesitaban en ese momento: una liebre.

—Koru —lo llamó susurrando—. Koru, mira allá. ¿Puedes dispararle?

—Claro que sí —contestó el elfo. Recogió su arco del suelo, sacó una flecha de su carcaj y apuntó. Disparó. Y todo terminó en un instante; Koru era el de mejor puntería en el grupo. Se acercó al cuerpo y lo levantó. La flecha le había dado a través del corazón. Pero luego vio algo más, dejó a la liebre en el suelo, sacó otra flecha y apuntó de nuevo.

« ¿Otra liebre? —se preguntó Aimer—. Pero... no la veo». Koru disparó la flecha, y pareció clavarse en el suelo.

—¿Qué cazaste ahora? —le preguntó Noam.

Koru se acercó a lo que había cazado, y lo levantó clavado en la flecha: una tarántula más grande que la mano de un hombre.

Aimer lanzó un chillido, se puso de pie y retrocedió de un salto.

—¡Debe haber más por aquí! —chilló—. ¡Revisen bajo las capas y todo!

Noam soltó una ruidosa carcajada...

—Después de todo lo que hemos pasado —le dijo—, te asusta una araña.

—Puede ser venenosa —replicó Aimer, se había sonrojado. Había parecido una niña por como gritó al ver a la espantosa criatura.

—Los niños Jamzai matan jabalíes antes de cumplir los diez años —se burló Raven de la cobardía de la reina gerakiana.

« ¿Debería burlarme de ella porque su gente perdió la guerra? —pensó Aimer—. No». Lo único que pudo hacer fue ceder a que sus mejillas se pusieran rojas como tomates.

—Y aun así perdieron la guerra —le espetó Jeriko.

—Jeriko, no la molestes —le dijo Aimer. «No puede ser, él sí se lo dijo».

Koru se acercó con el monstruo empalado en la flecha; Aimer trató de hacerse la valiente, pero no pudo evitar retroceder. El elfo se dirigió a la fogata y comenzó a cocinarla.

—Es de las grandes —comentó Koru—, así que debe saber bien.

Cuando la tarántula estuvo chamuscada, el elfo comenzó a comerla. Cosa que les pareció grotesca a los demás. Pero Koru les explicó que la araña gigante es un plato típico en la cultura Gayan. Esa explicación no convenció a los demás... Les siguió pareciendo asqueroso. Aimer, Noam y Jeriko se habían comido antes un monstruo jabalí, pero era distinto ya que sabía a cerdo. ¡No era una araña gigante!

Confrontación de Mundos [IronSword / 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora