Culpable

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     El cubo para las necesidades ya estaba lleno; Noam no soportaba la peste. Se habían tardado para enviar a uno de los marinos a cambiarlo. Noam aprovechó la poca luz que entraba por una minúscula hendidura en la pared de madera para examinarse los brazos que le ardían desde el amanecer; en la noche no le molestaban. Tenía varios rasguños; parecía que le habían pasado el filo de algún cuchillo por ambos brazos y antebrazos; seguramente también por la espalda.

—Maldito demonio —gruñó Noam. «Así que también tomaste mi cuerpo anoche, ¿eh?», pensó mientras se arrancaba las costras con las uñas mugrientas.

«Se desharán de mí... De nada sirve un Salvador poseído por un espíritu maligno. Me cortarán el cuello y arrojarán mi cuerpo al mar... ¡No! Aimer, Jeriko y Koru no lo permitirán... pero si se ponen sus vidas en riesgo...», dejó de pensar. Si seguía haciéndolo, las ideas terminarían volviéndolo loco.

En lugar de pensar en el futuro, volvió al pasado: a su vida como mercenario junto con Kyuko y sus hermanos Mikero, Ixanoz, Ikenor... Ikenor... Ikenor, Gerakia destruida, toda la banda asesinada, hombres de armaduras negras, VI Salvador, profecía milenaria, Espada Mágica, Isla Fantasma... Su respiración se aceleró y descargó un fuerte puñetazo en la pared de madera; dirigió la mano derecha al tenue rayo de luz solar que entraba por la hendidura; una lenta cascada de sangre bajaba de sus nudillos.

«Yo soy el único culpable», se dijo mientras colocaba el puño derecho sobre su frente; las gotas de sangre cayeron en su rostro. «Culpable, culpable, culpable».

Quería pensar que estaría bien, que buscarían una forma de salvarlo. Pero por más que lo intentaba, no podía engañarse. Cuando veía su reflejo en los charcos, con la poca luz que entraba, veía al wendigo sonriendo y burlándose de él. Incluso en las gotas de sangre que cayeron al suelo podía ver a ese estúpido demonio que como una enfermedad se iba apoderando de su cuerpo y terminaría convirtiéndolo en un monstruo.

«Demonios carnívoros... Humanos que cometieron canibalismo... Épocas de hambruna en el bosque»; una gota de sangre se deslizó desde su frente, bajó por su ojo y terminó en sus labios. Noam la lamió. Sabía a hierro. Su respiración volvió a acelerarse. Se cubrió el lado izquierdo del pecho con la mano herida. Arrugó la casaca.

Tuvo una visión: los barrotes de la celda destruidos. La cubierta del barco inundada de sangre; los cuerpos de los marinos y sus amigos regados en pedazos. Él se había vuelto un ser enorme y huesudo con brazos delgados y largos; tenía cráneo de oso con astas de ciervo y la melena negra con el mechón blanco en el flequillo. Aulló a la luna llena.

Escuchó el tintineo de las llaves abriendo el candado; eso lo hizo volver en sí. Oyó una voz femenina que reconocía a la perfección.

—Solo un momento —dijo el hombre—, es peligroso.

—Lo sé —dijo la chica—, solo quiero verlo y hablar con él.

La puerta se abrió y la chica entró con una lámpara de aceite.

—A-Aimer —dijo Noam mientras se limpiaba la sangre del rostro con su casaca mugrienta—, ¿qué haces aquí?

—Pensé que te debías sentir solo —contestó Aimer, en su rostro se dibujó una sonrisa tímida. Se fijó en la mano de Noam—. Te lastimaste.

Noam se miró la mano herida.

—Me dejé llevar un poco.

Aimer suspiró. Puso la lámpara de aceite en el suelo.

—¡Harrun! —llamó—. Trae un cubo con agua y un pañuelo. —Se cubrió la nariz—. Y traigan otro cubo para las necesidades.

Harrun no tardó en cumplir las órdenes. Cambió el cubo de necesidades y puso a los pies de Aimer la cubeta con agua y el pañuelo. Aimer se sentó en el suelo, frente a los barrotes que la separaban de Noam.

Confrontación de Mundos [IronSword / 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora