Capítulo cuarenta y dos

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ꟷPequeñita, pss

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ꟷPequeñita, pss. Despierta.

Gruñí por lo bajo adormilada, con los ojos cerrados y el lado derecho de la cara contra la almohada, y extendí la mano para darle un golpe. Escuché un sonoro "auch" seguido de varias carcajadas, lo que me hizo darme cuenta que no había acallado la alarma sino a una persona. Abrí los ojos con pereza y giré mi rostro hacia la puerta para observar al ser horrible que había osado despertarme. El trío de oro me observaba a pocos pasos de distancia, Theo estaba acuclillado delante de la cama, justo frente a mi rostro mientras que Taylor y Tyler descansaban cerca de la puerta.

ꟷ¿Qué hay, MIT? ꟷSonrió Taylor cuando mi mirada recayó sobre su apuesto rostro.

ꟷ¿Qué hacen en mi habitación? ꟷme quejé mientras cerraba los ojos nuevamenteꟷ. Déjenme dormir.

ꟷVamos, pequeñita. Me golpeaste y ahora debes levantarte, el desayuno está listo.

Gruñí nuevamente. Por las mañanas era como un perro rabioso.

ꟷNo los traje a Los Ángeles de vacaciones, déjenme dormir.

ꟷAnda, G. Mueve tu culo gigante y sal de la cama, iremos a la playa y tú nos llevarás.

ꟷTu madre tiene un culo gigante, Tyler.

Me incorporé sobre la cama a sabiendas que no me dejarían dormir y con cara de pocos amigos acomodé mi desordenado cabello matutino. No necesitaba tener un espejo frente a mí para saber que las hebras rubias se encontraban en todas las posiciones posibles y que mis mejillas llevaban las marcas de la almohada. La risa entre dientes de Tyler me lo confirmó y le enseñé el dedo medio en consecuencia.

ꟷTe esperamos en la cocina, MIT. No tardes mucho.

ꟷLos odio ꟷexclamé con fuerza mientras se retiraban de la habitación.

ꟷEn serio, no tardes ꟷme repitió Theo.

Sin tener otra opción más que ponerme en movimiento, me erguí mientras estiraba mis agarrotados músculos y caminé hacia el cuarto de baño tomando las toallas que el ama de llaves había dejado para mí en la habitación. Tomé la ducha más veloz de la historia de la humanidad y me vestí siguiendo mi estilo usual: pantalones de jeans, camiseta y zapatillas. A veces me preguntaba cómo había logrado mi madre convencerme de vestir otra cosa que no fueran esas prendas en mis dieciocho años de vida. Me encantaba la moda, pero no si requería esfuerzo de mi parte.

Al salir de la habitación y dar unos pocos pasos por el pasillo con balcón que daba hacia la sala de estar a modo de galería, encontré a Tyler de pie frente a mi viejo cuarto con una clara expresión de espanto en el rostro. Contuve una carcajada y me acerqué a él, dejando descansar mi codo sobre su hombro, aunque al ser más alto me resultaba un poco incómodo.

ꟷ¿Qué tal está tu trasero de elefante, Ty?

ꟷ¿Sabes que los elefantes son los únicos animales con cuatro rodillas?

Tres y un cuarto (RVB1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora