Capítulo treinta y nueve

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Catorce de febrero

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Catorce de febrero. San Valentín. Día de los enamorados. Días de los enamorados y amigos –este último para las pobres almas solitarias como yo-. Día comercial o no, el instituto se había llenado de corazones, flores y chocolates, y mi estómago de unas inmensas ganas de vomitar.

Sí, me gustaba la idea del amor, pero no cuando mi corazón acababa de ser reparado con cinta adhesiva y películas donde la protagonista siempre se quedaba con el amor de su vida. Sin embargo, guardé mis comentarios para mí misma pues Sophie lucía como en el paraíso ya que Theo le había enviado tantas flores y chocolates durante las clases que parecía Anne de Green Gables en su primer día en la escuela de Avonlea.

ꟷMe encanta este día ꟷconfesó mi amiga con un suspiro soñador.

ꟷOdio este día ꟷadmití finalmente para luego darle un gran mordisco furioso a mi sándwich de polloꟷ. Es una mierda.

Rió con ganas y sorbió de su refresco.

ꟷPero si recibiste flores y chocolates ꟷexclamóꟷ. Eres una chica popular, deberías amar este día.

ꟷClaro, mientras Taylor me ignora y Tyler me odia. Además las flores y chocolates no significan nada, la mayoría son de Theo que me las envió para no hacerme sentir mal.

ꟷ¿Y las otras de quiénes son? ¿Algún admirador secreto?

Observé las tarjetitas que las rosas tenían adheridas con un hilo rojo.

ꟷClive, Zoey, Patrick y sí, una es de un desconocido que firmó con un corazón. Acosador.

ꟷ¿Quiénes son los primeros tres?

Me encogí de hombros.

ꟷClive y Patrick creo que son los muchachos con los que me senté en el juego, son juniors. Y Zoey me parece que es la chica de la clase educación física que siempre me mira el trasero cuando me estoy duchando.

Soltó una fuerte carcajada y me encontré riendo con ella. Mi vida amorosa apestaba y era bastante gracioso en perspectiva. Había metido la pata hasta el fondo, pero ya no me importaba, me había prometido no llorar ni lamerme las heridas y pensaba cumplir con mis palabras.

ꟷ¡Pequeñita! ꟷexclamó Theo con urgencia tras llegar corriendo a nuestra mesa.

Lo observé con el ceño fruncido y la boca llena sin comprender qué le sucedía y por qué lucía tan agitado.

ꟷ¿Qué? ꟷconseguí preguntar.

ꟷTu abuelita, acaban de llamar a mi madre a administración y tienes que ir rápido a tu casa. No me dijeron que sucedía pero se oyó urgente.

Abrí los ojos con sorpresa y poco me faltó para escupir la comida, en su lugar la tragué con fuerza. Me puse de pie con rapidez y con movimientos torpes tomé mi mochila por las correas. Salir de la mesa me llevó unos segundos porque a un diseñador medio flojo se le había ocurrido unir los bancos con la mesa, por lo que casi caí de trasero al enredarme; no obstante, tras tambalearme un poco, conseguí estabilizarme y salí corriendo como alma que lleva el diablo dejando las rosas atrás y llamando la atención.

Tres y un cuarto (RVB1)Where stories live. Discover now