Capítulo tres

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Seguramente se preguntarán cuándo intoxiqué al trío de oro, bueno ya casi llegamos a ese punto

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Seguramente se preguntarán cuándo intoxiqué al trío de oro, bueno ya casi llegamos a ese punto. Sucedió durante el almuerzo, luego de dos horas de economía y una hora de música.

Taylor caminaba a mi lado con una nueva caja de caramelos azules en mano y hablando animadamente sobre lo poco afinada que había sonado la clase y cómo habíamos masacrado una hermosa pieza musical como era Another Day In Paradise de Phil Collins. Estaba de acuerdo con él, me dolían los oídos de lo feo que habíamos sonado.

—Tienes suerte, hoy es día de pizza y es el único alimento que vale la pena comer aquí —admitió, colocándose en la fila de alumnos, no sin antes extender una bandeja plástica hacia mí.

—¿Y qué comen cuando no hay pizza?

—Los padres de Ty tienen un restaurante, suelen enviarnos comida —explicó— o si no, cada uno trae algo de su casa y lo compartimos. Pero créeme, bajo ninguna circunstancia comas esta comida. Aunque te estén apuntando a la cabeza, di que no.

Solté una leve risa, pero asentí con la cabeza.

—Anotado. ¿Otro consejo?

—Sí, no te sientes con nosotros a menos que traigas comida.

—Tengo galletas que me hizo mi abuela.

Formó una sonrisa de labios cerrados.

—Eres bienvenida entonces, las galletas de las abuelas son lo mejor del mundo y el que opine distinto que se prepare para una paliza.

Un pesado brazo rodeó mis hombros y, al girar la cabeza hacia la derecha, encontré el rostro de Theo asomándose entre mi cabeza y la de Taylor que también estaba siendo abrazado por el rubio. Llevaba una sonrisa amistosa en sus labios y el cabello más despeinado, si eso era siquiera posible.

—Pequeñita, temías que te perdieras. Me alegra que nuestro Romeo te haya encontrado antes de que te metieras en apuros.

El muchacho de cabello oscuro giró los ojos con hastío y se deshizo del abrazo de su amigo con un manotón.

—¿Dónde está Ty? —Movió su cabeza cual suricata, evaluando desde su altura el amplio y luminoso comedor—. Creí que nos encontraríamos aquí.

—Debe estar coqueteando con alguna pobre alma en desgracia. Sabes que es su actividad escolar favorita luego de literatura.

Theo rió y finalmente quitó el brazo que rodeaba mis hombros.

—¿Quién crees que sea su víctima de la semana?

—Candance —respondió con seguridad—. Ha estado rondándolo desde el verano y creo que le hará caso para quitársela de encima en unos días.

Mantuve mis labios cerrados mientras escuchaba con oídos chismosos la conversación que los dos amigos mantenían despreocupadamente a mi lado. No tenía muchas oportunidades de estar rodeada de muchachos de mi edad que lucieran como dioses nórdicos, fueran amables y encima cotillas. Debía aprovechar las oportunidades que el diablo ponía en mi camino sin quejarme por ello. Luego habría tiempo para confesar mis pecados antes de que San Pedro me impidiera la entrada al paraíso.

Tres y un cuarto (RVB1)Where stories live. Discover now