Siete minutos en el paraíso || Seiya x Shiryu

1.9K 77 82
                                    

Sinopsis: Un clóset, dos personas y siete minutos para hacer cualquier cosa. ¿Cómo acabará su noche?

Aclaraciones:  En esta historia  los personajes no tienen los mismos lazos sanguíneos ni son Santos de Athena.

Maldito día asqueroso. Maldito Mitsumasa por haberse ido de viaje. Maldita Saori por haber organizado la fiesta. Maldita su facilidad de hacerlo cambiar de opinión. Maldita casa infernal. Maldita botella endemoniada. Maldita su suerte.

Pero sobre todo, maldito Hyoga por haberlo arrastrado al juego.
Te odio, desgraciado, pensó, por eso Shun no te hace caso.

—Respira, Seiya—murmuró, pero la cólera ya le ponía las orejas rojas. Podía sentir esa mirada perforando su nuca. ¿Cómo terminó encerrado en un clóset con la persona que más deseaba evitar?—. Podría ser peor.

Aunque eso no era cierto. Su situación era la más desfavorable entre todos los rumbos que la noche pudo tomar. Cuando Hyoga lo jaló del brazo hacia un círculo de personas que se reunieron alrededor de una botella vacía de Coca Cola para que decidiera sus destinos, debió decir no con más énfasis. Sin embargo, ese rubio era demasiado convincente. Seiya estaba destinado a ceder.

Volvió a suspirar. Qué maldito día asqueroso.

Era consciente que pudo haberle tocado cualquier persona: Shun, June, Jabu, Hyoga, Shaina o Saori. Pero para su desgracia, justo cuando creyó que estaba salvado, había tenido que llegar él.

Trató de escapar. No obstante, la alianza entre los desgraciados de Hyoga y Jabu no lo dejó. Ambos le cerraron el paso, obligándolo a quedarse. Intentó convencerlos a la mala. Teniendo fe que un par de insultos los haría entrar en razón. Fue contraproducente. Lo único que causó fue que Saori—esa bruja—le preguntara, con una sonrisa inocente por qué se marchaba.

Seiya hizo de tripas corazón y se sentó. Quería conservar al menos el poco de dignidad que le sobraba. Así que en orden de mantenerse cuerdo y estar relajado, le arrebató el vaso a Hyoga. Se bebió el resto de su Sprite de un trago.

Todo iba bien al principio. La botella giraba. Las personas eran elegidas. Se dirigían al clóset, pero él andaba con suerte. Ni la tapa ni la base lo apuntaban. Hyoga hacía escándalo cuando las parejas salían o entraban, incluso llegando a la desfachatez de preguntarles si habían follado. Seiya al principio lo ignoraba, pero no pudo resistirse a sus payasadas. Estaba empezando a sentirse más como él mismo. Aunque aún batallaba sus ansias. Trataba de no mirar hacia esa dirección, pero sus ojos se deslizaban, como si supieran que era inútil resistirse. Se maldecía mentalmente cada vez que deseaba observarlo. ¡No podía ser tan débil! Debía tener más convicción. No hacerle caso a esas tontas ganas de voltear. Pero así su cabeza se lo recordara, continuaba ignorando sus consejos. ¡Un poco de amor propio, Seiya!

La noche avanzó. La botella giraba, pero no resultaba elegido. Entonces, creyó que la suerte le sonreía. Fue así que comenzó a olvidar que él estaba presente. Hizo sus bromas que acababan en risotadas junto a Hyoga, a quien se apegó bastante. Debía de admitirlo: no era ninguna clase de casualidad, sino una decisión. Debía aparentar que se sentía excelente, que nunca antes estuvo tan radiante o gracioso. Él podría mirarlo en cualquier segundo.

Muchas parejas caminaron hacia ese angosto clóset. Aunque Seiya sólo recordaba las más extrañas. Shaina y June. Hyoga y Saori. Jabu y Shun. No estaba seguro si alguno había salido dando indicios de que algo sí sucedió cuando estuvieron atrapados en esas cuatro paredes. Aunque lo dudaba en el caso de Hyoga. Jamás mostró interés en las chicas e imaginarlo estando con una era casi impensable.

One shots de Saint SeiyaWhere stories live. Discover now