Cuando Noviembre acabe || Seiya x Shun (4)

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Capítulo IV: El dios de la paz

TW: Este capítulo lidia con abuso emocional de niños, pensamientos existencialistas y amenazas físicas.

—¡He aquí el peor de tus pecados: las incontables heridas que has infringido!

Cuando Lune terminó su oración, Seiya fue suspendido en el aire. Tenía las piernas dobladas y las palmas abiertas, a la merced de cualquier golpe. Hades puso al corriente a Shun: Pegaso recordaba cada falta cometida, desde los constantes fastidios a Miho hasta los insectos matados en el jardín.

—¡Así pues te condeno a descender al primer valle en el sexto círculo del infierno!

—Te equivocas —contestó Seiya. Su rostro afirmó que la amenaza no le removía las entrañas, pero estaba parado de forma tensa como si fuera a romperse. Shun quiso sobarle la espalda y asegurarle que todo estaba bien—. Aunque haya derrotado a un gran número de enemigos, siempre fue en nombre de la justicia.

En vez de disuadir al juez, su expresión de asco se acentuó.

—Existe un infierno que puede recompensar tu dedicación al cultivo de la violencia. —Shun volvió a vivirlo: la preocupación por el bienestar de Seiya y la anticipación de la batalla. Antes tenía esperanza por el futuro, pero se había convertido en terror—. Si te arrojo ahí con vida, te retorcerás por toda la eternidad.

De repente Lune extendió la mano, empujando a Seiya. Un escalofrío trepó la espina dorsal de Shun cuando dos planos cuadriculados aparecieron: ambos creaban un túnel de estrellas y planetas que se convirtió en un caldo de sangre al que Seiya se dirigía. En él, había puros sacos de huesos cuyas súplicas estremecieron las ventanas. Hasta el mismo Lune retrocedió. El Shun de ese entonces no dudó en blandir su cadena para jalar a Pegaso de regreso, quien se dio de cara al piso. Dejó de moverse.

—¡¿Pero qué clase de cadena es esa?! —preguntó Lune.

Hades miró al Shun del presente de reojo. Él le devolvió la mirada.

—La cadena de Andrómeda atraviesa el espacio y llega hasta los confines del cosmos. No puedo consentir que arrojes a Seiya al infierno.

Por su parte el Shun del presente tuvo una epifanía que bien pudo ser un engaño: la cadena irradiaba un cosmos oscuro y decenas de manos putrefactas se aferraban a ella. Su yo del pasado no las veía, aún así, se esforzaba en mantener la cadena firme. Entonces su corazón latió más rápido: Hades sostenía el arma detrás de Andrómeda. Su presencia bastó para que desaparecieran cada una de las manos y Shun cargara la cadena con facilidad. Sin embargo, aunque Lune observaba a Hades, no se había arrodillado y las puertas de la corte eran visibles a través del cuerpo del dios. Shun dedujo que Hades no se encontraba ahí físicamente.

—Mi cadena-

—¿Tiene esas cualidades por mí? —Hades habló tan cerca que detectó su sonrisa sin encararlo—. ¿Recién lo descubres?

Pasar saliva era imposible; la garganta le escocía. Al hincar las uñas en su palma, el metal de los guanteletes se hundió en la piel. ¿Siempre fue así? ¿En cada pelea, en cada desafío, Hades estuvo presente? ¿Pero qué eran esas manos que se aferraban a la cadena?

—¡N-no me lo puedo creer! —exclamó Lune—. ¡Mi señor!

La proyección de Hades ya no estaba cuando el Shun del presente volteó. Su yo del pasado frunció el ceño.

—¿Quién?

—Ahora que me fijo... el color de tu pelo es distinto. Eres otra persona. —Lune contempló a Shun con hostilidad, pero un buen ojo distinguiría su pavor—. Además para que él viniera a un lugar así... Sin embargo, eres su vivo reflejo.

One shots de Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora