El lugar más feliz del mundo || Aioros x Kanon

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Sinopsis: (Canon divergent) Aioros le hace una pregunta a Kanon que trae de vuelta el pasado, los remordimientos y las ansias. ¿Cuál es el lugar más feliz del mundo?

Eran los únicos en esa cabaña. Ambos forasteros en aquel pueblo virgen, perdido en Nepal. Dejaron el Santuario debido a una misión de gran importancia: hubo actividad por parte del mismísimo Hades. Que el Patriarca y uno de sus soldados más poderosos fueran a investigar era más que natural.

Cuando el sol se escondió entre las nubes y los colores de la tarde se estiraron en el cielo, los campesinos se alejaron de los bosques. Aioros los observó por la ventana con cierta tristeza. Varios lugares de esa maraña de árboles tenían enormes huecos marrones o troncos delgados. Se romperían ante el mínimo soplo de viento. 

Se dirigió a la sala. Había treinta pasos para llegar desde el cuarto. Treinta pasos que contó con el sudor gobernando sus manos. Sólo iba por un vaso de agua. Aceleró la marcha. Quería regresar a su habitación lo más rápido posible. Sin embargo, cuando vio a Kanon sentado en el sillón, pensó contar sus pasos de nuevo. Esta vez, desde el sofá hasta el dormitorio. Pero era tarde: los ojos azules brillaban hacia él.

—Patriarca.

Una sonrisa después del asentimiento de cabeza. Una sonrisa por parte de Aioros. No le llegó a los ojos.

—Kanon de Géminis. —Era extraño decir su nombre. Kanon. Podía pensar en todas las excusas que creería para repetirlo. Decir su nombre porque hizo algo mal. Kanon. Decir su nombre porque necesitaba hacerle una pregunta. Kanon. Decir su nombre para pedirle un consejo. Kanon. Decir su nombre porque se sentía solo. Kanon—. ¿Cómo está?

El hombre en el sofá se rascó el cuello y observó el piso. Su camiseta era negra y ancha. De repente, se alzó en la parte del abdomen. Aioros apartó la mirada.

—Bien. Estaba leyendo el reporte de Milo sobre su última misión aquí, pero no creo que vaya a terminar pronto.

—Pudo haberme dicho que la ayudara.

Los ojos de Aioros no abandonaron al geminiano. En su mente, pasó los trazos de ese cuerpo como si fuera uno de los dibujos en el viejo cuaderno de cartón, al fondo del baúl.  Le sombrearía con delicadeza el cabello y luego lo difumaría, tratando de replicar en tonos grises ese azul marino. Imitaría con líneas duras la fuerte quijada y usaría curvas para los anchos brazos. El paisaje a las espaldas sería borroso, pues él era el punto de enfoque. Luego, haría un marco grande en la hoja, para que no se escapara.

—No puedo hacer eso, Patriarca.

Aioros movió la cabeza de izquierda a derecha, como si tratara de sacudirse los pensamientos y preguntó:

—¿Por qué?

Kanon elevó los ojos a su dirección. Las pestañas le cosquillearon los párpados. No tuvo que responder para que Aioros entendiera. ¿Acaso lo olvidó? Había un motivo por el que no se buscaban. Era por eso que Kanon comía solo o se marchaba de la cabaña ante el primer rayo de sol. Era por eso que Aioros no echaba un vistazo a esa piel pálida sin sentir que no debía. Era por eso que encerraba los dibujos de Géminis para que no se escaparan.

Aioros sonrió de nuevo.

—Lo siento, esa fue una pregunta inoportuna.

—No se preocupe.

Recibió una sonrisa tensa. Kanon regresó a revisar los papeles. Era el momento de que Aioros entrara a la cocina y fuera por el vaso de agua.

Mas no lo hizo.

Las piernas dobladas de Kanon le recordaban a épocas que no sabía si eran reales o malos sueños. Le recordaba a esos buenos, viejos, olvidados tiempos en donde todo era fácil. Le recordaba al sonido de buzukis y guitarras acompañando a letras sobre tragedias y tristezas, resonando en las calles de cierta lugar perdido en el mundo llamado Atenas. Le recordaba lo fácil que algún día fue hablar sobre sus deseos. Así como a esa mano, tibia y grande, que le desenredaba los rulos chocolate, adormeciendo las pesadillas.

One shots de Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora